Presentación de la novela «Otra temporada en el Fango» de Daniel Piñón*

1. ¿Quién diablos es Edgar? Podemos encontrarlo en su salón de clases, en la barra de una cantina, en un concierto, en el transporte público, en medio de un sueño, en otro continente, muy seguramente no en misa, pero sí en la mayoría de sitios en que transitamos cotidianamente. No seamos facilistas: Edgar no soy yo ni eres tú. No se trata de recurrir al choteado “todos somos Edgar”. No va por ahí. Sin embargo, como en la conversación con un desconocido que está a punto de dejar de serlo, hay que medir la distancia, notar los contrastes que hay entre su personalidad y la propia. Hacer una revisión de simpatías y antipatías; diferencias y semejanzas, para saber con quién estamos tratando. Si le gusta lo mismo que a mí tal vez se convierta en un amigo; si no, tal vez la liga nos aguante para uno o dos tarros más, y se acabó.

Edgar es el protagonista de esta historia, nada escapa al dominio de la catastrófica espiral de su monólogo. Él es la puerta de entrada a su mundo, por él sabemos qué pueden tener en común Trasímaco y Estragón, qué hace Eli en su vida, cómo termina el partido de los Dodgers y por qué Into my arms de Nick cave puede ser una balada tan dolorosa. También nos dará idea de lo que es discutir Nietzsche con un montón de adolescentes en un salón de clases. Tal vez las claves que nos ayuden a comprender a Edgar sean sus dos grandes aficiones: las competencias deportivas y la música; después de todo, reconocer a alguien es un acto de empatía, y pocas actividades como las mencionadas tienen una carga empática tan fuerte [¿Pregunta al autor: Afición a las mujeres es análoga? pienso que no].

2. El título. Sin embargo, no sé qué tanta empatía puede haber para quien se encuentra en el fango, o si nosotros mismos somos quienes estamos en él. Y es aquí donde tenemos que preguntarnos por el título de la obra. Otra temporada en el fango, oculta más de lo que revela. Por un lado nos sugiere que estar en el fango es una experiencia común, que puede darse ocasionalmente y suceder por tiempos prolongados [¿Se han sentido en el fango?]. Sólo porque se le menciona como temporada es que podemos distinguirlo del infierno, al cual podemos asumir como permanente o final. Pantano e infierno como topografías poéticas claramente distintas guardan sin embargo cierta semejanza que conviene explorar. Y qué mejor que comparando a Edgar con un par de personajes que ya han estado ahí. Pongamos a su lado a Orfeo y Dante.

 

3. de infiernos y pantanos: Dante, Orfeo, Edgar. Cuando Dante experimentó el extravío en la selva oscura a la mitad del camino de su vida y lo asediaron aquellas bestias (un leopardo, un león y una loba [simbología]), emprendió un viaje larguísimo, un periplo, como se dice. Bajó al infierno y descendió por sus nueve círculos, atravesó el purgatorio y finalmente llegó al cielo. Ahí fue recibido por su amada Beatriz, con quien todavía viajó a través de las restantes esferas celestes hasta llegar a la rosa de los beatos.

Otro infierno: más antiguo y más terreno: Orfeo también entró a los infiernos en la búsqueda por arrancar de las garras de la muerte a su Eurídice. Mediante la música abrió la tierra, convenció a Caronte de surcar los siete ríos que conducen al Hades, apaciguó al cerbero, y ante la negativa del sombrío monarca —gracias a su música— pudo conquistar el favor de Perséfone, quien intercede por él ante Hades y le permite llevar a Eurídice consigo, no sin antes estipular aquél contrato de funestas consecuencias que son ya conocidas.

