La interioridad literaria

La interioridad literaria

 

Entre las críticas simplonas ―que se irán volviendo lugar común― sobre la nueva obra de Paul Auster, 4 3 2 1 [2017], se encuentra aquella que la afirma como una novela autobiográfica, afirmación tan difícil de sostener tanto por la irrepetibilidad de la vida como por la variación intencional del estilo usual del autor. Auster ha dedicado cuatro novelas a la autobiografía y en las cuatro predomina el estilo usual del autor. En 4 3 2 1, en cambio, el estilo es deliberadamente distinto. Auster sabe que no va a repetirse, incluso cuando haya de contar “lo mismo”. Si algún día queremos comprender el peculiar logro creativo de la nueva obra de Auster, tendremos que deshacernos del prejuicio de que se trata de una novela autobiográfica. Si algún día queremos comprender el todo creativo de 4 3 2 1, tendremos que comenzar a pensar en Auster como creador. Y una de sus cuatro novelas autobiográficas nos puede ayudar de inicio.

         Informe del interior [2013] es un recorrido pesquisón de la interioridad, pero no de esa interioridad que la superficialidad mística cree haber encontrado o que el esoterismo de las cadenas de oración y meme cree alimentar, sino la interioridad única y unificable que una memoria atenta y esforzada encuentra en su reconocimiento del pasado. La interioridad como actividad de la memoria no es arqueología interior, sino expedición asombrada al momento mismo en que se inaugura ese diálogo del alma consigo misma que es la interioridad, que es lo reporteable, que es de lo que de nosotros mismos vale la pena hablar. Lo dice bien Auster contando un episodio de sus seis años: “cuando la voz interior se despierta y surge la capacidad de discurrir, cuando te dices a ti mismo que estás produciendo un pensamiento. En ese momento entra nuestra vida en una dimensión nueva, porque en ese punto adquirimos la aptitud de contarnos nuestras historias a nosotros mismos, de iniciar la ininterrumpida narración que continúa hasta el día de nuestra muerte”. La interioridad es el lugar desde el que nos contamos historias. La interioridad es la fuente de la lectura.

         Importante la descripción de Auster, pues la conciencia, antes que un fenómeno moral, aparece como un fenómeno literario: aquello por lo cual contamos historias, aquello por lo cual queremos que las historias nos sean contadas. La experiencia literaria (expresión alfonsecuente) como origen de una vida dignamente humana. De ahí, el autor como creador de lo humano: de la propia historia en la autobiografía y de las posibilidades de la propia historia en una obra mucho más compleja. De ahí, el lector como cocreador de lo humano: testigo del testimonio autoral, autor de su otredad, escucha de la historia ajena narrada con la voz propia. La interioridad reporteada por Paul Auster es la que origina al autor, lo reapropia de su fundamento, lo hace fenómeno literario. Nada semejante se encuentra en esa totalidad creativa que es 4 3 2 1. ¿Para qué buscaríamos el testimonio austeriano de su origen narrativo? Buscamos nuestra propia voz en los relatos ajenos desde el día en que sabemos por los libros que nunca más estaremos solos. La interioridad nunca es solitaria.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Ayer se cumplieron 40 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. El pasado lunes 22, una comisión de representantes de los familiares de los desaparecidos se reunió con el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En la reunión se acordó una reunión con el pleno del Consejo de la Judicatura Federal para el próximo 31 de enero. Según el abogado de los normalistas, la reunión tiene por objetivo informar de las omisiones de los jueces para librar órdenes de aprehensión contra los policías de Huitzuco, además de solicitar que la investigación se oriente contra las Fuerzas Armadas. 2. Importante el señalamiento de Carlos Puig: el 30 de diciembre de 2017 fue liberado Erick Valencia Salazar, El 85, y no nos habíamos enterado. Y peor: en un oficio fechado el 16 de diciembre se informa de la sentencia del 29 de diciembre: back to the future! 3. Qué raro: la Fepade «acuerda» con Javier Corral que sólo investigará las acusaciones contra César Duarte por desvío de recursos para las campañas electorales. ¿Por qué se necesita acordar que la Fiscalía Especial Para la Atención de Delitos Electorales investigará sólo delitos electorales? Ah, qué exitosa la caravana de Corral. 4. Enrique Quintana no quita el dedo del renglón: alguien está manipulando la percepción sobre las cifras económicas para propiciar inestabilidad. En esta ocasión el dato es la inflación de la primera quincena de enero, que en los corrillos se trata como altísima, pero en los datos es bastante baja. 5. «Honestidad valiente», le dicen, juar juar. Una corruptela más de los impolutos. El exdelegado Ricardo Monreal se hizo de un negocito familiar durante su desastrosa administración de la Delegación Cuauhtémoc. Ya dirán los groupies de Morena: ¡compló!, ¡mafia del poder!… Lo de siempre. 6. ¡De risa loca! Una señora que se presenta públicamente como filósofa dio una conferencia en la que dijo que la capacidad de razonar nos ha hecho animales violentos y que por ello propone abandonar el humanismo para adoptar el animalismo. ¡Chíngale! Ah, claro, pero denostar a la razón y a la palabra no es ir contra naturaleza, doctora Rivero Weber, sino inventar el hilo negro: lo difícil no es ser humano, sino vivir humanamente.

