Paso

No es tu paso lo que espero, porque ese ya pasó. Te sé glorioso y te recuerdo, en el cenáculo, en la cruz y del sepulcro saliendo.

Una sola vez has salvado al hombre porque con ello ha bastado, pero la elección del bien no es fácil cuando ni siquiera sabemos lo bueno que es estar salvos.

No es tu paso lo que espero, sino mi decisión. A veces quisiera tomar contigo el madero y abrazar la redención, pero la duda me hunde en las aguas y te niego ante la adversidad, porque no niego que siento miedo y que la tempestad de este mundo me acobarda, aunque quisiera negar el miedo y reunirme contigo en amistad.

No es tu paso lo que espero, porque ese ya pasó, espero un corazón sincero que latiendo desde mi pecho me abra a la redención.

Maigo

Ausencia

Muero porque el frío de tu ausencia se torna mortal, el silencio de la roca se impone en mi alma y la oscuridad del pecado se traga la luz que eres tú; y sin poder tragarte, más bien te oculta a mis ojos y ese ocultamiento duele por tu ausencia, pues siendolo todo por nada te perdí.

Me siento como bolso con treinta monedas, cada una un delito, cada una algo cuenta, cada una el peso con el que carga mi conciencia. Yo he elegido perderte y eso duele aún más, me alejé de ti a sabiendas de que solo me quedaba, sólo viendo en cada moneda el reflejo de un orgulloso rostro, ese rostro mío que sólo sabe llorar.

Hasta ahora que noto tu ausencia, me duele la marca del pecado cometido, veo lo falso dentro de los fálsos ídolos y ruego me perdones como el buen padre que siempre has sido conmigo, y es que peor que el mal es la ausencia tuya en la que hasta ahora por terco me he mantenido.

Sin ti vivo sin sentido, y muero a cada instante peridido en el olvido, pues contigo ausente ni siquiera estoy conmigo. Muero por ausencia, por trsiteza y por olvido, y sólo al ver tus brazos siempre abiertos Jesús mío regreso a la vida para la que me creaste, y en la que tú estás siempre conmigo.

Maigo.

 

 

Y el frío sigue…

Extra, Extra.

Al invierno le gustó quedarse,

ya casi es primavera

y no da muestras de retirarse.

Yo creo que escuchó las quejas

de sendos ecologístas,

que hablan sobre calentamiento

mientras deboran salchichas.

 

Extra, Extra.

Al invierno le gustó quedarse,

y con todo y que ya es marzo,

tardará para marcharse.

Los corazones congelados

gustosos sienten el frío.

Hacen falta dos maderos

y del amor el abrigo.

 

Extra, Extra.

Al invierno le gustó quedarse,

ya estamos en cuaresma:

y el amor no haya donde alojarse.

Hay mucho frío en el corazón

la pascua va a retrasarse.

Quizá mediante la confesión

suceda que el invierno acabe.

 

Maigo.

 

El médico silencioso

Para ti que buscas sanar

Por lo regular hablamos de enfermedades que nos aquejan en silencio y buscamos prevenirlas a toda costa. Con dietas y ejercicios atendemos a la sigilosa enfermedad, y al perdernos en lo que mal juzgamos prudente nos volvemos sordos ante los grandes males que nos aquejan con su ruidosa presencia.

El ruido del pecado ya ni siquiera se percibe. Somos sordos cuando nos perdemos entre las marañas de lo misteriso y de lo excesivamente oculto a nuestros superficiales ojos, en especial cuando ya no vemos con claridad la diferencia de lo que somos con lo que es el mundo. Ya no hay distingos entre lo público y lo privado y con cinismo presumimos el pecado, al tiempo que callamos los efectos malignos que por él logramos.

Con bombo y platillo nos anuncian medicinas para atender aquellos males que antaño silenciosos ahora son gritables; pero el mal más ruidoso y más nocivo que es el pecado agita y ensodece nuestro corazón, a casi todo acostumbrado. Sólo un médico silencioso puede contra tanto escándalo, sólo aquel que sin gritar llama y sin juzgar escucha puede librarnos del mal al que ya nos hemos habituado.

