Comida saludable

Aunque la propaganda me diga que la comida saludable suele tener un excelente sabor, aunque me presenten fotografías de alimentos dietéticos ricos en fibra atestadas de brillantes colores, lo cierto es que mi paladar suele padecer con la comida saludable.

Puede ser que me acostumbre a los alimentos sin sal, sin grasa, sin picante o sin azucar, pero eso no me impide disfrutar sobremanera de la comida adornada con muchos condimentos.

Me dicen en casi todas partes que la comida saludable es buena, que mantiene a mi organismo funcionando correctamente y haciendo lo que le corresponde de acuerdo a su naturaleza, pero me parece y cada día lo creo más que para seguir el sendero de lo saludable se requiere de un paladar fuerte y de un estómago capaz de sentirse satisfecho sin los excesos.

Hay en la vida un apetito extraño, tanto que a ciencia cierta es difícil demostrar si es bueno o malo, pocos lo tienen y algunos se pierden saludablemente en atenderlo, aunque a veces pareciera que otros se pierden en el exceso.

El plato que suele ofrecer con más frecuencia ese apetito extraño es uno de los más amargos que llega a probar el paladar humano, y es amargo porque carece de lo mismo que carece quien lo prueba, porque hay momentos en los que parece no aportar nada porque nada nuevo deja bajo el sol y parece condenar al comensal a dar vueltas sobre sí mismo una y otra vez.

Ese platillo, suele tener efectos secundarios que en muchas ocasiones no son gratos, aunque la salud que ofrece lleva al hombre a actuar con miras en la verdad y el bien. Ese platillo es desabrido, vulnerable y limitado en cuanto a sus capacidades para hacer lo que desea el comensal.

Y es que el encuentro consigo mismo, a pesar de lo que digan quienes sólo aprecian lo mejor de sí, es un encuentro amargo y difícil de degustar, ya que muestra errores, carencias y los límites que son propios de todo ser humano con ansia por la verdad

Maigo.

El sentido de esperar

Hace cinco años terminaron las diarias contracciones, la preocupación del momento se ha fortalecido, el cansancio ha crecido bastante y la esperanza se ha arraigado en mi ánimo y se ha estado alimentado cada día.

Lo más demandante que he hecho en mi vida, ha dado sentido a lo que antes mi atención requería. La pregunta por lo bueno me interroga día a día, con cada pasito, con cada palabra y con cada decisión que se va tomando en nombre de aquella por quien desvelo mis ojos para cuidar su sueño.

Hace cinco años se acabaron las diarias contracciones y apenas comienzo con los diarios desvelos.

Valió la pena esperar y sigue la esperanza alimentando la paciente espera por lo que florecerá luego.

 

Maigo