Lo primero a considerar, en cuanto al aspecto formal, es que podemos dividir A day in the life en seis partes. Tres de ellas resultan principales, mientras que las otras tres fungen como puente o resolución de las primeras, respectivamente.
Ahora bien, cuando nos adentramos en la canción, lo primero que percibimos son los restos de los aplausos brindados a la Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, quien cierra su actuación con un reprise de la canción del mismo nombre. Esto nos indica que A day in the life no va a ser interpretada ya por la banda del Sargento Pimienta; que esta canción en específico, sale del contexto del Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band como álbum conceptual en el sentido de que no será ejecutada por una banda imaginaria, existente sólo en cuanto concepto, sino que serán los mismos Beatles quienes la interpreten. A day in the life: un día en la vida, en la cotidianidad; ya no habrán viajes de LSD con Lucy ni ayuda de nuestros amigos, y si encontramos a Rita, tal vez ya no sea tan lovely.
El inicio de la canción propiamente lo indica el rasgueo de una guitarra, que pareciera no sólo provenir del fondo mismo de los aplausos que anteriormente mencionamos, sino acallarlos, disiparlos. Este rasgueo, que en primera instancia resulta lánguido y opaco, es el que marca el ritmo; un ritmo pausado que, al entrar el piano, invade nuestro ser y poco a poco comienza a teñirlo de melancolía. Este sentimiento se acrecienta cuando escuchamos la voz que, al entrar con el bajo, matiza el tinte melancólico dándole un pequeño giro. ¿Hacia qué dirección nos lleva?
El tono de voz resulta agudo y lineal, demasiado lineal. Esta falta de modulaciones, junto con el eco que se escucha y la manera en la que Lennon canta nos produce una sensación de distancia, de lejanía, aunque la voz sea lo que predomine y lo que más resalte. Esta distancia y esta linealidad se mezclan al ritmo tiñendo la melancolía de nostalgia. Antes de escuchar la voz entramos en un estado limítrofe, donde la tristeza nos invade a tal punto de borrar, poco a poco, la delgada línea que divide la vida de la muerte. Cuando la voz entra, este estado parece agudizarse proyectándose hacia atrás, hacia nuestro pasado: un pasado perdido. La distancia que nos transmite Lennon es la misma que media entre nuestro presente adolescente-adulto y nuestra niñez. Es el recuerdo de nuestra madre, es la nostalgia de nuestro primer hogar uterino. De hecho, si atendemos bien a la melodía, encontramos una gran semejanza con las canciones de cuna, que incluso al principio de la letra podemos ver como tal. Lennon es la voz pasada de una madre que le canta al niño que ha dejado de serlo.
Esta conciencia de distancia provoca la sensación de que estamos dentro de un sueño. Ahora bien, si dejamos que la música fluya encontramos que el bajo, en su transcurrir, obliga a nuestro ser a flotar dentro de ese sueño. Este instrumento es el que, dejando de lado la voz, lleva la melodía. Sus escalas son como un sube-y-baja que rompe con la monotonía de la voz provocando así, no sólo la sensación de estar flotando, sino la de una cierta calma. Y sentimos que esta calma no es total porque la misma música lo impide al entrar la batería. Ésta aparece en el momento en el que la letra toma un rumbo sarcástico y un tanto morboso (he blew his mind out in a car), que contrasta con el tono de la voz, pero se reafirma con la violencia sutil de la batería. Sin embargo, la calma no se rompe por completo, sino que adquiere un sentido peculiar: la melancolía y la nostalgia que sentimos se equilibran con un tipo de calma, aquella que es producida por la aceptación de algo que es imposible de cambiar, que aunque no erradica la tristeza sí apacigua la voluntad truncada.
Ahora bien, la batería se manifiesta con redobles y pocas veces se estanca en un ritmo constante, es más bien melódica. Esto rompe con la monotonía de la guitarra y del piano y se confabula con los saltos y el colorido que brinda el bajo. Y si nos detenemos a considerar esta inversión del ritmo y de la melodía (generalmente aquél es marcado por la batería y el bajo, mientras que ésta es llevada por la guitarra y el piano) vemos con más claridad por qué esta primera parte de la canción produce el efecto de estar en un sueño, ya que en todo sueño la lógica se invierte: lo inconsciente predomina sobre lo conciente y lo opaca.
