El miedo es una pasión tan misteriosa que solemos tenerle miedo a lo inexistente. Que temamos lo inexistente no quiere decir que seamos irracionales en cuanto a nuestros temores, pues precisamente podemos temer lo posible. En un ambiente violento, pese a que no veamos una sola arma, sabemos que no es difícil ser víctimas de una bala a cualquier hora del día en cualquier lugar, aunque sepamos que quizás en las calles que transitamos constantemente nunca haya habido una balacera. De manera semejante, podemos temer un posible regaño o una reprimenda en caso de ser conscientes que algo mal hemos hecho; le tememos a lo que nuestra consciencia pueda mostrarnos. ¿A qué le tememos más, al daño físico o al moral?
El miedo puede impedirnos actuar, dejándonos estáticos ante una situación complicada o de peligro; el temor paraliza nuestra capacidad para reflexionar. Pero el sentirnos en peligro puede llevarnos a utilizar nuestras capacidades de la mejor manera posible para salir de dicha situación. La supervivencia en los ambientes más inhóspitos nos permite descubrir los límites de nuestras capacidades.
¿Pero qué es lo que nos hace temer?, ¿será acaso el dolor o el no saber ante qué situaciones nos enfrentaremos? Es decir, ¿tememos no poder controlar todo a nuestro alrededor, pues creemos que un completo control nos garantiza plena seguridad y completo placer?, ¿cómo se vive mejor, entender que no todo puede ser controlado o buscando dominar a la fortuna?
Quizá podamos dominar el miedo si entendemos qué es lo que lo causa, pero eso no quiere decir que ante situaciones que no entendamos o que no hayamos previsto, desaparezca de nosotros el miedo en su totalidad. Por más que intentemos tener el control de todo lo que está a nuestro alrededor, siempre habrá situaciones que no se hayan contemplado o que no podamos controlar. Tampoco se trata de dejarse llevar por la corriente de la historia hasta que destruya o construya dado que no podemos influir ni un ápice. Parece que, si queremos vivir bien, debemos pensar qué podemos controlar y qué está fuera de nuestro alcance. No podemos temer a todo ni creer que nada nos pondrá en peligro.