¿Redes públicas o privadas?

¿Qué tanto entendemos lo que escribimos? La pregunta esconde una dificultad mayor de la que parecería enunciar el corto tiempo en la que ha sido escrita. Los espacios que marcamos con palabras son tantos como los lugares en los que desarrollamos nuestra sociabilidad. No escribimos de la misma manera un mensaje llamado Whats que un texto académico. Éste lo revisamos una y otra vez. Pasará por el ojo de los especialistas, de personas que criticarán nuestra preparación, de entusiastas y descubridores del tema que tratemos. A lo mejor también tengamos  algún amigo con el cual compartirlo. El mensaje de la aplicación WhatsApp tal vez tenga menos críticas y, creemos, diga menos de nosotros o de lo que nosotros creemos ser que el texto especializado. Escribimos más Whats que ponencias, artículos o tesis. Presumiblemente los dominamos mejor no sólo por la práctica que tenemos haciéndolos, sino porque conocemos y confiamos en su destinatario. Los mensajes, a su vez, parecen más claros y creemos que son sobre materias más sencillas que una conferencia, por ejemplo, sobre la aplicación de la anestesia en adultos mayores con diabetes tipo 2. No hay confusión ni malinterpretación posible cuando queremos decir que llegaremos a cenar una hora después de lo habitual. No escribimos mensajes breves para reflexionar largamente o investigar algún nuevo aspecto sobre la complejidad del mundo y sus habitantes. En medio de lo que parecería la escritura de lo privado y de lo público se encuentran las redes sociales.

Escribir en Facebook, Twitter e Instagram tiene tan poco de privado como lo que se discute en un salón de clases. Lo dicho por alumnos o profesores no pasa desapercibido, se replica entre estudiantes, profesores y familiares. Las redes, pese a que permitan escoger a los contactos, pueden tener un alcance involuntariamente internacional. El usuario de Facebook confunde con facilidad su perfil con un diario, un recipiente de ocurrencias o el espacio perfecto para verter temas de los que conoce y cree conocer. El usuario cree que leer opiniones contrarias a las suyas, aunque no estén ni accidentalmente dirigidas hacia él, es ser atacado. El usuario de redes sociales suele sentirse un sol en su acotado universo de seguidores. La confusión de no saber qué tan público o privado son sus comentarios en redes le impide al mentado personaje entender a cabalidad lo que escribió y hacia dónde será conducido por sus decires. Escribir en redes tiene la consecuencia de un discurso público, sin que se sepa demasiado sobre el orador y los escuchas.

A diferencia de lo dicho en redes sociales, en el aula de clases existe la ejemplaridad. Un maestro, directa o indirectamente, enseña con su ejemplo. Un maestro puede ser entendido por lo que expresa, el modo de expresarlo y cómo ello contrasta con algunos trazos visibles de su vida. Su imagen también puede engañar y engañarlo, pero también le ayuda a entender mejor su papel; puede entender mejor la influencia de sus palabras, de sus enseñanzas, y a quiénes pueden influir más. Las enseñanzas son claramente públicas. Lo que expresamos puede cambiar vidas.

Yaddir