Una anécdota

Ahora me doy cuenta que no quería hacerlo. La semana pasada decía que me habían convencido de hacerlo. Pero no soy tan tonta como para no saber que fui yo quien desde el principio decidió echarle la culpa a los otros de lo que hice. Lo hago con frecuencia. Así no me siento tan mal conmigo misma. Pero lo que hice hace un mes es distinto a cualquiera de mis cagadas. No es como arruinar una amistad por un chisme. O decirle gorda y dejada a mi tía en su cumpleaños 40 enfrente de 200 invitados. El aborto es cosa seria. Una decisión completamente individual.

¿Realmente es individual? Me hacían dudar mis amigas y amigos. La individualidad no es igual al egoísmo, es independencia, libertad. Antes no contábamos con lo que contamos ahora. Me decían cada 5 minutos. Pero ellos qué saben. Ellos no tuvieron a alguien adentro por casi 50 días. Nunca estuve sola, es verdad. Pero estar demasiado tiempo acompañada no es lo mío. Tal vez sí quería hacerlo y mis dudas eran provocadas por un fuerte rechazo de mi madre a hacerlo. Ella que me tuvo cuando era muy chiquita, que no tenía dinero para tragar pero que aun así quiso tener una hija, y que nunca le faltara nada. “Me valía madres que tu papá no nos ayudara. Estabas chiquita. Yo me fajaba la herida de la cesárea y me ponía a chingarle. Nunca te hizo falta nada.” La escuchaba constantemente en mi cabeza cuando estaba en la sala, esperando mi turno. Iba sola. Casi todas iban acompañadas por gente que parecían ser parejas o mejores amigos. Creo que ahí fue cuando la duda se me hizo un poco pesada. Me empezó a apretar el cuerpo lentamente. Casi me empezó a costar trabajo respirar. Pero vi a una mujer que lloraba y decía “todo es cuestión de amor; no lo merecía.” Por fin lo había entendido. Y lo hice.

Yaddir

Partidismos inamovibles

Se ha puesto de moda una película mexicana: Roma. Decir que se ha puesto de modo, en estos ruidosos tiempos, es lo mismo a decir que ha despertado simpatías y antipatías. Que está muy aburrida, que la fotografía es magnífica, que la historia reivindica las raíces mexicanas, que no las reivindica sino que romantiza la servidumbre. Los expertos tuiteros han hablado, y, como en casi todo tuit, sin dar ninguna razón. Los tuiteros, conocidos por tenerse ojeriza entre ellos, se han sumado a cada uno de los respectivos bandos; aquellos que no saben si la película les gusta o les disgusta, tienen dudas al respecto de la historia, no importan para la red social, pues no pueden generar tendencias. Los bandos, aunque nadie pueda creerlo, han existido desde que a Twitter y a cualquier red social se infiltró el fantasma del partidismo, esto fue aproximadamente desde que en ese lugar cibernético se empezó a sumar una masa considerable de usuarios; los partidismos han existido desde el principio de las organizaciones mismas. No importa si se discute de feminismo, machismo, aborto, derechos animales, tauromaquia, siempre se generan bandos con ideas más o menos establecidas e insultos programados. Algunos han querido sintetizar cualquier partidismo sobre cualquier tema con el eslogan: lo tuyo es malo y lo mío es bueno por eso tú estás mal y yo bien. La razón por la que no existen videojuegos de discusiones es porque eso ya se logra en la red. De cuando en cuando, las opiniones no se quedan en palabras binarias, sino asaltan a la realidad con la misma simpleza con la que fueron tecleadas. Hace poco se atacó a un magistrado mexicano con el pretexto de que su sueldo, como el de todos los magistrados, era más de tres veces superior al del presidente y en la Constitución estaba indicado que nadie podía ganar más que éste. Los descontentos no cesaron ahí, pues las protestas afuera de la Suprema Corte continúan pese a que los internautas ya se hayan entretenido con las opiniones y memes generados por una película. Quizá los magistrados pacten con el responsable de las protestas o apuesten a que otros eventos distraigan la atención de los ansiosos internautas; esperan que algún otro tema, como la molestia del recorte al presupuesto destinado a las principales universidades públicas, desvíe su atención y los haga protestar en otros lugares y en otras instituciones. Pues, quizá supongan, de todos los temas polémicos nunca se aprende nada: los animalistas seguirán protegiendo a los animales con el mismo ahínco con el que los espectadores de la fiesta grande disfrutarán de la temporada grande; se seguirán atacando entre las feministas más radicales y los machistas más agresivos; difícilmente alguien cambiará su posición respecto a la interrupción legal de la vida.

