Figuración de Chesterton

Figuración de Chesterton

Con el propósito de revivir una tradición comenzada en este blog por mi amigo Námaste Heptákis, me uno a los intentos de acercarse a esa constante llama de cristal que es la poesía. En este caso, quiero recordar un poemita de G. K. Chesterton que creo pude aproximar (al menos a mi español) de manera no tan infame. Espero que el lector considere esta versión como un modesto primer intento de realizar una tarea de tamaño no tan modesto, y no como una traducción definitiva, pues tales cosas no existen. Siento decir que la rima no pudo ser reproducida de la misma manera, mas no creo haber dañado excesivamente, con alguna rudeza de mi hablar, el hermoso brillo de los versos de ese maravilloso genio inglés.

 

Eclesiastés

Un pecado hay: gris llamar a la hoja verde,

y con ello el sol en el cielo se estremece.

Una blasfemia hay: que por la muerte se rece,

pues solo Dios conoce la alabanza de la muerte.

 

Un credo hay: bajo el ala de ningún terror mundano

se olvidan las manzanas de darse en manzanares.

Una cosa necesaria hay –todo-,

el resto es vanidad de vanidades.

G. K. Chesterton

Tacitus

Claroscuridad de la vida

Claroscuridad de la vida

para A. Cortés
en esperanza

There is one creed: ‘neath no world-terror’s wing
apples forget to grow on apple-trees
G. K. C.

De todos es conocida, al menos en sus más generales detalles, la alegoría de la caverna de Platón. Todos saben que el maravilloso ateniense labró en una insuperable imagen el camino que ha de recorrer todo joven filósofo. Todo joven filósofo, supongo, se habrá juzgado desde el estándar platónico y frente a él habrá orientado sus aproximaciones. Algunos preferirán juzgarse desde la comparación con el incendiario que baja por la montaña; otros, con el genio que contempla el fuego en la estufa de su cocina mientras moldea un trozo de cera; unos más, con el paseante solitario que ha conquistado el amor propio y tanto se ha liberado de las cadenas de los prejuicios sociales, como ha salido librado de las debilidades de la civilización. Pero el perturbador Zaratustra, el geómetra genial y el estruendoso de Ginebra son, en sus propios relatos, personajes principales; no así los cavernícolas de Platón. La voluntad del sabio que baja de la montaña, el buen sentido del genio que descubre el método y la pasión libertaria del revolucionario que rompe las cadenas son opuestas al eros platónico: el cavernícola es obligado a salir de la caverna por alguien más y la salida es la prueba de su eros. El personaje de Nietzsche necesita a alguien más para confirmar su imperio, el de Descartes para justificar su obra y el de Rousseau para confirmar sus actos; pero el de Sócrates lo necesita como causa final desde el inicio de la acción ―por ello Cicerón se imaginó que los cavernícolas en el exterior no dejaban de platicar sobre lo más importante, lo que al mismo tiempo es lo más interesante. O dicho de otro modo, los cavernícolas son personajes secundarios en la historia de su propia vocación, la historia de eros.

En la historia de eros, me parece, después de la caverna platónica hay una segunda imagen importante casi por todos conocida: las negaciones de Pedro. Tras la aprehensión de Jesús, Pedro está calentándose junto a la fogata y niega su fe por primera vez. Posteriormente sale del palacio de justicia y niega a Jesús por segunda vez. Finalmente, en la plaza pública lo niega por tercera vez, al tiempo que Jesús pasa junto a él aprehendido y lo mira de reojo mientras es trasladado por los guardias. Las negaciones de Pedro ocurren: junto a la fogata, fuera del palacio y en la plaza. En paralelismo con la imagen platónica, las negaciones de Pedro se relatan con peculiar atención a la luz y lo visible, al reconocimiento de la verdad como un alejamiento paulatino de la mentira y a un giro del alma que se llama conversión. Las negaciones de Pedro son la reinterpretación cristiana del eros platónico y en su imagen se ha labrado el camino del joven filósofo cristiano.

