Nadie

Siendo Nadie logró vencer al Cíclope; siendo un mendigo venció a los pretendientes. Pocos sabían quien era, quizá ni él mismo lo sabía, pero se reencontró en los ojos del fiel perro y en el toque de la digna esclava.

La epifanía lo obligó a guardar silencio y recordar. Notó que cambiando de nombre y de figura, como lo haría Proteo en otro tiempo, el náufrago se había encontrado con Nausicaa, pequeña y delicada guía que lo llevó ante la virtud para que lo cubriera.

Gracias a ese lejano encuentro con lo virtuoso, el caballero de múltiples nombres nos dibujó el camino para llegar a la isla bienaventurada, la lejana Ítaca, que más que un hogar es uno de esos lugares donde el hombre se encuentra a sí mismo después de haber estado perdido.

Maigo

Gastos

Una persona comienza a entenderse a sí misma a partir de lo que compra. Los artículos necesarios son los que primero comienzan a personalizar a un gastador. La comida, la ropa, el lugar en el que vive, la salud, sus medios de comunicación y de transporte, y el entretenimiento son gastos tan básicos como específicos. Piensen en los condimentos, en el más básico de todos, hay más de veinte marcas de sal para escoger. A eso súmenle las cantidades. Y si le añadimos los platillos, las combinaciones se vuelven infinitas. Además, existen personas que prefieren gastar en una buena comida que en vestirse. ¿Uno prefiere el placer momentáneo y el otro la comodidad constante o uno prefiere el placer evidente y el otro el supuesto? Tenemos la certeza de que un plato de pozole es sabroso, pero una prenda puede gustarnos o disgutarnos dependiendo de la estación del año.

Pensemos ahora en quienes prefieren no gastar o gastar lo mínimo. ¿Tiene mayores certezas sobre su porvenir el que ahorra dinero o experimenta mayores miedos?, ¿el tacaño es una persona que ahorra dinero o que prefiere no gastar por algún motivo casi misterioso? Se ahorra para un imprevisto, se dice a modo de justificación. Se quiere gastar, pero se priorizan los gastos. Tal vez el tacaño no quiera gastar, se le hacen fútiles la mayoría de los gastos, o en el fondo de su corazón valora más el dinero que las otras personas. ¿Lo valora porque le cuesta mucho ganarlo o porque lo cree más valioso que, incluso, él mismo?, ¿los gastadores compulsivos han formado la creencia de que el dinero vale más que una persona o que la persona sólo vale en la medida en la que produce y genera dinero? Suponiendo lo anterior, el tacaño lleva más lejos que el gastador la idea de que una persona es un objeto material y una persona al mismos tiempo. El gastador compulsivo o el que gasta más de lo que tiene parece que sólo encuentra valor en la vida en la medida en la que gasta. Se siente vivo al gastar. El tacaño y el despilfarrador se parecen más de lo que creen.

¿Cómo gastar bien el dinero?, ¿cómo vivir sin problemas económicos? Son preguntas cuya respuesta exige más que solvencia financiera. Gastar dinero es una decisión que nos involucra en todo lo que somos, pues nuestros deseos nos llevan a gastar dinero de una manera diferente a la que lo ganamos. El momento presente es tan valioso como el futuro. Los gastos del pasado parecen irremediable. Cómo gastamos dinero, paradójicamente, define el valor que le damos a las personas.

Yaddir

Se fue la luz

Un día, sin aviso previo, se fue la luz. De repente todo lo que hacía se detuvo en el tiempo y el silencio se convirtió en sonidos inteligibles: los susurros poco a poco adquirieron el brillo de los colores, y las vibraciones de cada objeto en pletóricas oraciones que anunciaban la proximidad del mundo.

Así, de repente, sin avisos ni nada, de manera silenciosa la luz se fue.

Con el apagón llegó la nostalgia, el recuerdo y a veces la desesperación, pero también llegó la calma.

Afortunadamente para el joven hubo aceptación, y para el viejo la calma, que suele ser una visita constante y visible en cada paso que da.

Así, sin previo aviso, se fue la luz de sus ojos, y todos lo que la perdieron aprendieron a ver de manera más profunda.

En la oscuridad, ellos lograron escuchar mejor al mundo surgiendo entre los abismos, y oculto para los que decían que sí podían ver.

