Una década en el nuevo milenio

A lo largo de la historia, dos fuerzas antagónicas han estado siempre presentes. Aquellos que desean aprovechar la corriente como si se anduviera en los rápidos, mientras otros disfrutan el río por sus remansos. Los puristas defienden su propio estado de cosas, no admiten cambios y piensan que cualquier modificación significa cataclismo. Con la llegada del correo electrónico, los románticos dieron un alarido porque las cartas recibidas no vendrían con perfumen especial. Ese pedacito de Julieta en papel se desintegra por la malévola celeridad. Lo mismo con la llegada de Netflix y similares: la magia del cine se perdería en el convencionalismo del sillón. Lo antiguo y clásico se arruinan por la modernidad e innovación, traducido en tecnología. Si la esencia humana se mantiene en la permanencia y en el pasado que ha funcionado siempre, la novedad es detrimento.

Quienes se preocupan por la escritura y lectura temen la vorágine virtual. La facilidad para publicar vuelve accesible a todo quien desee escribir. Futuro novelista, incipiente poeta, afortunado de los versos, amante de la política, chismoso de la calle, patriota exacerbado, ignorante vanidoso. En redes sociales todos publican sin costo alguno y en un ambiente tan democrático —o demagógico—que las limitaciones son mínimas. Por ello la sencillez y tendencia al conato y la agresión; ni las buenas manera ni cortesías parecen controlar lo que se escribe y publica al minuto. Bajo esta óptica, el Internet ha sido una imagen usualmente comparada con Babel. Además de las ideas en diferentes sentidos, sin comparación ni contraste, las distracciones y opiniones sin fondo contribuyen al remolino. Considerado el libro transmisión de la riqueza intelectual, la escritura como el alentador de la cultura trascendental, lo expuesto en la red es baladí.

A pesar de ellos, junto con la creciente expansión del Internet, ha crecido el número de creadores de contenido. Así de ambiguo, así de general, cada uno en diferentes expresiones. Con sus propias capacidades, han elaborado sus propias obras: vídeos, artículos de enciclopedia, hemerotecas. Son ciertas las dificultades y asperezas que genera la comunicación aglomerada y veloz, sin embargo también son un reto para el buen lector. Particularmente, asumir al Internet como incapaz de ser desenmarañada, no permite verla como el gran acervo que es. YouTube ha solucionado problemas cotidianos como anudar una corbata o mejorar la tabla en Excel. Incluso al músico aficionado le permite hallar las notas de su pieza favorita. Si así ocurre con los vídeos, ¿sucederá los mismo a través del acto de leer y escribir?

La variedad de blogs parece tener similitud con la publicación en redes sociales: banal, ligera y rápida. Si bien hay facilidad en abrir y comenzar un blog, eso no significa carencia de sustento o contenido. Al contrario, muchas personas ansiosas de escribir, o mostrar sus ideas, tienen la facilidad gracias al portal en línea. Internet ha cumplido en mejorar la vida al permitirle escribir y, si ha llegado acertadamente, a trascenderle a su lector. Las dificultades en ser distribuido por una editorial, se contrarrestran por el uso del blog. La demanda y enorme multitud de lectores es satisfecha por la libertad ofrecida en la red. La lectura es banalizada cuando se cree que el Internet la banaliza. Es perder todo crédito en su capacidad y sus múltiples pieles con las que puede aparecer.

¡Celébrese!

