Para entender el estado moral en el que se encontraban los universitarios, un profesor tuvo a bien hacerles una serie de cuestionamientos a sus alumnos. El más importante fue: da un ejemplo de un héroe. Sin percatarse de la importancia del asunto, los estudiantes anotaban los primeros nombres que se les venían a la cabeza, destacando las figuras de superhéroes de tiras cómicas. El profesor no contó sus impresiones a detalle, sólo se limitó a sugerir lo lejos que estaban los alumnos de un alto nivel académico de entender la virtud y la importancia de entender el asunto. ¿La culpa será de los estudiantes que poco se preocupan en ser buenas personas?, ¿la educación tiene en poco estimular lo bueno en las personas y se limitan a hacerlos productivos?, ¿qué pasa con el sistema educativo de cualquier país si lo bueno lo iguala a lo útil? El cuestionamiento del profesor también intentaba medir la calidad educativa.
Así como los superhéroes son seres con poderes y bondad desmedida, ajenos por completo a la realidad, podemos suponer que no hay personas superiores que destaquen por sus cualidades morales. Es decir, ya no existen personas a las que les preocupe ser buenas para su comunidad y la respuesta de los estudiantes lo evidencia. No parece claro que, ni las personas que viven en los más altos niveles académicos, se sepa qué distingue a una buena persona de una mala persona. Por un lado creemos que todos somos iguales; destacar a alguien sería sobajar a los demás. Por otro, las personas destacadas no lo son por el beneficio que le hacen a su comunidad, sino por el beneficio que se hacen a ellas mismas, aunque dicho beneficio sea perjudicial para la misma comunidad. Un poderoso de altos niveles académicos es una persona distinguida, aunque sea un corrupto y pueda tener tratos con el crimen organizado. La doble dificultad que enfrentamos nos hace estar casi ciegos para actuar bien.
Una tercera dificultad para entender en qué consiste actuar bien, y cuál es el ejemplo que tenemos de ello, se nos presenta: el cuestionamiento de nosotros mismos. La pregunta por el buen actuar no se puede realizar adecuadamente si no cuestionamos la probidad de nuestras acciones. Dar por sentado que lo que hago en cada ocasión es bueno deja en las sombras lo bueno de dichas acciones, pues no tenemos posibilidades de saberlo. Por ello es importante el cuestionamiento particular, de cada acción. Evidentemente, al cuestionar cada acción se asemejan las acciones una a otra, pero lo difícil es saber qué tienen en común las acciones entre sí, además de que una persona es quien las realiza. Quizá pensando en la finalidad de las acciones se pueda encontrar algo que las unifique. Tal vez esa sea la única posibilidad de comenzar a entender qué es la virtud.
Yaddir