De la adivinación

La pregunta que se perfila, se arma y deshace a lo largo del ensayo XI de Montaigne es: ¿para qué conviene preguntar por la adivinación? La primera respuesta que se puede colegir es que es inútil esforzarse un poco en responder por dos motivos: la religión lo prohíbe y conducir la vida mediante los augurios es perjudicial. Inteligentemente el maestro ensayista le dedica bastante espacio a la segunda respuesta, contando el relato de un Marques que por guiarse según pronósticos y actuando traicioneramente perdió una batalla decisiva, con lo cual sugiere que las acciones políticas deben realizarse sobre bases sólidas, posibles; también nos sugiere que ante la incertidumbre, el hombre naturalmente buscará la manera de consolar su temor. Para concretizar bien las acciones políticas, es indispensable no guiarse por augurios.

Sin terminar el primer punto, sin decir que la frase es de Cicerón, y sin abandonar tampoco el segundo tema, el ensayista dice lo siguiente: “Y, por el contrario, los que creen esta afirmación erradamente la creen: Hay en esto reciprocidad: si existe la adivinación, existen los dioses; si existen los dioses, existe la adivinación.” Ya nos dijo cómo no debe ser escuchada la adivinación, ¿ahora llevará el asunto hacia un problema auténtico? El problema es: ¿cuál es la relación que hay entre los dioses y los hombres? Cuestionado de otra manera: ¿la adivinación es el modo adecuado de ver la relación entre hombres y dioses? O ¿no hay que creer en la afirmación, sino pensarla para encontrar la adecuada relación entre hombres y seres divinos? Al menos la manera inadecuada es creer que la adivinación es algo que se negocia con los dioses y que estos quieren hacer sufrir a los hombres mostrándoles su terrible suerte o que los quieren ayudar en todo. Inadecuado es considerar que los dioses le dicen al hombre fácilmente lo que debe hacer. Por ello me refiero a que los dioses no le van a decir al hombre exactamente qué hacer para que consiga el éxito.

Intentando rechazar el segundo punto, Montaigne señala que el azar es más confiable que cualquier augurio, mucho más un azar al estilo de la República de Platón, donde se eligen a los hijos de los más virtuosos para que permanezcan en la república justa y se exilia a los hijos de los viciosos; si estos son virtuosos, se les reincorpora, si los primeros son viciosos se les expulsa. Irónicamente se nos señala que los augurios no deben conducirnos, cual legislador de la república, sino que debemos aprovechar el azar; aunque es falso pensar que podemos controlar totalmente al azar. Pensar sólo el azar deja de lado a los dioses y entroniza al hombre.

Sin concluir si la adivinación todavía es inválida una vez que Jesús vino al mundo, es decir, sin cancelar la relación entre el hombre y Dios, Montaigne nos habla, sin mencionarlo, del Dáimon de Sócrates. Piensa que esa inspiración, realizada por quien ha reflexionado mucho y actuado virtuosamente, quizá sea poco inspirada. Visto así, Montaigne y sus ensayos, principalmente el de la oscura superchería, serían las velas de la ilustración. Pero pensando con más cuidado el accidentado ensayo XI, podemos comenzar a ver la relación entre Dios y el hombre en lo que distingue al hombre: su entendimiento. No se nos precisa si hay que pensar los sentidos, la imaginación o la intelección para ver que quizá la relación entre el hombre y Dios sólo pueda ser pensada adecuadamente a partir de lo que permite que el hombre actúe bien y pueda seguir los auténticos mandatos divinos.