Coletilla. «Laberinto» de Milenio diario nos deleitó hoy con un nuevo relato de John Maxwell Coetzee.

Meditación sobre el hombre cristiano

Meditación sobre el hombre cristiano

Hace mucho que en lenguaje popular se ha establecido que existe un interior. Esa oscura masa de palabras que hacen de la ética el conocimiento de la conciencia del éxito, la renuncia y la relajación son hoy un camino que todo intelectual fácilmente repudia. ¿Cómo este repudio puede subsistir sin su base ilustrada, que a la vez pide que no se corrompa el entendimiento de la consciencia, que es, a fin de cuentas, una especie de desarrollo espiritual de un interior, cuyo carácter se va comprendiendo a través de lenguaje? La ilustración nos abrió los ojos, dicen, a la existencia de la conciencia: abrió el diálogo entre el conocimiento de la naturaleza y el espíritu. La conciencia es imposible sin historia, y la historia torna innecesaria sin una certeza sobre la orientación del hombre a partir de dicho descubrimiento. El interior del hombre es el jardín de la Ilustración: la historia se juzga mejor una vez se distingue el exterior con la posibilidad de asimilarlo. El exterior parece el evento ajeno; la Ilustración basa su comprensión de la conciencia humana en la tensión que su libertad tiene con la naturaleza, cuyo aprendizaje habla en la voz de lo necesario. El hombre “hace” la historia es un enunciado que parece imposible de juzgar fuera de nuestro aprendizaje básico sobre la conciencia, que apunta al problema de la razón en tiempos modernos. El nihilismo, así, no necesariamente es un problema originado en la falta de normas, en la disipación de la conciencia. El nihilismo se muestra mejor en aquello que Nietzsche describía como la enfermedad por el exceso de la historia: el instrumento que, en la aparente intensión crítica, oscurece la posibilidad de preguntar y responder sobre el supuesto hacedor. ¿En qué sentido la historia es un hacer?

