El camino del padre

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En el mar no hay caminos, sino imagen de algo más alto

En el mar no hay caminos, sino imagen de algo más alto

La noche era tibia como el suave abrazo de la vida, y el mar salpicaba los costados de la nave, de tal manera que su beso se reventaba en millones de susurros. El marinero (hombre que lo arriesga todo), timón en mano, agradecía sonriendo la claridad de la noche. Sus ropas, algo viejas y enmudecido su brillo por el arduo trabajo, volvían a iluminarse con el color de la plata nocturnal. Sus manos, su cara, marcadas de trabajo, se veían algo más tersas por las caricias de la luna, como si su figura sólo bajo esa luz se nos revelara. Su tripulación dormía. Su voz, que acostumbrada a mandar, había estado en silencio largo rato, de repente rompió en su garganta con el estruendo de una ola diciendo así:

-Tú que siempre estás, dime ¿Qué hombre en la noche más obscura no se ha dirigido a ti, y anclándote su mirada con la emoción de quien una vez perdido vuelve a ver el camino a casa no deja rodar una perla cristalina por la esperanza que le das? ¿Qué hombre en esta situación no grita de alegría?, pero no es que eche sus sentimientos fuera, no, más bien es que inunda su espíritu con el recuerdo que le traes. Y cuando el espíritu se logra serenar, se dirige el hombre a ti diciendo ¿tú que siempre estás, por qué hay noches que no te veo más?

-Es que hay noches que no brilla con tanta intensidad.

-¡No, marinero!, es que despreciando su imagen con que ilumina el mar, y creyendo que algo mejor se esconde en la profundidad del cielo, la tierra o el mar, nos lanzamos indiscriminadamente a sabotear todo cuanto hay: el oro, las perlas, la humanidad. Arriesgamos todo por nada.

-Recuerdo que siendo muy joven, y no sabiendo andar, un hombre me dijo “yo te puedo enseñar si estás dispuesto a arriesgarlo todo”, así lo hice y en los caminos me perdí, cuando me di cuenta el hombre ya no estaba. Seguramente vio a alguien que tenía más para arriesgar. Quise regresar, pero sentía que algo me faltaba, sólo sentía rabia, soledad. Seguí mi camino queriéndote rencontrar, hasta que un viajero te nombró. Te volví a mirar, porque en las tormentas que viví, nunca se me ocurrió voltear, ahora algo curioso me pasa, incluso detrás de los nubarrones sé que siempre estás.

-Hoy es algo diferente lo que le pasa a los hombres, no se pierden por apostarlo todo, sino por la apatía que les causa la comodidad, pues creyendo que por leyes necesarias siempre estás, les parece un necio el que les pide te vuelvan a mirar, pero te aseguro que por su arrogancia nunca te verán, aunque tú siempre estás.

– Es cierto que nos juegas bromas de cuando en cuando. Te escondes poco a poco en tu reboso dejándonos al final, para perseguirte, tu mirada seductora. Hecho esto, sentimos que algo nos falta, por lo cual nos lanzamos con la vida por delante a buscarte, y cada vez que te apareces muestras, primero, tu sonrisa encantadora, ésa que nos llena de confianza.

Es cierto que soy marino y vivo errante. Es cierto que todo lo arriesgo echándolo a la suerte, pero no a ti compañera de nosotros. Es cierto que si nos perdiésemos, sólo por amor a ti –que sólo nosotros te conocemos–, volveríamos a encontrarte.

Javel

Perdición sin camino

En el atardecer de aquel sábado se encontraba perdido un joven muchacho. Recién había salido de sus estudios profesionales, en realidad emprendía el regreso a su hogar. Sus primeros pasos en la escolaridad habían sido en sitios locales, no obstante, conforme fue creciendo, su interés apuntaba a lugares más lejanos. Asumía que permanecer donde nació no lo llevaría a ningún lado. Ahora, después de haber decidido retirarse del nido por varios años, era momento de regresar. El único obstáculo que lo detenía era el espeso bosque de su alrededor.