Yaddir

Amistad evasiva

Amistad evasiva

 

El diálogo ciceroniano sobre la amistad, Lelio, es evasivo, y casi nadie consideraría a la evasividad como una característica de la amistad. Por alguna razón que no todos saben preferimos pensar a la amistad con la constancia, como si el trato reiterado por sí mismo permitiese la amistad. Nos engañamos: la enemistad es más constante que la amistad (¿o no decía Rousseau: “dejar de evitarse cuando uno ofende a otro es estar seguro de no reconciliarse nunca”?). El diálogo ciceroniano sobre la amistad relaciona complicadamente la evasividad y la amistad. Además de las ausencias, el diálogo tiene dos evasiones importantes que corresponden con las dos respuestas ciceronianas en torno a la amistad. No captaremos las evasiones si no reconocemos las respuestas y no reconoceremos las respuestas si no conocemos las preguntas.

         El diálogo ciceroniano sobre la amistad presenta dos preguntas profundas sobre su tema: qué es la amistad y cómo se origina la amistad. La distinción de las preguntas no es desdeñable, pues en ella se distinguen dos posiciones sobre el conocimiento. La primera pregunta considera a la amistad como un fenómeno del que cabe dar razón a partir de una definición adecuada. Saber qué es la amistad –en el campo abierto por la primera pregunta- es una salvación del logos de nuestra experiencia cotidiana. En cambio, la segunda pregunta no considera a la amistad como un fenómeno del que es posible dar razón, sino que pide al que pregunta remontarse más allá de su propia experiencia para reconocer en el origen lo que realmente sea la amistad. La diferencia, para decirlo en los siempre confusos términos de la intelectualidad, radica en preguntar por el ser de la amistad o por los elementos de la amistad. El modo peculiar en que Cicerón enfrenta la diferencia da qué pensar.

         La primera pregunta sobre la amistad lleva por respuesta el fundamento metafísico de la amistad formulado por Aristóteles y ligeramente modificado por Cicerón. La amistad es definida por Aristóteles como consentimiento de la existencia. Cicerón la define como consentimiento de la existencia en cuanto todo lo humano y lo divino. Tras dar la definición, el personaje ciceroniano que la enuncia cambia de tema y se dedica a exponer las ventajas de la amistad. La comprensión correcta de la definición de la amistad es evadida. La comprensión correcta de la amistad es sustituida por las ventajas de la amistad incomprendida. Evidentemente, las ventajas son vistas por quien ignora la verdad de la amistad; el filósofo, quien profundiza en la definición ciceroniana de la amistad, no necesariamente ve ventajas: ¿qué amigos puede tener el filósofo cuando es extremadamente improbable consentir en todo lo humano y lo divino? La evasión es, en cierto sentido, amistosa.

         La segunda pregunta sobre la amistad reconoce tres elementos: la amistad es un amor benevolente por la virtud y la probidad. La respuesta retoma algunas de las vacilaciones de los personajes platónicos del Lisis, pero introduce un elemento realmente novedoso: la probidad. El probo es, contra lo que pudiera pensarse, un fenómeno. El término llega al latín desde el indoeuropeo. El prefijo es una preposición locativa que nombra a lo que está en frente. La última sílaba proviene de la raíz *bhuo, que en griego origina el conocido physis y literalmente significa crecimiento. El probo, por decirlo de algún modo, es el que se presenta tal cual es, el que en la amistad despliega su naturaleza. El probo no es el franco o el honesto. El franco, del germánico Frank (jabalina) proveniente del indoeuropeo *prank (tallo), es quien se abre camino para ser libre, para mostrarse tal cual es. El amigo franco es quien nos obliga a aceptarlo, no así el probo, a quien nos deleitamos con ver en su verdad. El honesto, por su parte, es una idea totalmente romana que nombra al digno de honor –el honor indoeuropeo, el yazas en sánscrito, señala al renombre; el honor griego, timé, nombra la dignidad del ciudadano; el honor de los latinos nombra la disposición al reconocimiento por la propia grandeza, ni es el bello recuento de los nombres del hinduismo, ni el comportamiento ciudadano del griego-, al que no cae en deshonra. El amigo honesto cumple su palabra, incluso por la fuerza del compromiso, mientras que el amigo probo no compromete su naturaleza, del probo se espera el beneficio que nos dona su liberalidad. Que la amistad se funde en la probidad permite pensarla como la única actividad no solitaria que es genuinamente libre. La probidad amistosa permite a los amigos ser tal cual son. Sin embargo, el personaje de Cicerón que menciona los elementos de la amistad nuevamente deja de lado el tema para ofrecer consejos sobre la amistad misma. Evidentemente, los consejos son un consuelo de la ausencia de probidad. El filósofo, quien ya sabe lo difícil que le será tener verdaderos amigos, ahora nota lo importante que sería tenerlos. Ninguno de los consejos, y esto es parte de la genialidad ciceroniana, es filosófico. El filósofo sabe los límites de la probidad. Sabe que la segunda respuesta tiene por límite el genio de la naturaleza. Y en este sentido la evasión amistosa propiciaría la probidad. Pero eso prefiero no explicarlo.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. El crimen crea para sí una mitología de justificación. En el caso del narco su mitología se extiende desde la impostura religiosa de la Santa Muerte hasta la propaganda musical de los narcocorridos. Por ello es importante tomar en cuenta la mitología de los huachicoleros, crimen mexicano en boga.

