Pretensión

Creer que se puede construir el reino de los cielos en este mundo mediante una equitativa repartición de riquezas, creyendo en la bondad original de quienes han sido desposeídos y suponiendo que la realidad se puede transformar mediante palabras y decretos, es algo propio de ilusos e idealistas.

La ilusión consiste en pensar que la materialidad llena el alma, que los recursos materiales con los que se cuenta para llenar a todos son ilimitados y que la virtud nace de los despojos accidentales, porque no es lo mismo dejar todo a ser privado de los bienes materiales.

Además la idea de que todo se puede modificar al hablar mucho y decretar más coloca a la palabra del hombre al mismo nivel de la palabra de Dios, de modo que no es de extrañar la presencia en el mundo de seres parlanchines que se pretenden salvadores del hombre, casi dioses y por tanto dignos de adoración y flores carentes de la espina de la crítica.

Maigo

El Pejesaurio

Anoche soñé que el Peje cumplía su palabra y cuando desperté, era una hora más tarde.

Adenda a La ‘pax’ corrupta

Adenda a La ‘pax’ corrupta

 

Muy persuasivas resultan las generalidades entre mexicanos, especialmente en política. Quizá por desinterés o falta de agudeza, nuestras reflexiones tienden a ceñirse en abstracciones. Reflexiones o cualquier idea inútil sobre política. Sus complejos movimientos, entre sus agrupaciones y decisiones cruciales, se sintetizan esquemáticamente. Los actores políticos se deshumanizan en un maniqueísmo fácilmente digerible para estudios académicos o la plática yendo de pie en el camión. Por ejemplo, la historia narrada por la SEP relata el conflicto entre liberales y conservadores como un mal cuento infantil. Sin contratiempos reales ni defectos propios, el triunfador cumple su victoria consabida. Es inminente e indudable la derrota de quienes odian la patria y pretenden destruirla. La pureza de la Historia conserva la proceridad de los dos sempiternos bandos.

Una virtud de la retórica del presidente electo es que abreva en este imaginario popular. Su éxito está en azuzar la memoria de muchos ciudadanos y adecuarse perfectamente a su lógica política. Se distingue en una época donde parece no haber principios ni convicciones de honestidad. En donde, también, ha crecido un afán vengativo contra quienes han incumplido con ejercer justicia y dar un buen rumbo al país, los cuales son quienes pretenden arruinar la patria. Nuestra brújula moral con poco tino se complace con quien enarbola la distinción.

El conato retórico no sólo es efectivo en el manejo de simpatizantes. En realidad, trastoca todo el escenario político. Denominar a los responsables de los perjurios en el país como «los de arriba», «los tecnócratas» o «los criminales de grandes ligas», convierte la justicia en un asunto estructural. La lucha rebelde se legitima al enfrentar a los casi omnipotentes destructores de la patria. Generosidad contra opresión y manipulación; honestidad contra el saqueo sin límite y fraude.  Categorías ambiguas reconfiguran, a modo, lo que es la justicia y el bien. Frente a la insistencia de distinguir quiénes son «los oligarcas», elude. Omite para subrayar que operan en las sombras. Mantiene la ambigüedad sin salirse de los límites del imaginario susodicho, y además lo alienta. Sólo un cambio de régimen, un vuelco a la realidad planeado por el mismo presidente, instaurará la paz.

Sin responsables identificados, la injusticia proviene del sistema completo. Bajo esto, una crítica carente de imaginación aparece en el bando de los adversarios. Queda atrapada en la abstracción política. Se convierte en una pieza más en el escenario político trastocado; un elemento anticipado en la esquizofrenia. La marcha fifí no sólo fue ridícula por su papel público, sino por confirmar de facto la visión presidencial. En efecto, resultó una marcha completamente conservadora. Quienes pretenden criticar a partir del insulto, juguetón o rudo, luchan contra un gigante con una aguja. Una verdadera crítica debería acentuar el aspecto práctico en la política. Es decir, juzgando las falsas abstracciones políticas. La conspiración es un mal mito para ocultar el poder unilateral. Se habla de todos para resguardar la pirámide a cuya punta todos aspiran. Actualmente, la reflexión política exige imaginación.

