Homenaje a un maestro

Homenaje a un maestro

A 125 años del nacimiento de Alfonso Reyes

Lo difícil no es mantener a los maestros en el recuerdo, sino evitar defraudarlos. Es sencillo y fácil, tanto en su planeación, preparación y ejecución, hacer un homenaje público; la receta es sencilla:
1. Agradecer humildemente al organizador que permita al auditorio engalanarse con su presencia (si el organizador no es de su agrado, es necesario elogiar públicamente la inteligencia del mismo por darle al público la oportunidad de gozar de la presencia del homenajeante).
2. Comenzar la alocución por la exposición de la relación que tiene el homenajeado con el homenajeante, a fin de permitir al segundo divertir al auditorio con agradable anécdotas sobre su persona, su vida y su inteligencia, sin por ello ocultar la dicha de que el homenajeado lo hubiese conocido.
3. Expresar muy enfáticamente que a su juicio, y no sólo a su opinión, él considera perfectamente justo, sobrio y de buen gusto, que el homenajeado no sólo reciba un homenaje, sino que merezca ser homenajeado por él.
4. Si la situación lo permite, y el homenaje no es de cuerpo presente, al terminar el discurso el homenajeante se levanta de su lugar, acude al del homenajeado, lo abraza palmeando visiblemente sobre su espalda y posa para la foto. (Es muy importante, en estos casos, cuidar la postura y la apariencia que quedará plasmada para la inmortalidad de los cinco minutos de fama que regala la foto. Si el homenajeado es más bajo o de la misma estatura del homenajeante, el segundo debe pasar su brazo sobre el hombro del primero; si el primero está enfermo o es anciano, la mano debe colocarse en el hombro señalando protección; si el primero es coetáneo y sano, el segundo ha de colocar la mano sobre el hombro sin mostrar los dedos al ojo indiscreto de la cámara, denotando su dominio de la situación. Si el homenajeado es de mayor estatura que el homenajeante, el segundo debe evitar pasar el brazo por la espalda del primero, pues parecería abrazo de compadrazgo y camaradería, lo cual es de mal gusto en la industria del homenaje. Si acaso se lleva saco y corbata, se ha de evitar que el saco desabotonado descubra la camisa, porque eso es para foto de boda familiar. Si con motivo del homenaje se dio una placa o un distintivo, lo correcto es que el homenajeante semeje dárselo al homenajeado, pues así afirmará su superioridad, galanura y calidad académica, sensual y moral).
Lo que no es sencillo es mantener presentes las enseñanzas de los maestros en la vida diaria, en todas nuestras actividades, en nuestro modo de vida.

Gadamer dijo que al escribir sentía la presencia de Heidegger sobre su hombro. Juan de Mairena decía a sus discípulos que lo único para lo que podía prepararlos era para la vida. Y Borges, en una de sus mejores páginas, afirmaba que el maestro genuino transforma la vida con su sola presencia. Podríamos creer que la imaginada presencia del maestro de Gadamer nos privó de errores e imprecisiones; que el imaginado maestro (de educación física) que es Juan de Mairena ha enriquecido la vida socrática de algunos de sus lectores; pero de la presencia real y vital del maestro de Borges en la vida de sus discípulos podemos presentar más de un caso memorable.

Creo que los dos grandes frutos del maestro Pedro Henríquez Ureña son Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes, sin por ello desdeñar al notabilísimo resto de humanistas que de Nueva York a Buenos Aires, y de México a Madrid, entusiasta y preocupado, dedicado y muy vivaz, don Pedro cultivó.