Su rostro mostraba perplejidad. ¿Qué había sucedido? Recuerdo bien que los señalamientos o caminos conducían hacia el poblado. Hoy ya no hay nada. Pese a tener las mejillas sonrosadas  y un aspecto sumamente afable, su mirada reflejaba un profundo temor e incertidumbre. Tales rasgos no podían pasar desapercibidos. En medio de las sombras forestales, deteniendo su paso vacilante, un viajero se le acercó:

—Pareces extraviado, ¿es así?

—Exacto, pronto anochecerá y aún no puedo encontrar mi casa. Vengo regresando de la universidad, hace meses que salí de ella. ¿Puede ayudarme?

—No sé si mi ayuda te sirva, soy un extranjero en estas tierras.

El joven suspiró, la preocupación persistía.

—Mira, te veo bastante asustado. Si nos acompañamos puede que a lo mejor salgamos de aquí. Ya sabes lo que dicen: los hombres siempre nos sentimos mejor cuando ayudamos a otro, para eso nacimos.

—Pero no hay ningún camino, ¿cómo diablos llegaremos a algún lado en especial?— interrogó el muchacho, quizá desconfiando de la apariencia del extraño o siendo devorado por su temor. El otro viajero lucía algo sombrío, a pesar de su vestimenta sumamente elegante. Pantalones formales, saco arropando su torso y un cayado en mano conformaban el atavío del hombre. Debajo de su boca nacía una tenebrosa barba que se extendía hasta el término de su cuello, casi tan oscura como el color de sus ojos.

—Se ve que eres muy joven, casi un párvulo— rio el extranjero ante lo que tomó como ingenuidad— este bosque es inconmensurable e inmenso a las manos y vista del hombre. ¿Tú crees que sería capaz de trazar un camino?

—Bueno, entiendo, puede que no, aunque tal vez habría un terreno más parejo por el cual…

—Escúchame, pon atención. Hace tiempo supe que algunos aventureros quisieron establecer rutas o senderos para atravesar este bosque. Sin embargo no pudieron. Fueron derrotados por el bosque mismo. Las tempestades y lo silvestre de nuestro alrededor socavó todo intento. El hombre es insolente al querer enfrentarse con aquello claramente superior—acabando de mencionar esto, el extraño arrancó una hoja de un árbol y añadió lo siguiente— Alguna vez escuché algo muy cierto, alentador o devastador, como lo quieras ver: ¿Todas las hojas de aquí son iguales? ¿No será que por nuestra miopía humana las nombramos así? Detente a pensar. Vivimos tan presurosos o prejuiciados que creemos cosas que no hemos sentido, visto o experimentado. Verás que cualquier talentoso literario podría hacer dos poemas muy distintos acerca de dos hojas, ahí se nos revelaría sus diferencias. Pero nadie confía en la poesía… Si no podemos nombrar apropiadamente dos hojas, ¿cómo esperamos confrontar esta inmensidad?

Quedó helado el joven, en esos momentos el viento enfureció en torno a los dos hombres.

—Olvídate de un camino aparejado naturalmente o uno allanado por el mismo hombre, adentrémonos al bosque y dejemos que este mismo nos lleve por sus rumbos ocultos. ¿Temor? Véncelo. Sólo el temerario es capaz de ser mi acompañante.

El muchacho no sabía que sentía, su corazón era una mezcla de varias emociones, sin embargo inhaló profundamente y aceptó ir con el viajero. Quedó convencido que él era su última opción.

Bocadillo de la plaza pública. I. Hace dos semanas se indicó aquí una noticia que hablaba de un red de acoso montada desde un empleado de Televisa (coludido con un personaje importante en el Distrito Federal). Hoy ya se encuentra fuera de la empresa. Puede que sea una piedrita que contribuya en un proceso judicial… ¿será a todos los involucrados?

