Esperranto

Venía yo bien contentito con un paquete de un par de tortas y una gringa colgando de mis manos dentro de una bolsa. cuando me di cuenta que un perro potencialmente hogareño me seguía hambriento. No supe qué hacer al respecto, soy yo de esas extrañas personas que creen firmemente que los animales no entienden, que no son muy inteligentes y que si en ese momento yo hubiera caído muerto a la mitad de la calle, el perrito bonito que me seguía con cara de lástima esperando que yo compartiera mi comida, hubiera preferido devorarme a mí, que a mis tortas. Sin embargo, heme aquí, escribiendo un poco en contra de lo que creo, haciendo un breve exploración a una idea un tanto loca y disparatada, porque lo chido de hoy, la once entre los chavos es ser de mente abierta, y yo soy bien chido. ¿Y si los animales sí entienden? Tranquilos, queridos lectores, no estoy deschabetándome tanto todavía, solo se me ocurrió que por más que yo le hablara al perro mendigo, por más que me esforzara por fintarlo con que le aventaba un trozo de torta allá muy lejos o amenazaba con golpearlo con una coca de 600ml, éste no cedía ni poquito en su persistencia de ir detrás de mis tortas. Mi tesis es sencilla, y capaz de ser comprobada inmediatamente como a la ciencia moderna le gusta. Es más, su base es completamente empírica y experimental. Se pueden reproducir los resultados. Yo sé que ya se estarán preguntando en sus curiosas cabecillas cuál es esta manera de comunicarnos con los animales que me ha hecho dudar de una de mis más arraigadas creencias. La respuesta es muy sencilla, siendo los animales en general (y los perros los que están más a la mano para nosotros los del Distrito Federal) se me ocurrió hablarles en el mismo idioma en el que la naturaleza se comunica con nosotros, y ah, ah, no. no. no, que no les brillen los ojitos, por supuesto que no estoy Galileando y no estoy hablando de las matemáticas. No, hay un idioma mucho más natural, primitivo y efectivo del que todos participamos, no importa si eres una abeja, o un canario, un halcón o un cuyo, un cerdo o una mujer. Este lenguaje universalmente conocido que trasciende las barreras especiales, las barreras raciales y las barreras intelectuales, es algo llamado comúnmente por el mexicano moderno como “putazos”.

Es una propuesta seria, fíjense: los putazos se los dan perros con perros, gatos con perros, lagartijas con osos polares, y mujeres con iguanas. No hay distinción alguna en esta práctica universal tan favorita de la Natureleza. ¿Su perro no se quiere bajar de la cama? No le hable, póngale unos putazos. ¿Los gatos callejeros no lo dejan dormir con sus melodías de apareamiento? La solución son putazos, ¿su esposa no deja de quejarse? Bueno, podrá darse cuenta que este es el idioma naturalmente universal, aunque hace algunos ayeres un montón de maricones hayan pactado que no se practique tanto entre humanos- En fin, lamentablemente este pacto no lo pudieron firmar los animalitos de la naturaleza por un par de razones, la primera es que no tienen dedo pulgar (esa bendición del hombre comunista) y la segunda es que no entienden del lenguaje verbal. En los incontables experimentos que he tenido, puedo garantizar que el animal no entenderá, sin embargo, usted logrará el objetivo deseado al someterlo. Ésta es una práctica que ha sido puesta a prueba desde tiempos lejanísimos, y podemos constatar por testimonios de los más fuertes, que funciona al 100% entre seres completamente racionales, es decir seres humanos (especifico porque seguro brincará algún animalista de esos que huelen a chito, y dirá que los seres humanos que le pegan a un animal no son racionales, pero, déjenlos, pobrecitos). La Naturaleza es sabia y siempre se ha podido comunicar con nosotros por este medio que trasciende las palabras y que casi siempre está enfocado en mostrarnos con lujo de detalle nuestra finitud. No daré más vueltas al asunto, sabemos que la Guerra es la madre de todas las cosas y por lo mismo el único idioma universal, pude haberlo dicho así en una sola línea, pero quise disfrutar aunque fuera un poquito, la ilusión que trae consigo la palabra que se queda corta y no logra acercar, vincular a toda forma de vida de una manera tan uniforme y tan eficaz, como el idioma de los putazos.

Lo que no se ve

No estoy muy seguro de cómo comenzar esta entrada de indignación y repudio contra el mundo. Tal vez, si corro con suerte, podré jugar con sus sentimientos como esos cochinos científicos lo hicieron con los míos. Si no tengo suerte, espero no se les haga muy fantasiosa mi ilusión y sencilla ambición superhumana, tal vez la entiendan, y tal vez, también, aunque no los haya logrado decepcionar, vean el mismo problema que yo.

