Sólo fragmentos

Justino se dio cuenta de que vivía solo, sólo estaba en su cuarto cuando de repente le llegó la epifanía de su soledad.

Quizá si salía de la habitación ya no se sentiría tan solo, pero esto no bastó, porque al salir sólo se acentuó el aislamiento en el que se encontraba.

Justino trató de encontrar a alguien en su casa, en la calle, donde fuera, pero sólo se encontró con él mismo.

Sí, definitivamente estaba solo y no sólo eso, estaba hecho pedazos, no lograba encontrarse entre los fragmentos que habían quedado esparcidos entre el tiempo dedicado a las redes, los anzuelos y las carnadas.

Justino estaba solo y ahora sólo le quedaba el mar para tratar de encontrarse antes de que llegara la tormenta y se llevara todo.

Maigo

Endemia

El mundo no se acabó, como todos quisieron hacernos creer, el día en que un chino devoró a un murciélago. Sí, es bien sabido por todos en aquella región que su sabor es inigualable y altamente deseable. Lo que acabo con el mundo, fue que de vez en cuándo a los murciégalos les da por devorar chinos, y eso causó una enfermedad que se extendió en todo el reino animal. Los seres humanos, inmunes a ésta, murieron de soledad a causa de la glotonería.

El plato del buen beber

Hay quienes piensan que con gráficas y estadísticas se compone al mundo, que al cambiar pirámides por platos o jarras se consigue una vida saludable, un espíritu libre de prejuicios y la igualdad que supone la existencia de una democracia.

Hay quienes ven al mundo como un cúmulo de colores atractivos, bien acomodados y con un sentido maravilloso, para leer al mundo hay que leer al mundo, para ver el mundo gráficamente hay que pasar mucho tiempo creyendo en gráficas y creyendo en el poder del discurso que dan los colores.

Esos pensadores, amantes de colores que ven enemigos en las pirámides y que creen que al cambiar la forma se cambia el fondo, ven al mundo como un objeto que se construye y manipula desde los discursos.

Coloridos discursos que se fundan en la fuerza de números, de estadisticas o de curvas planas, forman el mundo casi irreal en el que las tragedias se convierten en risotadas, en que todo va bien a pesar de las matanzas y en que el amor gobierna a pesar de las constantes pedradas.

Coloridas formas y atrayentes palabras procuran enseñar a comer y beber a poblaciones que ya están envenenadas, el agua se convierte en antídoto de cualquier veneno y el veneno se convierte en el pan de cada mañana.

Con coloridas formas y hueras palabras, se colman los platos de los hambrientos para que se nutran con las aguas negras del rencor y la venganza.

Maigo

La austeridad contra la vanidad

¿Austeridad es la disposición contraria a la vanidad? Si dejamos de lado la humildad, es decir, si pensamos en un contexto romano, sí lo es (tal vez por eso el presidente de México prefiere llamar a su régimen austero). La austeridad es la cura, o una de las curas, a la vanidad. Se llegó a creer que la pandemia nos volvería más austeros, que nos preocuparíamos únicamente por lo elemental para darle más peso a lo importante. Pero la austeridad puede devenir en vanidad, vanagloriarse por depender de poco; presumir que se tiene el control del orgullo. ¿Qué austeridad proviene de quien cree tener la cura para el mal (los dogmáticos tienen muy bien diagnosticadas en qué consisten cada una de las enfermedades en las que se especializan por combatir) que aqueja a la humanidad? Hay una obsesiva vanagloria en creer que nosotros somos el verdadero virus.

Creer que la austeridad es cosa de uno (de un individuo en particular que actúa desde un contexto que casi no altera la posibilidad de sus elecciones) es quitarle su finalidad: la austeridad es un bien público. Montaigne señala con suma claridad que si los hombres principales (generales, senadores, cónsules y cualquier clase de gobernantes) no son austeros, la austeridad es un modo injusto de vida. Pocos ejemplos tan precisos para ilustrar esto como los regímenes autoritarios. La vanidad proveniente de los discursos políticos es consecuencia de la ambición de los políticos, de su insaciable deseo. La austeridad podría evitar la tiranía. Aunque no sería mediante un régimen como la monarquía, sería mediante un régimen como la democracia. Pero una campaña para ganar algún puesto en nuestra moderna democracia no es austera. Tampoco lo es el deseo de ganar. En menor medida lo sería el saberse el ganador. La austeridad absoluta no es posible. El austero, el político austero, buscará al menos el reconocimiento por su disposición a convertirse en un bien público. Un gran esfuerzo exige una gran retribución. Creer que la austeridad en la política eliminaría por completo la corrupción o el deseo tiránico es un gran y vanidoso error.

Yaddir

24 – La paz

A veces los pueblos languidecen por sed de paz. Hace años que estoy pensando en la pudredumbre de nuestras instituciones, en la degradación del discurso y en la barbarización de las almas tiranizadas. Desafortunadamente no soy ni brillante ni iluminado ni lumbrera siquiera; así que no he encontrado mucha claridad. La poca que he disfrutado ha sido, la verdad, de la gracia y amistad de otros. He entendido así que la paz que falta debe ser digna; la justicia, compasiva. Pero no he encontrado cómo llegar a ellas. La crueldad avanza como una locura que debilita la mente y la deja incapaz de mirarse, incapaz de saberse enferma. Va pasando y por eso también las descripciones de ella son más pobres. Y en esos pensamientos estaba cuando releí la Paz de Aristófanes. ¿No hay mucho de sabio entre las sandeces del pobre enloquecido de guerra que doma un escarabajo pelotero para volar al cielo? Muchas de las imágenes, además de irreverentes, son de lo más intrigantes: hay que convencer a Hermes antes de poder sacar a la Paz de una cueva; los campesinos celebran con tanto alboroto que deberían llamar la atención de Zeus, pero a éste no le importa ni parece enterarse; la diosa más que hablar deja que hablen por ella; en fin… no he revelado el misterio. Pero hago nota: algo debe haber ahí que el poeta nos quiere enseñar y podría ayudar a pensar mejor en esta sed horrible que nos quema.

Proteófilo Cantejero

Ansia

Con los músculos tensos y la vista vacía de esperanza quedaron todos los seres vivientes inundados por el terror. El fin del mundo llegó, pero no como ninguno de ellos hubo imaginado jamás. Todos y cada uno de los seres vivos, murieron ahogados, paralizados cuando a la ansiedad le dio por atacar el mundo, y éste sucumbió a su encanto.

El espejo roto

Tanto cuestionó al espejo, tanto alimentó la esperanza de ver algo distinto en las mañanas, que sólo se sintió satisfecho cuando el polvo y el tiempo le quitaron su lustre a la superficie en la que se veía todos los días.

Así pues, la realidad dejó de ser lo que la superficie bien pulida mostraba, porque lo que era aceptado como real es lo que  se veía entre el polvo y las manchas del tiempo.

Pero,  un día limpiaron el espejo y con la plena visión de lo que era, el que en éste se reflejaba se sintió molesto con el artefacto, lo arrojó al suelo y terminó por ver muchas veces el reflejo de lo que era.

Miles de pedacitos mostraban pequeños rostros gesticulando y dando a entender el enfado y desparpajo del que producía los reflejos, miles de pedacitos le dijeron un millar de veces que no era lo que simulaba ni lo que pensó que era.

Miles de pedacitos lo invitaban por todas partes a hacerse a sí mismo pedazos, una vez que aceptara la verdad. Pero como buen cobarde, el que se reflejó en el espejo recién limpiado, optó por dejar esos miles de pedacitos y buscar una superficie más amable con él y menos fiel a la verdad.

Maigo