¿Se volvió Black Mirror un producto en serie?

¿Es posible replicar la consciencia?, ¿el hombre puede usar responsablemente la tecnología?, ¿entendemos cómo repercuten en nuestro actuar los constantes cambios tecnológicos?  Son algunas de las principales preguntas que nos habían explotado tras ver los primeros diecinueve episodios de Black Mirror. Una serie que cuestionaba las ventajas de la técnica poniendo en evidencia sus excesos; serie que nos exigía mirar con desconfianza nuestros avances tecnológicos después de cada capítulo. Los últimos tres episodios apenas si se acuerdan de las preguntas que volvieron tan buena, aterradora e innovadora a la serie.

Striking Vipers mezcla la posibilidad de la representación de la consciencia y los videojuegos. En el juego, según el capítulo, podemos ser el jugador que escogemos, sentir todo lo que siente, tener su cuerpo y su fuerza, pero con la libertad de llevar a la realidad virtual todo lo que hacemos en la cotidianidad. Somos otros y los mismos (¿qué es ser uno mismo y qué es ser una representación?). En el mundo real el personaje principal no puede ser infiel, aunque lo quiera, en el juego sí; en el mundo real el personaje es medianamente atractivo, en el juego es muy atractivo. A diferencia de White Christmans, en el episodio inaugural de la quinta temporada la replicación de la consciencia es usada sin demasiados riesgos; a diferencia de San Junipero, el mundo virtual se puede consumir en pequeñas dosis; a diferencia de buena parte de los episodios, en los que hay más preguntas que supuestos, aquí se parte del supuesto de que la infidelidad es inherente en las personas. Los increíbles avances tecnológicos apenas si desconciertan.

Tal vez Smithereens sea el mejor capítulo de la última temporada, pues nos remarca que el creador de cualquier producto tiene responsabilidad sobre lo que hace. ¿Fue consciente Mark Zuckerberg de la vanidad que despertaría su red social?, ¿sabía que muchos la usarían para suplantar identidades, potenciar el alcance de los fraudes y las extorsiones?, ¿previó que podía ultrajar la privacidad de cada uno de sus usuarios?, ¿en algún momento consideró que su red podía ser un arma del más alto calibre político? Si suponemos que era ignorante de todo lo anterior, que se percató de ello después de mucho de haberla creado y de haberle añadido elementos que la volvieron más intrusiva y adictiva, no es tan inteligente como lo parece. El nombre del capítulo se debe a una red social tan adictiva y con tantos usuarios como Facebook. El personaje principal, Christopher, hace todo lo posible por hablar con el creador de la compañía. Después de captar la atención del autor de Smhithereens, el personaje central se queja de que la red también puede ser utilizada de modo irresponsable, que causó una muerte. El artífice de un producto y el usuario de éste son responsables de la finalidad de lo producido. En un entorno donde se entroniza lo que produce dinero, el productor tiene la inmensa responsabilidad de no hacer este mundo más injusto. Tiene la inmensa responsabilidad de vislumbrar el poder de lo que hace. ¿Estamos a la altura de nuestros propios avances tecnológicos?

Miley Cyrus es la actriz más famosa que ha protagonizado un episodio de Black Mirror. Por ello el capítulo trata de entretener a los fans. Tiene un final feliz. Se parece un poco a la vida de quien antes fuera Hannah Montana. Es el peor episodio de toda la serie. Rachel, Jack and Ashley Too se centra en la vida de la cantante Ashley O y una de sus fanáticas. La persona que sale en al escenario es distinta de Ashley. Su mánager, quien también es su tía, quiere hacer dinero y busca cualquier manera de explotar la redituable imagen de Ashley O: hace caer en coma a su sobrina y le extrae la creatividad gracias a una compleja mezcla de aparatos y talentos. La fanática le salva la vida al personaje hecho para Miley gracias a una muñeca que es consciente de su condición de réplica de consciencia de Ashley y de que sabe que ésta está enferma. El plan de la malvada tía (como cualquier plan de Soraya Monenegro en la telenovela María la del Barrio) fracasa. El capítulo sugiere que el ímpetu artístico se puede estancar por realizar únicamente lo redituable para el artista. Las marcas garantizan ventas, pero la falta de innovación termina siendo aburrida. Algo semejante le pasó a la marca Black Mirror con la quinta temporada. Se repitió y casi ni innovó. Sus finales felices no tuvieron un trasfondo oscuro como el de Hang the DJ. ¿Fue una crítica de Charlie Brooker a las posibles exigencias de Netflix o fue una maniobra para atraer más público, volver a la serie una más del montón y seguir vendiendo suscripciones?

