Un día abrí los ojos, aprecié la luz de la mañana y al verme en el espejo descubrí mi mortalidad.
Desde entonces las mañanas no han sido las mismas.
El calor del sol es agradable, y el frío que trae consigo el viento norte se siente en los huesos como una bocanada de aire fresco.
Ahora sé que dejaré de ser, pero mientras eso pasa puedo oler flores, percibir olores y saborear lo que me rodea sin temor.
Agradeciendo en todo momento que soy un ser efímero y perecedero en el tiempo, digo hasta pronto y me despido por el momento.
Maigo.