¿es éste un libro de periplos? ¿es Edgar un héroe, un buscador o un enamorado? Porque usualmente todo enamorado es un buscador. De momento no podemos saberlo, habrá que comprarlo y no quiero dar spoilers. El poeta Gonzalo Rojas, decía que el último en hablar con los dioses fue Hölderlin y que nuestro hado no da para más. Y es que justo en esto es que encontramos un punto fuerte del libro, ya que por ser contemporáneo, no hay que hacer traslados hacia la teología cristiana, ni la escatología griega. No es esto un facilismo, bien podríamos pensar que el encuentro con las bestias de Dante eran su crisis de los cuarenta, sin embargo, el extravío en el bosque oscuro y, lo que parece ser un ataque de pánico que tiene el protagonista a mitad de un puente, claramente tienen origen común y es ahí donde el libro puede hablarnos con mayor fuerza.

Entre Dante, Orfeo y Edgar las diferencias saltan, la única semejanza es que buscan a su mujer; y lo que cambia es la naturaleza de su infierno: ya mencionamos lo sucedido con Dante y Orfeo. El infierno de estos dos músicos conjuga dos ideas curiosas: el de la eternidad y la síntesis de todo lo siniestro que hay en el mundo llevado a la tortura y el castigo. A diferencia de estos casos, en que el infierno es una figura literaria propia de la imaginación, conocemos bien al infierno de Edgar: se llama pasado. No es eterno, sin embargo, con el tiempo se hace más grande [A los jóvenes / advertencia de vivir en el pasado], tocará como lectores ver si sucede como en el caso de estos dos cantores: así como alcanzó Orfeo a su Eurídice y Dante a su Beatriz, veamos si Edgar alcanza a Eli, Berenice, Éfe, Éle, entre otras. Sin revelar nada, creo que se resuelve en el penúltimo capítulo.

4- Un viaje. A veces inmóvil ¿Es éste un libro de desaliento? Definitivamente. Pero son tiempos en los que respondernos qué hacer con el desaliento y todas sus facetas es un cuestionamiento insoslayable a la hora de buscar la felicidad propia. No todo viaje requiere salir, a veces el viaje inmóvil es el que más lejos nos lleva. Y éste es un libro que nos da varias muestras de ello. Ya insistí en que en este libro no hay infiernos eternos, y tal vez en los pasos por el pantano de Edgar encontremos pistas de cómo salir de los propios fangos.

Tal vez ahí esté la importancia de concebir la estadía en el fango como una simple temporada: así como vienen las temporadas en que hay mundiales de futbol, olimpiadas; giras de conciertos; temporadas de ebriedad, de sobriedad, de cruda; ratos en los que escuchamos frenéticamente un solo disco, quizá así es la deprimente estadía en el fango: sólamente por un rato.

 

* Esta presentación fue leída la noche del 19 de este mes en el Bar «El segundo piso» en Azcapotzalco. Lo que va entre corchetes son señalamiento de notas que se expresaron durante la lectura del texto. El libro se publica por Thyrso Editorial, y su autor casi siempre está contento de vender un ejemplar y comer con el comprador.

Soñé

Soñé

Soñé que soñabas.

Yo me hacía pequeño. Ínfimo,

lo suficiente como para entrar por tus

pestañas.

 

Y miré

miré que soñabas.

 

Sílabas perdidas de otros tiempos,

pero no eran emisiones de aire

nada que el fuelle de tus pulmones

palabra alguna profirieran.

 

Desordenados

eran tus recuerdos;

como el baba beba biba

de un niño en la boba

que trata de copiar una palabra

cuyo significado le es ajeno.

 

Sílabas que eran recuerdos

Pensamientos informes

Sensaciones vagas

Deseos

Temores

Delirios

 

Así se veía todo

En el espejo de tus ojos.

Astilla

Dicen que en el infierno los oídos que castigan la pereza, de tan laberínticos que son sus pabellones no hay palabra alguna que en ellos no se disuelva — y tanto murmullo tampoco hace un perpetuo silencio.

.

Dicen de Heráclito que alguna vez escribió: es necesario defender las leyes tanto como a los muros de la ciudad

Anclajes

 

1

El mundo en el que vivimos –al menos en lo técnico— ha cambiado a pasos agigantados en los últimos cincuenta años. A veces parece que el vértigo que produce la tecnología en nosotros fuera parte de un instinto de prevención; algo similar al miedo a lo desconocido, con la fundamental diferencia de que la tecnología es producto y no del todo un riesgo desconocido ¿no es así?