¿Qué hacía Pedro junto a la fogata? El Evangelio afirma que se calentaba. Y no seré tan perogrullesco como para preguntar por qué se calentaba, pues casi cualquiera podría notar que no se calentaba porque tuviese frío, sino que se calentaba porque necesitaba ser reconfortado. Pedro buscaba en la fogata el alivio a su alma destemplada por la culpa. Pedro buscaba en la luz y el calor de la fogata una orientación suficiente ante el escándalo; la luz y el calor son el rastro inteligible de la Creación. Contrario a los cavernícolas platónicos que no saben reconocer la realidad de las imágenes que se enorgullecen de ver, Pedro busca en la fogata una imagen de la realidad conocida en la experiencia de Jesús y negada en el escándalo de la aprehensión. Pedro, frente a lo cavernícolas, buscaba una imagen que le impidiera perder al original. La primera negación es el fracaso de la imagen.

¿Qué hacía Pedro fuera del palacio? Pedro salió del palacio cuando la imagen se hizo imposible, cuando queriendo huir de la oscuridad necesitó huir de la luminosidad. Pedro en la intemperie vive la indecisión del deus absconditus. La fogata había revelado su culpa; la intemperie la dejaba expuesta. Afuera, Pedro es reconocido por la luz del sol amaneciente. A Pedro se le vuelven inasibles las imágenes y los conceptos. La segunda negación es el fracaso de una teología pagana.

¿Qué hacía Pedro en la plaza? Según el testimonio de Mateo, a Pedro lo reconocieron en la plaza por su modo de hablar. La luz de la fogata de la primera negación y la luz del sol en la segunda son sustituidas por la luz de los discursos. No son discursos adecuados a los griegos, pues explícitamente se indica que Pedro habla en galileo. Tampoco son discursos adecuados a los judíos, pues implícitamente se recalca lo transgresivo del discurso cristiano. Pedro es ofuscado por la necesidad del discurso, pero en la culpa su discurso se vuelve imposible. La tercera negación es el fracaso de la palabra.

La modificación que las negaciones de Pedro hacen a la historia del eros es su inclusión en la historia del logos y la historia de la salvación. Mientras Pedro está en la plaza y niega por tercera vez a Jesús, el Maestro pasa frente a él conducido por los soldados y lo mira de reojo. San Lucas añade: “Pedro recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Antes de que el gallo cante hoy, me habrás negado tres veces». Y, saliendo fuera, lloró amargamente”. La mirada de Jesús incendió el recuerdo e iluminó la fe de sus palabras. La mirada de Jesús confirmó a sus palabras como la revelación y a su persona como contenido de la misma. La mirada de Jesús reveló a Pedro el camino del arrepentimiento y señaló la verdad del perdón. La afanosa búsqueda de luz que Pedro emprendió por la culpa tornó conciencia del pecado en cada negación, pero encontró la luz verdadera en la mirada del perdón. Contrario al cavernícola platónico, tras la revelación el joven filósofo cristiano busca afanosamente la luz. El eros cristiano en lugar de ser tiránico, nos libera.

 

Námaste Heptákis

 

Garita. El pasado lunes 30 de marzo, representantes de transexuales y transgéneros del Distrito Federal solicitaron al INE facilidades para la emisión del voto a partir de la validación de los tres elementos de identificación que incluye la credencial para votar: fotografía, firma y huella digital. La solicitud es coherente con las recientes modificaciones a la ley que permite el cambio legal de identidad de género.

Escenas del terruño. En cuanto al caso de los desaparecidos de Ayotzinapa es necesario comentar dos cosas. En primer lugar, es digno de considerar el argumento abolicionista que los padres de los desaparecidos han adelantado respecto a la elección: no hay condiciones para asegurar que en la próxima elección no estarán eligiendo a otro Abarca. Ciro Gómez Leyva, en El Universal del pasado lunes, expuso claramente el asunto. En segundo lugar, no se debe pasar por alto el llamado que los padres de los desaparecidos han hecho a “El Carrete”, líder criminal a quien han solicitado información para encontrar a sus hijos, pues consideran insuficiente la información oficial. Ambas consideraciones son testimonio importante de la antipolítica que predomina en nuestros días y del connotado ímpetu de efectividad que va dominando el ánimo público.

