Hojas caídas en verano

Solemos pensar que las hojas caen en el otoño, pero yo he visto cómo es que algunas frondas se vienen abajo durante el verano.

Llenas de vida, plenas de color, verdes y frescas: llenan los pasos de los caminantes.

Las hojas que caen del árbol para perder su frescura en contacto con la tierra, quedan tranquilas y apiladas en las veredas.

No es su momento para caer, señalan los que reparan en su ausencia.

Las veredas quedan forradas de verde por la vida de las hojas, y girando la vista hacia los setos desnudos a destiempo, los caminantes entienden que ellos son hojas y no saben cuando llegará su momento.

He visto frente a mis ojos a las hojas cayendo en el estío, perdiendo la frescura y alimentando con su vida a mi vida carente de sentido.

Sé que esas bellas hojas no caen porque estén secas o por frío, es un rayo en la tormenta de la vida la que las hace caer, sin que ellas puedan o quieran hacer algo para evitarlo, el rayo cae sin que las hojas quieran buscarlo. Llega y ya.

Veo las hojas frescas nacidas en primavera sucumbiendo en el verano, y aprecio la fuerza del rayo, de las lluvias y el granizo que no sólo tira a las hojas, a veces también el árbol.

Maigo

Entre dimes de libertad y diretes de esclavitud

Decimos amar la libertad. Decimos que siempre elegimos y que debemos respetar ese derecho.

Decimos y decimos y nos llenamos la boca con décimos de pensamientos ajenos, que nos dicen que todo lo podemos: Nos decimos responsables de los cambios en el cielo; nos decimos libres para cambiar a nuestro mundo, nuestro entorno y hasta nuestros pensamientos.

Pero al mismo tiempo que decimos eso, hablamos de mentes manipuladas por los medios, de personas que son crédulas porque creen en lo que dicen los periódicos que relatan e interpretan lo visto, y lo dicho hasta en los silencios.

El aire se llena de discursos, muchos de ellos buscan ser el mismo a base de repeticiones. Cansadas y arduas repeticiones que sólo quitan el tiempo, pero suenan mucho y nada dicen, como cuando se hace mucho ruido para ocultar que hay pocas nueces.

Decimos que pensamos por nuestra cuenta, porque somos libres de pensar lo que queremos. Pero, al mismo tiempo vemos en el que piensa diferente a un ser que no es libre, que está manipulado y que no piensa.

Hablamos muchas veces, afirmando nuestra libertad y negando la libertad ajena. Pero, no escuchamos lo que los otros dicen cuando afirman su libertad y nos tachan por ser manipulados o crédulos en lo que vemos.

Nos pasamos la vida entre dimes y diretes, nos vendamos los ojos a punta de palabras, que ya nada dicen, porque encubren y callan.

Si tan sólo guardáramos silencio para escuchar lo que el otro señala, sería más fácil encontrar paz y ver los límites de nuestra tan cantada libertad, esa que replica por derecho sin ver que no tiene nada qué reprochar.

Hablamos, decimos y a veces hasta gritamos; sin ver que nadie nos oye, sin ver ni oír que ya nadie aplaude, parecemos oradores solitarios en la plazas y en los lugares que se han preparado para ser sitios de debate.

La vida, a veces se nos va, como la de ciertos tiranos: nosotros al igual que ellos la gastamos en ver lo que decimos y responder como sea y costa de lo que sea.

Nos quita el sueño lo que se nos dice que se dice de nosotros, sin escucharnos ni a nosotros mismos, para ver antes cómo saldríamos del juicio.

Hablamos de libertad al mismo tiempo que nos encarcelamos por las palabras, y en peroratas sin sentido se nos van la vida y las ganas de vivir.

Maigo.

Problemas de ser pobre

Temo que mi reflexión sea pobre para dar una definición generalizadora sobre la pobreza. Pobre sería creer que es fácil encontrar dicha definición. La pobreza no es sólo material, y lo material no se reduce a lo perceptible mediante los sentidos. Decimos de un platillo que sabe rico cuando nos gusta, que una expresión es rica en acepciones; en contraposición hablamos de ideas pobres (aunque no de ideas ricas) y de pobreza del alma (aunque tampoco de riqueza del alma). No es que nuestras expresiones sean pobres, ni la comprensión de la realidad que nos rodea también lo sea. Pero no es fácil desvincularnos de la materialidad del mundo. El deseo nace de los sentidos. El dinero es el deseo en extremo porque con él, creemos, satisfacemos todos nuestros deseos. Por eso la riqueza se vincula con la abundancia. ¿Qué mejor modo de entender la abundancia que materializándola?

