Un espejo insistente

El otro día me encontré con un espejo sumamente insistente, quería que todos nos reflejáramos en él, rogaba por un vistazo y no más, y argumentaba que lo que veríamos no nos iba a espantar.

Algunos curiosos, se acercaron al espejo, vieron en él su rostro y lo acusaron de mentiroso, decían que el susodicho estaba sucio y manchado, que era un espejo corrupto y deformado.

El espejo se sintió medio mal con tan malos calificativos, pero pudo comprobar que eran exageraciones de ciertos individuos, sin que se percataran los demás, el espejo se convirtió en espía.

Comenzó a seguir a quienes lo tacharon por hacer mal lo que hacía, y vio que quienes lo acusaron preferían verse a través de cuentos inventados, los que no leen como lectores se presentaban, los que no escuchan como empáticas personas atentos a las necesidades de los que los rodeaban y así sucesivamente, una arduo trabajo de autoengaño es lo que los espiados realizaban.

Había sujetos que se preciaban de ser justos, de ser buenos, de ser honestos, humildes, inteligentes, sabios y de no causar disgustos, pero la verdad era muy diferente. Y el protagonista de este cuento, pensó que él mismo estaba demente.

La locura comenzó a apoderarse de ese espejo, veía que los que en él se reflejaron eran buenos para tratar a los demás como presuntos delincuentes, sin que nada malo hubieran hecho; quizá sólo ser diferentes y estar de acuerdo con el espejo que al principio era insistente.

Pasó el tiempo, y la locura del espejo fue en aumento, el polvo se apoderó de él, dejó de ser una superficie pulida y se convirtió en una pantalla bastante enegrecida, se ocultaba porque se sabía deforme.

Pero de su escondite lo sacó alguno de los que al ver su reflejo al inicio se mostraron inconformes -¡Qué buen espejo es éste!- dijo, -¡Al fin un objeto que me hace justicia!, ¡Que me muestra con alma hermosa y tal como debería ser vista!-

El espejo enmudeció al escuchar ese discurso, no sabía si la cordura consistía en estar muy, muy, sucio.

No soportó tanta locura, tanto desatino y su alma se empezó a volver oscura. Mostraba lo que el otro quería ver, si era feo lo mostraba hermoso, ya hasta había aprendido cómo hacerlo precioso, si era gordo lo mostraba flaco y si era tonto lo hacía lucir como sabio.

El tiempo fue pasando y todos eran felices con el espejo que se volvió más insistente, esclavizante y cada vez menos honesto, pero un día el espejo se rompió, el peso del polvo lo venció y no pudo evitar hacer crash en el suelo.

El espejo, que había sido negro, se sacudió la tierra y pronto se convirtió en millones de pequeños espejos, pulidos y exactos, capaces de mostrar al otro hasta lo que no quiere que le sea revelado, y de replicar el reflejo verdadero millones de veces.

Aunque los reflejados lo acusen de mentir, de estar deforme o de no ser acorde con lo que quisieran ver de sí mismos los millones de espejitos no mienten y hablan con la crueldad que se les achaca a los niños

Maigo

Mañana será otro día

Los celulares impulsan nuestra comunicación y la limitan. Estamos con algún amigo intentando mantener una conversación, mientras que él intenta por todos sus medios posibles mantenerse en contacto con muchas personas más. Ríe mirando a su celular y nosotros nos molestamos por ser menos importantes que un aparato de unos cuantos miles de pesos. Los amigos o familiares con sentido común ponen atención a lo que decimos, resistiéndose a mirar la pantalla de su teléfono portátil con tal tensión que parece que el diablo los estuviera tentando a poseer todas las riquezas del mundo con la sola condición de que se dispusieran a ignorarnos. Su uso, el de los celulares, no el de las personas, va desde la diversión al informar rápidamente una situación importante. Nunca he visto que se usen para compartir información vital. Pero esa sería la única razón por la que se podría interrumpir una conversación sin parecer groseros. ¿Se puede aplazar el revisar una notificación o el postergar una llamada sin que ese aplazamiento resulte perjudicial a un nivel catastrófico? Supongamos que tenemos una reunión con una persona de la que sólo informamos a un par de amigos. Ellos, por algún motivo o golpe de suerte, se percatan que estamos reunidos con una persona psicópata, quien nos va a echar una sustancia a nuestro café para dormirnos y matarnos. Imagínense que uno de los amigos nos manda un mensaje con la información de la mencionada persona y su ficha de la Interpol, pero nosotros, para no parecer groseros, preferimos beber el café ya envenenado que leer esa importantísima información. Las probabilidades de que estemos reunidos con alguien así son escasas, mucho más escasas que el que nos avisen, pero reunirnos con alguien que podría hacernos algún tipo de daño es posible. Juzgamos que es mejor en ese momento aplazar la revisión, como aplazamos cualquier tipo de proyecto que creemos ser capaces de realizar en un futuro próximo. Confiamos que estamos tomando una buena decisión basados en la confianza en que lo que planeamos, en que lo que pensamos, es igual a lo que hacemos. La distancia es incalculable, no porque sea muy larga, hablando en sentido figurado, sino porque realmente es sumamente difícil de calcular. La respuesta fácil sería decir que no se puede ser cordial y temer que la cordialidad tenga consecuencias perjudiciales (como en el poco probable ejemplo mencionado) porque eso parecería estar en los dominios del azar. La respuesta difícil, creo, es conocer qué está en nuestras manos y qué podría estar cerca de ellas. Considero que se puede aprender a comunicarnos con los celulares pese a las distracciones que los mismos celulares nos proporcionan. Hay objetivos que, aunque parezcan inalcanzables, y tal vez lo sean, vale la pena acercarse a ellos.  

