Un momento de mar

Un momento de mar

¿No es verdad que los recuerdos son como las olas? En el poema A la que murió en el mar, de José Emilio Pacheco sabemos que sí. El poema que está en estilo libre, con ocho versos, en tres estrofas recuerda a una joven que murió en el mar. El poeta que está a la orilla de la playa es acechado de súbito por las marejadas del recuerdo, pero advierte que tan pronto llega, tan pronto se va en su líquido existir. Pero el mar no sólo le sirve al poeta como alegoría del recuerdo, que nos acecha y se va sin que podamos retenerlo entre las manos. El mar en su naturaleza titánica le muestra la resistencia igual de imperiosa que posee el hombre para enfrentarse al tiempo que es cambio, pues le dice a la muchacha en los tres primeros versos:

El tiempo que destruye todas las cosas

Ya nada puede contra tu hermosura

Muchacha.

El trote del tiempo que es igual de corrosivo que el agua en la piedra, no tiene cómo destruir el recuerdo de aquella mujer. Además, en la forma completa del poema, hay que notar que estas tres líneas llegan juntas, y que la palabra muchacha intenta hacer eco del agua que se estalla en la orilla del mar. Un recuerdo me ha asaltado, decimos con frecuencia, y ahora sabemos qué fuerza posee y por qué volteamos a verlo. Muchacha es la palabra que detona al recuerdo, y una manera de enfrentar al tiempo, diciendo que las memorias son siempre jóvenes, pero lejanas.

En la siguiente línea que dice así:

 

Ya tienes para siempre veintidós años

Las palabras siempre y veintidós son el movimiento bamboleante del mar. Siempre, que es una palabra grave y que muestra su fuerza trepidante en la primera sílaba, se va desmoronando en la segunda y retrocede por completo la fuerza en la silaba dós. Así comienza a alejarse la visón de quien es siempre joven, y la misma naturaleza que la trajo, la va abandonando al negro misterio de la memoria, y así la mujer se va convirtiendo en

…peces

Corales

Musgo marino.

El ultimo verso que está firme frente al movimiento dialectico de las palabras y de las olas inventadas por el poeta, no son sólo el poeta, sino cualquiera de nosotros que al recordar y ser recordados iluminamos por un momento el misterio del pensamiento y que ahuyentamos a la soledad y al olvido. Por eso dice JEP que somos:

Las olas que iluminan la tierra entera.

Javel

A un paso de casa

Ellos eran los polos opuestos de un mismo y poderoso imán: César, de piel blanca y sensible; Laura, de piel morena y curtida. A César le gustaba el soccer, a Laura el basquetbol; César era puntual como segundero de reloj, Laura vivía sin prisas y sin tiempo; César se guiaba por sus sentimientos, Laura lo hacía por su razón. Hasta en cuestiones de clima tenían sus discrepancias: a César le encantaban los días soleados donde reina el azul claro del cielo y las nubes motean de blanco el espacio aquel; Laura, en cambio, prefería el cielo gris deslavado con nubes negras que auguran tormentas acompañados de rayos ensordecedores y deslumbrantes más que ninguna otra cosa.

Por esto, a César no le sorprendió nada cuando telefoneó a Laura para que se vieran y ella le contestó con un rotundo no. El día estaba sumamente soleado y Laura había decidido recluirse en su casa a piedra y lodo hasta que pasara aquel martirio. César, empecinado en verla, echó a andar hacia la casa de Laura, la cual se ubicaba a unas cuantas cuadras de la suya. Si bien no era muy largo el tramo a recorrer, sí requería de un cierto tiempo. Estando ahí, ya se las arreglaría para convencer a Laura de que salieran; siempre lo hacía. Se arregló un poco para la ocasión, pues así le dejaba a Laura menos pretextos para negarse, aunque sabía que en el fondo ella moría por salir, sólo que el sol en verdad la ponía de muy mal humor.

Mientras caminaba César se dio cuenta de que el sol de ese día era uno completamente diferente al que había salido todos los días anteriores. El calor que ese sol producía era sofocante y denso, tan pastoso que sólo podía compararse con la espesura digna de cualquier chocolate bien batido. Al principio César disfrutó de aquel fenómeno debido a su peculiar extrañeza, pero pronto comenzó a sentir un hastío indescriptible al respecto. Su frente chorreaba gotas gordas de sudor mientras que su camisa mostraba grandes manchas oscuras a la altura del pecho, la espalda y las axilas. El pantalón de mezclilla, por su parte, se le adhería a las piernas con una fuerza inusitada, lo que complicaba bastante su andar. Con cada nuevo paso César se quedaba con la sensación de que se estaba literalmente derritiendo. Al parecer no mentían quienes aseguraban que el cuerpo humano está conformado en su mayor parte por agua, pues sólo así podría César explicarse que tanto y tanto líquido emanara del suyo.