Este blog acaba de cumplir sus nueve años. Son nueve años personando letras, apalabrando ocurrencias, letreando tonadas, conviviendo concordias, sugerencias, juegos, y todo lo que se nos viene a los dedos en broma y en serio. El nueve es un número bello por la proporción de sus partes con el todo (es tres veces tres), los dígitos de su cuadrado (nueve veces nueve) suman nueve, porque forman el ochenta y uno, y la frase nueve años tiene nueve letras; pero además, nueve es el número de integrantes de esta gran banda bloguera. A veces harmonizamos tocando notas que caen como gotitas pacientes, y otras más bien nos salimos de tono e improvisamos por unos compases en la disonancia como manantiales de jazz. Es verdad, también nos metemos en laberintos de acordes y fraseos, pero siempre es con esperanza de encontrar la salida. Y como cualquier banda que se respete, ensayamos mucho, que por etimología es algo así como andar pesando para probar qué valor tienen las cosas (con todo el pesar de empujarlas si no tiene uno una balanza). Con cada ensayo, esperamos darnos a entender mejor (o cuando menos, darnos). Y cuando hemos estado tomados, aunque sea un poco, por el pánico escénico, siempre hay quien devuelva la atención a la música y disipe el mareo. Eso, claro, si no resulta que es la música la que tanto nos marea como a quien da vueltas a ciegas y aspavientos a ver si mientras denuncia la fealdad de pronto se topa con la belleza. Dicho todo, pues, dialogamos. Y el concierto empezó así, siendo guisa del diálogo. Por más plan y acuerdo que haya habido, nos encontramos con el diálogo ya ocurriendo. El canto ahí está y nosotros vamos descubriendo la melodía. Bueno, esto es un decir; pero todo lo humano es un decir. Nos mantenemos queriendo decir, queriendo sonar; y no diciendo lo que sea y dándole a este blog larga continuación nomás por el gusto que algunos tienen de la longitud, sino queriendo sonar bien. O más bien, queriendo sonar mejor. Es igual con la vida entera, que es buena por las ganas de vivir bien. Que el concierto sea concordancia y convivencia. Este aniversario es motivo de gusto, de amistad y de celebración, pues siendo tantas las tonadas y tan diverso el ritmo, estamos sin embargo juntos confiando en la palabra, queriendo vivir bien.

Anotaciones por aniversario

1-. A casi un año de haber ingresado a este sitio, creo que resulta pertinente contar un detalle casi insignificante. En un principio creí que Cuentagotas sería el título adecuado para lo que escribiría. Siempre tuve que presente que tal vez no me haría presente por la belleza en mi pluma (¿o teclado?) o la profundidad en mis párrafos, sin embargo me empeñaría por resaltar detalles que me parecerían importantes. Exprimiría cada gota para que fuese expuesta a la luz. Me sentía bastante cómodo con los cuentos, por la diversión que tenía en elaborarlos o por la naturalidad que recorría mis dedos al escribirlos. Quería que cada gota se iluminará por medio de ellos. No obstante, posible lector, se ha dado cuenta que el rumbo ha sido un tanto distinto. Si pudiera asignarle un nuevo nombre, definitivamente sería Tertulia (¿coincidencia?). Curiosamente este año tuve oportunidad de acercarme a hombres que me dejaron enseñanzas, una de ellas fue la importancia de sentarse a la mesa para comer. No sólo se deleita uno con los sagrados alimentos, sino que las palabras favorecen que saboreemos cada instante detrás del plato. Por ello pensé que este espacio para escribir podría ser nombrado como tal, cada entrada sería una oportunidad para conversar. Ya no sería un simple señalamiento o una fría exposición sobre una caja de Petri, ahora seríamos afortunado en compartir realmente una experiencia. Para algunos esto puede tomarse como una cursilería entusiasta propia de un joven cándido. Al final quizá nunca nos conoceremos ustedes, lectores, y yo. Como alguien bien dijo, puede que nunca tendremos el gusto de estrecharnos las manos. Sin embargo creo que esta deficiencia puede ser la misma que nos motive a seguir intentando. Advertidos de que nunca nos veremos frente a frente, confiamos en que leernos pueda consolidar alguna comunidad entre ambos. No sólo se trata de que yo transmita información a los lectores, en ese caso ustedes guardaran el mensaje y terminará nuestra relación. Mientras logre que ustedes y yo tengamos una experiencia, una idea o un gesto semejante, estaremos cerca de tener una conversación.