Coletilla. El mejor café se produce entre el Trópico de Capuchino y el Trópico de Latte. (De nada, Starbucks)

Amistad y caducidad

Amistad y caducidad

 

El diálogo ciceroniano sobre la amistad, Lelio, es una evocación del pasado. No es de extrañar: muchas veces los amigos se reúnen a evocar el pasado. Pasa el tiempo en que florece la amistad y los amigos se reúnen a imaginar las coronas que podrían haber construido con las flores marchitas. Pasa el tiempo de la amistad y los amigos, avejentados, juegan un rato a creer que el tiempo no ha pasado o a fingir que todavía podrían vivir en el pasado. Porque la amistad caduca es que, cuando nos reunimos con amigos, evocamos el pasado conjunto. Y el diálogo Laelius de Cicerón es la reflexión más profunda sobre el término de la amistad.

         La caducidad de la amistad es, en sentido estricto, el tema del Laelius; pero está tan creativamente resguardada que es necesario leerlo con mucho cuidado para notarlo. Explícitamente la caducidad de la amistad sólo se menciona en dos momentos: después de la definición de la amistad –que coincide con el fundamento metafísico de la amistad en Aristóteles- y al final del diálogo –donde la mayoría ve una preceptiva del cuidado de la amistad-. Implícitamente, el problema de la caducidad de la amistad está planteado desde la selección misma de los personajes del diálogo. El diálogo evocado tiene tres personajes: Lelio, Fanio y Escévola. Además de aparecer en el diálogo aquí comentado, Lelio aparece en dos diálogos más: Catón el mayor y Sobre la república; en ambos, por cierto, aparece junto a Escipión. Escévola, por su parte, aparece tanto en De Oratore como en Sobre la república. Y Fannio sólo había aparecido previamente en Sobre la república, aunque no durante todo el diálogo. Los tres interlocutores del Laelius sólo vuelven a aparecer juntos en Sobre la república. Dramáticamente, el Sobre la república es anterior al Laelius, pues se realiza en las ferias latinas del invierno previo al asesinato de Escipión; mientras que Laelius tiene lugar en la primavera de 129 a.C., tras los nueve días de luto por la muerte de Escipión. Sobre la república acontece mientras se celebran las fiestas públicas por la fidelidad a la alianza latina; Laelius acontece tras la infidelidad que asesinó a Escipión. En Sobre la república habla principalmente Escipión; en Laelius la palabra la toma Lelio; en Sobre la república, Cicerón nos apunta que la pareja de amigos tenía un acuerdo tácito: en la guerra, Lelio daba el lugar principal a Escipión; en la paz, Escipión se lo daba a Lelio. En Laelius, explícitamente el lugar lo tiene Lelio; implícitamente, en cambio, todo lo que se dice de la amistad está bajo la sombra de Escipión; como si entre caballeros la justicia fuese para la paz y la amistad para la guerra. En la paz, los amigos se reúnen a evocar; quizá la evocación es lo justo.

