Y gracias

La gratitud puede parecernos absurda, porque aquellos que nos dan gracia no la necesitan, y los que hacen desgraciados a otros, muchas veces lo hacen buscando el aplauso y el sometimiento que confunden con una gratitud debida.

Ingrata sería, si al partir no actuara como si no conociera a quienes han tenido la paciencia para leerme o para escribir junto conmigo aquí.

Fueron años de acordes y desacordes los que compusieron la música que sonó aquí, muchas de esas armonías se perdieron y otras prosperaron, Muchos instrumentos tejieron el tapete multicolor que se formó con el discurso.

Ahora, tras llegar a una costa que parece segura, y después de recordar a los fieles difuntos y a quienes con su vida fueron tejiendo el sentido de la mía, dejo esta barca para ingresar en nuevas tierras y vivir nuevas aventuras.

No sé si ahí me encuentre con locos viviendo en opulentos palacios, o si me tope con tiranos que ríen mientras Roma se incendia, tampoco sé si veré florecer las rosas en primavera, o si encontraré una forma de entender las pecaminosas acciones que a veces me tientan.

La barca junto a la costa se queda y me enfilo a explorarla porque si bien parece segura, no deja de ser desconocida.

Los acordes que aquí sonaron callan; sin embargo, el silencio es bello y también nos prepara, para poder decir mejor lo que corresponde a la palabra, pero por el momento hay que cerrar las partituras y poner un punto al habla.

A quienes me invitaron a este Big Band, a quienes me comentaron y me acompañaron a reflexionar y a quienes atentos a lo que escribí me leyeron, aunque nada les puedo dar sólo me resta decirles Gracias.

Herencia

Cuando niña, siempre supo dónde debía guardar sus recuerdos, estaban en el lado izquierdo de una caja de hueso, sabía que olían a pan, a miel y a flores.

Cuando joven, olvidó, cambió la caja por un baúl de madera, era muy grande y pesado, pero espacioso, ya no se fijaba en los olores, en los colores y en las cosas de las que se iba llenando.

Cuando anciana, el baúl ya estaba tan lleno que las cosas se escaparon y entilicharon toda la casa, pero esas cosas ya no le decían nada, ya no había olor a pan o miel o flores, había otras cosas, como sinsabores.

El baúl se llenó, y el corazón se vació de vida. Ella ya no sonrió y sus recuerdos pasaron a manos de otra niña, que fue capaz de contenerlos en el lado izquierdo de una pequeña cajita de hueso.

Maigo

Ogros políticos

La fealdad de los ogros no se encuentra en sus vientres abultados, sus cuerpos horripilantes, ni en sus dientes afilados.

Lo que hace feos a los ogros es su apetito insaciable, su incapacidad para controlarse y sus terribles comentarios, pues con ellos a veces logran alimentarse de los que caen en sus garras, casi siempre hombres pobres que son fácilmente engañados.

En algunos textos sagrados, encontramos a varios ogros (raksasas) enfrentando a deidades que habitan en el bosque, que saben gobernarse y que no insultan.

El enfrentamiento suele ser terrible, pues por un lado se encuentra lo bueno disfrazado de incomodidad, y por el otro se encuentra lo malo oculto entre palabras melifluas y apariencias de humildad.

Cuenta el Ramayana que la diosa Sita fue raptada por el terrible Ravana, un ser terrible con diez cabezas y veinte brazos.

Al tener tantas cabezas y tantas lenguas su capacidad para mentir era grande y logró engañar a la joven princesa disfrazado de un humilde y sabio mendicante.

Lo que muestra la imagen puede ser más o menos clara cuando vemos a los discípulos de Ravana mintiendo en las diez direcciones y tomando con sus brazos lo que no es suyo.

Ravana murió a manos de Rama, y si el raksasa sucumbió ¿por qué no lo habrían de hacer los ogros antropófagos que mienten con todos los dientes, desde muy temprano en la mañana, y que no descansan ni los fines de semana?

Esos ogros que sólo hacen crecer su vientre, mientras sus víctimas lloran olvidadas, hoy se glorían como en algún momento lo hizo Ravana.

Pero, tiempo al tiempo que en política y en la ilusión de maya todo lo que inicia acaba y los ogros de hoy en día caerán en el olvido, al no ser vencidos por alguien tan virtuoso como Rama.

