Pasamos tanto tiempo viviendo en sociedad que nadie lo vio venir.
A diferencia de lo que se esperaba que sucediera, como ocurre con todo hábito, los seres humanos nunca pudieron integrar por completo a su alma, esta utopía del mundo civilizado. Fue por eso que con el más mínimo estornudo, el mundo moderno se vino abajo.
Los hombres se olvidaron de convivir, y así, como si hubiera sido un acto divino, de la noche a la mañana, la interacción entre los humanos se volvió del tipo “sálvese quien pueda”. El mundo como lo recordamos, siempre fue una farsa, una muy bella, pero insostenible a final de cuentas. Era solo cuestión de tiempo (aunque nadie lo esperara) que por fuerza de hábito, el mundo acabara siendo devorado por sí mismo.
Es como regresar al estado del buen salvaje
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