Inconexo

Teodoro era la mónada más feliz del cosmos, vivía dentro de sí, proyectaba desde su alma hacia su realidad todo lo que le rodeaba, belleza, fealdad y uno que otro milagro.

Teodoro pasó la menor parte de su vida adulta tratando de entender cómo construir su realidad, una en la que todo estuviera en armonía para consigo mismo. Teodoro logró en una ocasión forjar una realidad casi perfecta. En ella todas las mónadas estaban conectadas, y perdieron su cualidad de ser. Así mismo, todas y cada una de las realidades se tornaron una sola, pefecta, comunicada e indivisible. Gracias a Teodoro, de un momento a otro el mundo, como lo conocían las mónadas, dejó de ser, Se transformó en una realidad en el que la proyección interior y el constructivismo no era otra cosa que un cuento de hadas.

Fue así como Teodoro destruyó al mundo sin sinquiera enterarse, desterró la soledad, la irresponsabilidad y todos fueron perfectamente felices para siempre en un único, bueno y perfecto mundo. Como Dios manda.

FIN.