Los cuatreros

Al ver los corrales vacíos el grito presto se oyó -¡Llegaron los cuatreros, todo se lo llevaron!-

Efectivamente todos vieron que el ganado había desaparecido, no había quedado rastro, aunque las huellas del mismo se veían por todos lados.

-¿A dónde se habrán ido los cuatreros y el ganado?- preguntaban azorados los dueños de los animales, pues los cuatreros se habían llevado todo, equinos, reces y hasta aquellos que se distinguían por balar en ritmos repetitivos, como seres no pensantes.

Había huellas que marcaban un mismo camino -¿Será que los cuatreros se habían ido por ahí?- preguntó alguien avispado -quizá sí- respondió otro, porque resultaba que ese era su camino acostumbrado.

Aunque no faltaba quien negaba lo que saltaba a la vista y decía que no fueron los cuatreros porque su palabra habían dado, ellos ya eran honestos, lo gritaban a cada rato, lo gritaban en la mañana, en la tarde y hasta los domingos, que son días de descanso.

-¿Pero, si no fueron los cuatreros, entonces quién se llevó el ganado?- preguntaban inquisitivos los que veían lo que pasaría con el pueblo ganadero sin la riqueza que era su ganado

-¡Fue el administrador del rancho, ese que se fue hace rato!- salió una voz entre quienes veían que ya no quedaba nada, ni una cabeza flaca de lo que antes fue un rebaño.

-Pero, el ganado se fue esta noche, y el administrador se retiró hace poco más de dos años, dicen que se fue muy lejos- señalaron algunos que todavía seguían preocupados.

-No se preocupen por el ganado, aquí les traigo zapatos, artículos de cuero y otros enceres para que olviden este mal rato, recuerden que ese administrador se caracterizaba por villano- dijo nuevamente la voz que sonaba conocida, aunque los exganaderos no la distinguían, ya que estaban sumidos entre la preocupación y el cansancio.

Los más inocentes con unos huaraches nuevos se contentaron, otros pidieron más cosas, pero algunos vieron más de cerca que el dadivoso señor de enfrente era el líder de los cuatreros, venía del punto al que iban las huellas y estaba regalando cosas de cuero, todas hechas con lo que había sido su ganado.

Cuando pasado el tiempo de esos huaraches y cosas sólo quedaron viejos retazos de cuero, todos se dieron cuenta de que el robo sí lo habían hecho los cuatreros, quienes usaron su cantaleta de honestidad para comportarse como lo que siempre habían sido, unos ladrones vestidos con piel de cordero.

Maigo

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