Yaddir

Una piedra

Una piedra no cambia por su cuenta, se queda inmóvil, porque no tiene sentido que se mueva, está inanimada, y eso es evidente, quizá por eso elegimos piedras para construir nuestras casas.

Buscamos piedras para labrar sobre ellas lo que es bueno y para señalar para siempre lo que es malo, así ha sido desde hace mucho, cuando no queremos que algo cambie porque lo consideramos justo, se pone en piedra, aunque entre escombros acabe.

Se dice, que las primeras tablas de la ley fueron grabadas en piedra, así no había posibilidad de cambios, pero no sólo esta piedra cuenta, hay una mucho más especial e importante.

Mucho tiempo después, hubo una piedra a la que especialmente dejaron de lado los constructores de cosas que pretenden ser eternas, pero la tomó el arquitecto que sí sabe de eternidades.

Se trata de una roca viva, pero firme, capaz de arder y de manar agua sin cansancio. Esa piedra fue un hombre que aprendió que no importa ser el primero entre sus hermanos, que el pastor cuida de sus ovejas dando la vida por ellas, y que se puede amar a Dios aún cuando el mundo esté de cabeza.

Esa roca viva, entendió que el amor puede transformarlo todo y que la ley que importa mantener es la que se graba con el Dedo de Dios en el corazón del hombre, el inconstante hombre, que constancia adquiere cuando está cerca de su creador.

Los sabios, dicen que esa piedra se llamaba Pedro, que sobre su firmeza se fundó algo importante para el hombre necesitado de la salvación, también dicen que de sus ojos manó agua, como pasó con una roca en el desierto y con el costado de quien le enseñó a dar la vida por los amigos y a perdonar 70 veces 7 a los enemigos.

El agua de esos ojos fue la apertura ante el arrepentimiento, puerta que se abre ante el dolor que ocasiona la conciencia, especialmente cuando por miedo se actuó sin amor.

El agua de una roca aplacó la sed de un pueblo, pero ese mismo pueblo no calmó su sed para siempre; en cambio, las lágrimas de un hombre mostraron la belleza del arrepentimiento, y la sed ocasionada por la muerte se vio derrotada.

La ley grabada en la roca que es Pedro no cambia, no depende de decretos, regímenes o de tiempos, es eterna y es al mismo tiempo liberadora, pues da vida eterna.

Pero, la ley que sólo se anuncia, quizá por la mañana, muere por la tarde; tal y como pasa con la vida de quienes a diferencia de Pedro, sólo buscan, ante todo, ser en todo los primeros.

Alegrémonos de que esa ley justa, que es la que le dio el perdón a San Pedro es eterna y da vida, mientras que la otra se acaba tras un breve tiempo, quizá lo que dura una vida, quizá menos que eso.

Maigo

Libros que no se leen

El principal problema de la educación en México es que los profesores no enseñan a leer. El resultado es que alumnos y profesores están más preocupados por las ideologías. Al no leerse con cuidado las ideas de pensadores que sin dificultad convencen, no se cuestionan las ideologías que parecen tener sentido vistas desde la superficie. El debate se empobrece. Se recurren a tácticas sucias para ganar discusiones de asuntos complejísimos. No se escucha lo que el otro tiene que decir porque ni siquiera escuchamos lo que nosotros mismos decimos. No tenemos ideas.