II. Optimismo en la política mexicana: nuestros errores nos sirven para enmendar el futuro, si no hay que preguntarle a Arturo Escobar y Vega. El ex presidente del PVEM ahora será el subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Segob. Entre sus funciones se encontrará la promoción en la prevención del delito.

Mondadientes. «Serie-documental que muestra las opiniones y reflexiones de veinte estudiantes de filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Cada capítulo está dedicado a trazar una mirada colectiva sobre un tema particular, desde la naturaleza misma de la filosofía hasta la razón de los prejuicios que se tienen sobre ella. Para detectar cuales eran algunos de estos prejuicios, escribimos «por qué los filósofos» en el buscador de Google y dejamos que la función de «autocompletar» sugiriera las palabras más consultadas.» Con esta presentación, resulta interesante escuchar a los posibles dedicados a la filosofía.

Señor Carmesí

Un sendero olvidado: retomando principios para la ciencia médica en el siglo XXI

Un sendero olvidado: retomando principios para la ciencia médica en el siglo XXI*

Queridos compañeros:

Hermanos galenos, amantes de su vocación, hoy nos congregamos celebrando nuestra profesión. Gracias a nuestro organizador tenemos la oportunidad para reunirnos y reconocer algunos logros conseguidos por nuestros colegas. Por eventos como el presente podemos sentirnos orgullosos por lo que realizamos, por cada día que dedicamos a nuestra noble labor. Finalmente cada premio entregado no sólo es recibido por las manos del médico correspondiente, sino por el mismo gremio que sabe que algo está haciendo bien. De ahí que todos participemos en el reconocimiento. En este motivo de celebración, ¿no sería lo mejor detenernos a reflexionar cómo hemos llegado aquí? ¿Somos realmente meritorios del premio?

Una primera respuesta puede ser una afirmación a la pregunta anterior. En el último siglo la medicina ha sido un triunfo de la humanidad, sus alcances han llegado a regiones insospechadas. Por ello no me refiero propiamente a la eugenesia o investigaciones en la ingeniería genética, no trato de decir que hemos sido capaces de cumplir los sueños de la ciencia ficción. En realidad quiero apuntar al hecho de que hemos librado airosamente las dificultades. El avance en la ciencia médica puede medirse en el sorteo exitoso de las enfermedades. Los trabajos de Fleming trajeron como fruto la penicilina y asestamos un golpe contra aquellas penurias que amenazaban mortalmente. Nuestro temor por la tuberculosis se aminoró con el desarrollo de su respectiva vacuna. Y, cuando creíamos al sarampión invencible, un trabajo multidisciplinario —en el cual contribuimos— pudo contenerlo. Vemos entonces que, arrecie en su furia o nos aceche con mirada furtiva, hemos sabido manejar al toro: cumplimos con mantenernos con vida.

A pesar de haber tenido esos logros, ellos nos han impedido ver otra cara de nuestra disciplina. Además de propiciar una vida más cómoda a los pacientes, no debemos olvidar que el trabajo por la salud no termina ahí. Por lo regular se piensa que la medicina se explica con sólo diagnosticar y recetar, como si nuestra relación con el paciente se agotara en brindarle el remedio adecuado. Y en eso, colegas, nos ganan por mucho el paracetamol, ketorolaco y naproxeno. Cuando yo estaba en la facultad un profesor repetidamente nos hacía hincapié en que la salud se preservaba, no se adquiría. Aunque fuese tardado, el cuidado de nuestro paciente era habitual, no se reducía a un par de citas. Por ello somos más que dispensadores o administradores de los farmacéuticos, nuestra ciencia no puede terminar con la remuneración económica. Estar frente a un paciente nos lo exige.