Podemos objetar que hay de invenciones a invenciones. La yunta, el tractor y el acueducto producen menos temor que la escopeta, el gulag o la cortadora de agua. En cuanto invenciones del ingenio humano hay herramientas con mayor carga ética y moral que otras. La ficción tiene maneras más precisas de aterrizar la cuestión, en el cuento del agricultor oriental que se oponía al pozo por cambiar los parámetros naturales de la siembra, o en la sombra del desalmado gólem que inunda la ciudad por una orden que se comprendió en las limitaciones de su naturaleza desalmada. A veces los inventos se salen de las manos, o nos llevan a dar saltos que aparentemente son cuantitativos, pero que al cabo de un tiempo nos conducen a dar un salto cualitativo en nuestra humanidad. Otro ejemplo que sustraemos a la ficción: “La última pregunta” de Isaac Asimov puede ilustrar la manera en que tecnología y hombre se desarrollan a la par. No es posible que Multivac responda la última pregunta sin pasar por todos los estadios, y no es posible que dicho artificio se vuelva más complejo sin pasar por los escalones intermedios que permite con la implementación de sus herramientas y métodos. (En este enlace se puede encontrar la lectura del texto original por el propio Asimov, y acá el texto en español)

Sírvanos pues todo esto de pretexto para introducir la cuestión ¿es el horizonte brindado por la informática algo más cercano a la rueda o a un gólem? La respuesta casi se contesta sola. En un mundo en que el que rápidamente las redes sociales y las apps de citas conducen a las personas a la atomización y a la práctica imposibilidad de acercamientos reales, no digamos ya comunidades reales;  o en que el país más poblado del mundo mantiene una vigilancia 24/7 sobre todos sus individuos y, además, puntúa sus acciones éticas[1] manteniendo una coerción brutal en lo que a ámbito público refiere. Con estos antecedentes, cabe acotar la pregunta a una región que nos sea más próxima ¿de qué manera puede afectarnos directamente? Incluso podemos limitarla más si nos preguntamos por las repercusiones meramente cognitivas y de sociabilización.

2 Un Mar de botellas

La historia de la informática a veces se antoja distinta a la de otras áreas de la ingeniería como la hidráulica o la petroquímica. Y es entendible fácilmente si pensamos que las mencionadas tienen un objeto claro y distinto, pero sobre todo acotado mediante el universo posible de aplicaciones con el que cuentan. A diferencia de la hidráulica que puede ayudarnos a predecir el flujo de los ríos y salvar comunidades, o producir máquinas de carga con mayor fuerza, la informática parece no tener un rumbo claro y predecible más allá del explicable bajo las demandas del mercado, esto es, de los deseos de varios grupos de consumidores. Sin embargo, esto oculta los alcances y metas reales que se proponen los pocos tecnólogos y desarrolladores de plataformas, productos y servicios digitales. Tengamos claro este punto: hay una opacidad tremenda sobre la intencionalidad real de los desarrolladores de plataformas y servicios digitales aparentemente gratuitos, así como de los alcances de las mismas: no hay campo de aplicaciones más amplio –y consiguientemente más ambiguo— que la palabra y la comunicación, pues estamos consustanciados en ello.

Por una parte, a diferencia de las citadas aplicaciones en ingeniería, la informática y las tecnologías de la información tienen por objeto definido a la comunicación y a la información. Aunque ambas remiten a la palabra, es menos que sombra de ésta. Un trozo de información puede caber en la retícula digital de un archivo o base de datos, a su vez, éste puede comunicar algo a alguien pero nos regresa a la situación del mensaje que flota en la botella en el mar. Entonces ¿qué pasa ahora cuando las botellas se pueden replicar al infinito? Ahora que ya no queda mar transitable sino un infinito pleno de botellas, no es posible la navegación. La manera en que operan las redes sociales y las plataformas digitales tienden a funcionar como un tamiz selectivo que ponen ante un individuo –y no un público sujeto a muestreo, como sucedía con la televisión o la radio— exactamente lo que quiere ver, lo que le desagrada sentir y lo que le produce irritación o aversión.