Faltaba ya menos de un cuarto de camino, pero César sentía que ya no podía más. Usualmente recorría aquellas cuadras en un lapso de no mayor a veinte minutos, pero en esta ocasión sentía que había pasado más de media hora y no veía para cuando habría de llegar. Por supuesto que ya era muy tarde para arrepentirse, por lo que lo único que pedía era encontrar alguna pequeña pero refrescante sombrita donde pudiera sentarse para tomar fuerzas de nuevo y terminar de recorrer el camino más que andado. Ya no sólo era que su cuerpo rezumaba de agua, sino que ahora sus sentidos comenzaban a fallarle. Al parecer, la puerta de la casa de Laura se encontraba a no más de cinco pasos, pero acababa de pasar por la tienda de Don Memo, la cual se ubicaba en la última cuadra antes de la de Laura, por lo que era imposible que estuviera prácticamente frente a su casa. Siguiendo sus impulsos, alzó la mano para tocar el timbre de la casa de Laura, el cual sonó en cuanto fue presionado por el dedo índice de César.

Laura abrió la puerta enseguida. Su mamá le había ordenado que fuera a comprar con Don Memo unos sobres de gelatina, pues el calor estaba realmente insoportable, y a regañadientes, Laura tomó su monedero junto con sus llaves y salió a enfrentarse a ese calor maldito. Cuando abrió la puerta encontró a sus pies una gran mancha que ocupaba casi todo el grueso de la banqueta, como si alguien hubiera arrojado desde el cielo una cubetada de agua justo frente a su casa. Laura comenzó a extrañarse por este hecho, pero un pensamiento más urgente apareció opacando a éste segundo: ir con Don Memo por gelatinas. Laura sólo esperaba no derretirse en el camino. Evidentemente, César jamás lo hubiera esperado.

Hiro postal

Recuerdo

El mundo

 ha quedado vacío

hay solamente luz

I.Fraire

Recuerdo de niño cuánto me gustaba. Tan esperada y deliciosa la hora. La hora de la hora. Siempre a las siete de la noche. Antes de cenar para evitar la enfermedad. Recuerdo el color; el viejo azulejo verde botella, y el tenebroso y enorme espejo oxidado que con el tiempo se volvió más pequeño y menos confiable y certero. Recuerdo la espera larguísima de agua caliente; quince, veinte y hasta treinta minutos duraba la espera.  Eran cinco los que duraba caliente.  Tal vez por eso, porque sabía que acabaría pronto lo disfrutaba tanto y el recuerdo es hoy tan claro (así como comer bien un buen helado, así como un beso bien dado). Recuerdo las gotas y el sonido al tocar el suelo. Recuerdo el vapor y el ruido invitándome, gritándome que estaba llegando el momento. Recuerdo las gotas tocar mi cuerpo, pasearse, jugarme y jugar yo con ellas. Recuerdo el olor del jabón: sábila, avena y un toque de limón.  Recuerdo abrir la boca, mover mis brazos, sentir mi cuerpo, tallarlo, limpiarlo. Recuerdo y me recuerdo sonriendo, me recuerdo feliz. Recuerdo el ordenado ritual, y aunque era sólo una vez por semana paso a paso lo repaso, sin embargo estos días, aunque sé que lo hago diario, muchas veces no recuerdo si me he bañado. No sé bien el color del baño, el olor del jabón ni dónde me tallo. Muchas veces no recuerdo si me he enjabonado, así que lo hago dos veces.  No me importa ya si el agua es caliente o fría. No sé ni cuánto me tardo. Ahora ya no lo disfruto tanto. De veras intento recordarlo. Intento e intento más. No es mi culpa, ha de ser porque todo cambia. Ha de ser desde que el baño se volvió regaderazo, por ahí de cuando la gracia se volvió filantropía o la amistad se hizo cosa virtual. No es mi culpa, es que hoy ya no hay tiempo de bañarse de verdad…

PARA APUNTARLE BIEN:  Esto es de John Keats:

To Homer

Standing aloof in a giant ignorance,

Of thee I hear and of the Cyclades,

As one who sits ashore and longs perchance

To visit dolphin –coral in deep seas.

So thou wast blind! –but then the veil was rent;

For Jove uncurtain’d Heaven to let thee live,

And Neptune made for thee a spumy tent,

And Pan made sing for thee his forest-hive;

Ay, on the shores of darkness there is light,

And precipices show untrodden green;

There is a budding morrow in midnight;

There is a triple sight in blindness keen;

Such seeing hadst thou, as it once befell,

To Dian, Queen of Earth, and Heaven, and Hell.

 

MISERERES: El presidente del PRI, J. C., dice que “ofende a los mexicanos” la acusación del caso MONEX. Lo niega y lo vuelve a negar. Acá está la impugnación que presentó el Movimiento Progresista, y también una columna que habla sobre esto: http://www.sergioaguayo.org/html/columnas/Losaficionados_180712.html, http://www.sergioaguayo.org/html/biblioteca2/MRA_JuiciodeinconformidadAMLOproceso.pdf. La semana pasada se aprobó la reforma política que pretende –dicen- aumentar la participación ciudadana; se aprobaron cosas como la posibilidad de que el presidente electo tome protesta sólo ante la Mesa Directiva de las Cámaras o ante la Suprema Corte. Incluye también la posibilidad iniciativas y candidaturas ciudadanas- independientes a nivel federal y consultas populares. Críticos califican la reforma como un avance contra la “partidocracia” mexicana que antepone la preservación de sus privilegios porque está aterrada de la ciudadanía en la vida pública. Otros son más escépticos y dicen que han quedado temas en el tintero.

Ampolla

Burbuja de agua

que arde hasta el alma una vez

que ha reventado.

Hiro postal