Todavía en un grado más contundente, recordemos que nuestra actividad no acaba rápidamente. La ciencia médica nos exhorta a que estemos en constante investigación. A pesar de que nuestros alimentos salgan del propio trabajo, nuestros diagnósticos, nuestro interés por la salud rebasa el oficio en el consultorio u hospital. No hay que olvidar la complejidad de cada padecimiento. Pese a que con los años se vayan descubriendo más, cada uno nos pide que lo examinemos hasta nuestro último suspiro. Seríamos pocos comprometidos si sólo evadimos a las bestias, es menester que las afrontemos. Desde el momento que ingresamos a la facultad de medicina, entramos en este sendero interminable. La investigación se asume como nuestra vocación.

Como ya mencioné, he querido decirles esto en el marco de esta celebración para loar nuestra ciencia. A pesar de que a veces nos veamos como mecánicos del cuerpo, no quitemos el dedo del renglón en que somos médicos. Cuando yo entré a la universidad mi madre me dijo que mi labor era bellísima porque estaría al cuidado de una de las grandes maravillas de la Creación. Por ser una maravilla, a veces escondida, nos resta cuidarla y desentrañar su perfección. Salud significa eso, no solamente andar reparando el cuerpo humano. Si no nos regocijamos siendo parte de esta maravilla, al menos tengamos la noble satisfacción de que esta perfección será llevada a cabo en el paciente. Centrémonos en eso y haremos honra a nuestra ciencia.

Gracias por su atención y a nuestro organizador, demos paso a este evento.

*Discurso inaugural leído por el Dr. Caín Espinas García en los Premios Salud 2015 de la Fundación Carlos Slim.

Bocadillo de la plaza pública. Nuestro festín electoral terminó y se respira un clima de frustración y decepción. Algunos asistentes fueron retirados a la fuerza, inconformes perdieron su registro. Otros más jovencitos sorpresivamente tomaron mayor posición en el panorama político. Varios ciudadanos continúan aún molestos por la insolencia del Partido Verde, parece inverosímil que hayan hecho caso omiso a todas las sanciones (¿de dónde sacarán todo el dinero para éstas?).  Todavía mayor cinismo con que varias estrellas hayan sido contratadas para proselitismo verde el mismo día de la elección. En algunos estados se acentúa aquel clima, por ejemplo, Colima donde los perdedores afirman que hubo irregularidades y se muestran no muy satisfechos con los resultados. De igual modo en algunas entidades más pequeñas donde se alega una posible imposición. Pareciendo brillar ante este escenario brumoso y oscuro, encontramos el triunfo de las candidaturas independientes.

Entre todos ellos —no hay que olvidar a personajes importantes como Manuel Clouthier, quizá el que tenga mayor atención mediática sea Jaime Rodríguez “El Bronco. En parte ello se debe a que en sus manos está uno de los estados más sobresalientes de la República, Nuevo León. Un amigo mío, bloguero con nombre exótico, me resaltó la procedencia del susodicho. Y es cierto, después de 33 años de haber pertenecido al monstruo de dos cabezas, a ocho meses de la elección firmó renuncia para su candidatura independiente. Cierto es que hay un trabajo de alcaldía previo, uno que lo mostró como uno de los hombres más valientes de la entidad. Pese a ello, debemos tener cuidado con nuestro entusiasmo por esta clase de candidaturas (como se ha visto en el estado mismo o medios nacionales de comunicación). Si afirmamos la independencia por no pertenecer a ningún partido predominante, de acuerdo a estos parámetros, AMLO también sería independiente. De hecho tendría mayor mérito porque pudo fundar su propio partido y por posicionarlo altamente en estas elecciones. Apuesto que aquellos entusiastas estarían en desacuerdo con esto último, bueno… algunos. Enhorabuena esperemos que el clima de decepción no se extienda otros años en Nuevo León.

