Producción humana

Nadie es indispensable es la sentencia más egoísta que he escuchado en una empresa. No importa cómo se contextualice, el simple afán de automatizar los procesos laborales y reducir los recursos a una serie de secuencias concatenadas para dar un resultado, semejante a como lo da una máquina, elimina lo que de humano puede tener un trabajo. Aceptar la frase es ignorar que su significado tiene una radicalidad espeluznante. Elimina la excelencia, pues todo se reduce a un resultado más o menos igual. Mientras se realice, y eso produzca ganancias, poco importa cómo se obtuvo. Si a esto le añadimos que la vida laboral transforma la vida personal; que la persona se transforma por su trabajo o que no hay separación entre vida y trabajo, tenemos como consecuencia el desdén a hacer las cosas bien, a no preocuparnos por lo bueno. Existir en automático, con la ligera certeza de que la vida poco cambia es aceptar que nadie es indispensable.

Yaddir