Estas líneas, como indiqué más arriba, no pretenden llegar al fondo de la cuestión, ni señalar los caminos más comunes respecto a la manipulación de las masas en internet, el verdadero significado de la cibernética o el rumbo que pretenden tomar las tecnologías de la información, sin embargo es útil hacer una pausa y abordar un concepto surgido de la propia informática que nos ayude a pensar la situación del hombre ante esta invención y juzgar así algunos de los modos en que nos afecta.

  1. En el infinito mar de botellas ¿qué es el anclaje?

Anclaje o Lock in es un término que se usa en informática para el momento en que una tecnología termina por consolidarse bajo un estándar que resulta insuperable (en este proceso se pueden distinguir dos momentos, como abordaremos más adelante). Por ejemplo, la llegada de los archivos, el manejo de documentos en Word o formatos de archivo en PDF. No es que no existieran algunas otras alternativas en formatos que permitieran algunas otras funciones, es sólo que terminaron por imponerse ante el empleo de los usuarios. Podría parecer un asunto de mera mercadotecnia[2], pero el anclaje no responde directamente a los términos de la oferta y la demanda, sino más bien a los de la implementación  y uso de los mismos en un primer momento. Asunto más interesante, tampoco responde al vertiginoso desarrollo de las capacidades técnicas cada día más novedosas sino a las capacidades técnicas que nos brinda como usuarios finales. La escritura es un ejemplo de esto. No es que sea la manera perfecta de preservar el discurso. Podríamos pensar opciones más complejas que la del grabado de caracteres visuales, podríamos pensar incluso en lenguajes que fueran más precisos al basarse en el desdoblamiento de las acciones en el tiempo como el que expone Borges en su Tlön, Uqbar, Orbis Tertium, pero lo importante es que inclinarnos por un modo de escritura o lenguaje va a limitar las situaciones comunicativas posibles.

No es que esto sea malo, simplemente es. Sin esas limitaciones, ingenios como el de Platón, Tolstoi o Plutarco jamás habrían roto dicha barrera para demostrarnos que la palabra escrita puede volverse más profunda y matizar mayores registros de los disponibles por un sistema ideado por mercaderes. Con ello crece la capacidad técnica de la herramienta, pero también el espíritu humano se vuelve más profundo. Avanza Multivac, después el hombre, y otra vez Multivac, como en el cuento de Asimov.

Ahora veamos otro caso de Anclaje, más reciente y del que podemos estar conscientes porque lo hemos vivido y normalizado. La manera en que los músicos lanzan sus álbumes responde a la duración estándar del disco compacto establecida en  1974, unos 74 a 80 minutos. Y repercute en la manera en que un grupo de artistas piensan un concepto para su álbum, lo dividen en pistas y deciden de qué modo lo que sienten en su pecho puede llegar a su público. Hay artistas que deciden lanzar álbumes dobles o triples, espaciar la producción de trilogías con algunos años de diferencia, etc. El modo en que se publican las obras musicales ha determinado tanto a la industria como al público.

Pudo ser de otra manera, pero aquellos tecnólogos del ’74 consideraron que el CD tenía que poseer exactamente la duración de la Novena Sinfonía de Beethoven. En la actualidad, en que los servicios de streaming pueden proveer horas y horas de música, los músicos siguen respetando sin mucha variación los 80 minutos del disco compacto.

El momento que vivimos en la actualidad con el desarrollo de plataformas digitales, redes sociales y sus diversos servicios, presentan la posibilidad de un anclaje completamente nuevo en el horizonte. El establecimiento de tecnologías de esta clase, igual que con las herramientas, nos permite relacionarnos de una manera distinta con nuestro mundo y, por consiguiente, delimita hasta cierto grado la manera en que nos concebimos a nosotros mismos y consecuentemente las relaciones que establecemos con los demás. Más que las preguntas clásicas que podamos levantar como qué es mundo, qué es una persona, cómo hacemos comunidad, tenemos que atender a las modalidades del olvido a que nos puede conducir esta herramienta y su respectivo anclaje.