De criminales políticos: el inicio del juicio al Chapo Guzmán

Es común escuchar que la toma de decisiones que afectan a un país las ejecutan principalmente los políticos, los empresarios y quienes manejan los medios de información. A esta separación de poderes se le olvida mencionar el crimen organizado, una especie de hijo o hermanastro de los tres jerarcas mencionados. El crimen organizado, la mafia, el narcotráfico, etc., incide en la vida pública mermando la libertad de los ciudadanos, exhibiendo qué tanto afectan nuestras vidas con su violencia y presumiendo cómo pueden convertirse en una alternativa para expropiar dinero. Por una extraña concepción de lo que es una buena vida, o una carencia de una idea suficientemente reflexionada de la buena vida, las figuras más representativas del crimen organizado se entronizan como ejemplares. Por ello, en ningún momento resultó extraño que en el inicio del juicio a Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” en Estados Unidos, no nos hiciera dudar la declaración central del abogado del narcotraficante, la cual señalaba que el Cártel de Sinaloa pagó sobornos millonarios a los dos últimos presidentes de México; lo más grave no fue la inseminación de la duda, sino que muchos la tomaron como verídica. ¿Qué tuvo que pasar con el ejercicio de la política para que un capo tenga la misma credibilidad, en algunos casos hasta mayor, que un político de alto nivel como un presidente?

Tanto políticos, empresarios y criminales se mueven por la consecución de dinero y el poder que conlleva su uso astuto. Para muchos esto significaría que en nada o en poco se diferencian los tres tipos de poderosos. Pero la legalidad con la cual se maneja cada uno debería ser suficiente para que las diferencias queden claramente marcadas. Un político no manda a matar, así como un empresario no soborna, y ninguno de los dos trabaja codo a codo con los capos para que en tales relaciones se obtengan mayores beneficios. Si la complicidad entre empresarios, políticos y narcos se comprobara, al menos en ciertos casos, los tres serían igual de injustos, y así como habría que creer las palabras del político, habría que creer las del criminal. Decía José Manuel Mireles, ex vocero de las autodefensas de Michoacán (un grupo armado que se oponía a los abusos de un cártel), que un narcotraficante era bien valorado entre ciertos pueblos porque ayudaba a las personas de esos lugares, a diferencia de ciertos políticos que no ayudaban a nadie. Mientras el narcotraficante manifiesta su apoyo público, según se infiere de lo dicho por el ex autodefensa, el político sólo parlotea. Al ex vocero se le olvidó mencionar la violencia que expande un criminal en su hambre de poder. Pero apuntó bien al decir que la percepción pública siempre será favorable para el poderoso filántropo que para el poderoso egoísta.

La maniobra de la defensa del Chapo Guzmán definitivamente llamó la atención, siempre hay sospechas sobre la complicidad entre políticos y criminales y que alguien considerado en el segundo grupo lo haya afirmado causó mucho ruido del que quiere escucharse, pero apenas se le podría dar credibilidad. Es cierto que el recurso usado se dijo en un juicio en el que se busca que el acusado obtenga la menor pena posible; también es cierto que se han comprobado nexos entre políticos y narcotraficantes; no olvidemos que la otra parte de lo que dijo el abogado del capo fue que éste fue víctima de un complot orquestado entre dos expresidentes, agentes de la DEA corruptos y su ex socio, Ismael “El Mayo” Zambada, (de lo cual se infiere que a todos les convenía capturar y extraditar al capo más visible del Cártel de Sinaloa: credibilidad, poder y dinero para los involucrados); pero, como bien lo apuntó un periodista, el mentir durante el “opening statemen” no es delito. La historia todavía tiene muchos más capítulos que contar sobre las intrigas del poder.

Yaddir

La confianza liberal

La confianza liberal

 

Confían los liberales, con la notable excepción de Christopher Domínguez Michael, en que la institucionalidad puede ser límite suficiente al afán autocrático del futuro administrador del país. Los liberales suelen recomendar a quien tendrá el poder en los meses siguientes la limitación de sí mismo a partir de la construcción de instituciones. Nuestros liberales nos recomiendan vigilar la construcción de instituciones, incluso colaborar en la misma. Nuestros liberales han asumido la derrota de un proyecto, renunciando al esfuerzo por consolidar una democracia liberal y admitiendo que la decisión democrática por una “cuarta transformación” es aceptable en tanto sea institucional. Creo que a nuestros liberales les falta imaginación.