El show es el siguiente: encontreme baboseando en reddit como ocurre cada vez con más frecuencia, un artículo que llamó mi atención. En él se hablaba acerca de unos investigadores del MIT que habían podido fabricar una súper cámara fotográfica súper poderosa. Era capaz de fotografiar a una velocidad tremenda, de modo tal que había logrado llegar a la última frontera de la visión. Sí, amigos, lo que están pensando es correcto. Aquél artefacto fantástico había logrado fotografiar la luz. Disculpen mi emoción y si pierdo la cabeza, pero ¡No mamen, de verdad no pinches mamen! ¡Fotografía la luz! ¡La luz misma que permite la vista misma! ¡Por fin iba a poder escupirle en su tumba a Descartes por mostrarme la imposibilidad de conocer el fuego! No sé cómo emocionarme más sin que suene a burla, de verdad no lo es. El asunto es el siguiente. La luz, es tan rápida que hasta donde yo puedo entenderla, siempre la vemos en movimiento. Bueno, supongo que lo han visto ya, esa foto famosa de una bala saliendo victoriosa después de atravesar una manzana por su justo centro, es una foto fantástica y de muy alta calidad que muestra a la bala (que en nuestra experiencia cotidiana nunca vamos a ver sino solo a sentir) tal cual es. En el caso de la bala, nuestra experiencia visual de ella es solo al principio y al final. Es decir, vemos la bala cuando está en reposo mientras se encuentra descansando en su cunita de pólvora o la vemos ya hundida en el cuerpo de algún animal racional o no, o errada en una pared después de una ejecución; pero nunca a medio vuelo siendo lo que es, al menos no con el ojo desnudo.

En fin, algo fantástico de la fotografía es que logra detener el tiempo y mantiene intacto un espacio determinado. En ella el movimiento es pura sugerencia y llega a ser hasta cierto punto irreal, una fantasía Xenónica (si me permiten el término). Ahora bien, ¿listos para la pregunta chida? ¿Cómo chingados es la luz? Las balas, de algún modo logramos verlas mientras están en reposo, pero la luz simplemente se nos escapa. Imaginé por un momento, como un chamaco de kínder, a la luz, así, en abstracto, desnudita flotando en un cuarto oscuro o a medio iluminar, o en un cuarto iluminado de antemano y con ella a medio florecer. Fracasé en ambos intentos, y no es para más, los invito a hacer el experimento. Intenten imaginar la luz, ¿está encerrada, cubierta, flotando, doblada, extendida, es una línea? Yo en algún momento llegué a pensar que el rayo que se desprende de las nubes cuando habrá una tormenta, era una entidad bidimensional, luego Maigo me dijo que dejara de decir burradas y deseché la idea. Pero, en este caso, la luz podría ser cualquier cosa, incluso esférica como si estuviera hecha de éter. Salivé como ya tiene rato que no lo hacía, quería leer, ver esas putas fotos de la luz, así, en su más prístino estado, limpia de la corrupción de la experiencia sensorial y de los presupuestos cognitivos que permiten apreciar cualquier cosa. Creí por un momento que no había cosa más digna de ser llamada fotografía que la que habían tomado estos señores, logrando atrapar lo inatrapable. Cuando la viera, ¿la creería? ¿qué haría después de ver que “así es la luz”, de saber que no hay nada más ni la confundiría jamás con otra cosa en el mundo, que mi imaginación estaría para siempre sellada de esa posibilidad y quedaría terriblemente determinada? ¿Cómo entendería las poesías que hablaran sobre la luz después de esta experiencia tan real? ¿Cómo harían arte los artistas visuales con esta nueva herramienta? ¿Cómo evolucionaría el cine o los conciertos? Muchas analogías, sonetos y poemas estaban a punto de ser íntimamente violados por la ciencia y yo, estaba a un paso de ser cómplice de ello.

Lamentablemente, los dioses son mañosos y mentirosos, mucho más que los humanos que trabajan en el MIT y que aclaman tener una cámara súper poderosa que puede fotografiar a una velocidad inalcanzable por el ojo humano. El artículo que me emocionó tanto que casi me sentí prisionero en una cárcel ateniense esperando beber cicuta, incluía (por supuesto, no se podía esperar más en la era de la información) un video, guiado por un gringo cagado hablando del gran descubrimiento en un nivel de emoción por demás producido, fingido y triste. En él se habla de la foto de la bala y cómo impactó al mundo hace cincuenta años, y cómo esta fotografía de la luz vendría a superarla de un modo tal que es inimaginable. En fin, como en todos los reportajes periodísticos de nuestros tiempos, hubo mucho ruido y pocas nueces. Presentaron la cámara fotográfica y al científico este que explicaba los alcances de su artefacto. No estoy muy seguro de describir lo que vi, llegada la hora de ver lo que la cámara había capturado con todo su poder. La manera más sencilla de representárselos con palabras es la siguiente. Tomen una botella de vidrio y acuéstenla sobre una superficie plana. Luego, apaguen las luces y prendan una lámpara de mano, una linterna de esas que se empacan en las excursiones a las faldas del Iztaccíhuatl, luego dirijan la luz desde un costado, comenzando por la base muy lentamente y terminen en la boquilla. Fin del experimento. Grábenlo, luego digan que es demasiado rápido como para que el ojo lo vea y que su cámara corre a esa velocidad, luego, digan que para que podamos apreciarlo, tenemos que alentar esa velocidad, y que el proceso que duró una partícula de segundo. Usando la gran tecnología de su cámara, lograron extenderlo a veinte segundos (que es lo que dura su video), y listo. Luego hagan un reportaje al respecto, contraten a un gringo lelo y publíquenlo en reddit y rómpanme el corazón.