Recuerdo que cuando aprendí a leer no entendía lo que leía. Me enorgullecía no trabarme como la mayoría de mis compañeros al leer en voz alta. Pero si me hubieran preguntado qué entendí de lo que acababa de decir, habría enmudecido. Dicha exigencia no se presentó hasta como diez años después. Aún con práctica y la comprensión de lo que leía, fácilmente era convencido por la perspectiva marxista de los autores que me dejaban leer en el nivel medio superior. No tenía defensa ante lo que me parecía evidencia irrefutable. Mis otros compañeros se preciaban de saberse más ideas. Discutíamos con la convicción de descubrir la raíz de las injusticias que contra nosotros habían cometido los amos de los medios de producción. Creíamos entender a Marx sin haber acercado las narices a un libro de Marx. No veíamos más que sombras de imágenes sin vida.

Indefensos ante las supuestas grandezas de los gobernantes actuales están los jóvenes que comienzan a acercarse a sus libros de texto gratuitos. A la mayoría quizá no les importe si el presidente mencionado por sus profesores defendía algo justo o injusto; si se acercó más a un extremo que a otro. La educación para ellos habrá tenido un objetivo práctico. La historia fue sólo una materia de la que no se pudieron librar hasta muchos años después. No vieron el encubrimiento entre lo que les decían y lo que estaba pasando. Sus profesores no supieron enseñarles a leer textos que pudieran enseñarles a leer la realidad. La realidad para ellos era un concepto, algo que sólo se entiende, que no se vive. Más real para ellos era lo que veían en las dos dimensiones de sus pantallas. A veces las personas comienzan a dudar si lo que ven en la calle es una actuación para las pantallas de sus celulares. ¿Qué tanto podemos entender si no sabemos leer?

Yaddir

Defensa

Por lo regular es más difícil defender lo que es justo que apelar en favor de lo injusto, la terquedad suele ser tan grande que ante los berrinches del que cree saber no queda de otra más que ceder, aunque bien se puede actuar sabiamente y entender que el mezquino que busca imponer su voluntad a toda costa comienza por llamar la atención.

¿Qué pasaría si no se le diera esa atención? ¿Si en lugar de ver sus amenazas nos concentramos en ver el modo de hablar sobre lo justo con cabalidad?

Bueno fuera que el discurso cabal sobre la justicia dejara de terminar con gritos de quien descubre que no tiene razón, pero eso sólo pasa entre seres racionales y en este mundo vivimos sólo humanos.

Maigo

La decisión de vacunarse

‌Ante los avances científicos hay dos clases de personas: quienes los celebran y quienes los condenan. Los primeros confían en que la razón puede resolver cualquier clase de conflicto que se le presente a la raza humana. Los segundos desconfían de aquello que no sea fácilmente comprobable; ante los problemas hay que confiar en la solución que parece más a la mano, la más confiable. Ambos extremos pueden coexistir en una misma persona ante situaciones diferentes: el que critica las vacunas desde su celular; el que no se va a vacunar pero usa medicamentos. Ambos extremos, en la medida en la que son extremos, viven en el error. No se puede convencer a una persona que no se quiere vacunar mediante regaños sumamente razonables. Vacunarse y usar medicamentos siempre implica tomar una decisión vital. Los datos no representan la voluntad general. El problema se exacerba si se piensa en un virus de fácil transmisión como el Covid-19, pero la vacuna representa un posible riesgo. La decisión, a diferencia del uso de un medicamento común, implica una decisión política. Como toda decisión política implica una idea del bien, del bien que se le hace o deja de hacer a otras personas. Hacer el bien o dejar de hacerlo siempre es una opción. ¿Nos vacunaremos contra el Covid-19 por alguna especie de cálculo, por un deber cívico, por reconocimiento o por amor a nuestros semejantes?

Yaddir

Inocencia y montajes

Para los hombres mundanos las culpas se lavan con la distracción. Los seguidores de Barrabás lo sabían y por eso crearon y magnificaron faltas contra el inocente, así fue mejor un asesino y ladrón que un hombre que curaba enfermos.

El culpable se fue, librándose del patíbulo, pero se perdió en el olvido.

El inocente, salud de las almas, murió como un cordero. No dijo nada mientras lo juzgaban ya había hablado antes con la verdad, y eso bastó, para los que entendieron que su reino no es de este mundo.

Gracias a su silencio, el inocente salvó a todos los dispuestos a escucharlo, del otro, al que aclamaron con gritos, no se sabe nada, quizá murió por la espada.

Gracias a los gritos y plantones de aquella mañana, hace más de dos mil años el asesino se perdió en el olvido de la historia y se le recuerda sólo por causas meramente incidentales, mientras que el inocente venció a la muerte y nos invita a hacer lo mismo mediante un amor que no es fingido, es decir que no se exhibe pero que sana.

Feliz Pascua, para los dispuestos a escuchar.

Maigo.