         El futuro administrador ha fundado la posibilidad de su triunfo en el descrédito de las instituciones, y desde ahí exige la transformación de las mismas. Sin diagnóstico de por medio, el futuro administrador redujo la complejidad del país al problema de la corrupción, presentó a la corrupción como un problema moral y se presentó a sí mismo como la única solución posible al problema. Si él es origen de la solución, él será origen de la institución. De aceptar la recomendación de los liberales, atestiguaremos la edificación idolátrica del autócrata (berrinches a petición, ha dicho Maigo con muy buen tino). Promulgar leyes a modo, construir instituciones a la medida de la propia ambición, podría parecer legal, puede aparentar espíritu democrático, pero la posibilidad no es criterio político suficiente.

         Entre los planes que el futuro administrador ha hecho públicos, encuentro dos que pueden ejemplificar muy bien la aparente institucionalidad de las decisiones y el trasfondo autocrático de las intenciones. Como parte de la reordenación del aparato administrador del Estado, se ha planteado paralelamente la descentralización de las dependencias públicas, la liquidación de más de la mitad de los empleados de confianza y la retabulación de los salarios de los servidores públicos. Ante el cuestionamiento por la inconformidad de los trabajadores, el futuro secretario de Turismo respondió claro: si no les parece, que se vayan a la iniciativa privada. Quien no sea despedido, debe aceptar la retabulación del salario y la reubicación geográfica para conservar su empleo. De no aceptar alguna de las dos, será desempleado. En las actuales condiciones, tanto los despedidos como quienes sean presionados para renunciar pueden ser defendidos por sus sindicatos. Problema para la próxima administración serán los juicios laborales que el reordenamiento genere. Sin embargo, en el periodo en que se desarrollarán los juicios laborales, las dependencias en su nueva ubicación requerirán de nuevo personal. Ahí nacerán los nuevos sindicatos del nuevo régimen. Para evitar los “quinazos” (bueno, concesión para los millenials que creen que la historia comenzó en 2006: la caída de Elba al inicio del sexenio de Peña es análoga a la caída de La Quina al inicio del sexenio de Salinas, a esa caída se le llama “quinazo”. ¿Estamos?), el nuevo régimen descentralizará las dependencias: la reordenación es la máscara de la disolución de los sindicatos. ¿Será institucional? Ahí es donde le falta imaginación a nuestros liberales. Tanto los liberales como los adeptos al nuevo régimen han coincidido en las ventajas de la reordenación: están contra los sindicatos (pues suelen ser corruptos) y no tienen aprecio por la burocracia (por su proclividad a la corrupción, o por su improductividad). Tanto a los liberales como a los adeptos del nuevo régimen la reordenación les parece buena idea. Y podría serlo, si no tuviese una intención antidemocrática.

         El segundo de los planes es la presumida conciliación y pacificación que el nuevo régimen plantea. Hasta donde se ha dicho, el plan consiste en la convocatoria a diversos foros en que una pluralidad de opiniones encuentre una expresión común que delineará las acciones futuras. Sin embargo, las acciones futuras ya están decididas. Los foros no serán un encuentro plural de opiniones, sino la validación de la opinión del líder ante la presencia de quienes opinan diferente. El futuro administrador lo ha dicho: los vamos a convencer. Para él, dialogar es convencer. Los foros, y lo dijo certeramente Javier Sicilia esta semana, serán un espectáculo. Las decisiones las tomará el líder, pero se presentarán públicamente como resultado de la conciliación. ¡La conciliación de los vencidos! Si no se aceptan los lineamientos del líder, si no se coincide en el planteamiento, la voz minoritaria se apagará entre gritos. Allá tú si no te dejas convencer. Retórica indecisa entre el garrote y la oportunidad perdida. Por ello los liberales andan creyendo que se puede tomar la palabra del futuro administrador y confiar en su invitación al diálogo. Por ello creen que en lugar de criticarlo, en estos meses necesitan persuadirlo, aconsejarlo. A los liberales les falta imaginación. Cuando se descubran engañados y quieran denunciarlo públicamente, serán vituperados por la unanimidad mayoritaria. Engañados y vituperados, rumiarán sus frustraciones con banales dicterios al gobierno reaccionario.