La complejidad de la razón es también un problema político. Creemos actualmente que no hay posibilidad alguna de ser racionales en el aspecto político, aunque extrañamente no seamos nunca ajenos a la política. La razón está, decimos, en bancarrota: la enseñanza práctica más elemental es que el acto se guía sólo por opiniones. Pero la política siempre ha sido la arena más ardorosa de las opiniones. El ágora es el elemento en donde brotan las cuestiones más acuciantes para la moralidad de todo hombre. El interior moderno no es lo mismo que la consciencia de los hombres cristianos. La consciencia del cristiano tiene la radical problemática de que es un saber articulado a partir de la revelación. La consciencia del cristiano es un saber cuya articulación no hace del interior el escenario de Dios. La consciencia del cristiano sería mero dogmatismo si no supiera que la relación con Dios está en su naturaleza: en su ser hombre, palabra que la consciencia no acaba sólo en la distinción moral. La consciencia tiene una relación con el alma, que sólo se piensa adecuadamente tras la encarnación. El interior moderno no es la interpretación del alma, ni su secularización, sino la tesis más opuesta, que termina por difuminar la posibilidad de comprendernos racionalmente (en el sentido actual) como alma. No hay alma ahí en donde es lo mismo que la conciencia. Se difumina el alma porque el alma no es interioridad: es la inteligibilidad de la vida; la consciencia es posible por esa inteligibilidad. Quien niega la inteligibilidad el mundo impide la posibilidad de saber de sí: yace en la oscuridad de su conciencia Ilustrada, naufragando entre la fe moderna y la historia del hombre.

La consciencia no puede ser ajena a la razón. El problema más grave es poder distinguir eso de la interioridad racional. La posibilidad de la consciencia está representada por el amor cristiano. No es un concepto que describa sólo los actos morales del cristiano: es la raíz de su sentido entero, porque es lo que le permite conocerse. Conocerse a sí mismo a la luz del pecado, que no es posible sino por el Bien, es amor, no castigo. Por eso no es imposible ni antinatural el cristianismo. Su verdad yace no en probarse sólo en ciertos actos. Los actos deficientes se comprenden a partir del amor. No usa una vara muy alta, sino la medida más justa. El Bien no es la abstracción moderna, ni yace oculto en la oscura elección predestinada. Que Dios se haga carne es prueba del amor: la predestinación es todo menos caridad. La interioridad de la voz de la conciencia hace irrelevante al lógos, que era en un principio y se hizo carne. La consciencia es posible porque la relación con Dios es lógos, hecha presente en el acto del amor que es la violencia sobre la carne del hombre. El amor no intentó cambiar el mundo. No “hizo la historia”. Por eso la historia moderna no es tampoco interpretación de la consciencia. La encarnación es un hecho único e irrepetible. Comprenderlo es posible sólo si se ve que el amor es todo menos silencio divino y si intentamos pensar esa ausencia de silencio más allá de un destino.

¿Cómo es que la fe conlleva el dar lógos? ¿Cómo el Bien no es una construcción? Volvamos a la relación del alma y la consciencia. El intento de hablar del saber de sí no debe hacerse ajeno al autoconcimiento, que no es necesariamente consciencia y del cual el alma es apenas una dimensión. La consciencia parece siempre un término moral para el saber del mal y el bien, para la distinción de términos morales. Pero fácilmente se ve que eso es limitado: la moralidad de la consciencia es imposible si la fe no da razón. El problema de la consciencia del hombre no se alumbra si no comprendemos que el conocimiento del Bien no es posible sin la presencia de Dios en el hombre. No es que Dios esté en todo hombre, que se haga visible a través de sus actos; saber de sí no es descubrimiento de la riqueza de la interioridad de los movimientos del alma, sino la posibilidad de comprenderlos a partir de Dios, que es razón. La verdad de la consciencia no expresa el conocimiento del yo: lo aquilata confrontándolo en el lógos divino y humano, cuya frontera yace en el mismo hombre. No es la consciencia la divinización del individuo, sino el radical conocimiento de la posibilidad de la verdad fuera de los sótanos de la conciencia. Lo anterior no debe interpretarse como si la disolución del yo fuera una negación de la materia, lo cual llevaría de nuevo a la incoherencia del lógos, sino su elevación. El saber de sí cristiano no “hace” al hombre: intenta comprender qué significa haber sido creado. Esa comprensión aborda el misterio de la trinidad. Sin la relación trinitaria y unitaria la consciencia sería sólo eso que queremos y admitimos: aclaración de la interioridad. La difuminación del yo como sujeto no es sacrificio de la razón. La consciencia es más que la superación de la individualidad en la dialéctica con el mundo exterior. Quien se comprende como consciencia sabe que ese es un dilema falso.