Maigo

Cambios y permanencias

«La gente no cambia» tal vez sea una de las frases más inocentemente dudosas que se dicen con frecuencia. Esconde un intento de comprender el fondo del pozo del alma humana al trasladarlo a una frase exacta y breve. Pero los cambios en el carácter son notorios. Las situaciones lo modifican de una manera tan sutil y paulatina, que de no ser por nuestra memoria seríamos incapaces de percibirlo. ¿Qué persona logra mantener intacta su esencia del principio al fin de su vida? Supongo que sería un desafío olímpico lograr mantener un rasgo de nuestro ser de la infancia por toda la vida. Aunque tal vez lo desafiante e importante no sea conservar intacto una parte de nuestro carácter, sino que esa parte se incline hacia lo mejor. Si el niño fue berrinchudo, no vale la pena que eso lo externe si logra ser presidente de una nación. Tal vez ese sea el sentido de la frase, enfatizar con amargura que las características negativas perduran por largo tiempo. El rencor perdura, el perdón escasea. Es más fácil que uno mismo mantenga presente sus mejores cualidades que sus peores vicios. Es más importante mirar nuestros defectos. Reconocerlos a detalle, mirar de dónde nacen. Tal vez sea más correcto decir que «La gente casi nunca quiere cambiar «.

Normalidad

Lo normal es lo que nace del hacer cotidiano de una comunidad. Las tareas de siempre lo que buscan en el fondo es proteger a los seres que las realizan.

El saludo, cuida la amistad de los que se desean el bien, la amistad, por mínima que sea, cuida de la unidad que requiere una comunidad para existir.

Lo normal es celebrar lo digno y señalar lo indigno, sabemos lo que es bueno y malo a partir de lo que aceptamos, lo que aplaudimos o lo que rechazamos.

Hablar de una nueva normalidad sin poner como centro a la importancia de la vida es hablar y hablar sin decir algo sustancioso, es pretender domar a la realidad con palabras vacías.

La normalidad debe nutrirse de la realidad para atender a su principal tarea, cuidar la vida y el bienestar de una comunidad. Morir es algo que naturalmente pasa, pero no por ello será bien vista la muerte ocasionada por la imprudencia.

No podemos aspirar a una nueva norma, si no tenemos claro una vida vale tanto como quinientas.

Maigo

Prisas

-Debo vivir más calmado- dijo mientras miraba su reloj. El tirano del tic tac le recordó su agenda y el pequeño conejo blanco echó a correr.

Maigo

Personajes sin carácter

En pocas palabras se puede decir mucho, aunque parece que con pocas palabras se comprende poco. Leer una frase abundante en sabiduría no te convierte en sabio. Volverla a decir, volverla a leer; leerla a la luz de nuevas palabras, de frases diferentes, de experiencias distintas, tal vez te ayude a comprenderla. Una sola frase puede decir mucho. Pero el tiempo para comprenderla escasea. Tal vez por eso requieres de frases breves para tener la exagerada pretensión de comprender mucho en poco tiempo. Eres. Soy. Somos Karl Rossmann llegando a América; conociendo la prisa por primera vez al buscar su paraguas mientras le deja su maleta a un casi desconocido; entrando a la prisa de la vida adulta, al estrés consecuencia de la productividad masiva. Kafka sintetizó en los capítulos sueltos de América, que relatan la vida del joven Rossmann, las críticas de Nietzsche y Marx contra el naciente imperio. La industria de América, entiéndase Estados Unidos, marcó el paso de la industria alemana y mundial hasta calar en el espíritu humano. Es decir, tenemos tiempo para contemplar la vida en sus exteriores, en las hermosas postales que vemos en redes sociales; nos aferramos a la belleza más rápida, la que encontramos en un vistazo; lo bello se ha convertido en lo llamativo. Un rostro sometido a las kafkianas exigencias del cirujano plástico no es bello, ni feo, pero atrae, llama la atención como un berrinche. Grita con discreción “¡mírenme!”, “¡mírenme!”, “¡aquí estoy!” Sólo eso pide, que se le vea. No que se le cuestione, que se ahonde en el motivo de su existencia, en su para qué. ¿A quién le gusta que le pregunten por cuántos procedimientos quirúrgicos se ha realizado en el rostro? Kafka no va tan lejos, no se imaginó las múltiples alteraciones de la fisonomía, no le interesa la minuciosidad de los rostros. Describe a montones, hasta su punto más aburridamente absurdo, los exteriores. Los detalles del funcionamiento de un elevador, la cabina desde la que trabajan los porteros de un inmenso e inexistente hotel, lo que rodea un barco; son detallados con una precisión necesaria en las complejas fórmulas matemáticas. El carácter de los personajes es narrado de forma grotesco, cual si sus personajes no lo encontraran. Sus personajes no tienen carácter. ¿Podríamos decir que no tienen alma? El alma la pone el mundo. Tal vez por eso pareciera que el mundo es el que condiciona a los hombres. Tal vez por eso Kafka detalla con tanta exageración el exterior, porque la vida interna de los personajes, lo que debería de definirlos, es borroso, difuso. Los personajes del siglo XX no tienen carácter. La vida interna de Karl Rossmann no existe.

Yaddir