En verdad no estoy seguro de qué esperaba ver, pero, jamás de los jamases espere ver fracaso puro, o una excusa absurda como que no podemos verlo porque es demasiado rápido para nosotros o que sencillamente vería a la luz como la veo todos los días, “de rebote”, cosa que hasta cierto punto tiene sentido aunque la fotografía hubiera logrado su cometido, la cosa abstracta que yo esperaba ver, estaría siéndome mostrada “de rebote”. Otra fotografía de las que presentaron, en el artículo, es una manzana en un cuarto claroscuro esperando ser iluminada por la luz misma. Nuevamente se encontrarán con una decepción. En fin, no sé hasta qué punto haya sido un artículo de chiste, pero en lo personal, sí logró hacerme creer por un momento que podría conocer algo incognoscible. Como dato curioso, si no leen el artículo, les comento que hablan de que esa cámara es tan rápida que la secuencia de fotos necesaria para describir el camino de la bala a través de la manzana, implicaría ver una película con una duración de un año (si queremos ver toda la secuencia foto por foto), porque toma fotos muy pinche rápido. No dejo de pensar que de embarcarme en tan absurda empresa, habría semanas que pasaría frente a una pantalla de cine (porque la voy a ver en el cine para vivir la mejor de las experiencias) viendo una manzana común y corriente sin hacer absolutamente nada. En fin, iré llorando a inventar pretextos al MIT para justificar mis pendejadas y olvidarme de que estamos impedidos para conocer ciertas cosas de este mundo.

Aquí les dejo la liga al artículo al que hago referencia, está en inglés.

Felicidad y salud en la mesa

Aunque muchos lo nieguen, incluso lo toman como placer culposo, disfrutamos saborear nuestra comida. Parecen estar en lo cierto aquéllos que dicen que dependemos de la buena alimentación, afirman que ésta contribuye en mejorar la calidad de vida. ¡Y cómo no van a tener razón! Sirve observar la satisfacción al reconocer con nuestros dedos la suavidad hogareña de un pan de dulce o la leve acuosidad salada cuando probamos un corte de carne (¿será el jugo de ella o nuestra saliva ansiosa engañándonos?). O también mirar nuestra sonrisa al quedar seducidos por el olor de un alambre asándose sobre la plancha caliente o cuando hemos escuchado el crujir quebrante en un bocado de helado frito de vainilla.

Hasta este punto varios ya han sufrido un infarto o se avergüenzan por haber cometido un pecado en el culto fitness. Tanta grasa y colesterol se ha derramado que el corazón ha sido ofendido y ha renunciado permanentemente, De ahí que sea crucial llevar una dieta balanceada, despedirse y abandonar los alimentos malignos y chatarras que terminan perjudicando al hombre. En vez de ellos, nuestros asesor en salud incorpora aditivos naturales o industriales para equilibrarnos. Aparecen disponibles para comer el queso cottage, suplementos alimenticios y una variedad de frutas y verduras. La dieta planeada, el conteo calórico adecuado para el hombre, ayuda a organizar los alimentos necesarios para que el individuo se encuentre sano. Tampoco se trata de ninguna imposición o restricción, no se tiene que dejar de comer mientras se mantenga el balance alimenticio.

Para los apologistas de la buena nutrición, la salud no es sufrimiento, sólo se trata de encontrarse bien con el cuerpo. Es una pequeña modificación en el estilo de vida. Sin embargo esta modificación no es tan pequeña. Elaborar un régimen alimenticio con base en la salud nutritiva, trae un cambio severo en el hábito para comer. Nuestra modo de relacionarnos con la comida es distinto. Ahora por mucho que las burbujitas gaseosas inviten imaginarlas en nuestra gargante, siempre tenemos presente que el ácido es lo suficientemente corrosivo para deshacer inodoros. O que los dulces pasteles son una carga tremenda de carbohidratos, un detonante posible para una pequeña barriga o una diabetes siniestras. Notamos entonces que consideramos principalmente nuestros alimentos por su composición, si llegan a ser agradables o bonitos resulta posterior (bajo este criterio algo espantosamente insípido como el pasto de trigo o el tofu tiene sentido). Con ello tampoco debe sorprendernos que la química o biología nos auxilien y enseñen cómo es debido comer.

Como bien queda señalado, este cambio severo se enraíza en la salud nutritiva. Debido a que lo importante es el desenvolvimiento del organismo, la salud significa el buen funcionamiento del cuerpo. Cumplir los requisitos para que los sistemas, aparatos u órganos no tengan ningún fallo. Y si bien no es completamente desechable tal visión de lo que somos, el alcohólico puede pasarla mal y efectivamente tener un desenlace fatal, ¿la salud real no es un estado que va más allá del contenido calórico o químico? ¿Vivir bien no significa sólo un slogan o hacer ejercicio limitándose en la comida? Basándonos en esta alimentación, los especialistas y gurús fitness nos prometen que viviremos muchos años… ¿pero quién desearía vivirlos?*

*A pesar de que se considere muy viejo para los tiempos actuales, resulta brillante la sabiduría anciana de un caricaturista.