 

Tacitus

Jóvenes desfasados

La concientización de la propia edad siempre es un tema eludido. No sólo se trata de la vanidad de quienes tienen un alma jovial, pero quieren enfatizarlo en cualquier punto, atuendos, actividades e interacciones juveniles. Aquellos que han pasado la edad de vino y rosas y se aferran al vino y piden prestadas las rosas, la belleza, de otros. Sino que en cualquier enfrentamiento con el espejo, ese ser ante el que no nos podemos engañar sin salir heridos, pues es la imagen de nuestra conciencia, nunca sabemos con exactitud qué edad tenemos, qué edad aparentamos, en qué edad quisiéramos estar.

Fácil es ubicar etapas en las edades, dado que los registros no siempre son exactos (el joven parece viejo y el viejo parece joven; el joven se comporta como viejo y el viejo como joven), y establecer comportamientos para dichas etapas. Pero dando una hojeada a las actividades que realizan las distintas personas de diferentes edades que conocemos, nos damos perfecta cuenta que cualquiera hace lo que quiere, pues personas de más de cuarenta años, inclusive con nietos, van a bares y buscan aventuras juveniles con jóvenes. El joven puede decidir no tomar esa ruta, y alejarse del ruido, de los bares e inclusive censurar a dichos adultos jóvenes, calificándolos de chavorrucos. Pero si las actividades no definen las edades, la crítica contra los chavorrucos, aunque se pinten los cabellos de verde con naranja y vistan como Miley Cyrus en sus conciertos, son injustificadas. ¿Entonces qué define las edades?

La pregunta queda incompleta si no vemos las consecuencias de que las edades se difuminen y sólo importen los comportamientos, así como que no sea posible juzgar al joven que actúa contra su edad y al viejo que, emulando al inigualable Zeus, quiere vencer al tiempo. La gran consecuencia que veo en este desfase de edades es la pérdida de ser jueces y ejemplos morales. ¿El joven bien portado puede ser ejemplo moral del viejo reventado?, ¿esté puede ser ejemplo de aquél? ¿Alguien se imagina si un consejo o un regaño de parte de quien baila reguetón a los 50 años pueda surtir algún efecto?, ¿qué importancia tiene un consejo o un regaño para una persona joven? El desfase de las edades, el no concientizar la responsabilidad que representa el volverse mayor, puede causar una degeneración moral.

Yaddir

El desprecio a su máxima potencia II

El desprecio a su máxima potencia II (tres mentiras)

El hombre verdaderamente ruin lucha para encontrar su lugar en este mundo. Él no duda del bien, le duele saber que el hombre lo tilda de payaso envilecido. ¡¿Por qué me tratan así?! Y al ver que no hay respuesta y que sus hermanos no se preocupan por su futuro, sus lágrimas se vuelven incendio. ‘Quieren maldad, y yo quiero verlos por debajo de mis pies.’ El bufón pone todas sus fuerzas tanto intelectuales como volitivas para aprender bien el negocio con el cual comprar las lágrimas, la dignidad de los demás que lo ven como a una cucaracha: ¡El dinero, el placer, ése será mi negocio! Así vendrá hasta mi más recalcitrante reprochador a pedirme posada en mi palacio de lubricidad… Los demás serán mis payasos. Pienso en Feodor Pavlovitch Karamazov, en Joaquín “el Chapo” Guzmán y en los policías y militares que dados de baja por varios delitos, se unen a las filas del narco con más fuerza.