Señor Carmesí

La llegada de la caravana

«Ay, ¡pobre hombre! Me apena muchísimo lo que le ocurre. Supongo que no ha tenido descanso desde que supo la muerte de su hijo, su cara muestra lo duro de estos días. En medio de este suceso supe que se ha lanzado a encabezar un movimiento social. He escuchado sus discursos y me parece un hombre cuerdo. Por ello es una lástima lo que quiere hacer. Tiene tan buenas intenciones en un país como el de nosotros. México es corrupto. Así somos y seguiremos siendo. Me da lástima porque sus buenas acciones nunca lo llevarán a nada. Perder a su hijo lo convirtió en un pobre soñador. Aun así, nadie lo detiene para pelear por sus derechos (está en su derecho, ¡ja!).»

«Amanecí y me enteré del terrible suceso. Lo recuerdo perfectamente. No sé qué fue lo que me causó mayor impresión: pudo haber sido la sangre que volvió a correr o el hecho de que la desgracia ocurriera en un personaje cultural. O incluso pudo haber sido escuchar la gravedad en la voz de aquel hombre, pocas veces he sentido ese pesar en las palabras de alguien. Nunca había escuchado que una persona pública insultara a los políticos con tanto dolor y desesperación. La tragedia estaba encarnada en ese hombre. Posteriormente todavía me impresionó más el contenido de sus discursos, ya fueran proclamados o escritos. Sus palabras eran bastante reveladoras, ellas me hicieron ver la situación difícil y miserable que vivimos. De igual modo me mostraron un mundo desconocido y casi caduco para mí: el cristianismo. Hasta él pude darme cuenta que la vida dedicada a Dios no se limitaba a una convicción, asumir la fe involucraba el modo en que vivimos. Más allá de haberse acercado a las víctimas o haber conseguido una respuesta de las altas esferas, ese hombre pudo mostrarnos que la enseñanzas de Cristo aún son pertinentes.»

«Me sorprende el alcance que puede tener un arrogante. Pudo derrotarme: yo creía que nada podía superar ese beso de fanfarronería ocurrido en Chapultepec (¡ay, Maximiliano, te retuerces en tu sepulcro ante nuestros ridículos!). Nadie imaginaba que se atrevería a integrarse a las filas de los desestabilizadores, hasta ahora muestra su verdadera cara (en una extrañeza coincidencia con el berreo de los maestros, ¿verdad?). Estoy preocupado y harto de su búsqueda por la justicia, esa persecución por la fama terminará por perjudicarnos. Pedir el voto nulo no sólo resulta un síntoma de apatía política, en realidad es un atentado a nuestra democracia naciente. Sé que varios de ustedes me replicarán que lo que afirmo es una vil mentira, que hablo de manera muy ingenua al tener esa esperanza con el PRI en el poder. Sin embargo me gustaría insistir en el hecho de que estamos en el proceso de aprendizaje de la ciudadanía, es decir, estos quince años nos han enseñado los errores y aciertos posibles en el ejercicio electoral. Cada triunfo de la democracia es un triunfo nuestro. Cualquier logro es signo de nuestra madurez política y todos tenemos el derecho de gozar de ese beneficio. Si alguien no los niega, debemos tener cuidado: nada lo diferencia del tirano que quiere suspender nuestras garantías individuales. ¿Eso no es pertenecer a la situación de emergencia nacional?

Comprendo su dolor y realmente me apena mucho la tragedia que vivió. No obstante, me parece que ese hombre ha exagerado. El supuesto horror que nos pregona no es compatible con el carnaval que realiza. Perdón, con la caravana que emprende. ¿Recuerdan a David Páramo? Sí, ese otro desdichado por la batalla contra el narcotráfico. Bueno, yo le tengo que admirar dos cosas. La primera está en haber soportado tantos vituperios de la población. Eso debe avergonzarnos a todos como mexicanos. Segundo, el señor Páramo vivió su luto como tuvo que vivirlo: en discreción. En unos días cambió el lazo negro por la corbata negra, y eso es de aplaudir.»