Yaddir

Evaluaciones teórico-prácticas

«Nosdive» nos espanta sobre el persistente terror de ser calificados. El capítulo de Black Mirror evidencia que la tecnología estimula una actividad humana: la valoración. Es horroroso porque es verdad. La crítica, el chisme, la intriga, la censura basan su existencia en la posibilidad de elegir entre lo mejor y lo peor. ¿Cómo saber que algo es mejor a otra cosa?, ¿cómo se establecen los parámetros para otorgar una alta o baja calificación? El primer capítulo de la tercera temporada no nos ayuda mucho para saberlo; quizá sea lo que diga la mayoría (quienes cuentan con la herramienta para establecer una sociedad al llegar a un consenso). Pero en la cotidianidad parece que el contenido ayuda a elegir si algo es bueno o malo; así como, parece, los motivos de las acciones nos ayudan a saber si alguien se acerca más al calificativo de bueno que al de malo. Por ejemplo, sabemos que un aguacate es mejor que otro porque su sabor así nos lo indica. Entendemos que una película es mejor que otra porque nos representa mejor, nos replantea, es decir, nos cuestiona. Si no entendiéramos que algo es bueno o malo, siquiera conveniente o inconveniente, no podríamos elegir.

 

Que un ciclo escolar se defina en una cifra establecida por una escala que va del 1 al 10 (aunque a pocos importe lo que hay bajo el inframundo del 5) quita el sueño a muchos estudiantes. Congela, aterra y casi causa enfermedades psicológicas el que en dos semanas, y hasta en menos de 120 minutos, se defina una calificación. Pensándolo con más calma, los conocimientos que se van a verter en un examen son los que se han adquirido a lo largo de muchos años de memorización o aprendizaje. Aunque el camino no siempre es tan llano como pretenden los programas escolares, ni siquiera en el caso de las matemáticas. Los profesores no están tan coordinados como para pasarse a los alumnos a través de una serie de escaleras ascendentes; en todo caso parecería que los llevan por una serie de caminos accidentados donde se llega a la meta sin que los estudiantes que lograron llegar sepan como lo hicieron. El ascenso académico se logra caminado sobre escaleras de Penrose. Pero más problemáticos que los problemas del profesar profesionalmente contenidos, resulta la labor de calificar. ¿Cómo se evalúa cuando cada alumno presenta capacidades distintas?, ¿Se le debe dar la misma calificación a quién se esfuerza mucho que a quien se esfuerza poco, pese a que el talento del segundo sea notablemente mayor?, ¿cómo se evalúa a los alumnos que sufrieron rupturas amorosas o padecieron fracturas entre sus familiares?, ¿el que trabaja merece ser tratado con menos rigor que el estudiante de holgada condición económica? Pero una pregunta me resulta más apremiante, ¿cómo hacer que el estudiante no sobrevalore una calificación como lo hace Lacie?