Bocadillo de la plaza pública. A pesar de haberse detenido miembros importantes de varios cárteles en colonias insospechadas como la Condesa o denuncias de extorsión y cobro de suelos provenientes de zonas como el Centro histórico o incluso aparente ajuste de cuentas ocurridos como en el suceso del Bar Heaven, las autoridades capitalinas negaban empecinadamente que el crimen organizado operara en el centro del país. Tal afirmación se sostenía en los años cobrizos donde se creía que la paz sólo habitaba en el Distrito Federal, el salvajismo parecía problema de los estados del norte o interior de la República. En días recientes ocurrieron hechos que negaron nuevamente tal creencia: con un colgado en un puente y varios asesinatos con dedicatoria se reúne suficiente evidencia para aceptar el problema del narcotráfico en la capital. Y si habría que ser ingenuo creer lo contrario, todavía existían algunos que daban vuelta al problema… ¿ingenuidad, miedo o cinismo?

Mondadientes. Trascendió esta semana que YouTube abrirá un nuevo servicio llamado YouTube Red. Por medio del pago mensual de diez dólares, uno podrá tener beneficios especiales como descargar vídeos a dispositivos electrónicos, evitar la publicidad de los anunciantes y tener acceso exclusivo a cierto contenido producido con la élite de YouTube. De entrada esto me resultó curioso por ser una muestra de una tendencia actual en la industria del entretenimiento. Servicios musicales como Spotify o televisivos como Netflix o incluso los videojuegos dividen a sus consumidores en dos grupos: los que pagan y los que pagan todavía más, los que se sientan en el área general y los que se sientan en el área VIP. Ya no basta pagar una sola vez para disfrutar el producto entero, ahora la mínima parte o la experiencia plena cuesta una módica pero significativa cantidad. La más cínica de todas, los videojuegos, requiere dinero para desbloquear componentes escondidos (anteriormente era para los jugadores más avezados), Netflix exige un poco más por la definición más alta posible y ahora YouTube pide para financiar un contenido aparentemente mejor y más sofisticado. En contenidos virtuales, ¿cómo calcular y justificar el precio?

Otra cosa curiosa es el crecimiento desmedido de la plataforma. Con más de diez años de existir, pocos hubieran imaginado el tamaño actual de YouTube. Hoy los anunciantes, estrellas del espectáculo e incluso políticos voltean a ver a la plataforma de vídeos para acercarse a las generaciones más jóvenes. Asimismo gracias al servicio de Google hemos visto a desconocidos que tal vez nunca hubieran destacado en otro medio. El lema original de la plataforma era Broadcast yourself (Transmite tú mismo). Ya no se necesitaba grandes foros de grabación para que cualquiera en el mundo pudiera verte, bastaba subir el vídeo a un medio sencillo y estable de Internet. Eso reluce en el primer vídeo: mi canal propio . Por lo mismo varios jactanciosos, estafadores o verdaderamente talentosos empezaron a brillar. Esta innovación en el servicio, la apertura de una sección exclusiva, ¿no agravará estas distinciones y nos dificultará encontrar a uno y otro? ¿No descuidará a los más interesantes pero no tan famosos y encumbrará a los estafadores?

Señor Carmesí

Lógica corriente

Deben numerarse en cientos de cientos los jóvenes preparatorianos que cada año llegan a odiar la lógica. Por supuesto me refiero a la materia del bachillerato. Ante éstos es culpable de algunas o todas las siguientes afrentas contra el estudiante: es áspera, árida, seca, inflexible, y en pocas palabras, es casi cualquier adjetivo que describiría bien un montón de huesos dejados a la intemperie de un desierto. La imagen no es muy casual, tampoco: la lógica en la escuela parece ser una clase de compendio de fórmulas esperando ser llenadas por lo que a uno venga a ocurrírsele, y no es raro que los montones de fórmulas nos recuerden cosas como carcasas, estructuras huecas, inercia, quietud, silencio. En la de peores[1] se parece a la muerte; en la de menos macabras, a la secuencia de órdenes que hace a un robot simular que realiza acciones.

Yo no acusaría tan severamente el repudio en los salones contra, según dicen hombres doctos, esta ciencia de las más antiguas y magníficas descubiertas por el hombre; una tan excelsa y poderosa que apenas y ha cambiado en lo fundamental de sus proposiciones en más de dos mil años. ¡Eterna verdad, que si P ⇒ Q, y resulta que P, entonces Q! No lo acusaría, digo, en sus actuales condiciones porque comprendo de dónde viene. Siempre puede uno preguntarse «bueno, pero ¿y a quién se le ocurriría esto y por qué?». Esta importante pregunta no suele responderse, y en la lógica no debería pasársele por alto. Puede ser un problema real que la ciencia que nomás entiende fórmulas no pueda dar cuenta de quién es pe y por qué es necesario para él que cu. Claro, decirlo así hace una caricatura, pero no es caricaturesco aquello a lo que señala. No es que sea falso que esta forma lógica represente algo cierto: el trabajo que realizamos cuando sacamos una conclusión acerca de una relación específica entre cosas muy diversas de las que podemos pensar; el problema es lo fácil que con el amor por las fórmulas se olvida qué quiere decir que ésta sea una representación. La fórmula es una ficción del lenguaje, no es en realidad palabra. La relación nunca está en la fórmula, que es una expresión ingeniosa –una observación sobre nuestro modo de hablar–, sino en la expresión verdadera de las personas que son capaces de sacar conclusiones al ver y pensar en qué cosas tienen que ver las unas con las otras, y cuáles no.