Casi nadie regatea los méritos a Borges; pero Reyes no cuenta con la misma suerte. Casi todos los medianamente cultos pueden mencionar los títulos de algún poema, algún cuento y algún ensayo del argentino, y acaso juntar con gran esfuerzo dos de esos tres títulos para el caso del mexicano. Casi todos pueden afirmar que han leído a Borges, aunque no hayan cubierto ni una tercera parte de su obra completa; mientras las obras de Reyes (26 tomos de obra terminada, 8 tomos del diario, 2 tomos de documentos oficiales, 2 opúsculos, 8 tomos de cuadernos de notas, 82 epistolarios… y contando) son una leyenda de referencia segura para el intelectual de domingo: “pues Reyes dice que las bacterias tienen su propia cámara legislativa; está en algún tomo de sus obras” (Nunca, lector, nunca preguntes a quien así afirma en qué tomo lo dijo Reyes, pues perderás la amistad del jactancioso, se te tachará de cuadrado positivista y, aun peor, podrías quedar exhibido como alguien que no puede sopesar la respuesta); son, en el mejor de los casos, resguardadores del polvo y las buenas intenciones en los estantes de las librerías y bibliotecas. Razones para esta diferencia hay muchas, verdades sobre ella quizás esperan a ser descubiertas, quizás aguardan en los arcanos de la humanidad; seguro es, lector, que yo no te las diré.

En la correspondencia entre Borges y Reyes resalta un elemento más en la contraposición de ambos personajes. Mientras Alfonso alienta a Borges a la amistad, a la claridad de la pluma franca; Jorge Luis responde a Reyes con seriedad estupefacta, con la fina precisión de un hombre creativo. Las cartas entre Reyes y Borges no logran reunirse en un tono común, aun cuando no mediaba disgusto entre ellos. Todo parece indicar que ambos convivieron bien, que se estimaron, que fueron buenos compañeros en común esfuerzo que fue Sur. ¿Por qué las cartas no logran la unidad que sí se logra en otros casos?

De acuerdo al poema luctuoso que Borges dedicó a Reyes, el argentino veía en el regiomontano la perfección del escritor y la del hombre, no sólo un círculo de perfección, sino una esfera de sabiduría. No sería exagerado decir que, para Borges, Alfonso Reyes fue la forma humana de la esfera de Pascal. (No está de más recordar aquí que cuando José Ortega y Gasset visitó Argentina y se molestó por una pregunta teórica del poeta Reyes, el cuentista Borges comentó aquella tarde que el filósofo sabía muchas cosas, pero él pudo ver que el verdadero sabio era el poeta [José Gaos, siempre reconociendo su deuda con Ortega, le dice a Reyes que él es su verdadero maestro]). Don Alfonso, en cambio, escribe en su diario y en las cartas de sus primeros días en Argentina que ha podido conocer a gente muy importante, valiosa e inteligente. De Borges, particularmente, Reyes reconoce su brillante inteligencia y su inigualable gusto por saberlo y leerlo todo. No sería exagerado decir que, para Reyes, Jorge Luis Borges fue la gran promesa de las letras hispanas. El contraste es, sin duda, interesante. De un lado, la perfección acabada y completa; del otro, la promesa de perfección y el reconocimiento de la necesidad del cuidado para llegar a ella. De un lado, el juicio de un escritor que quiere coescribir la vida de un personaje; del otro, el producto de un creador que se enorgullece de su obra. De un lado, Borges el creador; del otro, Reyes el escritor. Mediando entrambos, Pedro Henríquez Ureña, el maestro que de un lado perfeccionó la escritura y del otro animó la creación. ¿Cómo lo hizo?

Dice Borges en su página perfecta sobre su maestro que por su sola presencia Pedro Henríquez Ureña apelaba a la perfección de sus discípulos. Supongo que el joven Borges, queriendo saberlo y leerlo todo, concibió su obra como una creación perfecta, en el sentido bíblico, porque tomó su formación como apostolado, como perfección discipular: la sola presencia del maestro Heríquez Ureña gritaba ¡Sed Perfectos!

En las cartas de juventud entre Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña resalta notablemente la labor propedéutica del maestro, quien exhorta al discípulo a lograr la plena claridad de la pluma en el ejercicio más sincero y franco del hombre: la amistad. Henríquez Ureña enseña a Reyes que, si acaso pueden ser amigos, deben ser completamente francos, completamente entregados a la vida del escritor, completamente dados a leerse, escribirse y coescribirse, pues sólo así podrían exhortarse mutuamente a la virtud.

