Las encuestas sirven para dar una certeza aproximada sobre algún fenómeno social; el caso más usual son las encuestas de candidatos en diferentes jerarquías políticas. Análogamente las listas de los mejores libros del año, las mejores canciones e inclusive las mejores instituciones educativas dan casi algún tipo de certeza. La mejor canción del año siempre es según una revista (se espera que especializada en música o que al menos haya contemplado a los “expertos”), según ciertos géneros y sólo a partir de ciertos idiomas; en el peor de los casos sólo se contemplan ciertas disqueras. Pero la mejor canción, bajo todas las condiciones mencionadas, no les gusta a todas las personas que escuchan música, ni siquiera a todos aquellos que se podrían considerar expertos en música. ¿Es imposible delimitar entre tanta producción musical una canción que sobresalga encima de las demás?, ¿los gustos son tan diversos, y los degustadores lo son todavía más, que resulta imposible decidirse por una canción como la mejor? Pero sí hay canciones que a la mayoría no le gustan, ¿eso quiere decir que sí puede haber una que a la mayoría sí le guste?, ¿qué se necesita para que una canción sea mejor que las otras?, ¿gustarle a más será suficiente?, ¿lo mismo podría decirse de las instituciones educativas y de los libros? Pero faltaría responder: ¿por qué gustan, o se consideran dentro de lo mejor, ciertos libros, algunas instituciones educativas y ciertas canciones?
Dada la estructura y lo acotado del campo parecería más fácil responder en el caso de las casas de estudio del porqué algunas disgustan menos. En casi todas las evaluaciones sobre las mejores universidades se contemplan el número de patentes suscritas por la institución, la cantidad de profesores con doctorado post doctorado o meta doctorado, la cantidad de alumnos egresados, la diversidad de las carreras e, incluso, el éxito laboral de los que allí estudiaron. Si en Harvard han estudiado decenas de presidentes de diversos países, los padres de los políticos o de personas que buscan que sus hijos tengan poder, al menos por el prestigio, inducirán a sus hijos a estudiar allí carreras que les faciliten los escaños anhelados. Estudiando cada uno de los criterios para calificar la calidad de las instituciones, se puede formar una idea de lo que quienes hacen dichas listas creen que debe hacerse con el conocimiento. La mejor universidad del mundo no busca la verdad de las cosas, tampoco en los otros niveles educativos se les inculca eso a los estudiantes; ¿buscarán preparar a los estudiantes para ser respetuosos de sus propias leyes y ayudar al bien común?; ¿el éxito va unido al bien común?; regímenes exitosos, respetuosos de sus leyes y con instituciones académicas de renombre, ¿no provocaron daños a la humanidad?
Si el estudiante no se cuestiona la finalidad del estudio, si sólo memoriza frases o aprende a usar herramientas de las que poco entiende, seguirá los estatutos y las finalidades marcadas por la institución y quienes la avalan sin apenas darse cuenta del porqué lo hace. ¿Por qué sentirse orgulloso de una institución de la que poco se entiende su finalidad?
Yaddir