Bocadillo de la plaza pública. Interesante resulta la indignación suscitada por cierto vídeo de graduación. Los estudiantes del Instituto Cumbres México nunca imaginaron que sacudirían las buenas consciencias del país. Destacan entre éstas algunas defensoras por los derechos de las mujeres. Unas voces han calificado el vídeo como un insulto a la desigualdad sufrida en el país, otras voces, como aquéllas, protestan señalando el terrible sexismo contenido en la pueril grabación. Además de ser un episodio curioso o patético (en el país ocurren polémicas más importantes), lo interesante del asunto es la hipocrecía de los indignados. Atacamos a los fresas por ser unos despilfarradores de mal gusto o por denigrar a las mujeres como sumisas a la voluntad viril. Sin embargo cabe preguntarnos lo siguiente: ¿no se nos pregona la felicidad en la riqueza y lujo? ¿No todos nos regocijamos en el hedonismo de nuestros días? ¿Acaso nuestra vida no es orientada por la satisfacción en la recámara? ¿No aspiramos a llegar a lo más alto posible? Queramos o no, esos niños fresas son el espejo roto donde nos reflejamos.

Señor Carmesí

¿Qué cosita es?

Ojo tiene, pero ciega está; recuerdos guarda sin ser los propios y aunque se haga de tres patas nunca podrá caminar.

Hiro postal

Hablando del Olvido IV. Recordatorios para olvidar

El olvido es algo que ocurre de manera un tanto involuntaria, por más esfuerzos que haga alguien para olvidar lo único que consigue es mantener en la memoria aquello que pretende dejar de lado, en ello radica la desgracia del borracho que busca sumergirse en el alcohol para conseguir que el recuerdo que lo atormenta cese por completo. Pretende olvidar y entre más lo pretende más recuerda y menos consigue deshacerse de sus dolores.

Pero al recorrer la vereda del recuerdo y el olvido en un sentido inverso nos damos cuenta de que pasa más o menos lo mismo, entre más confiamos en que recordamos algo, más fácilmente lo olvidamos y lo dejamos de lado sin que nos percatemos de la pérdida que llegamos a padecer.

En la vereda que va del recuerdo hacia el olvido el mayor riesgo de llegar al fatídico destino que significa olvidar lo trae consigo el confort. Cuando recorremos un camino por primera vez prestamos atención a casi todos los detalles, o al menos a aquellos que resultarán relevantes para no extraviarse en el momento de ir de regreso, la atención se concentra en mantener en la memoria lo más posible sobre el camino recorrido y con el paso del tiempo éste se puede considerar como algo aprendido.

Cuando ya se ha aprendido algo, es más fácil sentir la confianza suficiente como para no tener que prestar atención a cada paso o cada movimiento, pues ya se domina lo que en un primer momento no resultaba tan sencillo hacer. La confianza obtenida mediante el aprendizaje permite que lo aprendido vaya perdiendo importancia y que ésta le sea concedida a otros asuntos que son considerados de mayor relevancia sin que necesariamente lo sean.

Lo peligroso de los recordatorios es que éstos invitan a olvidar, pues en la medida en que éstos se mantienen y aceptan como puntos de referencia para llegar a algo, el olvido se va apoderando poco a poco de ese algo y los meros puntos de referencia se convierten en fines que a su vez se van quedando en el olvido dejando al caminante de la vereda perdido y sin el deseo de regresar al lugar de dónde vino, pues éste incluso se pierde en medio de los recordatorios.

Considerando el modo como se relacionan los recordatorios con el olvido, no debería extrañarnos que estos pasen a formar parte de nuestra vida cotidiana y que nos conduzcan a obscuridades similares a las del laberinto del Minotauro, en medio de las cuales resulta imposible notar qué tan perdido se encuentra el caminante que ya ni siquiera es capaz de reconocer cómo es que fue a dar ahí.

Maigo.