Mirar al cielo siempre lo hizo sentir pequeñito, es por ello que no le incomodaba del todo su situación actual. Sin embargo, a nadie le gusta tener un cañón apuntándole en la cara, y mucho menos si éste triplica su tamaño.
Sí, su país hizo lo correcto, como nunca invirtió en la milicia, pudo desarrollar un excelente servicio médico, y sí, durante la pandemia salieron casi casi ilesos. José, que tenía las bolsas de papel donde guardaba su despensa para la semana, todavía no se acostumbraba a tener un tanque (tripulado) afuera de su edificio, apuntándole y determinando a disparar de ser necesario.
Cuando todavía el virus no había acabado con la mayoría de los países subdesarrollados, recuerda José, el suyo hizo la imprudente declaración en público (y en todo el internet) de que no tenían ejército, ¿¡para qué?! Todavía exclamó en tono burlón su gobernante de aquella época. Pero ya no hay nada qué hacer, la moneda estuvo en el aire, y por supuesto, un país desarmado iba a perder el volado. En fin, después de aquella declaración, José, al igual que todos sus vecinos de cada uno de los edificios de su unidad, de cada unidad de todo su estado, de cada estado de su país; se vieron infectados por el virus de la guerra, que, bueno, no se puede tratar si no se tiene las defensas adecuadas.