Coletilla. Ayer, la corte del estado de California, en los Estados Unidos, determinó la legalidad de las clases de yoga como formación curricular en las instituciones de educación básica bajo el argumento de que no son una vía de inducción al hinduismo, y por tanto no son promoción religiosa. Sospecho que la salubridad es la religión contemporánea.

Un árbol de ciencia.

Y Dios le dio esta orden al hombre: “Puedes comer de cualquier árbol que haya en el jardín, menos del árbol de la Ciencia del bien y del mal; porque el día que comas de él morirás sin remedio”

Gén 2, 17

 

La creación del hombre relatada en el Génesis viene acompañada de aspectos maravillosos, como el surgimiento del libre albedrío en medio de lo que está determinado por las leyes de la naturaleza; lo curioso ahora no es el relato mismo, sino nuestra incapacidad para maravillarnos. En el mejor de los casos cuando volteamos la mirada hacia lo que contiene el Génesis, vemos con desprecio a un conjunto de historias que llevaron a la hoguera a muchas mentes brillantes y que condenaron a la ignorancia a otros tantos miles.

O al menos eso es lo que ocurre con tal frecuencia que difícil es notar que hay quienes ya no se ocupan de perder su tiempo viendo el texto oscurantista contra el que luchaba el hombre iluminado por la ciencia, y capaz de dudar de todo lo que se le dijera sin que el pensamiento mediara entre él y lo que escuchaba constantemente.

Pero, ¿podemos culpar a quien ya no lee la Biblia de su falta de interés en la misma?, A veces pareciera que la lectura de esta obra es prescindible toda vez que se ha demostrado que las discusiones respecto a la misma no llevan a nada bueno, la historia así lo ha mostrado en infinidad de ejemplos, y la necesidad de progresar nos impide, como humanidad que somos, regresar sobre algunos pasos y emprender nuevamente el camino de la lectura de obras que son sumamente viejas y sumamente complejas.

Hay que reconocer que la falta de interés en el libro que ha marcado la vida religiosa de Occidente deja de ser interesante cuando el lector deja de ser el apropiado para él, y no lo digo porque sea necesario tener una fe ciega para interesarse en la lectura del libro, ¿qué caso tiene pensar en el mismo si todo se tomará al pie de la letra? Eso sería el equivalente a no leer nada, pues nada de lo que pase por los ojos será pensado como es debido.

No, me parece que para acercarse al clásico más tocado e interpretado de todo el mundo occidental, es necesario dudar, para empezar hay que dudar del progreso que nos obliga a avanzar y a buscar siempre claridad en lo que leemos, claridad que nos permite seguir avanzando con la rapidez requerida, pero que aquí sólo constituiría un estorbo. La vida del hombre como condenado comienza con su capacidad para pensar y la actividad del lector de la biblia debe comenzar a partir de que se piensa como condenado a pensar todo el tiempo.

Además es necesario dudar de nosotros como lectores, pues nada nos garantiza que efectivamente estemos comprendiendo bien aquello que se está diciendo en la Biblia, por desgracia para nosotros, el libro sagrado no está lleno de notas a pie de página o de citas que nos expliquen a qué se refiere cada imagen y cada giro en lo que se va mostrando respecto a la relación del Dios con el mundo, con el hombre y del hombre con Dios y con el mundo.

Y por último me parece que hay que dudar de que el árbol de la ciencia del bien y del mal nos haya abierto por completo los ojos como para evitarnos la fatiga de tener que pensar y repensar aquello que vamos leyendo. Comer del árbol de la ciencia del bien y del mal nos obliga a discernir, lo que significa que nos obliga a pensar constantemente en lo que es bueno o malo para nosotros sin que se dé nada por hecho, trabajo y fatiga más fuerte que la necesidad de conseguir el alimento con el sudor de la frente.