Concederé a los doctos que estas observaciones lógicas tienen miles y miles de años; lo que no les concedo es que siempre se haya pensado que el estudio del modo que tenemos de pensar y de hablar sobre lo que consideramos verdadero haya sido visto como un diagrama de flujo en la pantalla de un programador. La lógica, no como ciencia, sino como modo de ser de las personas, no es una ocupación en nuestros saturados mercados. La lógica es el modo de hablar y, en ello, de asentar las relaciones sobre lo que vemos cuando se lo comunicamos a otros. Cuando aprendemos lógica en la preparatoria, no se trata de que nos enseñen reglas ajenas de un «sistema» (como luego los mismos lógicos lo llaman), como si a quien nunca ha jugado ajedrez se le enseña a nombrar y mover las piezas. El que aprende de lógica aprende a mirar lo que él mismo hace al pensar, el modo en que lo hace, y qué tan cerca se encuentra de que sus opiniones estén fundamentadas en buenas razones. Pongo otro ejemplo: digamos hipotéticamente que es cierto que la obsesión de nuestros tiempos con la ciencia promueve una devaluación del significado de la palabra en nuestra vida diaria. Si llegara yo a percatarme de que la palabra en mi vida se encuentra devaluada, eso no me acreditaría a concluir que estoy obsesionado con la ciencia: aún queda la posibilidad de que muchas otras cosas sean la causa de mi desprecio de la palabra. Pero que yo me percate del error en mi razonamiento no lo dicta la fórmula. No empezó a ser verdad el día en que me enseñaron la regla según la cual es ilícito afirmar la existencia del antecedente de un silogismo una vez que he corroborado el consecuente (como si esto fuera tenis, billar, Dungeons and Dragons, o cualquier cosa por el estilo y hubieran podido enseñarme cualquier regla); más bien, cuando me enseñaron que este razonamiento puede confundirse con uno que está bien hecho por parecerse a los que lo están, puedo darme cuenta de qué hice mal: me falta todavía descartar las otras posibilidades, o quizá probar suficientemente que ésta es la única causa posible para lo que he notado en mi vida, o ya me ingeniaré qué.

Dejar pasar de largo lo mundana que es la lógica es lo que a la vez que montarla en un altar, le succiona la vida. Esto no quiere decir nada sobre el rigor, como si éste fuera una equivocación; ni tampoco es la queja que, en el otro extremo, diría estupefacta que cada quién tiene su lógica individual con la que nadie puede meterse. Esa exageración vanguardista está lejos de la lógica como también lo estarían las tautologías simbólicas estériles. La razón por la que podemos darnos cuenta de este alejamiento es que la lógica se muestra en la comunicación. El que observa con atención nota qué tipos de afirmaciones son admisibles y cuáles, imitando nuestro pensamiento al acceder ante algo que nos parece verdadero, nos engañan. Y esto ocurre al acercarnos a quien nos importa y con quien queremos hablar. El intento de convencer sucede en muy buena parte cuando buscamos argumentos, y buscar buenos argumentos es algo que solemos hacer al tratar de convencer a quien se está tomando nuestras palabras en serio. Las falacias tienen tipos y nombres cuando se les estudia, pero son cosas dichas por la gente. Los silogismos, lo mismo. Pensar que primero se les define y después se les usa llenándolos como regando agua por canales, o bronce fundido en moldes de piedra, es una petición de principio. Y así también, pensar que la lógica es el conjunto de fórmulas que muestra la estructura pura del pensamiento es confundirse, pensando que el plano es la casa; o peor aún, pensando que la diapositiva de zootomía es el animal en su completitud.

[1] ¿Cuál es el substantivo de esta expresión?

Endulzar el gargajo

Y tú no te perfumes con palabras para consolarme — Joaquín Sabina

Pido disculpas de ante mano, queridos lectores, por el montonal de malas palabras que se encontrarán a continuación, que aunque se encuentran justificadas por el tema, no deja de causarme escozor escribirlas desnuditas de todo adorno. La disertación presente comenzó hace varios años, unos diez o doce, y fue provocada por una amiga mía a la que yo le tenía especial aprecio y le reconocía su vasta cultura y educación (o al menos su buena disposición para con las cosas intelectuales porque iba todos los sábados al tianguis del Chopo conmigo). Sucedió aquella vez que estando yo en Facebook jugando alguna mamada como Farmville, mi amiga escribió una entrada que decía algo así:

“Qué desagradables son las personas que sin mayor problema les da por escupir en la calle, luego uno pasa y el gargajo lo mira desde el suelo con una carita de inocencia agitando la mano como diciendo: ¡hola!”