La felicidad no la da el dinero. Pero no hay felicidad sin dinero. ¿Todas nuestras preocupaciones podrían desaparecer con unos millones de dólares? La salud no la da el dinero. Pero el dinero te permite acceder a los mejores tratamientos médicos, no estar años en filas de espera, viajar a otros países a probar tratamientos nuevos, acceder a los medicamentos más novedosos, hacerte pruebas por un dolorcito o molestia, y otra larga lista de beneficios. El adinerado no muere de hambre. La persona con dinero no se libra de la violencia, pero puede pagar por seguridad. ¿Todos estos motivos serán los que estimulan el deseo de progreso económico?, ¿el adinerado busca sólo el poder?, ¿desea conquistar y doblegar a la fortuna? Tal vez el afortunado no haya conquistado a la suerte. Pero sin duda está en paz con ella.

Yaddir

Zapatos perfectos

Lo cierto es, que los zapatos le apretaban por tanto bailar, desde que llegó no tomó asiento en toda la noche, así que sus pies se cansaron y se hincharon.

La elección no había sido la mejor, ya que los zapatos no eran flexibles, lo mismo daba si hubieran sido de madera.

La dama que los traía los sacó de sus pies sutilmente, para descansar por un momento, pero el caballero que del brazo la asía no se percató de que la hacía caminar sin darle oportunidad de volverse a colocar el zapato en el pie.

La prisa se justificaba, pues ya casi eran las doce, momento de brindar y lanzar por la borda las presiones que tanto tiempo se van en arreglos y preparativos.

Por fortuna, el vestido, de la recién graduada, tapaba discretamente la indiscreción de la dama.

Pero el descuido se notó al día siguiente cuando se levantaba todo lo que había quedado de la fiesta. Lo que fue una zapatilla de cristal, ya se había convertido en un zapato usado, así que los encargados de limpiar simplemente la tiraron.

Los lectores ya se imaginarán el final de esta triste historia, pues los celebrantes de semejante graduación en casa debían quedarse. Son tiempos de confinamiento, no de locuras y fiestas en las que hasta los zapatos es posible quitarse.

Maigo

Defectos filantrópicos

“El pobre es pobre porque quiere” es una frase de manipulación. Nadie cree en ella sin que quiera dar a entender algo. “Mi voluntad es superior, por eso soy rico”, se dice a sí mismo el manipulador. “La suerte es como el hierro, sólo el que lo sabe doblegar puede escapar de la miseria”, afirma satisfecho el miserable. Una ilógica conexión de yoes se separan del resto; existen los ricos y existen los pobres. En el medio más preciso habitan los que, con la absurdidad de una trama kafkiana, no saben dónde ubicarse. ¿Pero y si el pobre es pobre no porque así lo quiera, sino porque así lo quiso el rico?

La filantropía es el adinerado que le toma fotos al niño que vende dulces en la calle. El filántropo necesita a ese niño para demostrar que, sin importar las escalas sociales, le preocupan las personas. Se asume que lo está ayudando, tal vez le dio algo de dinero en ese determinado momento por ser usado de adorno, aunque no sabemos si el dinero perjudique más de lo que ayuda al niño (no insinúo que éste consuma drogas o cualquier otra sustancia estimulante, intento sugerir que ese niño está siendo usado, que las ganancias de su venta de dulces se van a las manos de un miserable adulto). Pero su preocupación por las personas se queda ahí, en ese gesto momentáneo, casi tan superficial como la foto que subirá a sus redes sociales; le sirve más a él que al niño o al necesitado. Por supuesto que es diferente la labor de una asociación; ahí lo más importante es ayudar a resolver los problemas de las personas. Ayudar a quien lo necesita es más difícil que desprenderse de unos cuantos miles de pesos. ¿Qué se requiere para ayudar a una persona?

En Pobres gentes, Dostoyevski parece sugerir que hay quienes necesitan la pobreza humana. Los necesitan para demostrar que son buenos; para reafirmar su poder; para imponer su voluntad. El exitoso busca su éxito, no el éxito de los demás, eso es secundario. La filantropía le hace quedar bien. No le alcanza el tiempo para hacer amistad de la persona a la que ayuda y para hacerse una persona influyente. Pero su imagen brilla con las muestras de aparente buena voluntad que tiene hacia los más necesitados. ¿Por qué no impulsa a esas personas a conseguir su mismo éxito, o de mínimo a repartirse el éxito?, ¿por qué no se afana en buscar maneras con las que disminuir la brecha de la desigualdad? Porque su voluntad no es tan fuerte. El pobre es pobre, mayormente, porque el rico quiere.

Yaddir

Salió el sol

Cuando despertó ya se había terminado el ruido de la tormenta. Por fin había pasado el momento de ir a la deriva, en el cielo había una promesa, la promesa de la salvación y de la vida.

Sus ojos, ahora llenos de sueños, se percataban de todo el trabajo que había, ya no se trataba de alimentar a los animales o de calmar a los miembros de la familia.

La vida se había salvado y la promesa en el cielo era el sello garante de ello.

Noé salió del arca, llevaba consigo una pala, pues había que enterrar a aquellos, que por incrédulos, no lograron ver el arcoíris.

Maigo