Olvido selectivo

El olvido elige lo que se lleva, aquello que guardará para siempre en su casa y aquello que dejará salir o simplemente asomarse por las ventanas, nuestra memoria difícilmente es fiel ante aquello que nos ocupa, y a veces no permite que el olvido se lleve lo que dolor nos causa.

La mayor parte del tiempo el olvido parece involuntario, no decidimos qué dejarle y qué no, simplemente ocurre y a veces para que no haga de las suyas recurrimos a artilugios que esperamos detengan su paso, pero aún así el olvido sucede, la memoria cambia y el discurso sobre lo acontecido varía conforme se aleja de lo recordado, a fuerza de recordar también se olvida.

Tal pareciera que el camino natural del olvido no puede ser tocado por nada, no voluntariamente, sin embargo, el olvido puede ser invitado a llevarse las cosas que se supone de él se guardan, sólo es cuestión de rememorar y rememorar para que a fuerza de ser tocada la memoria se enrede entre sus propias palabras, incluso el temor a olvidar ciertas cosas nos lleva a no prestar atención a otras y a olvidarlas con la facilidad con la que se pierden las acciones que se suceden siempre.

El olvido puede ser invitado a la mesa, a fuerza de usar la memoria se presenta un banquete para el olvido. A fuerza de contar y recontar con distintas palabras lo que se supone no debiera jamás olvidarse se olvida lo que se hace en octubre, y por recordar octubre se deja a un lado la sangre de septiembre; además recontando lo de septiembre se retoca el humo pasado de junio, y atendiendo a junio se trastocan los otros meses llenos de dolor.

A veces el tiempo es tirano y a fuerza de recuerdos de cosas terribles nos hace olvidar otras tantas cosas peores, otras que nos amenazan y que nos invitan a bajar la mirada ante el peligro que nos asecha.

El olvido elige lo que se lleva y a veces el que olvida elige lo que deja a fuerza de recordar o fingir que bien recuerda.

 

Maigo.