No pretendo condenar a los practicantes de tan ancestral tradición china en la ciudad de México, en lo personal no suelo escupir en público, pero no lo tengo por mal visto, siempre y cuando sea en la calle y no dentro de una casa como hacían ciertos gitanos que conocí una vez en un salón de póquer. La entrada de mi amiga llamó mucho mi atención, no por su encomiable pudor y consciencia cívica, sino por su modo de contar la anécdota: describía (como todos podemos ver) una situación grotesca, pero le añadía un toque caricaturesco y hasta cierto punto gracioso. ¿Por qué chingados? Preguntarme eso fue mi primera reacción cuando lo leí. ¿Qué no estaba tratando de que nosotros compartiéramos ese repudio por los bárbaros que escupen en la calle? ¿Qué no era evidente que caricaturizar el acto ayudaba a simpatizar con éste y por lo tanto justificarlo un poco? Al menos a mí me parece que sí. No podía comprender cómo alguien a quien le gustaba la música punk (y que años después teñiría su cabeza de rosa y la raparía porque la anarquía es lo más chingón del mundo) y era bien intelectual, tuviera esta contradicción en una entrada de Facebook llena de protesta contra la sociedad y su mala educación. En fin, con el paso del tiempo comencé a darme cuenta de que no era un caso aislado, incluso bauticé a esta tendencia con la expresión “endulzar el gargajo”.

No hay mucho que buscar en el subconsciente, ni hay que hacer grandes estudios del lenguaje y la moralidad, lo que hizo mi amiga no tiene otro nombre que pudor. Es una práctica común que todo el mundo realiza, es tan común que no nos damos cuenta de que la realizamos con frecuencia, pero está allí. Gracias a él, el mejicano (que si algo lo caracteriza no es lo ingenioso, sino lo mocho) tiene una gama extraordinaria de palabras sin sentido. Llama “pompis” a las nalgas, “popó” a la mierda, “doctor” al médico, “choninos” a los calzones, “gallo” al gargajo, “pollito” al pene y “ciencia” a la psicología; dice “Güero” en vez de decir güey (no importa lo que digan esos imbéciles fresas de la red cola en sus anuncios, no le decimos güero al que no está güero por el puro antojo), dice no “manches” en vez de no mames, está “cañón” en vez de está “cabrón”, si usted, querido lector es mejicano, tendrá un repertorio de vestiditos para las palabras tan amplio como el mío (si no es que más). Todas ellas solo muestran pudor y vergüenza a la hora de hablar, a la hora de usar palabras que dan mala imagen al hablante o que tenemos por mal vistas. Normalmente las ocultamos y mostramos una más agradable (para no incomodar), a los mejicanos nos gusta endulzar el gargajo porque somos agachones. Cuando me di cuenta de esto me volví malhablado y comencé a decirle pan al pan y vino al vino (lo más que puedo); sin embargo, yo aprendí a disfrazar mis palabras, mis groserías desde niño por temor a mis padres. Tiempo después me di cuenta que ellos mismos me enseñaron usando términos como popó y pipí cada rato que a uno le daba la gana.

¿Por qué vengo hoy a hablarles de mierda y de gargajos, de prostitutas y de lefa? Bueno, resulta que estando esta mañana en el trabajo, me encontré con un artículo desos que me gusta leer, desos que les gusta divulgar los estudios que hacen en las universidades del chiste y que demuestran todo lo que la imaginación no puede. En él, se trataba un tema interesante: la moral está íntimamente ligada al lenguaje. ¡Ah, no mames verga, güey! Dije y comencé a leer. Encontré cosas interesantes: comienza con un cuento muy corto (como los de tuiter) en el que se narra que un güey le da por comerse a su perro después de que lo atropellan. Según los estudios de doctores (doctores de verdad) de cierta universidad europea cuyo nombre no recuerdo, se le había presentado ese cuento a un montón de gente que hablaba alemán, a un montón de gente que hablaba francés y a una minoría que hablaba italiano. Luego al mismo grupo de gente se le presentaba otro caso donde se exhibía una pareja de hermanos incestuosos (no lo platicaré porque lo encuentro singularmente repulsivo y bárbaro en cualquier idioma) y para finalizar se les presentó el famosito dilema de si hay que aventar a un hombre a la muerte desde un tren andando para salvar a otros cinco pasajeros que viajan en el mismo. Según los estudios que señala el artículo al que me refiero, los individuos del experimento tuvieron una mayor aceptación de los problemas antes señalados cuando se les presentaba en otro idioma (sí, si esto les parece pendejo, esperen a leer lo que viene) según la explicación presentada en el artículo (y que por supuesto debe ser muchísimo más compleja en la tesis de aquellos doctores europeos) es que el idioma natal de las personas tiene un vínculo más fuerte con los sentimientos del individuo porque el subconsciente lo filtra (no me pregunten cómo, yo no creo en el subconsciente) mágicamente como hace con todo lo que percibimos y pensamos, para hacer sentir a la persona que está haciendo algo malo. Sin embargo, cuando se presentaban en una segunda y tercera lengua, ésta no dejaba actuar al subconsciente, por lo tanto lo único que actuaba allí era la razón y la lógica (que se sugiere en el texto sea la que rija nuestras vidas), es por esto que los conejillos de indias humanos, aceptaban el incesto como un acto de “libertad entre dos seres humanos, adultos y responsables”, y por lo que un 33% de chinos elegían tirar al pasajero del tren cuando se les presentaba el problema en inglés, contrastando con un veintialgo por ciento que lo había elegido al enfrentarse con el mismo problema en su idioma natal. Se sugiere, para finalizar, que la moral está en el lenguaje (de un modo impío) y que hay cierto modo de lograr una educación sentimental (y por lo tanto un modo de crear hombres moralmente superiores, y si no, con juicios morales más acertados) teniendo humanos políglotas.