¿El discípulo como apóstol o como amigo? Esa es la pregunta central del verdadero maestro. ¿Cómo evito defraudar a mis maestros? Debería ser la pregunta central del verdadero discípulo. Sin estas preguntas, la verdadera educación carece de sentido.

Námaste Heptákis

Invitación. El Colegio Nacional invita al ciclo de conferencias “Fundadores de la novela o cómo escribir un género que no existe”, que impartirá el escritor Juan Villoro de acuerdo a los siguientes temas y fechas:
Jueves 29 de mayo – Cervantes: la novela fronteriza
Martes 3 de junio – Defoe: la invención de la realidad
Jueves 5 de junio – Goethe: narrar para conocer
Martes 10 de junio – Gógol: el atrevimiento de reír
Todas las conferencias serán a las 19 horas. La entrada es libre. Y habrá transmisión en vivo por la página del Colegio.

Coletilla. El día de ayer, 16 de mayo, en el diario Reforma, Juan Villoro tomó por pretexto un hecho noticioso para practicar el ensayo en su más bello estilo; lo comparto. Se intitula “Limbo”.
Esta semana el músico de rock Gustavo Cerati cumple cuatro años en coma. La medicina permite la existencia de seres fronterizos que duermen entre la vida y la muerte. Un artista del sonido y de la furia vegeta sin diagnóstico preciso. Aunque cuatro años parecen demasiados, la conjetura de un posible retorno impide retirar los cables.
En 1992 publiqué la novela para niños El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica, donde un rockero cae en coma y revive gracias a que escucha su propia música. La idea de que un cuerpo se cura con lo mejor de sí mismo sirve para contar una fábula, no para aliviar a un enfermo sujeto a las restrictivas normas de lo real. Las canciones de Soda Stereo suenan sin ser escuchadas por el artista que las concibió.
Si Cerati despertara, los principales efectos secundarios de su enfermedad serían la ausencia de recuerdos y la ignorancia de lo ocurrido en ese lapso. Alguien debería ponerlo al tanto.
Esto lleva a un predicamento moral: ¿vale la pena decir qué ha sucedido?, ¿no sería mejor contar una historia alterna?
Cerati murió en vísperas del Mundial de Sudáfrica. ¿Habría que alentarlo en su recuperación, diciéndole que Argentina ganó la Copa y Maradona logró como entrenador lo mismo que como futbolista y Messi se consagró como su indiscutible sucesor?
En el ambiente encapsulado de la convalecencia, el cantante podría someterse a un tratamiento ilusorio, de noticias positivas, donde el peronismo fuera una forma de la sensatez y la autocrítica, y los músicos cobraran derechos por todas las canciones que circulan en la red.
Sospecho que este reforzamiento positivo sería más necesario para nosotros que para él. La verdad sea dicha, da vergüenza confesar que en cuatro años casi nada ha mejorado.
Ya fuera del hospital, Cerati pasaría a la zona impura donde existen las verdades. Pese a todo, algunas son alentadoras y producen el asombro de lo inverosímil. Sería más fácil que Cerati creyera en otro triunfo de Maradona que en un Papa argentino, dispuesto a cambiar las normas medievales de la Iglesia.
Acaso el doble milagro de la resurrección y del primer Papa llamado Francisco -pobre entre los pobres-, harían que el cantante asumiera una férrea devoción. Quienes sobreviven a catástrofes extremas suelen asumir una honda espiritualidad y regresar al lugar de su accidente como a un santuario. Todo esto no es sino una exagerada especulación. Por desgracia, la mayoría de las verdades no son estimulantes ni curativas. Antes de actualizar a Cerati, convendría responder a sus preguntas con el piadoso recurso de cambiar de tema.
Quienes se encuentran en coma ponen en entredicho lo que hacemos. Su eclipse mide nuestro tiempo. Si abrieran los ojos, ¿podríamos justificarnos ante ellos o sentiríamos la tentación de meter la basura bajo la alfombra? Entre dos orillas, los seres intermedios nos desafían a demostrar que vale la pena seguir de este lado.
En demasiadas ocasiones, el rock ha obligado a repetir la consigna griega de que los favoritos de los dioses mueren jóvenes. El caso de Cerati se aparta de esa romántica necrología. No pertenece al club suicida de Jim Morrison, Janis Joplin, Amy Winehouse, Jimi Hendrix, Brian Jones o Kurt Cobain. Tampoco es heredero de la estirpe de Keith Richards o Lou Reed, profetas del acabamiento que se salvaron sin repudiar su gusto por las calaveras. Para Richards y Reed, la angustia de estar vivo no se supera buscando la felicidad ni adoptando enternecedoras mascotas. Su oscura ruta de superación personal consiste en que la autodestrucción fracase.
Lejos de esas actitudes, el líder de Soda Stereo llevó al rock en español a un plano superior. Su vitalidad fue del tamaño de los estadios que llenó. No buscó el sacrificio ni el martirio. Su destino es tan inexplicable que obliga a cuestionar el nuestro.
«La música, misteriosa forma del tiempo», escribió Borges. Gustavo Cerati mejoró una época tan difícil como todas las épocas.
Desde 2005, el Vaticano hizo que el limbo desapareciera. La tierra media entre el infierno y el paraíso, a la que iban a dar los niños sin bautizar, fue erradicada por los teólogos para refugiarse entre nosotros.
La realidad está mal hecha. Falta justicia y sobran moscas. Curiosamente, la lograda representación de esa realidad es la forma más convincente y extraña del placer. El limbo existe, pero también el arte.
Cerati merecería de un relato a la altura de su música: no un informe sobre los defectos del mundo, sino uno novela para sobrellevar el mundo.