 

Separar escuela y trabajo, o, como a muchos les gusta decir, escuela y vida real, me parece una exageración. Las similitudes entre la escuela y la vida después de la escuela son más que las diferencias: se vive la más sucia competencia, se expresan relaciones amorosas y amistosas, se deben respetar los horarios y, principalmente, se califica lo realizado. En toda tu vida te van a calificar, la escuela sólo te prepara para eso; el modo en el que se obtienen las calificaciones a veces importa más que la calificación misma; entregar todo, cumplir con los horarios con preocupante exactitud, seguir las reglas y protocolos sin desviarse ni una línea no es igual a que estés haciendo las cosas bien ni que eso te lleve a ser buena persona. Parecería que nos repite ciclo a ciclo la escuela. La escuela no es la teoría y la vida post escolar la práctica. Vivimos entre teoría y práctica. Me parece que el dicho “así como te ven, te tratan (así como ves, tratas)” se puede glosar más claramente: así como somos calificados somos tratados; así como calificamos, tratamos. ¿Cuántas personas se han merecido el diez?

Yaddir

Hang the DJ

Destrozar los muros de la civilización casi mil veces es la única manera en la que el amor verdadero se manifiesta. Tomando esto metafóricamente se podría decir que amar es romper con todo lo que no nos deje amar. Al menos eso deja ver Hang the DJ, el cuarto episodio de la cuarta temporada de la serie Black Mirror. Si bien es lo más llamativo del capítulo, no es lo más interesante. Como cada capítulo de la serie, nos abofetea en cada escena con preguntas sobre nuestra ambivalente relación con la tecnología; chocan nuestras ilusiones de crecimiento contra nuestra dolorosa realidad. ¿Los avances tecnológicos podrían alejarnos de la posibilidad de amar o son la única manera de encontrar a nuestra pareja ideal?

Supongo que Charlie Brooker, el escritor de la referida serie, para realizar el guion de un capítulo apela a las musas con la frase “Qué pasaría si tuviéramos una aplicación que nos permitiera…”; o quizá se inspire leyendo a su compatriota, uno de los grandes seductores de las nueve hijas de Zeus, William Shakespeare, y se pregunte: ¿y si Yago fuera un aparato que nos permitiera revisar cada uno de nuestros recuerdos? O ¿si en vez de los Montesco y los Capuleto existiera un sistema que nos desafiara a luchar por la pareja amada? Sea cual sea el momento divino del escritor inglés, sus suposiciones no se alejan tanto de la realidad, pues ¿cuántas aplicaciones no existen para encontrar a la pareja ideal?, ¿quién cuestiona tan radicalmente sus costumbres actuales para no creer que la tecnología progresará tanto que no sólo nos ayudará a encontrar el amor verdadero, sino que nos preparará para que lo merezcamos? Evidentemente Hang the DJ no muestra a la tecnología como aquello que nos hace la vida más fácil, pues la aplicación para encontrar la mejor pareja no nos impide equivocarnos, así como tampoco entroniza el placer fugaz de la cama como el mejor sustituto cuando no se ama. Pero la tecnología, en el capítulo, sí facilita un buen entorno para vivir, una comunidad sin problemas, un mundo donde no se necesita trabajar, ni tener dinero y, al parecer, no se viven injusticias. El entorno ideal para que el amor se manifieste en toda su pureza.

¿Amar, el rasgo más humano, no podrá ser aniquilado por la tecnología? Como ya se veía en San Junípero, quizá sólo eso no pueda cambiar el paso del tiempo: toda la humanidad ha amado y nunca dejará de hacerlo, pese a que nuestra “mente” quepa en una USB. Pero qué es y cómo se vive el amor en tiempos de impresionantes avances tecnológicos se plantea mejor en el cuarto capítulo de la cuarta temporada. Algún amante de la Grecia antigua podría encontrar en este capítulo una reformulación del mito de los andróginos que Aristófanes cuenta en el Banquete: hay que ir de pareja en pareja para encontrar nuestra otra mitad. Al igual que en el mito, en el capítulo no parece demasiada clara la capacidad de elección que el hombre tiene para encontrar su otra mitad, o si todo está fraguado por un destino (sistema) inescrutable. Al igual que el mito, el capítulo podría estar condensado de una oscura y dolorosa ironía.