         Catón el mayor, el otro diálogo en que aparece Lelio, es el diálogo en que Cicerón fabula la inmortalidad del alma. La vejez (y la muerte) deja de ser terrible ante la fábula del alma inmortal. Para quien no ha pensado el problema de la justicia, la fábula sobre la inmortalidad es suficiente. Si no es posible que los amigos sean justos, al menos han de estar bien dispuestos al cuidado del alma inmortal. La evocación de las buenas amistades es la oportunidad de hacer justicia para quien no es del todo justo. La evocación, en este sentido, es lo justo. Catón, hombre justo, puede hacer caballeros, aunque no logre hacer filósofos. En sentido estricto, sin embargo, el tema de Catón el mayor es la excelencia de la memoria. Sólo el filósofo reconoce la excelencia de la memoria. Sólo el filósofo reconoce la justicia –o la injusticia- de la evocación. Algo enseña Cicerón al filósofo en torno a la memoria que le permite comprender el sentido de la evocación. El filósofo evoca ciceronianamente de acuerdo a lo aprendido en De Oratore, el otro diálogo aquí implicado. La evocación filosófica es una excelencia del orador; no por nada el nombre de Lelio significa, a través del griego, gran orador.

         La amistad, tal como se presenta en el Laelius, supone el conocimiento de la justicia y la memoria de los diálogos Sobre la república y Catón el mayor. Se conoce la amistad, puede presumirse por ahora, en tanto se reconoce cómo es que la justicia y la memoria se involucran en su práctica. La caducidad de la amistad se entiende, además, en función de la memoria y la justicia. Por ello, para Cicerón la amistad se presenta frecuentemente como una evocación de los amigos. Quienes no dejan pasar la amistad, quienes se esmeran en que nunca cambie, algo no han entendido. Quien comienza a entender algo sobre la caducidad de la amistad comienza a comprender por qué es justo que las amistades terminen.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. En México se organiza una nueva guerrilla y los servicios de inteligencia federales intentan evitar su arraigo en las zonas urbanas, así como limitar sus vías de financiamiento. 2. Importante investigación de Animal Político sobre los seminarios para «curar» la homosexualidad, investigación que muestra la pequeñez del pensamiento de los «defensores» de la familia. 3. Humberto Padgett investiga la corrupción en el cuerpo policíaco de Naucalpan. 4. La posibilidad de que el EZLN postule una candidata independiente para la elección de 2018 debe pensarse como un llamado a imaginar una política posible, una renuncia al poder y la aceptación de la búsqueda de la comunidad; eso piensa Gustavo Esteva en un artículo reciente. 5. Creativa la lectura que Salvador Camarena ha hecho del enriquecimiento ilícito de Javier Duarte: es necesario arreglar la educación privada, donde se educa la «gente bien», donde se funda el mirreynato.