         Sugieren los liberales que el futuro administrador ha de levantar diques institucionales y constitucionales a su propio poder, pero no imaginan que para él la constitución y la institución serán expresión de su propio poderío. A los liberales les falta imaginación, tienen demasiada confianza en el fair play para ver la realidad de lo político. ¿Qué necesitamos imaginar para la crítica del nuevo régimen?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño.1. El jueves siguiente se cumplen 46 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En la siguiente administración, Alejandro Encinas será el encargado de dar seguimiento al caso. Cabe recordar que el 9 de noviembre de 2014, en Xalapa, un grupo de jóvenes reclamó a Encinas por su apoyo a José Luis Abarca. Poco después los entonces perredistas y ahora morenistas comenzaron a modificar el discurso para exculpar a Abarca, señalar otro culpable y tomar el control de las protestas por el caso. El 9 de septiembre de 2015, desde la tribuna del Senado, Encinas concluyó que la PGR mintió en la investigación del caso, por lo que sentenció: fue el Estado. ¿Hay alguna duda del camino que la investigación tomará? 2. Ya lo dije: la nueva administración intentará controlar a la oposición. Señalé que sus candidatos azules eran dos: Miguel Márquez y Marko Cortés. El primero declinó en la semana. El segundo será, además, el candidato del Yunque (acercamiento permitido por la senadora electa Alejandra Reynoso). ¿Cómo es que Morena y el Yunque podrían apoyar a un mismo candidato? El Frente Nacional por la Familia es la respuesta. 3. Una vez más el reportero Humberto Padgett ha hecho un gran trabajo. En preparación de su próximo libro entrevistó a 47 presos de casos representativos en la historia reciente: el asesino del padre Machorro en la Catedral de México, un delincuente devenido actor, una luchadora que terminó en asesina. 4. ¿Dónde estáis, indignados de la patria mía? Un partido político creó un fideicomiso que utilizó para financiar ilegalmente sus campañas, y no es todo: el fideicomiso se anunció para ayudar a los damnificados del terremoto del año pasado, pero los recursos se desviaron al partido. ¿Cómo ven, indignados, marchamos? ¿Pedimos que se les quite el registro? Ah, claro, el partido es Morena y, ya lo hemos dicho, la indignación es selectiva. Ahí está su cambio. 5. De risa loca. Hace dos semanas comenté que el Dr. Lorenzo Meyer anda acomodando la historia para endulzar los oídos del sátrapa del momento. Y como ejemplo ponía que en el afán de simular la popularidad del movimiento de AMLO omitía sospechosamente ciertos movimientos populares, entre ellos el EZLN. Ahora, dice el historiador que el morenismo es el verdadero zapatismo. Viéndolo con humor, ¿no resulta hasta tierno?

Coletilla. En uno de sus últimos homenajes platiqué con Max Linares, creador de una de las máscaras más bellas de la lucha libre mexicana. “Viendo los achaques y padecimientos de una vida dedicada a la lucha, ¿se arrepiente?”, le pregunté. “Por un momento sí, pero los recuerdos, el cariño de la gente y las nuevas generaciones hacen valer cada golpe”, me contestó. “Amigos, compañeros y discípulos, ¿lo valen?”, añadí. Sonriendo me dijo que sí. Algo envidio al Rayo de Jalisco, que en paz descanse.

La trascendente banalidad

La trascendente banalidad

Por una tentación propia de su naturaleza, la democracia está asediada por la cercanía de la confusión. La experiencia política parece mostrar, más que nunca, una pluralidad en las formas de expresión y de vida cuyo origen remoto permanece desconocido. Se lo atribuimos al impacto que la individualización ha tenido en la percepción de nuestras relaciones, nuestras emociones y nuestra naturaleza en general. La parcialidad de una opinión aparece a veces como justificación del desorden; contradictoria, nuestra imaginación parece obviar la dificultad de armonizar profundamente la existencia de esa diversidad con el advenimiento de un futuro enmascarado de paz, vaticinado por el ultraje, la intolerancia y la polarización. Nadie es culpable de tener una fe, por lo que la esperanza no es en sí misma el cáncer de la experiencia política. Sin embargo, el pragmatismo político (que no es conocimiento práctico) produce falsas esperanzas: mientras el relativismo satisface nuestro egocentrismo, poco nos dice sobre la posibilidad latente de alternar en la verdad; la posibilidad de definir lo más conveniente y la actitud que las pasiones de la política despiertan en nosotros muestran el límite de ese relativismo, sin que por ello la verdad se aclare un poco. El régimen democrático no subiste sólo por la natural divergencia de opiniones, que la mayor parte de las veces ni siquiera es tan radical: no siempre tenemos ojos para lo extraordinario. No obstante, tampoco puede subsistir por el cándido empeño de remitir la justicia al carisma personal.