¿No podemos encontrar a nuestra pareja ideal sin la tecnología?, ¿un sistema, del que no se nos dice mucho, debe domar a la fortuna y tomar su lugar? Parecería imposible desafiar 998 veces a un sistema que parece controlarnos, ¿no se estará manifestando así la imposibilidad de encontrar la pareja ideal? Los que no lo hacen y se quedan en 500, ¿están condenados a vagar siendo felices a medias? El capítulo Hang the DJ, lejos de ser una historia cursi, de un amor que sin importar los impedimentos o las costumbres sociales florece, nos exige preguntarnos si la tecnología nos ayuda a ser felices o, al obstaculizar nuestras decisiones en cientos de ocasiones, nos condena.

Yaddir

Espejo eléctrico

El internet ha cambiado nuestras vidas. El cambio más notorio, y quizá el principal, sea el modo en el cual concebimos nuestro carácter. Nos concebimos diferente cuando creamos un perfil sobre nosotros que cuando escuchamos hablar sobre nosotros o cuando reflexionamos sobre nosotros. Por ello, al ver nuestros diferentes perfiles sobre nosotros podemos preguntarnos: ¿qué somos?, ¿nos componen las imágenes que nos gustan?, ¿los centenares de amigos que reunimos en un link?, ¿las actividades que compartimos?, ¿las críticas a las que nos adherimos o que soltamos?

Un producto propalado por la red nos hace ver y reflexionar sobre los cambios y proyectos de la tecnología y el internet: Black mirror. Desde el título de la serie se nos hace referencia a nuestro reflejo a través de la tecnología. En las primeras dos temporadas se enfatiza que el avance de la tecnología aunque sea mucho, al punto de crear algo semejante a quienes fueron nuestros seres queridos (Be Right Back), no garantiza la felicidad. La felicidad no consiste en obtener la mayor cantidad de entretenimiento tecnológico (The Waldo Moment). La propia tecnología puede volvernos infelices al modificar, destruir, la justicia, pues se puede volver venganza (White Bear, White Christmans). Lo más común que vemos en la serie es que la tecnología produce la infelicidad.

El primer capítulo, Caída en picada (Nosedive), de la recién estrenada tercera temporada presenta la aparente felicidad. La joven Lacie Pound tiene una calificación de 4.2 estrellas y, como la mayoría de las personas, aspira a estar lo más cerca posible de las 5 estrellas. La evaluación general se obtiene por el constante trato con las demás personas: saludar da estrellas; comprar da estrellas; compartir fotos de lo que sea, da estrellas. Las estrellas se envían al perfil de cada persona mediante un celular que todos llevan. Hasta este punto se podría pensar que se trata de una red social avanzada y que, como toda red social, tiene un límite en la vida real. Pero en el capítulo se mezcla el perfil con la realidad, pues dependiendo el puntaje se puede escalar en los puestos laborales, se pueden tener mejores servicios en aeropuertos, tiendas e inclusive hospitales; las personas con puntaje bajo difícilmente tendrán acceso a una buena calidad de vida. Las personas que mejor aparecen son quienes tienen mayor puntaje; quienes aparentan mejor parecen vivir más felices. En consecuencia, se genera una convivencia aparente: las bodas son aparentes, las relaciones laborales, las amistades; no hay amor, no hay comunidad, no hay amigos. Aquellos que se atreven a alzar la voz en contra de lo común, a no vivir conforme al gusto de la mayoría, se convierten en marginados. No se puede cuestionar abiertamente ese modo de vida, sería un suicidio social. Pero, como decía el viejo filósofo ateniense, lo mejor no es lo que la mayoría dice. Lacie aprenderá que es mejor la sinceridad; su declive será el inicio de su reflexión.

Black Mirror es una serie que exige reflexionar sobre cómo usamos la tecnología y los excesos en los que podemos caer. Podemos manejar ilimitadamente la felicidad que aparentamos transmitir en nuestro perfil, pero eso jamás nos hará verdaderamente felices. El espejo negro puede terminar confundiendo totalmente lo que somos.

Yaddir