Somos lo que contemplamos porque lo que resguardamos en nuestra alma sale a la luz tarde o temprano.
Los sabios dicen que si escuchamos a los sabios seremos buenos, si no hacemos caso seremos necios, lo mismo ocurre con el mal y con lo que es nocivo, podríamos decir que si contemplamos cerdos, nos terminaremos portando como tales.
Yo creo que más bien depende de cómo los contemplamos.
En cierta ocasión vi a un contemplador de cerdos, se lamentaba por su conducta al ver comer a los animales y mientras los veía reconocía el deseo que tenía de alimentarse con las bellotas que los cochinos se comían.
Se podría decir que al ver a los puercos se vio a sí mismo, pero no todos los contempladores se ven en lo contemplado, más bien dicen ver su superioridad respecto a lo criticado.
Estos últimos acuden a los sitios en los que los porcinos se reúnen, y dicen que lo hacen para criticar y juzgar sus malas acciones.
Los críticos de cerdos, se piensan como seres diferentes y hasta superiores a los criticados, pero en el fondo lo que tienen es una gran admiración por el rebaño que juzgan, porque los cerdos se atreven a hacer lo que muchos críticos no hacen.
La bandera de la superioridad fundada en la bondad suele llevar a los críticos al sitio de los criticados, dándoles así la oportunidad de mostrar su marcada diferencia, pero lo único que ocurre en estos casos es la igualación entre el crítico y el criticado.
En los primeros contempladores que ven en el banquete de cerdos su mala conducta, hay motivo de celebración porque hay arrepentimiento y conocimiento de sí. En los segundos sólo hay individuos envidiosos y ávidos de poder, sujetos que se niegan a conocerse porque gustan del aplauso más que de la verdad.
Maigo