Esto no quiere decir que la democracia ha de aspirar siempre a codearse con el totalitarismo. Empobrece demasiado la visión de que la ordenación de opiniones ha de depender de la uniformidad que mana de la voluntad principal. No puede haber democracia fuerte cuyo vigor provenga de la fuerza personal. Tampoco podemos reducirla al funcionamiento del estado sin considerar las implicaciones que formar parte de él tiene para nuestra vida en común. La seguridad de un dogma no deja estar basada en una fe, que puede hacerse ciega o fantasmagórica. No hay que olvidar que la política, en tanto ámbito del hombre, requiere de acercamiento cuidadosos, que puedan observar lo conveniente tomando en cuenta la situación general del momento a través de una mirada a la naturaleza del hombre mismo. Dogmas como el del progreso, cuya influencia se extiende a varios aspectos de nuestra vida, pueden ser sometidos al examen de la inteligencia para hacerlos más fructíferos, más claros, a aislarlos de nuestra vanidad y la de otros. Probablemente, ideas tan complejas como la de la justicia, problema medular de la experiencia política que intenta ser examinada, no tendrían peso alguno sobre la reflexión si nuestra voluntad fuera totalmente ciega. Sin ese rango de aspiraciones, auxiliados por la conversación, el aspecto irracional de nuestra vida, presente también en la política, puede cegarnos con consecuencias desafortunadas para nuestros propósitos.

El espíritu democrático no deshace por sí mismo todos los dogmas, ni los ennoblece en cuanto los acepta. Si no queremos confundir las posibilidades de la democracia con las de la demagogia flagrante, quizá lo único que nos quede es mirar la manera en que la palabra pública no alcanza siquiera a desgastarse, porque sirve políticamente al fingimiento (gesticular), no levantando jamás el vuelo de ese propósito, y cómo nuestra propia vida se erosiona por las marejadas publicitarias en que se empantana el apetito por la noticia. Habiendo pasado la oportunidad de reconciliación, experimentados los efectos de la ignominia, acaso no sea lo mejor aceptar ciegamente la polarización (a la cual se ha contribuido desde varios lados, no sólo desde uno). Nuestra fugaz atención, presta tanto para incendiar el pulgar con la indignación como para vestir todo de solemnidad, no es el mejor recurso para notar que en la política la radicalidad trascendental es la más grande y frecuente ilusión. Quien en este espacio nos ha llamado la atención a la dictadura moral ha escogido muy bien sus palabras: el futuro no vaticina la imagen del terror totalitario, pero sí el olvido de lo importante en el grave fingimiento, en la suave impostura de una farsa, cuyo efecto resentiremos quizás en la decepción inevitable.

 

Tacitus

 

Cierre de campaña

Cierre de campaña

 

Revisito libremente siete versos de las sátiras de Cayo Lucilio, quien advirtió a tiempo la terrible realidad política que enfrentó Cicerón: la decadencia de la república. Son los versos 1228 al 1234, tomados de la edición de Fridericus Marx editada en 1904.

 

A la sinvergüenza que facturó

sus colorados tintes

 

Ahora, de la mañana a la noche,

lo mismo entre la fiesta que el trabajo,

todos los senadores por igual

se jactan en el foro, amotinados,

expertos todos en eso de engañar,

estafando con palabras de arte,

por hombres buenos querrían pasar.

Trampas, fraudes, triquiñuelas y moches:

enemigos todos; puros derroches.

 

Coletilla. Anótenme tres puntos, que sí que clasifico. Primer punto. El pasado 21 de abril comenté, tras el olvido de la investigación de Roberto Zamarripa, que para estas fechas se intentaría revivir el caso de Ayotzinapa, pues era sospechoso que los políticamente correctos ya se hubiesen olvidado del asunto. En días recientes se revivió el caso por la resolución de un tribunal conforme a la estrategia de defensa que esbocé el 21 de enero de 2017. El martes siguiente se cumplen 45 meses de la desaparición de los normalistas. Los detenidos pronto estarán libres, la investigación oficial se retomará hasta la administración siguiente y concluirá con que “fue el Estado”. Segundo punto. El 18 de noviembre de 2017 señalé el conflicto de interés entre el presupuesto para la cultura, el financiamiento de Fundación Azteca y la relación entre Esteban Moctezuma Barragán y Andrés Manuel López Obrador. Esta semana el grupo de periodismo independiente 5°ElementoLab presentó una investigación extensa sobre el caso. Tercero, el 27 de septiembre de 2014 desarrollé la etimología de «competente», pero mi amigo Cantumimbra lo olvidó y el lunes la presentó nuevamente, pero ahora en el contexto de una situación política.