2-. Pacientes lectores, no podría comenzar este año sin pedir una sincera disculpa. Aunque, para empezar, sería bueno preguntarnos qué es una sincera disculpa. Muchas veces abusamos de esta petición sin realmente queriéndola hacer. En vez de buscar redimir nuestro error, nos concentramos en tener una excusa que oculta la equivocación misma. Adelantamos la disculpa porque no confiamos que nuestras habilidades puedan satisfacer nuestra futura empresa (una limpia de manos con apariencia de advertencia). O lo hacemos por el fracaso acontecido sólo para librarnos de sus consecuencias nefastas. Ahí en la disculpa no se asume realmente alguna culpa. En el caso presente, no se trata nada de eso. Al revisar lo escrito en el año pasado, existen alguna entradas por las cuales estoy arrepentido. Unas que no sé por qué están ahí, otras que parecían mejor cuando fueron concebidas y unas que verdaderamente me causan vergüenza. Incluso algunos bocadillos pueden haber parecido insípidos al paladar de algunos asistentes del banquete. Reconozco que no han sido las mejores y pido una disculpa de corazón si no han sido justas para sus expectativas. Por otro lado, también hubo entradas que me terminaron por gustar y hasta hacerme sentir orgulloso.   A pesar de que fue un año fatídico, todavía existen cosas por que celebrar.

3-. Recuerdo cuando me invitaron a pertenecer a esta banda de músicos. Apreciaba mucho sus presentaciones diarias y en alguna medida me ilusionaba por algún pertenecer a ellas. Sin embargo nunca creí que sería realidad. Seguramente ayudó a mi ingreso el que haya estado tanto tiempo en el conservatorio. Creo que no es ninguna sorpresa, ya que en el estilo de mi interpretación se evidencia tal hecho (a veces de manera que ni yo quisiera). Parece como si mi instrumento sonara en un recital, frente a un público que me aprueba si aprendí mi bien mis lecciones en el conservatorio. No digo que mi auditorio sea como describo, si no que parece que mi modo de tocar lo pide así. Afortunadamente, en los últimos meses del conservatorio me fui acercando a esta banda. Ya conocía a varios de sus integrantes y, como bien dije, los había visto en presentaciones. No obstante me fui haciendo su amigo hasta que me invitaron a tocar con ellos (para algunos sería una imprudencia porque el buque titánico se hundía mientras ellos seguían tocando). En estos meses he aprendido algunos errores que me dejo la formación del conservatorio, notar que ha sido incompleta pese a las opiniones de tomarme como un músico arriba del promedio. Dicen ellos que estoy preparado para enfrentarme al mundo, para poder brindar una presentación, incluso, en cualquier foro europeo. Pertenecer a esta banda ha desmentido eso, con el talento —a veces pulido, a veces en bruto— visto y con la consistencia en sus piezas melódicas. El foro europeo puede estar sobrando, lo importante es la perfección en nuestras ejecuciones y en nuestros espíritus de músico. Y en este propósito, es fundamental el papel de ustedes, público querido. Mediante su observación se verá si esto es posible o cierto, quizá descubra uno que otro que también es músico y decida seguir el mismo camino que nosotros (pero ¡cuidado! Queda advertido que no sabemos si tocaremos tierra algún día en este regreso a casa).

Por este año grisáceo, por todo el auditorio, por la banda, por el amor que nos une por la música, ¡salud!

Bocadillo de la plaza pública. El año que terminó dejo muchos momentos a resaltar. Entre algunas despedidas —como el lamentable casi adiós de ICA, hubo supuestos triunfos que varios hombres celebraron. Uno de ellos fue la aprobación del primer amparo para consumir mariguana recreativamente. Varios asumieron que se había ganado una garantía más. Sin embargo, oh, sin embargo diría el gran Machado, quizá sería útil que también opinaran sus detractores, principalmente porque su experiencia con la yerba puede brindar otra perspectiva para un buen juicio.

Mondadientes. Agradezco mucho el haber compartido cada sábado con Námaste y, como bien adelantó, él retomará escribir cada semana. Por mi parte, estará mi publicación cada jueves quincenal, es decir, cada dos semanas. Fue divertido hacer relajo con los juguetes, ahora me toca guardarlos en el baúl para que pueda divertirse su dueño.