Tal vez, ya no somos buenos lectores como para acercarnos a la Biblia porque el fruto que comieron Adán y Eva pierde su efecto en la medida en que progresamos hacia un mundo sin las consecuencias de haber comido del árbol de la ciencia del bien y del mal, ya no nos vemos como condenados al trabajo que nos hace movernos para que el hombre siga siendo plenamente lo que es.

Maigo

En respuesta a Directo de la Biblia de la Cigarra.

Muchas personas creen que es posible encontrar la respuesta que Dios daría a una pregunta tomando la Biblia y escogiendo algún pasaje de ésta al azar, si ese método de adivinación es efectivo o no, es algo que no pretendo poner a discusión en este momento, pues a mi modo de ver las cosas,  las creencias se respetan, pero no se discuten.

La cigarra señala en su escrito titulado Directo de la Biblia que este método de adivinación es empleado por los católicos, veamos cómo lo dice:

“No sé, al leerla me causó una sensación rara recordar aquello que dicen los católicos acerca de que cualquier respuesta está en este libro y que la indicada llega justo al momento en que ha de leerla quien la encontró.”

Si vemos con atención esta afirmación, nos percatamos que en cierto modo la Cigarra habla con verdad, pues efectivamente las religiones que tienen como fundamento un libro sagrado, entre las que se encuentra la religión católica, consideran que ese libro contiene la respuesta a las preguntas que se hace el hombre cuando piensa en sí mismo como un ser mortal que puede trascender, preguntas tales como su origen, o la finalidad de su existencia.

Pero, la Cigarra erra el camino al adjudicar a la práctica católica un método de adivinación que está prohibido por el canon de la Iglesia, y que es contrario a la tradición no lectora de los fieles que bajo sus preceptos se congregan.

Veamos cómo es que tal práctica resulta contraria a la tradición católica, pues una demostración de tal error apelando al canon sólo nos deja en la aceptación silenciosa que éste supone.

Sin ahondar demasiado en una historia de la Iglesia, que nos llevaría por lo menos a ver lo que ocurría con el judaísmo desde por lo menos el siglo III a.C. , podemos ver que el catolicismo se instauró como una práctica religiosa que se fue imponiendo de arriba hacia abajo[1], es decir, que una vez que se aceptó el cristianismo entre aquellos que tenían poder político, se buscó que éste mismo fuera aceptado entre aquellos miembros de la sociedad que no poseían tan poder.

Como tal manera de propagar al catolicismo no exigió conocimiento del libro en el que se irían fundando ciertos aspectos del canon, saber leer no era necesario para convertirse en creyente y en feligrés. Además hay que tener en cuenta que la misma tradición católica impidió que se tuviera acceso al libro durante mucho tiempo, pues la libre interpretación de los textos sagrados desembocaba en la propagación de herejías que en la mayoría de las ocasiones hacían peligrar al poder político establecido, de modo que a fin de evitar el peligro que supone la libre lectura del texto la misma Iglesia se encargó de que no todo el mundo tuviera acceso a la Biblia.

Las consecuencias de una libre interpretación de la Biblia se vieron especialmente durante la guerra de Reforma, donde se aprecia que la tradición lectora de los protestantes comienza con la posibilidad de leer e interpretar la Biblia sin necesidad de acudir a una autoridad instruida para ello, tradición que no se desprende de los preceptos católicos, y que no necesariamente involucra el acto de adivinación sobre el que nos invita a pensar la Cigarra.

Así pues, si bien la Cigarra acierta al invitarnos a pensar sobre una creencia que nos muestra cómo se llega a consultar un libro sagrado, erra el camino al adjudicar a los católicos una práctica que va en contra de lo que haría un buen católico, pues aún cuando la Iglesia católica ya tiene la apertura suficiente como para dejar que el fiel se acerque a su texto sagrado, no por ello libera al feligrés de la autoridad que interpreta tal texto, y eso se aprecia en la homilía que se conserva en el rito católico de la misa.

 

Maigo.

 


[1] Cfr. Vaneigem Raoul. Las herejías. Págs. 75-76. Ed. Jus. México. 2008.