Yaddir

Conversaciones cotidianas

Me gusta el eco que queda cuando caen las gotas de lluvia; me acurruca y me permite soñar. Pero cuando voy en el transporte público y la lluvia cuadruplica mi tiempo de viaje, siento que cada gota es como una estocada que quiere matar mi paciencia lentamente. Hace no mucho estuve padeciendo dicha tortura moderna. Así que busqué ansiosamente medios para distraerme: un libro cercano para leer a hurtadillas, una persona lo suficientemente expresiva como para inventarle una historia o incluso un drama en las cercanías. Después de inventarme sin mucho éxito la historia de una cuarta persona, escuché una conversación que desde el inicio capturó toda mi atención:

-Eso del aborto en Argentina está cabrón, wey -le decía una persona joven a su acompañante.

-Bien cañón. ¿Cómo es posible que discutan si la mujer puede o no abortar? Los derechos no se discuten.

-A ver, ¿cómo?, ¿estás diciendo que estás a favor del aborto?

-¿Neta?, ¿estás insinuando que tú no lo estás?, ¿fuiste educado en un convento medieval o qué te pasa?

-No mames, no es eso. Obvio tengo ideas actuales. Pero me da como cosa que le quiten la vida a una persona. No sé, es como si alguien te cerrara para siempre una puerta y te quedaras a oscuras.

-Estás pero si bien mal. ¿No sabes que el sistema nervioso tarda más de tres semanas en desarrollarse en el embrión? No estamos hablando de un ser vivo, por eso no le estás quitando la vida a nadie. Actualízate.

-Claro que me actualizo. Hace poco vi un programa en el que decían que desde el momento de la gestación hay un embrión que no es la persona que está teniendo al bebé. O sea, lo que querían decir era que ese organismo era independiente de la madre, y si lo expulsaba de su cuerpo era como matar a alguien. Y la otra vez leí en una revista que suponer la base de la vida en el sistema nervioso era como aceptar que la vida se reducía a puro placer y dolor. La vida no se reduce a eso, nuestras acciones tienen consecuencias, como cuando abortas.

-¡Cálmate! Ya te pusiste a intensear. ¿Entonces para qué vivimos?, ¿no vivimos para pasarla bien? Para eso vamos al trabajo y nos chingamos horas sentados o azotados a los rayos del sol. Cada quién vive su vida como la quiere vivir. Si no tuviéramos libertad seríamos esclavos. Estaríamos en una cárcel.

-¡Cálmate, tú! Este intenseo está peor. Yo sólo decía que cuando se comienza a tener el embrión desde los primeros días ya se tiene una vida. A ver, wey. Todo sería más fácil si no se embarazaran las personas. Hay un chingo de métodos anticonceptivos. Así ya se evita todo el desmadre de la legalización.

-Todo mundo sabe que los métodos anticonceptivos también fallan. Dos, no todos tienen acceso a ellos. ¿Sabes cómo miran a una mujer si va a pedir condones a un centro de salud? Pésimo. Estamos mal como sociedad. Por eso estamos como estamos. Y eso que no he dicho qué pasa con las mujeres cuando sufren algún tipo de abuso. ¿A poco crees que no tienen derecho a decidir qué hacer en un caso tan cañón?

-Bueno. Ese es un caso bien cañón. Tienes razón. ¿Te imaginas quienes sí deciden tener al bebé a pesar de lo que pasó?, ¿por qué sí lo tienen? El niño no tiene la culpa de lo que pasó.

-Está súper cañón. Pero pues cada quien. Ha de ser feo recordar ese momento cada que se ve al niño.

Nunca se me había ocurrido pensar en algo así. Estaba verdaderamente consternado. Tanto que ya iba a participar en la conversación. Quería decirles que no sólo se trataba de vivir, sino de vivir bien. Que pensando en ello le podíamos dar una perspectiva distinta al problema. Pero justo me di cuenta que me tenía que bajar del transporte. No quería. Aunque no podía arriesgarme a perder más horas. Descendí pensando qué estaba haciendo para vivir bien y hacer que los demás, al menos las personas cercanas a mí, también vivieran bien.

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