 

 

 

 

[1] No desesperes, lector, pronto estará disponible tal vigilancia en tu región. La empresa Huawei que sufrió en veto por parte de los estadounidenses en este mes, es la misma que ayudó al régimen venezolano a desarrollar su padrón electoral.

[2] Hay que tener clara la diferencia entre Libre y Gratuito. Pensar que una red social es gratuita y libre porque está disponible para todos es un error. El dinero generado por el uso de servicios en línea no es el acento en la presente reflexión, sino la manera en que repercute en nuestras conductas.

Noche de primavera

Una disculpa por la hora. Las cortinas están abajo por semana santa y por una redacción larga que hace tiempo no he podido terminar y en la cual descansa el presente y futuro inmediato de quien escribe estas líneas.

En lugar de una entrada decente, les dejo con algunas notas de un pasado reciente.

Noche de primavera. El gobierno de la ciudad anunció la reimplementación de la Noche de Primavera en el centro histórico. En el comunicado, donde no perdieron la oportunidad de quejarse de la mala idea de retirarlas por parte del jefe de gobierno de aquél entonces y quien ahora ocupa la oficina de Relaciones exteriores, anunció que habría una cantidad nunca antes vista de conciertos (noventa) en distintas sedes comprendidas de la alameda hasta el palacio del Arzobispado.

Ya que la bilocación de la materia, es imposible (y la de la atención necesaria aún más), aquí van algunas recomendaciones de lo mejor que pude encontrar esa noche. Pablo Ahmad y su cuarteto de Tango hicieron algunos buenos arreglos a canciones ya clásicas en ese género (Piazzola, Gardel, Troilo) y a algunas más nuevas (Cacho Castaña). Su disco completo se puede escuchar aquí. Aquella noche hicieron algunos arreglos mezclando tango y rock.

En el área de las Big Band, Sociedad Acústica de Capital Variable, traía un repertorio que iba de lo etéreo en piezas como Nenúfares a lo animado. Gordixie Jazz Band también traía un ensamble interesante.

Y alguien más que merece mención fue Kaveh Parmas, Poeta Iraní que montó un espectáculo audiovisual en el cual refería la instauración de un régimen popular que posteriormente deviene tiranía. Destacó en que fue el único de los músicos que vi esa noche que no hizo grandes caravanas al gobierno que hizo posible esa noche. La proyección de imágenes propagandísticas, extractos de noticieros, y comunicados del gobierno popular de aquellas latitudes, tensó el ambiente a través de la sensación de extraña proximidad que produce escuchar discursos que se oyen al paso en un hecho de hace décadas en una latitud tan lejana. Sin duda la historia no se repite, pero vaya que rima, como escribiera alguien en cierta revista que ahora es incómoda.

Lo que se extrañó de las Noches de primavera originales fueron las proyecciones de cortometrajes y animación que se celebraban en el Atrio de San Francisco y la venta de Libros. Con algo de suerte no las vemos más, ya que si aparece en alguna edición futura muy probablemente vengan ya organizados con la dirección de algún aparato de propaganda que el benévolo general Kröll administre. Todos amamos a Kröll y a su glorioso régimen.

Con amor, niñita.

Hacia una comprensión animal del hombre (II)

¿Por qué pensar al hombre en comparación con el animal? Comentábamos en la entrega pasada que muchas veces algo se define desde lo otro: una aproximación que nos permita la comparación y el contraste normalmente ayuda a comprender no sólo aquello por lo que estamos preguntando sino también a eso otro que entra en relación. Así, la visión monolítica de la nación mexicana en aislamiento nos puede llevar a la tara diplomática de pedir que nos pidan perdón, o si no…; o para poner un ejemplo en positivo, cuando intentamos dirimir alguna diferencia con un amigo frecuentemente notamos que el malentendido sucede por visiones parciales, a veces hasta adulteradas, de lo sucedido. Pero en el afán de claridad por los hechos se nos revelan notas del ser del otro, y del mío propio que no eran accesibles hasta que se hablan las cosas.