What the fuck!? Es una expresión que se usa cada vez más en nuestros días, y la verdad es que me cuesta trabajo distinguir si es por moda o por pudor. Lo que sí sé es que en cuanto aprendí algunas malas palabras en inglés, no paraba de decirlas, rodeando así, la incansable vigilancia de mis padres. Por supuesto mis padres sabían que estaba diciendo una mala palabra (en inglés), pero les gustaba tanto que yo hablara otro idioma que no me reprendían. Como les comentaba unos párrafos más arriba, creo que tenemos la tendencia de ocultar con las palabras (y creo que esto es universal, sin importar si eres mejicano o belga  — esto se demuestra a la hora de terminar una relación amorosa, aquí y en china, quien termina la relación trata de hacer el acto lo más suave posible para la otra persona, le enumera sus virtudes y lo elogia un poco antes de mandarlo a chingar a su madre. Este es otro modo de endulzar el gargajo —), y por supuesto ocultamos las cosas que nos avergüenzan y eso sucederá mientras quede en nosotros una gota de pudor. La manera más sencilla de ocultar es cambiar el código con el que se muestra, es decir, el lenguaje, pero éste no necesariamente (como ya mostré anteriormente) debe ser un lenguaje extranjero, al contrario, las palabras ocultas dentro de la lengua madre son más asombrantes. Ahora bien, creer que uno va a comer caca porque se lo piden en inglés (o francés, o italiano, o Esperanto — si el esperanto hubiera logrado su meta y la moral estuviera efectivamente en el lenguaje, ¿no sería éste triunfo el holocausto de la libertad humana? —), me parece terriblemente absurdo. Si es cierto que a la hora de cambiar el idioma nos hacemos más abiertos a juzgar mejor problemas morales, no me parece que se siga que nos hagamos más propensos a llevar a cabo la acción que vemos como prohibida. Vaya, lo que quiero decir es que el problema que le veo a la propuesta de que la moral reside en el lenguaje, es que los chinos que aceptarían matar al hombre al leer en inglés el dilema del tranvía, no dejan de esconderse ante algo que les parece vergonzoso: el asesinato de un hombre (es como creer que asesinar con una máscara es un mejor modo de asesinar). Vaya, que endulces el gargajo usando otro idioma y no con una imagen caricaturesca como mi amiga, no quita el hecho de que aquella persona diciendo “fuck” en vez de “me carga la chingada”, siga encontrando vergonzosa la mala palabra (y por eso la oculta). Creer que no es así, es similar a creer que los travestis que salen en la noche a prostituirse en Puente de Alvarado, son, mientras están disfrazadas, mujeres de verdad.

Un sendero olvidado: retomando principios para la ciencia médica en el siglo XXI

Un sendero olvidado: retomando principios para la ciencia médica en el siglo XXI*

Queridos compañeros:

Hermanos galenos, amantes de su vocación, hoy nos congregamos celebrando nuestra profesión. Gracias a nuestro organizador tenemos la oportunidad para reunirnos y reconocer algunos logros conseguidos por nuestros colegas. Por eventos como el presente podemos sentirnos orgullosos por lo que realizamos, por cada día que dedicamos a nuestra noble labor. Finalmente cada premio entregado no sólo es recibido por las manos del médico correspondiente, sino por el mismo gremio que sabe que algo está haciendo bien. De ahí que todos participemos en el reconocimiento. En este motivo de celebración, ¿no sería lo mejor detenernos a reflexionar cómo hemos llegado aquí? ¿Somos realmente meritorios del premio?

Una primera respuesta puede ser una afirmación a la pregunta anterior. En el último siglo la medicina ha sido un triunfo de la humanidad, sus alcances han llegado a regiones insospechadas. Por ello no me refiero propiamente a la eugenesia o investigaciones en la ingeniería genética, no trato de decir que hemos sido capaces de cumplir los sueños de la ciencia ficción. En realidad quiero apuntar al hecho de que hemos librado airosamente las dificultades. El avance en la ciencia médica puede medirse en el sorteo exitoso de las enfermedades. Los trabajos de Fleming trajeron como fruto la penicilina y asestamos un golpe contra aquellas penurias que amenazaban mortalmente. Nuestro temor por la tuberculosis se aminoró con el desarrollo de su respectiva vacuna. Y, cuando creíamos al sarampión invencible, un trabajo multidisciplinario —en el cual contribuimos— pudo contenerlo. Vemos entonces que, arrecie en su furia o nos aceche con mirada furtiva, hemos sabido manejar al toro: cumplimos con mantenernos con vida.

