Austeridad Palaciega

Contaban los ciudadanos de un pueblito, ahora fantasma, que en el palacio habido en esas tierras, a las que una gran ciudad, ahora en ruinas rodeaba, hacía su habitáculo un loco.

Locos ha habido muchos, algunos famosos por ver dragones entre molinos, otros por elogiar a la locura como cuna de la prudencia, pero éste centraba su fama en su temprana costumbre de dar a conocer sus ocurrencias.

Nunca faltaba a la tempranera cita, para anunciar a los vientos lo que por su mente pasaba: en una ocasión estuvo un buen rato regañando al mar, decía que con él no se había portado nada bien al seguir su naturaleza y estar formado por agua salada. El ponto bramó y siguió siendo motivo para los locos enojos de quien creía que el poder de controlar a los vientos y las aguas ostentaba.

El loco de las ruinas decía que vivía austeramente y que lo hacía por amor a un pueblo que a base de dietas y economías, pronto se convertiría en fantasma. Hasta donde sé nunca se percató de que se pensaba viviendo en un palacio cuando sólo entre ruinas habitaba.

Pobre loco, pobre pueblo y pobre mar al que de todo culpaban.

Maigo

Inocente Preguntilla: ¿Cuándo un gobierno elegido democráticamente señala que el régimen ha cambiado, se dará cuenta realmente de lo que significa el término régimen?

Humildad afectada

Hasta donde tengo entendido, hubo una vez un santo varón que vivió hace mucho en las regiones lejanas de Asís. Sus días transcurrían en humildes circunstancias, dicen que durmió en cuevas y a veces donde la noche lo encontraba, quienes lo conocen o han oído hablar de él señalan que la humildad era una característica de su alma.

Hay quienes creen que con unos viejos hábitos y calzado gastado se apropian de la humildad del santo, a quien algunos Francisco llamaban, pero la humildad de su alma no se apreciaba por sus ropajes, su calzado, o por la austeridad de su casa, ya que ni casa tenía.

La humildad de este peculiar hombre se veía en su costumbre de prestar oído atento a quien a él lo buscara, ya fuera Dios, un pobre leproso, una mujer o un lobo. No importaba quien hablara, el santo varón le atendía, y en ocasiones de ser posible sus dolores aliviaba.

Por desgracia, la humildad que permite escuchar y servir se confunde con la soberbia de quien se quiere sentir grande al afectar sus maneras pretendiendo engañar con una virtud bien actuada; esa que se limita a vestuarios, comidas, pantomimas y algunas andanzas con las que se muestra desprecio a los lujos,  y ocasiones desdén por las opiniones contrarias.

El santo varón de Asís se distinguió porque escuchaba, porque sólo escuchando se sirve, y sólo sirviendo la salvación se alcanza.

El falso humilde en cambio habita en palacios y de pobre se disfraza, pero su mascara se cae cuando ante las angustias ajenas ni escucha ni ve, de modo que se limita a decir que no ayuda al pobre porque no le alcanza.

Maigo

Inocente Preguntilla: ¿Existe alguna diferencia entre decir ‘Ni los veo ni los oigo’ y decir a quienes solicitan atención ‘Ahorrense el tiempo, ya no se acepta eso’ o responder cualquier cuestionamiento sobre la realidad que se vive con un simple ‘tengo otros datos’? Si es que hay tal diferencia espero que alguien pueda aclararlo.

Sin verbos

El calor del sol sobre las yerbas,

los insectos entre las plantas.

Lluvia de estío,

en los ojos lágrimas.

El viento entre tus cabellos,

blancas hebras del tiempo.

Manos nudosas,

del trabajo sellos.

La humedad del verano,

la sequía del otoño,

el frío de los inviernos.

Una vida, una estación,

una hora, un suspiro.

Un breve sueño…

Maigo

Inocente preguntilla: ¿Por qué en un régimen en el que gobiernan los pobres, nadie puede ganar más que el mandatario principal, eso no convierte al régimen de pobreza en una oligarquía, en la que terminan gobernando los más adinerados?