De sombras, ausencias y más cosas amarillas

Dios o Tal Vez o Nadie, yo te pido

su inagotable imagen, no el olvido”

J. L. B.

 Me acuerdo. Con ella, parecía estar completo (aunque tuviera el alma toda desbarajustada). Parecía ser feliz. Con ella caminaba y corría. Gracias a ella jugué todo el billar que me tocaba jugar, y tal vez un poco más. Sin ella nunca hubiera montado a mi yegua «La Muñeca», mi pasión más grande. Sin ella esos danzones en Chalma serían pura fantasía.  Me acuerdo cómo se sentía que fuera mía. Aunque, pensándolo bien, era tan mía que su presencia parecía invisible. Pensándolo bien, nunca la valoré como se debía. Debí cuidarla mucho más.  Luego vino esa maldita enfermedad. Luego se fue, me la arrebataron sin siquiera preguntarme, sin siquiera decirme “agua va”. Fue una grosería porque era mía y de nadie más. Ahora que no está, aunque de verdad lo intento, no puedo no extrañarla. Literalmente hay un hueco donde ella debiera estar. Aquel día que se fue, también yo me fui tantito. Siempre he sido un pesimista; siempre he pensado que la gente, al pasar los años, sigue siendo la misma. Pero desde aquel día, aunque al principio lo intenté disimular, dejé de ser quien era. No más caminatas, corridas, danzones ni cabalgatas.  Piensan todos que estoy loco, y quizá lo estoy un poco, pero hay días que me duele, no su ausencia; me duele como si ella aún estuviera. Me pica, me tiembla, me da comezón, la siento cerca. Luego volteó y me cachetea la realidad, luego volteo y recuerdo que ya no está… Luego guardó silencio. Luego vi lo que jamás imaginé de él; una solitaria lágrima escurría de su mirada. Una lágrima y nada más. A mí abuelo le cortaron su pierna un diez de febrero. El día que me preguntaron cómo se sentía una ausencia, cuando me preguntaron qué era extrañar a alguien, no supe qué contestar. Yo qué iba a saber. Se siente y nada más. Pero pensé en ti y en ella; en los momentos, en sus llegadas y partidas sin despedida. Los recordé amarillos. ¿Cómo se siente un vacío? ¿Cómo extrañar lo que ya no está? Es como ver el negro o hablar el silencio. Es cosa divina, como otras tantas, que las palabras en realidad nunca alcanzan.  Se siente, tal vez, como eso que dice mi abuelo; se siente horrible el vacío, pero calientito el recuerdo. A veces nos traiciona la memoria y se olvida que eso que se fue, ya no está,  aunque otras tantas sospecho que nuestra alma se hace la tonta para que no le duela tanto ese espacio en blanco. Extrañar es el dolor de una ausencia, dolor que es como nuestra sombra, dolor compañero y fantasma como el de un amputado. Pero ese dolor, que es eco,  que es memoria y es recuerdo, que a cada instante nos sigue y permanece, también nos cuida y nos mantiene.

