Memorias

El recuerdo de las obscuridades pasadas ilumina a las presentes negruras.

No vemos nada, y ante la falta de luz, hasta la esperanza desfallece.

Maigo

Ciegas ocurrencias.

Un tirano se distingue de un buen gobernante por ejercer el poder a ciegas. Hace miles de años hubo un rey en una región lejana de la India. Movido por la envidia y el resentimiento que tenía, propició una guerra que acabó con el orden que en sus tierras había. Aunque sus sirvientes y amigos de la verdad le informaban, este rey de nombre Ditirashtra se cegaba más allá de la imposibilidad que a sus ojos distinguía, cuando le hablaban de defectos o carencias éste rey se giraba y otros datos ostentaba en su cabeza.

Maigo

Rey ciego

La mejor imagen de la envidia es un rey ciego,  ya que el poder permite destruir lo bello y lo noble, especialmente cuando por ceguera ante lo justo se considera que lo bueno es malo y lo malo es bueno.

 

Maigo.

La sangre de Caín

La sangre de Caín

 

Noche de la Justicia y el amor

en la tierra del fruto turgente.

Al tiempo lo desuella el temor

en el lecho de mármol fulgente.

 

El llanto no enjuga el pasado,

y la guerra no tiene motivos.

No podemos gritar el pecado

creyéndole a dioses furtivos.

 

La esperanza no es para los ciegos:

brilla por su grandiosa sensatez;

en sepultar los píos ruegos

mostramos una amarga rapidez.

 

 

Tacitus

Ciegos y Sordos con fe

Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán.

Mt. 13, 14

La fe en la ciencia es ciega. Quien se percata de la facilidad con la que se divulgan los cuentos más maravillosos que han escuchado oídos humanos; siempre que éstos estén respaldados por cualquier investigación llevada a cabo por hombres que portan bata blanca, no cesa de criticar tal fe.

Pero, hay algo que quizá muchos críticos de la fe en la ciencia no han notado, me refiero a su propia sordera, pues no todos los que ven la ceguera de la fe en la ciencia son capaces de escuchar a los otros porque se quedan ensimismados ante el sonido de su propia voz.

Unos quedan ciegos por ver todo el tiempo hacia afuera sin antes preguntarse cómo es que ven y se dan cuenta, y los otros sólo atienden los latidos de su propio corazón y no quieren saber de nada que les contraríe sus caprichos y deseos más irracionales. Tal pareciera que entre gritos y resplandores la esperanza de volver a ver y oír se pierde para siempre.

Tanto ciegos como sordos comparten algo esencial sin darse cuenta, ambos son viciosos en algún sentido, los ciegos carecen de la vista a causa de su confianza extrema en la luz que da la razón; los sordos, en cambio, carecen de la capacidad para escuchar y entender por su confianza en los sonidos que salen de las profundidades de su corazón.

Ambos carecen de facultades diferentes y ambos tienen fe en sí mismos y en su capacidad para entender el mundo sin que tenga que asistir a ello otro, por lo que no es de extrañar que estos ciegos sólo aspiren a guiar a otros ciegos y que estos sordos se limiten a reír sonoramente cuando los ciegos divulgan lo que ven, sin ofrecer con ello alguna esperanza para el hombre.

 

Maigo.

 

Entrevistas de Trabajo

Para emplearse en la mayoría de las profesiones hay que realizar antes una entrevista, y la mayoría de las entrevistas son muy semejantes. Salta a la vista que con la diversidad tan inmensa entre los trabajos, las cosas que se traten en las entrevistas que les son propias sean más o menos las mismas: ¿no tendría mucho más sentido que se averiguara sobre el posible empleado lo que tiene que ver con su capacidad y disposición para tal puesto particular? Pero la razón de que las cosas sean así es que hay una fortísima convención por la que se pueden despertar gritos de indignación entre solemnes y respetadas figuras de vasta erudición con tan sólo cuestionarla o sugerir su incongruencia.

La convención es el orden con el que se propone que cualquiera que trabaje en esto que llaman feísimamente «recursos humanos» examine la personalidad del entrevistado. El prejuicio del que se sostiene esto es que todos los entrevistados pueden ser conocidos, en cierta medida por lo menos, en una sola forma de la vida humana que es la «aptitud para el trabajo». Esto incluye un amplio rango de capacidades, desde el que se pregunta por la experiencia en el campo laboral y se hacen los exámenes «psicométricos». Pero es prejuicio porque no sólo supone sin explicar que todos los trabajadores tienen los mismos principios de trabajo en cualquier profesión, sino que también supone que es posible dictaminar la naturaleza de la personalidad de cualquiera que se someta a las pruebas. O sea, que las pruebas parecerían estar edificadas con los elementos más básicos de la naturaleza humana, de modo que cualquiera que sea persona puede allí reflejar sus peculiaridades.