El hombre malvado al escuchar el terrible silencio que lo condena a sentir pena y rabia de sí mismo, en ese mismo momento se inventa la más grande mentira que pudo haber nacido: El hombre es más despreciable, pues no me quiere dar otra oportunidad. Nótese que este payaso malherido no niega del bien, sino que hace una parodia de él ya que sufre por saberse alejado, caído de su gracia; se construye su propio palacio, donde es un benefactor de la humanidad. <<Mi bondad es inmediata, no hay misterio en ella. El dolor por el sufrimiento aquí no existe, yo respondo de eso. Quieres progresar, pues deja todos esos cuentos de Dios, crece como hombre, tu incapacidad reside no en tu falta de inteligencia sino de decisión y de valor para servirte por ti mismo de ella sin la tutela del otro. Si hay que matar a algunos es por el progreso de muchos, vale más la vida de unos jóvenes talentosos que la de una vieja usurera>> Pienso en Raskolnikov y Kant.

El malvado está herido y busca sanación pronta, incluso si para eso tiene que morir. Morir para demostrar que el hombre tiene un fin enaltecido. Aliosha pudo haberse convertido en socialista, pues su fogosidad ante el mal mundano, lo llevaba a buscar un refugio para su alma. No ven que el sacrificio de la vida buscando la verdad es más fructífero que las explosiones. Pero el malvado o terrorista no busca un refugio, busca eliminarlo todo. Desde que miente con respecto de la naturaleza del hombre, ya niega el bien. Pero una vez destruidos todos por el atrevimiento del hombre superior ¿Qué nos quedará? No se piense que hablo de abstracciones. Pienso en la maldad suprema, en el nihilismo, en ese apetito de destrucción en aras de dominarlo todo, pienso en “El comandante Toro” que se dice es más malvado que su antecesor, y se espera –terrible espera– su sucesor será aún más despiadado.

Pienso que el malvado no niega a Dios, pero sí lo mata para ocupar su lugar ¿No parece más idealista este hombre que los propios santos? Ellos sabían su lugar en el mundo, eran realistas, pues no buscaban la superación del hombre hasta dios, sino su purificación por medio de la conciencia. Ésta nos hace saber que hemos pecado, pero nos ayuda a reconocer que hay lugares a los que podemos llegar sin fingirnos agradables, porque se nos ama por sufrir nuestro pecado. Sufrimos por alejarnos de los otros al mentir respecto de Dios, el hombre y la libertad, pero así, más que encontrar nuestro lugar en el mundo, nos perdemos de la compañía del otro, del que es Todo.

Javel

Brasas: El hecho del mal es consecuencia de la libertad y como un acto de rebeldía […] expresión de una actitud titánica de rebasar los límites permitidos y de transgredir exaltando el delito o alegrándose de las acciones destructivas.

José Antonio Merino

 

El desprecio a su máxima potencia

El desprecio a su máxima potencia

El desprecio, sea verdadero o falso, siempre es injusto. Si es falso, lo será sólo porque el que siente el agravio así lo mal entiende; terminará odiando al que de hecho lo aprecia. Si el desprecio es verdadero, entonces el ejercicio de la justicia es incompleto; se vuelve más fácil creer que ese individuo es malo, estúpido, inútil y despreciable, es decir, el derecho a la justicia pasa a ser de unos cuantos. Despreciar a un hombre de esta última manera, coaccionarlo al aislamiento, enviarlo con los otros despreciables, es ponerlo al servicio de la injusticia, dictaminando al mismo tiempo que “Tú no eres digno de la justicia ni del aprecio.” La mayoría de los hombres, sea falso o verdadero el desprecio, comprenden que no hay otra salida más que ser despreciables, para así justificar su desprecio al que los despreció primero.