Maigo

Perdida

Se me perdió una palabra ¿quizá usted pueda ayudarme a buscarla? Es hija de un ser desconocido, pero curioso, el padre de ésta señorita extraviada solía vigilar muy cuidadoso el mundo, por lo que es extraño que su palabra se extraviara en él sin haber dejado rastro en el mundo.

Hasta donde puedo decirle, la coqueta palabrita suele aparecer en los labios de algunas inocentes señoritas, a veces también los hombres más honorables se empeñan en pronunciarla, pero no puedo decirle claramente cuál palabra es porque ahorita se encuentra extraviada.

Comienzo a angustiarme porque se me perdiera esa palabra, la busco en los diccionarios, en las enciclopedias y en los sitios más alejados de las concurridas bibliotecas, ojalá pronto la encuentre porque parece que le hace mucha falta al mundo.

Verá, cuando esa palabra estaba presente todo era paz y calma en el mundo, hoy no la encuentro en ningún lado y todo parece desazón y extravío, quizá la recuerde usted si es que busca en su memoria.

Era una palabra amable y esperanzadora, a veces llegaba sola y a veces acompañada y creo que sin ella la humanidad está perdida, porque la perfidia y el desanimo comienzan a llevarse vidas.

Haga memoria, quizá ahí la encuentre, he buscado mucho por el mundo y me consta que no se haya escondida en lugares indecentes, quizá entre sus recuerdos, a lo mejor en el más pequeño de ellos usted puede encontrar a esa palabra que por el momento no encuentro.

Ella despertaba lo mejor del corazón humano, era única en su especie, no sé si la tiene secuestrada algún gramático, pero con su ayuda quizá podamos encontrarla y hasta rescatarla de cualquiera que la oculte.

¡Vamos! ¡Hagamos juntos el esfuerzo memorístico! Es una palabra que curiosa se deja ver y se guarda, veamos quizá entre los mejores recuerdos… ¡No! los dolorosos no, esos déjelos para otro momento.

Tal vez con el alma tranquila, disculpe usted que le moleste pero es que sin su ayuda no podré encontrar esa escurridiza palabra que tanta falta nos hace.

Parece que nuestra memoria ya comienza a recordarla esa palabra es…

Maigo.

Sed

Imperiosa manifestación de un malestar callado.

Maigo

Aldonza

Llegó a la taberna una mujer entrada en años, se llamaba Aldonza, aunque algunos la apodaron Dulcinea, porque soñaba con dulces destinos que nunca vería consumados en su vida.

Ella tenía la costumbre de imaginar que un caballero insigne la defendía de las burlas de los comarcanos del Toboso, el cual armado ricamente por el poder de su imaginación llegaría un día para sacarla de tan vulgar lugar. Sobra decir que eso nunca pasó.

Mientras el tiempo pasaba, mucho soñaba Aldonza y mucho imaginaba cada vez que veía un abandonado quijote que se oxidaba en las caballerizas y que había pertenecido a los tiempos de María Castañas.

-Quizá fue de Amadiz de Gaula o de Florestán, o lo dejó por aquí mi caballero como prenda de amor, porque lo correcto es que sean los caballeros quienes den prendas y no las damas pobres como yo- pensaba la joven Aldonza, mientras se perdía entre los sueños de Dulcinea.

Tanto soñaba Dulcinea que un día soñó que por arte de magia daba vida a la mano de un manco, quien preso de su imaginación escribía las maromas de un insigne caballero inteligente y divinal como Ulises.

Pero el sueño se acabó, la mano del manco perdió su vida prestada y Aldonza se quedó con el deseo de ver a su caballero andante acudir montado en un hermoso rocín dispuesto a dar su vida para sacarla de tan pobre taberna.

Maigo

Proyección

Y a la vuelta de unos días, descritos en corpulentos volúmenes de diarios, nos dimos cuenta de que la vida se nos fue.

Entre proyecciones, ilusiones y desencantos. Con la compañía de soles, de resolanas, pero jamás de profundas sombras, salimos a caminar siempre: primero sin ver en donde estábamos, después … con gruesos bastones en la mano.

A la vuelta de unos días, que se fueron convirtiendo en semanas, meses y años, pasamos por la vida creyéndonos arrojados.

Todo esto nos sucede, cuando por imaginarnos cada mañana haciendo lo que nunca logramos, dejamos de ver que ahora somos salvos.

Maigo