Tecnología para llevar

La emoción que provoca lo nuevo, terminó por causar que todos los seres humanos dejáramos la Tierra, y con ello el mundo murió.

Ninguno de los que restamos tenemos idea de lo que es un «hogar» o de un lugar al que podamos llamar casa. Vagando por el universo infinito, no tenemos un lugar siquiera en el cuál ser enterrados, en el cuál descansar en paz; mucho menos un situo donde Dios pueda encontrarnos con facilidad en su segunda y demás venidas. Hemos llegado a ser, por fin, más errantes que los otrora dioses, que terminamos por llamar planetas.

El universo es nuestro y nosotros le somos suyos, al mismo tiempo que le somos tan ajenos, como nos lo son las leyes que en algún momento rigieron la naturaleza de nuestra Tierra natal. El fin del mundo llegó pero no nos enteramos, estábamos demasiado lejos, demasiado solos, y al llegar envolvió a nuestra cuna en un interminable manto de olvido.

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