 PARA APUNTARLE BIEN:   Esto se llama Weeping y es de A. Pope

While Celia’s Tears make sorrow bright,
Proud Grief sits swelling in her eyes;
The Sun, next those the fairest light,
Thus from the Ocean first did rise:
And thus thro’ Mists we see the Sun,
Which else we durst not gaze upon.

These silver drops, like morning dew,
Foretell the fervour of the day:
So from one Cloud soft show’rs we view,
And blasting lightnings burst away.
The Stars that fall from Celia’s eye
Declare our Doom in drawing nigh.

The Baby in that sunny Sphere
So like a Phaeton appears,
That Heav’n, the threaten’d World to spare,
Thought fit to drown him in her tears;
Else might th’ ambitious Nymph aspire,
To set, like him, Heav’n too on fire. 

MISERERES: El casi ex-secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, es acusado (otra vez) de tejer desde hace varios años una red de empresas en Miami: restaurantes, consultoras de seguridad y muchas propiedades (aunque están a nombre de su esposa).   El fin de semana se dio a conocer que 36 municipios del Estado de México tienen crisis financiera; hay deudas, aguinaldos no. “The economist” comparó las cifras de muertes en México con las de países africanos. Miren: http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2012/11/comparing-mexican-states-equivalent-countries

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Ireneo Funes

A Ireneo Funes

So sad, so strange, the days that are no more

Alfred, Lord Tennyson

Aquella noche vinieron tres caballos. Dos eran enormes,  percherones.  Creo que eran cafés. El otro era blanco y pequeño, como los de carreras. Creo que ninguno tenía nombre, o será que ya los olvidé. Pero el blanco tenía los ojos de él, negros, profundos, soldados de un secreto que nunca sabré. Eso lo recuerdo bien. El fondo era amarillo. Luego la noche se fue. En la mañana me prometí, me demandé, recordarlo todo. Recuerdo, claramente, muy poco. Quizá fue culpa de aquella noche; como todas, aunque amarilla, estuvo llena de neblina. Ojalá la culpa fuera toda de ella, de la noche, de mi sueño. Es una grosera, pero ya me acostumbré.  La verdad, la memoria y el recuerdo nunca han sido mis grandes amigos. Mucho tiempo detesté al olvido; siempre llegaba cuando yo no quería, siempre se iba cuando yo lo esperaba. Testarudo como yo. Pero ahora intento no pensar tan en blanco y negro. Quizá como dicen, la meta es y estamos hechos para el olvido. Quizá, como dice mi mamá, no puedo quererlo ni tenerlo todo. No puedo querer ser como algo divino. No puedo elegir qué recordar ni cuándo olvidar. Quería, a veces todavía quiero, pero ahora sé que no debo. Sería todo tan claro de recordarlo todo; recordaría los nombres de aquellos caballos. Nunca tendría miedo de olvidar esos ojos. Recordaría cada color, cada olor y cada sabor. Cada mirada y cada cara. No tendría que leer cada libro más que una vez; recordaría –aunque no sé si comprendería- cada soneto, cada versículo, autor y palabra. Recordaría el francés, el alemán y el japonés. Podría, como tú, recordar cada árbol y cada hombre, reconstruir todos mis sueños y entresueños… Pero como no se puede todo, seguramente, recordaría todo lo malo también; cada lágrima, muerte y despedida. Pensándolo bien, de recordarlo todo, pero de veras todo; el presente se haría intolerable.  Somos justo como debemos ser.  Nuestra condición, por desgracia pero también por gracia,  no es recordarlo todo. Siempre hay algo que nos va dejando. Pero igual algo, poco tal vez, se va quedando. Recordamos sólo lo que podemos, recordamos lo que nos mantiene sin dejar de ser. ¿Podríamos soportar recordarlo todo? ¿Podríamos con todo el pesado pasado? Apenas puedo con mi pasado cuarteado y quebrado presente. Yo no sé los grandes hombres, pero yo no podría.