En nuestra relación con los animales sucede algo similar si nos aguantamos la pereza de conformarnos con definirla como una relación utilitaria, ya sea porque nos alimentamos de ellos o producimos bienes a partir de ellos y su empleo. Podemos encontrar otro extravío frecuente, aunque en dirección opuesta en los casos en que se identifica lo humano con lo animal por el mero hecho de que la anatomía comparada y los procesos fisiológicos son los mismos entre hombres y animales. Esto va desde la gente que prefiere el trato con las bestias en lugar de los de su especie, hasta el caso de la gente que saca a sus perros en carriola, les ponen zapatos y hasta un lugar en la mesa. Ambos son casos que evitan la pregunta por la vía de ignorar la cuestión, ya sea reduciéndola al plano utilitario como en el primer caso, o mediante el truco de ignorarla en la identificación. Por supuesto que en estos extremos existen gradaciones, y uno de mis episodios favoritos de esta equidistancia es aquél en que la ciencia descubrió que produciendo vacas melómanas ávidas de Beethoven obtendríamos 7.5% más leche que si les dejamos a ellas sintonizar cualquier otra estación de su preferencia en la radio.

 

Pero esta entrada no va de estos asuntos, sino que nos preparamos para comparar dos visiones interesantes acerca de la relación que existe entre hombre y animal. La primera de estas nos lleva a revisar los tres fragmentos de Heráclito que hablan expresamente de dicha relación. Primero las cito, y a continuación haré algunas notas.

 

“Si la felicidad estuviera en los deleites del cuerpo, llamaríamos felices a los bueyes cuando encuentran legumbres para comer” Heráclito, Fragmento 4

En este primer fragmento podemos notar que el marco comparativo hombre-animal es la pregunta por la felicidad. Esta no puede identificarse con el placer. La relación entre placer y felicidad es a veces ambigua, pero en modo alguno identificable pues entonces también los animales serían felices al encontrar algo de comer. Aunque este fragmento se utiliza frecuentemente para dar pie en la conversación a que se analice el papel del placer en la felicidad, parece que hay que notar la manera sutil en que la palabra entra como elemento diferencial entre hombres y animales: el centro de la observación de Heráclito apunta a la manera en que apelamos de manera conjunta a las manifestaciones de la felicidad a través de la lengua y de las creencias que nos hacen comunidad. La palabra aparece como comprensión de lo que decimos y como ámbito en el que articulamos nuestro mundo y relaciones.

 

La felicidad animal queda en misterio para quienes mantienen tendencias agnósticas y en un imposible para quienes prefieren sacar conclusiones de lo evidente, pues al respecto sólo atina Heráclito a considerar que “los asnos elegirían antes las barrenaduras antes que el oro; pues para los asnos el alimento es más agradable que el oro.” como aparece en el fragmento 9 recogido por Aristóteles.

Heráclito mantiene bien diferenciados, en esferas similares pero distintas a hombres y animales. Estos no participan de la dura faena de las aspiraciones que en cambio performan la ventura o desventura del hombre. Y sin embargo dichos ámbitos no permanecen sin contacto, pero tampoco sin una importante aportación a otra de las cuestiones cardinales del hombre.

La relación entre el hombre y lo divino –más precisamente, el lugar del hombre ante lo divino– se ilustran como analogía descendente gracias a los animales como podemos ver en los fragmentos 82 y 83.

“El más bello de los monos es feo al compararlo con la especie de los hombres” y “El más sabio de los hombres parecerá un mono en comparación con Dios; en sabiduría, hermosura y todo lo demás”

Así pues, con la semejanza que mantenemos, y la imposibilidad de su identificación, parece que podemos comprendernos un poco más dentro de los límites vistos por Heráclito.

¿tú qué opinas, lector?