Esto no sólo es ridículo, muchas veces hasta es insultante. Entiendo que con una cantidad tan ingente de peticiones para puestos vacantes en una inmensa ciudad como en las que vivimos, haya que encontrar un modo de facilitar el conocimiento de una persona con la que se va a trabajar, y de la que no se tiene ni la menor idea, porque en este mundo nadie nos conoce más que nuestros amigos, familiares y poquitos vecinos. Pero ese modo en buena parte es que exista algo como el título que le entregan a uno al terminar su carrera universitaria o su curso de aprendizaje específico (cosa que tampoco está muy bien que digamos). Malo cuando, teniendo la oportunidad de conocer a alguien hablando con él de frente, teniéndolo allí dispuesto para abrirse al diálogo, en lugar de tratar de dar con un modo de ponerlo genuinamente a prueba, se ensaya esta clase de planilla de medición humana genérica, fijándose en las que falsamente se consideran las aristas en su vida: cuánta gente depende de él, de qué color va vestido (y si es de traje o no), cuáles dice que son sus proyectos a corto, mediano y largo plazo (¿qué endemoniada clase de pregunta es ésa?), y qué objetivo tiene en su vida (ah, porque es diferente que la pregunta anterior, claro). Y del examen psicométrico se puede decir otro tanto, pero no quiero aburrir con lo mismo extremado.

Es desafortunado y triste que siendo entrevistado para ser docente de una escuela, por ejemplo, no se le pregunte al posible profesor qué opina sobre la educación, por qué le parece importante, qué tanto cree que se puede lograr con ella, a qué debe aspirar, y cosas por el estilo. ¿Cómo a una escuela va a servirle más que esto saber si sus profesores son o no hijos únicos, huérfanos, homosexuales o casados? Y triste es, pues, que este prejuicio en la elección de los responsables de la educación sólo nutre más el prejuicio, y los resultados de exámenes como éstos probablemente tiendan a tener en sus filas de preferidos a los que más aptos son para creer en su efectividad. ¿Así se contrata también a los que investigan los mejores modos de hacer entrevistas de trabajo? Porque me parece que así, la convención de la ceguera de algunos llamados psicólogos se hunde como semilla en la tierra, y sin que podamos hacer más que agitar de lado a lado la cabeza impotentes, crece dándose por sentada como crece una tradición.

Te veo hasta en las piedras…

Sólo hay un acto que junto con el asesinato no tiene justo medio, éste es el adulterio, nadie es más o menos adultero, así como ningún homicida es más o menos homicida. Ni en la muerte de un hombre ni en el hecho de no ser lo que se aparenta ser hay posibilidad de pensar en un punto medio, así como ningún cadáver puede estar más o menos muerto, ninguna víctima de adulterio puede estar más o menos engañada.

Se me puede objetar que existe la posibilidad de sospechar del adultero, lo cual podría hacernos pensar que en el adulterio sí hay un justo medio, pues para el engaño hacen falta dos: uno que se muestre como lo que no es, no sé digamos como un ser que extraña tanto al otro como para verle hasta en las piedras, y otro que crea en la palabra del primero, y que viva conforme a la imagen que presenta el que habla. Pero ni cuando la sospecha de ser engañado dificulta en gran medida el engaño, éste es susceptible de más o de menos.

Si nos fijamos bien, el hecho de ser adultero no depende del engañado, sino de ese ser que se muestra como lo que no es, es decir, que se disfraza tomando algunos aspectos de una naturaleza que no le es propia, como ocurre con las bebidas adulteradas, éstas se muestran como lo que no son haciendo creer al bebedor que no le dejarán ciego. De igual manera ocurre con quien se presenta como alguien que es fiel a su palabra, traicionando así la confianza del enamorado que ciego quedará de dolor al ver que lo que creyó ser no era como lo esperaba.

Si nos acercamos al adulterio, veremos que éste no sólo es nocivo para quien ha quedado ciego, ya sea por embriagarse con lo que no es vino, o por perderse en las mieles de los elogios que el adultero le proporciona, sino que es nocivo para la comunidad entera toda vez que la ceguera inutiliza y debilita la confianza de quienes caminaban tranquilamente por el mundo y quedan condenados a vacilar de cada paso que den.

Maigo