La austeridad contra la vanidad

¿Austeridad es la disposición contraria a la vanidad? Si dejamos de lado la humildad, es decir, si pensamos en un contexto romano, sí lo es (tal vez por eso el presidente de México prefiere llamar a su régimen austero). La austeridad es la cura, o una de las curas, a la vanidad. Se llegó a creer que la pandemia nos volvería más austeros, que nos preocuparíamos únicamente por lo elemental para darle más peso a lo importante. Pero la austeridad puede devenir en vanidad, vanagloriarse por depender de poco; presumir que se tiene el control del orgullo. ¿Qué austeridad proviene de quien cree tener la cura para el mal (los dogmáticos tienen muy bien diagnosticadas en qué consisten cada una de las enfermedades en las que se especializan por combatir) que aqueja a la humanidad? Hay una obsesiva vanagloria en creer que nosotros somos el verdadero virus.

Creer que la austeridad es cosa de uno (de un individuo en particular que actúa desde un contexto que casi no altera la posibilidad de sus elecciones) es quitarle su finalidad: la austeridad es un bien público. Montaigne señala con suma claridad que si los hombres principales (generales, senadores, cónsules y cualquier clase de gobernantes) no son austeros, la austeridad es un modo injusto de vida. Pocos ejemplos tan precisos para ilustrar esto como los regímenes autoritarios. La vanidad proveniente de los discursos políticos es consecuencia de la ambición de los políticos, de su insaciable deseo. La austeridad podría evitar la tiranía. Aunque no sería mediante un régimen como la monarquía, sería mediante un régimen como la democracia. Pero una campaña para ganar algún puesto en nuestra moderna democracia no es austera. Tampoco lo es el deseo de ganar. En menor medida lo sería el saberse el ganador. La austeridad absoluta no es posible. El austero, el político austero, buscará al menos el reconocimiento por su disposición a convertirse en un bien público. Un gran esfuerzo exige una gran retribución. Creer que la austeridad en la política eliminaría por completo la corrupción o el deseo tiránico es un gran y vanidoso error.

Yaddir