Normalidad en el trópico

Temblando por la fiebre, el hombre pedía que por piedad le sirvieran algo de atole, sentía bajo su espalada el frío de la tierra, veía en los demás los ojos llorosos, con miedo,  con culpa y con tristeza, si no había atolito, un té, lo que fuera que ayudara a calmar su dolencia.

Sentía el pobre cristiano el abandono y de los sacramentos la ausencia, ante sus súplicas los demás sólo respondieron con tierra.

Como ese pobre hombre que hace cerca de 100 años moría, muchos ahora piden con sed algo de piedad o de justicia, como a ese pobre hombre que angustiado se despedía muchos con angustia se van de esta vida.

Y los de afuera de la tumba, que al principio con tristeza se veían después sólo recordaban y a la nueva normalidad que dejaba la gripe española tras de sí se acostumbraban.

¿Nos iremos a acostumbrar nosotros, mientras el cinismo de unos cuantos se pavonea libremente por el trópico?

Maigo