Coletilla. Aristegui Noticias dio voz a Elena Poniatowska, quien se dice víctima del odio de Luis González de Alba. Infantil, como siempre, la Poni cree que fue solamente el odio lo que orientó las críticas de González de Alba en su contra. Poni cree, declara y quisiera hacer creer, que al fondo de las críticas de González de Alba a La noche de Tlaltelolco se encuentra el celo por el éxito editorial. Olvida Elenita, y no es raro, que si su editorial modificó La noche de Tlaltelolco de acuerdo a las indicaciones de Luis González de Alba, lo hizo por mandato judicial, pues Poniatowska se había negado a corregirlo. En noviembre de 1997, en La Jornada, González de Alba solicitó públicamente que Poniatowska corrigiera los errores de su libro (alrededor de 50). Dice en No hubo barco para mí (p.152): “Ocurrió en noviembre de 1997: pedí a Elena corregir errores de su crónica tlatelolca y Monsiváis exigió a Carmen Lira: ¡O Luis o yo! Me echaron sin dejarme siquiera vender mis acciones del diario: un comité de salud política eligió quién tenía los valores necesarios para poseer esas acciones y a cómo iban a pagarme”. Las diferencias con la Poni habían comenzado en marzo de 1993, cuando González de Alba protestó públicamente por los ataque de Poniatowska contra José Woldenberg, quien había iniciado la ciudadanización de los órganos electorales y la campaña para que el Distrito Federal estuviera en condiciones de elegir a su jefe de gobierno. Poniatowska se lanzó públicamente contra el demócrata Woldenberg. En el 93 atacó la democracia, en el 97 avaló la censura (que duró hasta la muerte de González de Alba, asunto ni siquiera mencionado al paso en las páginas del periódico de las izquiedas), en 2006 inventó una legitimidad y ahora viene a decir, pueril, que Luis González de Alba le dirigió un odio inmerecido. A eso, cuando menos, se le llama hipocresía.

Amistad y fidelidad

Amistad y fidelidad

El diálogo ciceroniano sobre la amistad, Lelio, es un diálogo de ausentes. Desde la primera línea del texto se hace referencia a las ausencias. Los amigos ausentes en el Laelius son causa del diálogo. Cicerón parece sugerir que pensamos más la amistad cuando hemos perdido a los amigos. Como si fuera el caso que para Cicerón, como después lo será para Hegel, la filosofía llega tarde.

Los interlocutores del Laelius lo son de dos tipos. En primer lugar, se encuentra Ático, a quien Cicerón dirige el discurso inicial y para quien escribió el diálogo. En segundo lugar, y en un nivel hermenéutico distinto, se encuentran Lelio, Fannio y Escévola, quienes conversan a lo largo del diálogo. En cuanto a los personajes ausentes cabe distinguir a tres. Primero, Cicerón refiere a Escévola como su amigo ausente. Después, el autor recuerda a Rufo como el amigo ausente de Ático. Y finalmente, señala a Escipión como el amigo ausente de Lelio. Los dos primeros están ausentes en el primer nivel hermenéutico del diálogo, el tercero lo está en el segundo. El primer ausente del primer nivel es el tercer presente en el segundo nivel. Escévola articula ambos niveles, los relaciona. Quinto Mucio Escévola “el augur”, cuyo nombre significa zurdo, es quien permite acceder al pasado, quien invierte el orden, es un augur invertido; por algo los augures romanos eran zurdos. El amigo ahora ausente pudo ser presente antes, su evocación nos presenta la amistad. El amigo se va, pero la amistad… Algo hay que aprender ahí sobre la enseñanza amistosa.

Las tres ausencias son causa del diálogo en tres diversos sentidos. La ausencia de Escipión nos ubica en el momento del diálogo (“pocos días después de la muerte de Africano”), y con ello nos sugiere que el discurso de Lelio que vamos a escuchar está relacionado con la cercana muerte de su amigo. La ausencia de Rufo es la causa de la conversación referida a Cicerón por Escévola. Y la evocación del ausente Escévola es el modo por que el autor pretende beneficiar tanto a su amigo, quien le había pedido un escrito sobre la amistad, como a aquellos que se acercan a Cicerón para aprender de la amistad. Las evocaciones de Escipión y Escévola son semejantes en tanto el autor las señala como propias de la fidelidad; mientras que la ausencia de Rufo como causa de la conversación es la sospecha de la infidelidad de sus propias acciones. La conversación referida en el Laelius es originada por la certidumbre sobre la fidelidad.

