Crisis gatopardianas

Fácil es perder lo poco que se tiene cuando de antemano se da todo por perdido. En ocasiones los tiranos buscan la aceptación de aquellos sobre los que posan sus garras al exhibir como peores las condiciones que ya se estaban viviendo y al culpar a otros por algo que ellos mismos fueron ocasionando por debajo del agua, el juego consiste en mostrarse después como salvadores únicos de la crisis ocasionada.

Julio César provocó una guerra civil que dividió a Roma, después inició guerras en el exterior para unificar al pueblo que ya había dividido, pero no fueron tan fuertes como para preservar su vida.

Julio César buscaba ser rey después de nombrarse dictador vitalicio, y aunque tres veces rechazó la corona que le ofreciera Marco Antonio, tres veces confirmó las sospechas de quienes defendieron a la República, entre ellos su adoptado hijo.

Julio César murió en el Senado a manos de sus compañeros, la muerte la causaron las catorce puñaladas y la traición que él mismo le hizo al pueblo. En la guerra civil difícilmente se distinguen el amigo y el enemigo.

Algunos tiranos, seguidores del César, ocasionan crisis, a veces inician sólo con el nombre, buscan con esas crisis afianzar su poder, lo malo de todo esto es que limitan su existencia sobre la tierra y dejan la crisis ocurriendo en ella.

Huele a cadáveres y banca rota, huele a nuevos regímenes gatopardianos, que mantendrán las cosas en mal estado para los pobres ciudadanos, ya sea de Roma o de algún otro Estado.

 

Maigo.

Ensayo poético de «El vendaval»

Ensayo poético de “El vendaval”

 

Este primer poema breve tiene tres lecturas: es una estrofa alejandrina, pero también puede ser un poema corto de versos endecasílabos o heptasílabos.

 

 Alejandrinos de la mutilación

“Toc, Toc, Toc”, toca el temor con sus flores de frío,

quebrando los vidrios que se hacen eco de un muerto.

Ceniza atroz, llama furiosa de incendio en el huerto:

es tromba, es tumba que riega en panes su frío.

 

 Satíricos (con crueldad patria)

Olvidar quieres esa gruta

en comedias y en un tris,

pues es amarga fruta

el pecho de la madre PRI.

 

Tu vida ya es la gruta,

erosión del vendaval

que muerde como puta

y deja al recuerdo sin aval.

 

 

Tacitus

Marineros a la deriva

Perdidos en el mar, a merced de su capricho, varios marineros resistían. Las densas nubes cubrían la mayoría de las estrellas y hacían que la noche fuera infernalmente obscura. La embarcación era azotada por una tempestad, y no de esas tormentas marítimas que ocurrían en nuestras ficciones infantiles: ahora nuestras tormentas son verdaderas tempestades.

En su confusión, con dificultad en verse los rostros, los hombres discutían cómo regresar a su hogar. Después de varios meses el viaje había resultado un fracaso, perseguían una isla a la que nunca llegaron. En algún momento creyeron verla, sin embargo fue nada más un doloroso espejismo. La última alternativa era virar de regreso, el problema estaba en que no sabían cómo hacerlo.

Hubiera sido de gran utilidad que aún viviera el capitán de la nave. Éste era un hombre fuerte e inteligente. Su dureza causaba complacencia en los mejores corazones, la prueba de cobardía o vanidad estaba en quien resultara ofendido por sus palabras. De este modo su rango militar era perfectamente desempeñado. Una armada no puede estar compuesta por hombres con interés propio. Varias generaciones habían abordado el barco, varias generaciones intentaban navegar. Pero ahora el capitán ya no estaba.

La mitad de los hombres pensaban qué haría el capitán si estuviera aquí o cuál orden nos dictaría, querían sobreponerse a la adversidad con el recuerdo de sus palabras. En general eso realizaron durante toda la expedición (quizá por ello fracasaron). Incluso al enfrentarse con algún otro barco las tácticas del capitán fueron sus mejores armas, los peores enemigos no fueron los invasores. En vez de volverse unos niños bien criados, los marineros terminaron siendo unos  ínfimos criados.

