La oficina pura

La oficina revela en buena medida el carácter de una nación. Un contacto se burlaba que el trabajo de oficina tuviera un exceso de correos electrónicos. De alguna manera es cierto. Mandas alguna solicitud o una queja a cualquier empresa cuyo trabajo dependa mayormente de la labor de las oficinas y te responden con un correo que tu solicitud o queja comenzó a proceder. El solicitante, muchas veces ajeno al mundo oficinesco, se queda perplejo, pues él quiere que le resuelvan su solicitud, no que le digan que ha comenzado a resolverse, los pasos que le faltan, o que tiene que mandar otro correo para recibir un correo más donde le digan que le llegará un correo cuando todo esté resuelto. En muchas ocasiones los correos no dicen qué día se resolverá la solicitud. Pero de que se va a resolver, se va a resolver. Hay buena voluntad, sólo falta el pequeño detalle (para el cual se requiere la suma de muchas buenas voluntades) de llevarla a cabo.

El contacto del que leí la queja se dedica a darle muchas vueltas, en muchos casos necesita justificar por qué le dará muchas vueltas a lo que le dará vuelta, a un tema al que otras personas (en pocos casos, pero en los que perduran, le han dado vuelta de mejor manera) ya le dieron vueltas. Con tanta vuelta también yo me maree. Aunque el criticón podría defenderse diciendo que valen la pena todos esos giros que da sobre esos temas giradísimos porque son importantes, centrales para la vida humana. El oficinista podría responderle que sus asuntos podrían no ser demasiados importantes, ni siquiera circulares, pero que sí pueden resolverse, pese a los inconvenientes que requiere la suma de las voluntades. No sé si mi contacto podría dar una respuesta a la posible contestación de la persona con trabajo de oficina. Pero intentando defenderlo, sobre todo porque también yo ando caminado por senderos ya recorridos en lo que escribo, podría decir que en la oficina no se resuelven los problemas humanos. Si bien hay oficinas para que se trate a las mujeres con más justicia, su funcionamiento no transforma a las personas. Tampoco las oficinas podrían ayudar a evitar completamente la corrupción. Ni las oficinas dedicadas a la justicia imparten justicia de un modo satisfactorio. Los trámites sólo organizan los problemas, no los resuelven ni cuestionan.

Lo anterior no quiere decir que las oficinas sean inútiles ante los problemas más acuciantes. De no ser por ellas a lo mejor no viviríamos en un lugar habitable. Tampoco quiere decir que las oficinas deban arreglarnos todos los problemas. Aunque la labor oficinesca también se realiza por personas con problemas, y la oficina no define su modo de ser. No son máquinas. Pero sería preferible que cuestionaran cómo hacer su labor, si es que podrían hacerlo mejor, sobre todo si involucra problemas que impiden vivir bien. Las personas no oficinescas tampoco son meros trámites que pueden ser apilados y abandonados a la reflexión pura.

Yaddir

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