Que el hombre sólo puede ser malvado, es la piedra sobre la cual anda el desprecio, la desconfianza y la injusticia. Piedra endeble, que fue forjada por el orgullo lastimado de los hombres. Pues hay un regusto amargo en esto de sentirse odiados, malqueridos. Pero si es verdad lo que vengo diciendo, entonces hay que reconocer lo depravado que se vuelve el contacto con los hombres. Estamos más atentos al momento en que caiga el virtuoso, que al arrepentimiento de los malvados. No hay búsqueda del bien común, sino cacería de brujas. Esta cacería de brujas oscurece de nuestra conciencia la idea y el deseo del bien, y sobrepone la del mal. La indolencia de esta pérdida, nos lleva a buscar en todo la injusticia, no sólo para denunciarla, sino para cometerla y encubrirla.

El desprecio al mal en que vivimos, es falso e injusto, pues no buscamos con ello reencontrar el bien, sino vivir justificando nuestro mal. El mal, el vicio, lo cruel, la injusticia, claro que se desprecian y adolecen, pero sólo ocurre en el momento en que sabemos que el bien es el fin último. Pero ¿cómo regresar al bien? Quizá el perdón es lo más antitético del desprecio, ya que el perdón es el reconocimiento de que el hombre puede ser bueno otra vez, es la confianza en su virtud, es el resarcimiento del pacto para la búsqueda del bien. Pedir perdón es el reconocimiento del mal que se hizo, y es llegar dulcemente adoloridos ante la compañía del otro que quiere buscar el bien con nosotros, es enjugar nuestra conciencia y ver el mal y el bien en su justa medida. Pero el desprecio a su máxima potencia nos envuelve en esta histeria y placer por la injusticia. El desprecio es un mal en el mundo, pues nos ha alejado de la justicia y el perdón.

Javel

Cerrazón y el retoño de los Robles

Cerrazón y el retoño de los Robles

En un pueblo donde nadie era afortunado, salió un día temeroso de su casa Ricardo Robles, pues, sin querer, había encontrado en su patio trasero un cofre lleno de oro que había estado enterrado quién sabe desde cuándo. No que no supiera qué era eso, tampoco que no se imaginara para qué servía, pero había sido toda su vida pobre, desafortunado y sin ambiciones, como si un infausto rayo, desde hace siglos, lo hubiera golpeado. Sabía, por esta corazonada que dejó el rayo en su alma, que el que tiene la hace, que el que la hace la paga, y que el que la paga es porque algo debe, es decir, que es un malvado. Las razones de este hombre bastaron para darse cuenta que es muy difícil ser pobre, pues siempre se corre el peligro de ser afortunado.

Nadie que él conociera había sido nunca rico, además, aunque llega a haber el caso, muy raro, –sabía él, por antiguas historias– de que el rico sea de alma noble, por lo regular es la ambición por el dinero el que envilece a los hombres más sinceros, transparentes; los vuelve unas bestias negras. No conforme con eso, están los ladrones que quieren quitarte lo tuyo, –por eso es mejor no tener propiedades. No sólo ésos, también están los que viéndose necesitados van a ti como si fueras sombra fresca para sus penas ¿Cómo saber qué darles? Cuando todas estas preguntas comenzaron a llenar su alma que siempre había estado vacía como el cántaro de agua de su casa, –porque hay que decir que eran tan pobres que sólo cuando llovía tenían agua, en fin– cuando todo esto comenzó a atormentarle, decidió huir de ahí. Porque por un lado le daba miedo que algo bueno le hubiera pasado a él, y por otro le daba rabia tener que preguntarse por todas estas cosas, máxime por querer saber si él era un hombre bueno que las mereciera. Además, ¿qué iban a decir sus amigos que siempre lo habían visto seco de carnes, sobándose el lomo, sufriendo el mal trato, como ellos y con ellos? “Ellos van a decir que ahora soy mejor porque tengo fortuna, que me siento superior. Lo que quiero es sentirme igual que ellos, pobre, desdichado. No bastaría con fingir, pues siempre que la fortuna nos sonríe, no podemos menos que imitar su gesto, y así nos vamos por la vida, anunciando nuestra buena suerte con una sonrisa y palabras afables.” “¿Eso en que ayuda a los desdichados?”