Señor Carmesí

Se las cantamos así

Da gusto decir que este blog cumple años. Son seis, aunque por alguna causa tengo la impresión de que es más importante el cumpleaños que la cantidad. Con los festejos del paso del tiempo recordamos los inicios, nos hacemos además hincapié del presente, y extendemos las manos intentando asir la continuidad de ambas cosas. Hay quienes hacen gran alboroto en sus aniversarios, quienes no quieren ni mencionar la fecha y, por supuesto, los que están en medio; pero cuando tratamos como especiales estos días solemos recordar en voz alta, porque es desde la memoria de donde tomamos nuestra perspectiva y nos complacemos compartiéndola. Es tan habitual contar los años que seguro cuando empezamos a hablar ya teníamos alguna vaga noción de qué es una fiesta de cumpleaños: se reúnen los familiares y los queridos (o esperados) para disfrutar y mostrar que disfrutan al cumpleañero. Aunque el festejado ya se sepa querido, es importante volver a decirlo. A veces, claro, hay quienes asisten sin participar más que en la diversión, y entonces los motivos de los convidados no se sincronizan con el ritmo de la ceremonia. Esto es inevitable. Pero aunque no sea raro «festejar» fuera de tiempo, eso es fácil de decir; más difícil es tratar de hablar bien de qué hacen los que sí pretenden consagrar el hito.

Y es que somos muy sensibles al tiempo. Mientras vamos viviendo más nos vamos dando cuenta de que los ratos se acortan, los días se empequeñecen, las memorias lejanas se ahondan, las épocas se dilatan. Podríamos decir que somos nosotros quienes se alargan. De niños la extensión del tiempo nos asombra y, seguramente más de cien veces, nos aburre. Nada de los adultos que hablan del tiempo suena verdadero, el año nuevo tarda muchísimo en llegar y la gente grande se nos figura por completo otro género de ser humano al nuestro. Los padres, en cambio, pueden haber vivido tres veces ya los quince años que en los ojos de su hijo son todo lo que ha habido, cuando cree que ha descubierto qué está bien y qué está mal en el mundo entero. Pero aunque el año sea diferente ante diferentes ojos cada vez, nos damos el tiempo de observarlo. Es una clase de calma jovial en la que tomamos distancia del continuo flujo de las cosas, y tratamos de entenderlas mejor enmarcándolas en la imaginación. Así como no podemos mirar la nueva primavera sin pensarla como una vuelta al inicio después de un final, sin saber que para nosotros significa también la memoria de la primavera anterior y quizá de muchas otras, así también decimos que el cumpleaños marca un ciclo. Y vamos a tiempo, en consonancia con los que nos acompañan, contemplando quiénes creemos que somos y qué pensamos que hemos hecho. Cuando acercamos a nosotros a aquellos con quienes queremos convivir celebramos esa comunidad, en la que juntos tratamos de ver el paso de las cosas. Con la memoria se comparte también el tiempo: juntos nos marcamos el paso. Cada quien tiene su pulso, pero celebramos con el aniversario la coincidencia, y con fortuna, un buen ritmo.

Lo que nuestra banda ha hecho aquí ha sido hablar, y es un buen día para tratar de ver cómo. La confianza en la posibilidad de hablar, el intento de hablar bien, el deseo de hacer comunidad con la voz, desde el principio han sido la fuente de estos seis años de letras. Y aún uno podría preguntar: si ya se ha dicho tanto sobre esto, ¿requerimos seguir diciéndolo? Es como si la novedad, la originalidad y demás objetivos progresistas en este sitio nos tuvieran despreocupados. Puede ser, pero eso no cambia nada. Para el cumpleañero, ninguna de estas cosas tiene mucha importancia tampoco. Éstas más bien son las metas de quien juzga, o bien que ya todo está resuelto y que lo que resta es puro ininterrumpido placer; o bien que nada puede resolverse, y que lo mejor sería no haber nacido. Un aniversario no significa nada para quien se cree inmortal ni para quien no cree ni en su propia vida. También es cierto, además, que se engaña quien supone que lo que vuelve a ser dicho tiene un solo sentido: en el énfasis hay un significado, así como lo hay en el silencio, en la reserva, en la insistencia y en la exageración. La comunión entre las personas es fluida como el tiempo, y sus revelaciones pueden aparecer como nuevas perspectivas, o como que crecen y maduran, o también, dando constantes motivos para mirarse uno a sí mismo y seguir buscándose. Nuestro ritmo no tiene por qué seguir ninguna de las progresiones de la utilidad, ninguno de los ritmos que con el mercado ordenan las cosas para ser consumidas por el presuroso, el descuidado, el desatento, o el mezquino, ni ninguna percusión ensordecedora de los anhelos revolucionarios que desean mejorarlo todo cuanto antes e incrementar sin medida todo posible placer.