Maigo

 

 

 

 

 

 

 

 

Vida en común

Vida en común

Quien diga que el chisme es vulgar tiene la razón sólo a medias. No le podemos negar la vulgaridad de fluir con vida, de voz a voz; no hay gacetas para los chismes de los que no son famosos. Si por vulgar, en cambio, queremos decir que es bajo, incurrimos en error. El chisme es un privilegio, el privilegio en donde lo privado revela sus fronteras con lo público. Es un privilegio del que goza el que es rodeado por chismosos y por la gente sobre quien se chismea, la distinción que otorga pertenecer y vivir en cierto lugar, el conocer alguien que se entere de los actos humanos, secretos y despreocupados, y de saber a quiénes se refiere.

Nuestro interés endeble por lo público tiene repercusiones en el modo de dirigirnos en privado. El chisme nos incomoda cuando nos decimos muy libres. Libres del prejuicio, del sometimiento al escrutinio de los ojos acechantes bajo la luz de las relaciones humanas. Pero no podemos explicar, curiosamente, la extraña complacencia que siempre acompaña a la información recibida sobre los errores o tropiezos de algún conocido. Nos vemos hipócritas ante el desprecio de lo vulgar. Esa sensación extraña, creo, proviene de la farsa del tipo de libertad que nos imaginamos: bien o mal, siempre escondemos un juicio sobre lo que escuchamos y vemos.

Las conversaciones al calor del chisme tienen razón de ser, nunca son frívolas. El combustible de su fuego es ese interés por el semejante que generan el conocimiento, la cercanía y la lejanía. Ese intercambio es el ejercicio más desafiante y excitante que ofrece lo privado para las observaciones éticas. Cuando lo hacemos frívolo, laceramos nuestra posibilidad de comunicarnos públicamente, evadimos el fin del lenguaje. Las infidelidades, los fracasos, las faenas son las historias que nos interesan porque tratan de esos hechos que nos muestran. Nos quitan la venda de pensar en la falacia de los amigos virtuales y las consolaciones fútiles, sino que van urdiendo la trama sobre la que vemos al hombre, bajo varias perspectivas.

La altivez que quiere negar su importancia es semejante a la conveniencia que reduce a la confesión a un acto inútil. Ninguna de las dos son violaciones de la privacidad. Por una se constata el conocimiento de los males ante la comunión en la Iglesia; no es pública, pero surge por un deseo veraz de guiarse en público, sabedores de los errores privados. La otra es la voz de nuestros propios actos, con el sello de los intermediarios. Ambas configuran el modo en que nuestras intenciones armonizan o divergen de nuestros actos. Conversar ardientemente sobre lo que de otros vemos nos permite ver la diferencia inevitable lo visible y lo invisible; es dato de la relación entre la ética y la política. Las pasiones desafortunadas, los enredos atractivos, toda la base para los grandes dramas, tiene un escaparate en esas conversaciones.

Puede que la estulticia de la vida moderna no pueda ser evadida del todo con esta actitud. Los problemas que ella esconde rebasan el trato inmediato y cotidiano. No obstante, nada logramos con voltearnos ante la posibilidad de discutir lo que nos es próximo, ni con los tranquilizantes para la consciencia que brinda la hipócrita independencia de juicios ajenos. Esa independencia es tan falsa como lo es la libertad incondicionada que malamente desearíamos ver en el matrimonio moderno.

Tacitus

Arrepentimiento

Cenizas sin Dios:

Ábranse a la vida

con la confesión.

 

Maigo

Cínico compromiso

Cogí coraje cuando cenábamos. «Confiésome completa, chéri; considérate culpable. Con caro cómplice cuento cuando calamidades caen. Con caricias calmas corajes cansinos. Cultivas cariño cuando ciegos caminamos cual catarinas cruzando calurosos cielos…» Contemplé callarme; con cuidado continué. «Chaval, casémonos» concluí convencida. Casi chilla cuando contento contestó «¡Claro!» columpiando cierta cola canina.

Hiro postal