Twitter de la vida real

¿Qué pasaría si lo que dicen los usuarios en Twitter lo dijeran las personas en la calle? De cierta manera dicen lo mismo de manera semejante, pues en las conversaciones ajenas, las cuales muchas veces son públicas y eso me permite escucharlas, se replican comentarios como los vertidos en los memes. Existe una notoria tendencia a hablar del tema de moda, sin emitir una opinión que pueda resultar de la propia y meditada apreciación; se trata, simplemente, de repetir alguna postura, no quedarse callado, es decir, expresar que se va progresando con la conversación del momento (aunque ésta nada tenga que ver con las conversaciones previas y pese a que nunca se modifiquen los modos del conversar). Como en lo que podríamos denominar vida real hay contactos que no amigos (en eso quizá la vida real le haya aprendido a la red del pajarito enojado). La red también permite las idolatrías, aunque con la salvedad de que ahí se puede tener un contacto, mínimo, con el ser idolatrado. Las injusticias también se replican e incluso se estimulan, pues, quizá la única diferencia que da Twitter con respecto al vivir en contacto tangible con los demás, sea el que los usuarios se envalentonan al escribir. Twitter es el lugar favorito para los chivos expiatorios, las difamaciones y la pérdida del pudor.

En la comodidad de su hogar, el tuitero puede ser la persona más valiente jamás pensada; ataca a funcionarios, policías, estudiantes, profesores, otros tuiteros e inclusive a miembros del ejército. Si bien vivimos en un ambiente violento, no vemos tanta saña derramada por las calles como la que se derrama por Twitter. ¿El escritor del tuit se imaginará interpelando a un funcionario en la calle a la cara, hablándole con el tono de la más vehemente indignación, cuando está escribiendo su mensaje? ¿Tendrá la misma satisfacción el quejarse con todas las personas indignantes en la red social como la tendría el quejarse frente a ellos?, ¿deja algo bueno el escribir tuits?

Twitter es el lugar donde se consuelan los cobardes.

Yaddir

En un país violento

La cobardía siempre ha sido mal vista, se le ha considerado un límite a las actividades belicosas y políticas. Aunque no podemos afirmar que sea valiente quien en medio de una balacera, por poner un ejemplo inusual, un hombre que no esté armado se enfrente a cuatro sicarios con armas largas. Pero ¿podríamos ver valentía en quien armado se retira de un enfrentamiento al percatarse de que está mal parado? En una primera instancia sería ridículo, pues está escapando. Pero ¿no será el mismo peligro huir que enfrentarse a los enemigos? Además, está tomando una decisión, no se está dejando llevar por la circunstancia. Es decir, quien sólo ataca por sentirse en peligro, casi instintivamente, no podría ser considerado valiente. El que se defiende, lo hace con la mira puesta a salvarse y tiene muy poco tiempo para decidir qué le conviene hacer.

No hay que ver en la huida como defensa un modo de la astucia, donde hay que esperar que el atacante esté débil para asestarle tenazmente una estocada. Hay que fijarse qué conviene más, si atacar, defenderse o defenderse evadiendo. Las autodefensas tuvieron que meditar suficientemente sus posibilidades, saber con quiénes convenía hacer alianzas, pues si no lo hicieron, si se preocuparon solamente por hacer algo, si pactaron con criminales, parece que les fue imposible salir de la espiral de violencia de la que pretendían escapar. Su situación ha sido complicada, tanto como la del país. La mejor defensa, no necesariamente es el ataque.

Ante un ambiente de violencia, hacía ver el ancestro de los ensayistas, quizá convenga aceptar el modo de vida estoico, pues el sabio estoico no se ve afectado por lo que pasa a su alrededor ni le importa ser cobarde o valiente. Pero Montaigne sabe que esa posición sería casi imposible de consumar en un ambiente bélico, donde es imposible separarse de la vida política; quizá en un ambiente pacífico también sea imposible vivir estoicamente. Por eso, al final de su ensayo XII, dice que el peripatético se enfrenta a sus temores con moderación. El recurso es ingenioso, pues nos hace cuestionar nuevamente su planteamiento, ver que la determinación estoica parecería ridícula, y nos permite cuestionar si en el mundo violento la moderación nos permitirá no defendernos ni atacar instintivamente.

Yaddir

La mentira y el hombre que teme

La mentira y el hombre que teme

Justo en el clímax de las caricias apareció él. Me separé dolorosamente, ya con dolor en el alma andaba yo. Algo en todo esto se rompió, quedó inconcluso. ¿Por qué no di buen fin a todo esto?… Ni ella ni yo le dijimos nunca nada… pero me arrepentí. Unos días después ella me susurró al oído: no te preocupes, nada pasó; lo que hiciste fue seguir a tu pasión, a esa necesidad que te demandaba algo, por eso no te sientas mal. Su explicación me daba libertad, al tiempo que intentaba dejar inútiles a mis remordimientos, pero apenas comencé a sonreír, la verdad abrió la puerta a mis culpas. Ellas se agolparon en mi rostro, se colgaron de mi cuello, y dejaron sin fuerzas mi valor.

Ahora no me atrevo a dar la cara ni al sol, pues me duele lo que pasará, por eso lucho por quedarme aquí, en este tiempo roto donde el fin no llegará.

Javel