Por mi parte, pienso que esta banda pretende ser cuidadosa en que su contrapunto busque la belleza que hay en las cosas que están bien dichas, y en el provecho de seguir juntos compartiéndolas. Eso es lo que hace de este esfuerzo algo más que ejercicio. Puede ser que en esta persecución celebremos nuestra dignidad. Lo bello es difícil, entre otras cosas, porque somos imperfectos, incompletos, mortales, y cada año la profundidad de lo que hemos hecho subraya lo que no hemos entendido, lo que hubiera podido ser mucho mejor, o simplemente, lo que queremos. Pero en esto no hay ningún desaliento, porque es esa misma condición la que, maravillosamente, resalta también cuánto vale el esfuerzo por mejorarse uno mismo. Al diverso traqueteo de nuestra banda se le dificulta lo bello que es alcanzar hablar lo más dignamente posible de quiénes somos; pero me anima que esta dificultad sea de por sí tan bella. Lo he escrito muchas veces, y sin reparo lo hago de nuevo: es mucho mejor la confianza en la palabra sobre lo más valioso, aun si toda posibilidad humana nos tentara a cejar, que la admisión de la desesperanza. Tal vez nunca sabremos si alguna vez ha vivido alguien que sea verdaderamente sabio; y sin embargo, es mucho mejor pensar que sí, e intentar aprender. Los alrededores suelen ser (y probablemente siempre han sido) confusos y desincronizados; pero esto no es motivo para perder el tiempo. Hemos visto a muchos venir a compartir con nosotros la voz del blog, irse por una grandísima diversidad de motivos, y también a algunos cuantos volver. Este año nuestra harmonía aumenta de nuevo, se enriquecen las voces, y con el ciclo marcamos que una vuelta sigue siendo la continuidad de un esfuerzo, seguramente nunca plenamente realizado, de encontrar esta esperanza en la posibilidad de ver lo más humano. Celebramos, pues, con mucho gusto un cumpleaños más. Ojalá que mirando el ciclo repetirse veamos cuánto ha habido de digno en el esfuerzo que emprendimos por hallar las poquitas pistas que este mundo, y quienes son cercanos a nosotros, nos dieran para pensar que, en efecto, la vida digna es posible.

Perenne Juventud

 Por lo general el peor enemigo de un tirano es un bebé indefenso. Heródes mandó matar a los niños de Belén; y antes que él un faraón ordenó la muerte de primogénitos inocentes con tal de mantener desanimado a un pueblo; ambos actuaron por miedo y ambos pensaron en deshacerse de lo que representaban los niños indefensos, que por muy desarmados que estén siguen mostrando al tirano el inevitable paso del tiempo, y junto con ello la menos evitable llegada de la muerte. Pareciera que ahora no hay tiranos de tal talante, los regímenes cambian y se dice que estos son por mucho más justos a los de antes. Sin embargo, aún hay algo tiránico en el corazón de los hombres, y eso mantiene el miedo que se tiene a la llegada de niños indefensos y más aun al paso del tiempo que representa su arribo a este mundo.