La conversación recordada por el autor del Laelius es originada por la incertidumbre sobre la fidelidad. Para Cicerón, favorecer la certidumbre sobre la fidelidad es un modo de hacer bien a los amigos; aunque el acto mismo de la amistad es un mejor modo de beneficiarlos. O dicho de otro modo, cuando no vivimos entre caballeros, la amistad no basta, sino que es necesario hablar bien de ella. Cicerón enseña, apuntando sin declarar, que la enseñanza amistosa es la evocación de la amistad de los buenos hombres. La evocación, aunque siempre es posterior, no por ello llega tarde. Si aprendemos a pensar la amistad con Cicerón, comprenderemos por qué la filosofía no puede llegar tarde.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El miércoles próximo se cumplen 25 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Hay dos novedades en el caso. Primero, en la glosa del informe ante el Legislativo, la procuradora afirmó que se ampliará el campo de búsqueda. Segundo, ayer se informó de la detención de Felipe Flores, quien la noche del ataque ostentaba el puesto de jefe de la policía municipal en Iguala. El caso no debe ser olvidado. 2. Desde agosto, el Colectivo Solecito ha encontrado 105 fosas clandestinas en Veracruz. 3. Excelente reportaje de Luis Chaparro, en El Universal, sobre el reinicio de la masacre en Ciudad Juárez, Chihuahua. El reportero entrevistó a un jefe de sicarios del Cártel de Juárez que advierte el inminente enfrentamiento con el Cártel de Sinaloa. 4. Naucalpan es una tragedia. Héctor de Mauleón señala los problemas de seguridad en el municipio, así como las negligencias en los servicios públicos. En entrevista con Ciro Gómez Leyva y Humberto Padgett, el pasado jueves, el presidente municipal señaló que el 10% de los policías municipales trabaja para el crimen organizado, pero que no son despedidos porque no hay dinero para su liquidación. Así de absurdo Édgar Olvera. 5. José Woldenberg ha sido el único que, más allá de la grilla, ha dado la importancia debida al anuncio del EZLN de participar en la elección de 2018. Hay que leer su reflexión.

Coletilla. Un bello ensayo sobre una reflexión poética, eso es lo que Jesús Silva-Herzog Márquez ha escrito sobre don Alfonso Reyes.

Incomodidad

Incomodidad

 

ya no dedico

 

¿Podría depender la amistad del régimen político en que se vive? A primera vista la pregunta es absurda: el régimen político responde a una condición histórica; la amistad responde a una disposición personal. Pero mirando más fijamente a la pregunta ya no parece tan absurda, sino incómoda. Quienes más claramente han pensado la amistad, seguro intentarán encontrar alguna ayuda aristotélica en algún pasaje olvidado de la Ética; darán vueltas, revisarán y se preguntarán por qué cuando leyeron la más clara explicación de la amistad creyeron en una amistad virtuosa y despolitizaron la virtud. ¿Acaso el efecto inevitable de la lectura de la Ética nicomaquea es sólo la persuasión por la importancia de la virtud? ¿Acaso es sólo un texto suasorio? ¿Acaso leerla así no es convertirla en un texto maquiavélico? Porque el recurso asiduo a ubicarse del lado de quien con facilidad reconoce la amistad virtuosa -aunque pueda preferir alguna otra- no salva el problema, pues no explica la preferencia amistosa. Pensar que dicha preferencia es completamente individual, que no es política, ya es un falseamiento del asunto. La amistad individual es la amistad burguesa. La amistad burguesa necesita del contacto de los amigos para mantener los “contactos”, necesita del trato cotidiano para enriquecer la “práctica”, necesita satisfacer sus “necesidades”. La amistad burguesa es una fábula de la necesidad, pero no es amistad. La amistad burguesa es la cara amable del progreso moderno. Lo entendió perfectamente Flaubert y lo plasmó para la eternidad en la escena final de La educación sentimental: sólo los amigos modernos, hastiados de su modernidad, necesitan “compartir” sus sentimientos. La amistad sentimental, la amistad que descubrió el romanticismo, es producto de la saturación del progreso. El amigo sentimental se ha hastiado de modernidad hasta derramar la miel para los amargados. El amigo sentimental desciende a la intimidad para predicar al hombre nuevo. La amistad sentimental es la fábula que oculta la destrucción de lo moderno. Podría pensarse que la amistad cristiana -si acaso es posible- también es individual y apolítica; pero eso es no entender la Iglesia. Pretender que es posible la amistad virtuosa donde no es posible la virtud es engañarnos. Pretender que sin política es posible la virtud es olvidar qué es la virtud. Si la amistad es posible de algún modo, parece que es necesario que la amistad dependa del régimen político. Quizá por ello, en Fusul al-Madani, Alfarabi sólo habla de la amistad en relación con la justicia. Quizá por ello, en la más profunda explicación sobre la amistad, los jovencitos con los que habla Sócrates deben ser libres y su conversación debe liberar. Quizá por ello, la pregunta inicial es realmente desconcertante. Afirmarse en el cuidado de la amistad, parece, sólo sería posible cuando uno se afirma en el cuidado de lo político. Aislarse, bajo cualquier pretexto de superioridad o inferioridad, del cuidado de lo político es un descuido inevitable de la amistad. Si esto es cierto, la amistad sólo se cuida genuinamente como Cicerón lo enseñó a Ático. Lo demás, nuestros “cuidados” cotidianos, es un modo discreto de traicionarnos. O la política es posible, o la amistad sólo puede ser maquiavélica. Por eso es una pregunta incómoda.