Esta primera parte culmina con una alusión sexual que le abre paso al primer puente. No sólo lo que dice el último verso (I´d love to turn you on), sino cómo lo canta Lennon y la forma en la que el piano imita un jadeo dan la sensación del coito. Las palabras turn you on son sofocadas por el jadeo del piano que se transforma en una ascensión amorfa y desemboca en la tercera parte. Primero escuchamos algo como un enjambre que, poco a poco, se confunde con sonidos que rompen todo tipo de ritmo y de melodía: platillos, chelos, tambores, violines, todos entremezclados y en crescendo producen una sensación que no reconocemos bien si es el ascenso al orgasmo o el de la inconsciencia a la conciencia. El sueño parece estar llegando al clímax; la calma es destrozada y deja en su lugar un sentimiento de angustia, de incertidumbre.
¿A dónde nos conduce este ascenso? Su culminación es rápida, tal vez demasiado rápida como para ser de un orgasmo. Si escuchamos con atención podemos distinguir, en el clímax de la ascensión, unos violines que marcan el ritmo y que serán suplidos, en la tercera parte, por un piano que asemeja los latidos del corazón. Éstos marcan un ritmo constante y más acelerado que el de la primera parte, por lo que nos produce la sensación de que acabamos de despertar de un sueño, y de que los violines vagos del clímax no eran más que la percepción de los mismos latidos, escuchados desde la lejanía del inconsciente. Así, pues, la conciencia surge, y este despertar se constata por el sonido de un despertador que, junto con el ritmo acelerado, nos lleva a la sensación de que algo nos ha regresado abruptamente del sueño a la realidad. Esto se confirma con la letra (woke up, fell out of bed).
La voz que escuchamos ha cambiado, ya no es lineal ni distante, sino que se nos muestra rítmica y modulada. La batería la acompaña, pero ahora con un ritmo constante un tanto monótono que da la sensación de ser mecánico. Es la vida en la vigilia y su ritmo acelerado el que se nos muestra. La sensación de flotar se convierte en un sentimiento de rapidez, de rutina. El ritmo y la melodía se invierten de nuevo para situarnos en la realidad de lo cotidiano: dragged a comb across my head… found my way downstairs… I noticed I was late…
Aunque la letra y el bajo nos obligan a subir y a bajar constantemente, no evitan la mecanicidad ni la monotonía de la batería, que es lo que subyace. Esto nos hace sentir autómatas, son agota e incluso provoca que nuestro ser jadee de cansancio como lo hace el mismo McCartney cuando nota que se le ha hecho tarde. Pero este ritmo de vida no puede durar concientemente, no es humano, por lo que a la primera oportunidad nos escapamos, nos fugamos de la realidad que nos absorbe (Somebody spoke and I went into a dream).
Esta fuga constituye el segundo puente que es una reminiscencia del sueño de la primera parte. Esto lo sentimos porque no llega a ser un estado onírico completo, pues el ritmo sigue siendo el mismo que el de la parte anterior pero la voz nos lleva a la ensoñación, alejándose y acercándose con el tono de Lennon en el primer sueño. Sin embargo, algo sucede en este fantasear, algo que va más allá de una mera fuga, algo que interrumpe la calma autoproducida.
Sonidos que podrían ser de trompetas y chelos nos arrebatan dicha calma, nos arrojan violentamente a un lugar totalmente desconocido, que no tiene ya que ver ni con el sueño ni con la vigilia. Pareciera como si fuéramos azotados por una tormenta en el mar de la conciencia y nuestra pequeña barca estuviera a punto de naufragar. Las trompetas y los chelos se asemejan a los relámpagos y la voz es el rugir del viento y de las olas mezclado con nuestros gritos de angustia.
Al parecer hemos naufragado (¿muerto?) y nos encontramos en un lugar intermedio entre la nostalgia y la melancolía de la primera parte y la rapidez y la monotonía de la segunda: la voz recuerda aquélla, mientras que el ritmo es el mismo que el de ésta. Sin embargo, de esta mezcla surge algo irrisorio, algo burlesco y satírico. La batería marca el ritmo, pero acompañado de redobles que, junto con los demás instrumentos y con la letra, nos ofrecen una armonía distinta aunque similar a las anteriores. Empero, esta parte termina con la misma alusión sexual que la primera y le abre la puerta a la misma ascensión, con la diferencia de que en ésta, que resulta ser la conclusión de la canción, sí hay una resolución explícita: en el clímax de la ascensión se escucha un silencio, una estaticidad, un vacío que recuerda al que precede justo antes del estallido del orgasmo, y que concluye con un acorde de piano que dura aproximadamente 43 segundos. Esta resolución nos deja satisfechos, nos deja llenos y nos proporciona la calma que no hemos tenido en todo un día, un día en la vida.
Gazmogno
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