A pesar de haber tenido esos logros, ellos nos han impedido ver otra cara de nuestra disciplina. Además de propiciar una vida más cómoda a los pacientes, no debemos olvidar que el trabajo por la salud no termina ahí. Por lo regular se piensa que la medicina se explica con sólo diagnosticar y recetar, como si nuestra relación con el paciente se agotara en brindarle el remedio adecuado. Y en eso, colegas, nos ganan por mucho el paracetamol, ketorolaco y naproxeno. Cuando yo estaba en la facultad un profesor repetidamente nos hacía hincapié en que la salud se preservaba, no se adquiría. Aunque fuese tardado, el cuidado de nuestro paciente era habitual, no se reducía a un par de citas. Por ello somos más que dispensadores o administradores de los farmacéuticos, nuestra ciencia no puede terminar con la remuneración económica. Estar frente a un paciente nos lo exige.

Todavía en un grado más contundente, recordemos que nuestra actividad no acaba rápidamente. La ciencia médica nos exhorta a que estemos en constante investigación. A pesar de que nuestros alimentos salgan del propio trabajo, nuestros diagnósticos, nuestro interés por la salud rebasa el oficio en el consultorio u hospital. No hay que olvidar la complejidad de cada padecimiento. Pese a que con los años se vayan descubriendo más, cada uno nos pide que lo examinemos hasta nuestro último suspiro. Seríamos pocos comprometidos si sólo evadimos a las bestias, es menester que las afrontemos. Desde el momento que ingresamos a la facultad de medicina, entramos en este sendero interminable. La investigación se asume como nuestra vocación.

Como ya mencioné, he querido decirles esto en el marco de esta celebración para loar nuestra ciencia. A pesar de que a veces nos veamos como mecánicos del cuerpo, no quitemos el dedo del renglón en que somos médicos. Cuando yo entré a la universidad mi madre me dijo que mi labor era bellísima porque estaría al cuidado de una de las grandes maravillas de la Creación. Por ser una maravilla, a veces escondida, nos resta cuidarla y desentrañar su perfección. Salud significa eso, no solamente andar reparando el cuerpo humano. Si no nos regocijamos siendo parte de esta maravilla, al menos tengamos la noble satisfacción de que esta perfección será llevada a cabo en el paciente. Centrémonos en eso y haremos honra a nuestra ciencia.

Gracias por su atención y a nuestro organizador, demos paso a este evento.

*Discurso inaugural leído por el Dr. Caín Espinas García en los Premios Salud 2015 de la Fundación Carlos Slim.

Bocadillo de la plaza pública. Nuestro festín electoral terminó y se respira un clima de frustración y decepción. Algunos asistentes fueron retirados a la fuerza, inconformes perdieron su registro. Otros más jovencitos sorpresivamente tomaron mayor posición en el panorama político. Varios ciudadanos continúan aún molestos por la insolencia del Partido Verde, parece inverosímil que hayan hecho caso omiso a todas las sanciones (¿de dónde sacarán todo el dinero para éstas?).  Todavía mayor cinismo con que varias estrellas hayan sido contratadas para proselitismo verde el mismo día de la elección. En algunos estados se acentúa aquel clima, por ejemplo, Colima donde los perdedores afirman que hubo irregularidades y se muestran no muy satisfechos con los resultados. De igual modo en algunas entidades más pequeñas donde se alega una posible imposición. Pareciendo brillar ante este escenario brumoso y oscuro, encontramos el triunfo de las candidaturas independientes.

Entre todos ellos —no hay que olvidar a personajes importantes como Manuel Clouthier, quizá el que tenga mayor atención mediática sea Jaime Rodríguez “El Bronco. En parte ello se debe a que en sus manos está uno de los estados más sobresalientes de la República, Nuevo León. Un amigo mío, bloguero con nombre exótico, me resaltó la procedencia del susodicho. Y es cierto, después de 33 años de haber pertenecido al monstruo de dos cabezas, a ocho meses de la elección firmó renuncia para su candidatura independiente. Cierto es que hay un trabajo de alcaldía previo, uno que lo mostró como uno de los hombres más valientes de la entidad. Pese a ello, debemos tener cuidado con nuestro entusiasmo por esta clase de candidaturas (como se ha visto en el estado mismo o medios nacionales de comunicación). Si afirmamos la independencia por no pertenecer a ningún partido predominante, de acuerdo a estos parámetros, AMLO también sería independiente. De hecho tendría mayor mérito porque pudo fundar su propio partido y por posicionarlo altamente en estas elecciones. Apuesto que aquellos entusiastas estarían en desacuerdo con esto último, bueno… algunos. Enhorabuena esperemos que el clima de decepción no se extienda otros años en Nuevo León.

Señor Carmesí

Biología

Su corazón latía con fuerza. Se podría decir que sus órganos sensoriales se aferraban a lo que les rodeaba: nunca había visto tan brillantes los colores, su oído no había notado tal cantidad de sonidos, su olfato se saturaba con todos los olores que había en torno suyo, su boca se inundaba con un sabor nuevo e indescriptible; y su piel vibraba, con tal intensidad que cualquiera diría que estaba temblando…el flujo de sensaciones terminó pronto para él, pues la muerte se apoderaba de su ser,  y los niños en el laboratorio aprendieron en ese momento que la vida es algo que se puede quitar sin culpa y que quizá algún día se pueda otorgar de nuevo, siempre y cuando haya más seres dispuestos al sacrificio en aras de una técnica capaz de redimir al hombre.

Maigo