No, era mejor huir de ahí, de esa casa que estaba maldita. “Las cosas buenas no son para mí.” “El bien no está hecho para que yo lo toque o lo haga. Yo estoy para sufrir, se decía el pobre, –aún más pobre ahora– de Ricardo Robles. Si no soy pobre, ¿cómo van a saber que soy yo?, si es lo único que tengo.”

Mientras de su casa y sus preguntas huía, mientras galopaba sobre su vetusta mula, mientras su mujer lloraba por tener que abandonar la casa paterna que tantos Robles pudo ver nacer, el pequeño retoño de Ricardo le preguntó: “¿Y si te quedas con el dinero y lo repartes para que todos sean un poco afortunados?”, a lo que él respondió: “¿Para qué? ¿Para que los demás sean desdichados como lo estoy siendo yo? ¡No, hijo!, así vivimos tranquilos, porque sabemos lo que hay y punto.”… “Pero, ¿qué no son tus amigos?, insistió el niño…”

El polvo que iba dejando tras de sí la cansada mula comenzó a metérsele por los ojos al pequeño niño, pero antes de que todo se cubriera de sequedad, alcanzó a ver cómo de la fuente de su casa nacía un agua pintada de oro por el sol. Él también sonrió como un refulgente rayo. Luego pensó que el honesto miedo que su padre profesaba al mal era digno de encomiarse, más no el deseo de resguardar más a la desdicha que hacer un bien a sus amigos. Mientras esto pasaba en el alma del pequeño, su cuerpo, ya cansado, comenzaba a dormir, pero alcanzó a escuchar que alguien le susurraba: “Un día alguna otra época verás en que se muestren las copiosas andanzas del bien y no sólo el infructífero miedo al mal y la idolatría a la falsedad”.

Cerró los ojos y, cual rama, se dejó mecer por sueños de felices aventuras.

Javel

Para seguir gastando: La cerrazón no es sólo el miedo al bien o la falsa interpretación de éste, sino, y por lo mismo, la imposibilidad de la fe en la bienaventuranza.

 

Impresiones morbosas

Impresiones morbosas

La rebeldía de Raskolnikov y de  Iván Karámazov  no nace de la desesperación al entender su situación económica, sino de una mentira que ha tiempo viene infiltrándose en su alma como rayo obscuro en el olmo tierno: el nihilismo poco a poco ha resquebrajado su espíritu con el deseo vano de destrucción, a fin de probarse a sí mismos que no son unas “pulgas” o “seres temblorosos a los que hay que aplastar”, que desechar, sino los hombres “extraordinarios”, “talentosos”, quienes tienen el poder de quebrantar cualquier moral, de negar su conciencia.

Ellos bien saben que es un deber aplastar a las pulgas, a fin de que queden sobre este suelo los mejores hombres. Si a algunos hay que salvar es a los que saben obedecer. La filantropía del hombre napoleónico, así como la del gran inquisidor, consiste en la negación de la inmundicia política, religiosa y moral, no de su desaparición. Pecarán, “pero sólo bajo nuestra venia”, dice el gran inquisidor. Ellos no sabrán del mal, para que puedan vivir tranquilos. La libertad, desde este punto de vista, es una mentira basada en el deseo de poder, de destrucción. Desde la negación del mal en la conciencia de los hombres, obedecer a los mejores es un asunto tétrico.

Si se niega el mal, ¿no es evidente que todo cuanto aparezca en nuestras vidas es bueno?, sólo así podemos entender que Raskolnikov vea como una oportunidad (utilidad) del destino -¿Lo fortuito no revela la falibilidad de la gloría napoleónica?- el haberse enterado que esa tarde la usurera estaría completamente sola, y que Iván decida irse aun sabiendo que el criado Smerdiakov planea algo.

Javel

Para seguir gastando:

Ya sabemos que tiene la astucia de un coyote, pero a la hora de la hora puras de zorrillo.(Dicho popular). De EPN, sólo la mitad de la mitad es cierta.