El deseo de ser siempre joven, fuerte y poderoso es propio del tirano, no importa si se trata de quien manada matar niños para no verse viejo a su lado, o de quien simple y llanamente procura comportarse como tal para negar el inevitable paso del tiempo. La mayoría no puede deshacerse de aquellos que por más jóvenes ya no son contemporáneos, de modo que la mayoría de los ávidos de juventud optan por comportarse como niños.

El niño indefenso necesita atenciones y cuidados, el joven que quiere ser eterno, se busca de los otros atenciones y cuidados, no siempre los obtiene por lo que no será difícil verlo hacer berrinche y justificar el mismo aludiendo a una depresión. El niño empeña fácilmente su palabra, en especial cuando el cuidado por la palabra es deficiente a su alrededor, con la misma facilidad con que la empeña, la rompe; el joven que ya no lo es tanto, pero quisiera serlo, empeña con facilidad su palabra, se compromete y pretende que los demás lo hagan, pero pasado un buen tiempo se olvida de lo que debe hacer y se queja del olvido de los demás.

El deseo de ser joven eternamente lleva a muchos tiranos que parecen hombres a vivir como niños, y a esperar de los otros, algunos también jóvenes tiranos, el comportamiento de adultos que ellos mismos no son capaces de tener.

Maigo.

Big Band Bloggers Strike back

Caminamos; caminamos mucho; mucho caminamos todos; largas y tediosas caminatas de todos nosotros; nosotros que fuimos caminando larga y pesadamente… tediosos. Recorrimos senderos dejando migajas, pues eso es todo lo que podíamos dejar: migajas que se fueron comiendo los cuervos y después las fueron cagando por donde volaban, ¿y qué salió de ellas? El fracaso.

Así es, fracasamos, fracasamos todos, pero fracasamos juntos; aunque juntos no seamos todos y tan sólo hayamos quedado quienes realmente fracasaron, pues ¿qué más fracaso hay que regresar a reinaugurar aquello que fue el fracaso primero? ¡Eso! Una re-inauguración, una re-apertura, opening night, the bar is running again; un par de canciones, mucho alcohol y algunas putas y el negocio está de vuelta… osease WE’RE BACK!!!

De nuevo, back, retornamos, los Bloggeros de la Gran Banda vuelven a tocar, vuelven a entretejer sus melodías en contrapuntos jazzísticos, en explosiones pirotécnicas sin sentido, en grandes orgías de palabras y amargas resacas que nos llevarán a la gloria… o al fracaso. Pues estamos partiendo de donde no se debe partir. Volvemos a habitar la casa derrumbada. El bosque seco, devastado por el incendio, vuelve a ser el escenario de nuestros ritos. Como aquel científico loco, juntamos los pedazos que quedaron y les aplicamos la de Frankenstein, para darle vida a un nuevo monstruo, a una deformidad que no debió haber nacido en primer lugar pero que nosotros estamos resucitando… re-su-ci-tan-do…

Los Big Band Bloggers estamos de regreso y eso es lo que importa, algunos con nuevos nombres, otros con nuevas ideas y unos más ya no pudieron seguir pues al parecer terminaron cagados por los cuervos en algún bosque lejano y no pudieron ni siquiera florecer en este nuevo fracaso… este hermoso fracaso que estará lleno de energía y elocuencia, perversión y mojigatez, ñoñerías y arbitrariedades, pero siempre al ritmos de la poesía y la buena letra, con ese swing que sólo unos locos excéntricos, que van por el mundo buscando comida y de vez en cuando escriben, pueden tener.

Estamos de regreso y no nos vamos a ir… por lo menos en un buen rato… por lo menos hasta estamparnos de nuevo contra la pared… por lo menos hasta destrozarnos unos a otros y dejar esto tan muerto y acabado que ni migajas queden… por lo menos hasta que la belleza deje de bailar intermitentemente en alguna de nuestras entradas, pues eso es lo que buscamos todos… la belleza de la palabra y la música de seis cuerdas que se vuelven a afinar en esta guitarra virtual para tocar una hermosa melodía… la melodía de nuestras vidas conjugadas.

Gazmogno