 

Námaste Heptákis

 

Para no olvidar. 1. Han pasado 21 meses de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa. Durante la semana, los padres de los desaparecidos se reunieron en tres ocasiones con funcionarios federales. El miércoles se reunieron en el Secretaría de Relaciones Exteriores, donde no recibieron respuesta a su planteamiento del mecanismo de seguimiento internacional de la investigación del caso. Es importante recordar que los funcionarios federales se habían comprometido en la Corte Interamericana de Derechos Humanos a formar dicho mecanismo. El jueves se reunieron en la Secretaría de Gobernación, donde reiteraron la petición de destituir a Tomás Zerón. Además se les confirmó que no hay copia de los videos borrados del ataque a los normalistas a las afueras del Palacio de Justicia; por increíble que suene. El viernes, en las instalaciones del Centro Pro, el subsecretario de Derechos Humanos de la Segob se reunió con los padres y se acordó la creación del mecanismo de seguimiento, que los titulares del mecanismo serán nombrados por la CIDH y que el lunes 11 anunciarán los detalles del mismo. A ver… 2. El próximo lunes 11 se cumplen seis meses de la desaparición forzada de los jóvenes de Tierra Blanca, Veracruz (José Benítez de la O, Mario Arturo Orozco Sánchez, Alfredo González Díaz y Susana Tapia Garibo). En la reunión más reciente de los padres de los desaparecidos con los funcionarios federales se les comunicó que no hay más restos qué analizar y que a excepción de los posibles autores intelectuales de la desaparición, no hay más qué investigar. Sin vías de investigación y sin pruebas para concluirla. ¿Y entonces?

 

Escenas del terruño. 1. Héctor de Mauleón comenta los cambios en el estado de la criminalidad en Iguala tras los acontecimientos del 26 de septiembre de 2014. Resume: después de tanta muerte, el horror seguirá. 2. Animal Político presentó el caso de una madre que perdió la custodia de su hijo porque, a dicho del juez, no cumplía el rol tradicional que debe imperar en toda familia, así como no expresaba los valores de las tradiciones mexicanas. Quiere el juez en su corazoncito, no la justicia, sino pura madre mexicana.

Coletilla. Fue el martes 4 de junio de 1991 cuando se comenzó a transmitir en televisión abierta nacional la caricatura “Los Simpson”. El pasado lunes 4 de julio de 2016 el programa de televisión más importante para mi generación se dejó de transmitir en televisión abierta nacional. Dato inútil, dirán algunos. Quejicas de viejito, dirán otros. Para mí, un dato importante sobre los cambios generacionales en nuestro país.