PARA APUNTARLE BIEN: Haikús (de Borges):

Algo me han dicho

la tarde y la montaña.

Ya lo he perdido.                                                                                                                                                                  

Hoy no me alegran

los almendros del huerto.

Son tu recuerdo

MISERERES:  Se prevé que para el 2013 los sueldos aumenten entre 4.5 y 5%. Pero la inflación será de 3.9%. Ayer Zaid escribió una columna sobre algo respecto a la economía mexicana (que últimamente los secretarios van y presumen a otros países). Miren: http://www.letraslibres.com/blogs/articulos-recientes/narcisismo-institucional. El premio FIL 2012 será para Bryce Echenique quien ha sido acusado –y comprobado- de plagio. Muchos intelectuales se oponen a que se le otorgue el premio, otros más defienden que el premio es por su obra literaria y no periodística –o eso dijo J. Volpi. Acá algunas cosas sobre esto: http://premiofil2012.blogspot.mx/, http://www.elboomeran.com/blog/12/jorge-volpi/.

Ciega escritura.

Borges mencionó en alguna ocasión que el trabajo del escritor es un trabajo en solitario. Lo que significa que escribir es algo que hacemos sólo en compañía de nuestros pensamientos. Si no fuera así, dejaríamos de sentirnos incómodos cuando otro observa sobre nuestro hombro lo que pretendemos escribir sobre una hoja en blanco. La curiosa mirada del otro sobre aquello que sale de nosotros y expresa lo que veníamos pensando nos desconcentra al grado de que ya no logramos articular discurso alguno y optamos por mejor dejar a un lado la tarea de escribir aquello que habíamos pensado.

Al ver en esto cuan celosa es la escritura, vemos que no podemos escribir en público, quien pretende hacerlo necesita abstraerse del mundo y verse solo para escribir con cuidado y sin inhibiciones. Sin embargo, esto no impide que lo escrito pueda salir en algún momento a la luz pública y comunicar algo a quien lee lo que otro ha escrito en la soledad más celosamente guardada.

La capacidad comunicativa que posee un texto cuando éste ha sido bien escrito y ha caído en las manos de un atento lector, es algo que no puede ponerse en duda, aún cuando se tache a la escritura de ser mucho más fría que la oralidad debido a que el tono de la voz no se ve con tanta claridad en la primera como en la segunda.

Juzgar a quien escribe en solitario como si fuera un ser desdeñoso y frío supone que la palabra escrita, es decir, aquella que sólo se asoma después de haber sido sopesada en la soledad, no dice tanto como las atropelladas palabras con las que luego pretendemos decir algo en medio de los lugares públicos como el mercado. Pero, juzgar de bien cuidado todo lo que se escribe, como para hacerlo público, sólo muestra que ya no prestamos atención a lo que leemos ni distinguimos al buen escrito del escrito descuidado.

De igual manera, puede pensarse que así como todo lo escrito tiene valor por el simple hecho de ser escrito y quizá publicado, todo lo que se dice sea o no un balbuceo tiene el mismo valor ante los oídos abiertos para recibir, sin prestar la más mínima atención a lo que reciben.

Sin embargo, si regresamos a la mención que hizo Borges respecto al trabajo del escritor como aquello que se hace en solitario y termina por rodearnos de amigos que son sombras difusas ante los ojos de los demás; podemos ver que la palabra escrita bien cuidada, celosamente guardada por el escritor que no la deja salir al tun tun, no es tan fría como la llegan a juzgar quienes no ven en ella las emociones expresadas en la oralidad, más bien es mucho más cálida toda vez que resulta del encuentro del escritor consigo mismo.

Maigo.