Solamente dos marineros no participaban en la discusión. Uno de ellos era distinguido, su casaca fina era adornada por distinciones rutilantes. Los otros marineros lo veían como alguien destacado y honorable, lo cual pudo haberlo ascendido para dirigir la nave (idea que le entusiasmaba secretamente el corazón). Hace tiempo poseyó un espíritu aventurero que lo hizo acreedor a dichos reconocimientos, ahora ese espíritu parecía derrotado. El marinero tenía una mirada sombría en un rostro áspero, últimamente esta misma mirada había volteado de manera desdeñosa a sus compañeros. De ahí que, tal vez, prefiriese ver el barco hundido a planear una alternativa.

En especial uno de los marineros quedaba aterrado por el distinguido, el otro apartado de la discusión. Su audacia podía reconocerse en su cuerpo débil. Aún no había realizado ninguna hazaña significativa y no se veía con posibilidad de realizarla, y eso era algo que él sabía. Más allá de una distinción, a ese marinero le importaba orientarse y retomar el rumbo hacia su destino. Renunció a la discusión al advertir que nunca encontraría el regreso de ese modo. Duramente se dio cuenta que en realidad nunca llegaría a su hogar con esa tripulación. Con las esperanzas despojadas, alzó su mirada desesperada al cielo. Súbitamente una estrella muy débil resplandeció a los ojos del marinero y éste recobró jovialidad en su corazón. Dando un respiro suave, sosegándose, dio unos pasos hacia atrás. Para sorpresa de todos, aquél se arrojó fuera de la nave. Él sabía que sólo le restaba volver al mar. Quizá se encontraría con otros dimitentes (¿o disidentes?) en busca del hogar o sucumbiría trágicamente en el intento, el porvenir era incierto. Lo que sí era un hecho es que evitaría su propio naufragio.

Señor Carmesí

De la moda…

The saddest aspect of life right now is that science gathers

knowledge  faster than society gathers wisdom.”
I. A.

Ciencia Forense. Ayer se anunció la más nueva y brillante licenciatura. Estudios no sólo de medicina, sino también de política, derecho y hasta psicología. Pero el título de ciencia nadie se lo quita. La ciencia, hoy en día, sigue siendo toda una autoridad. De la que pocos saben pero muchos reconocen como si fuera el Jefe del Estado Mayor Presidencial. Más que conocerla bien, en ella se confía y, sí, me atrevo a decir, que se le tiene fe. Así como a la religión o al Papa que últimamente tantos critican. Parece que un estudio o actividad vale más si tiene la etiqueta de ciencia por delante o por detrás. Vale lo que tenga un método bien definido y que pueda dar resultados claros y distintos. Así como –según- la Física y la Química. Ahora hasta la Sociología, Historia y Psicología quieren ser reconocidas como “disciplinas científicas” que son claras y distintas. Otra es la llamada Ciencia Política. Es, me dijeron una vez, el estudio sistemático de los fenómenos y las estructuras políticas. Fueron personalidades modernas las que buscaron hacer de la política una ciencia con el fin, claro, de tener un Estado bien logrado y perfectamente organizado; claro, distinto, sin crisis y siempre estable. Pero ¿se puede estudiar lo político de esta manera? Aunque la ciencia esté de moda, como dice mi mamá, de la moda lo que te acomoda. El hombre y su comunidad, me parece, nunca ha gozado o podrá gozar de una perfecta estabilidad. El hombre siempre viene llegando o va caminando hacia una crisis o inestabilidad. Son esas crisis las que permiten cuestionar lo que se toma por bueno o malo. Permiten preguntar por la justicia, la virtud o la bondad. Permiten, pues, que el hombre intente conocerse un poco más.

PARA APUNTARLE BIEN: “There are two ways in which a man may vanish – through being thoroughly conquered or through being thoroughly the Conqueror… For a man may vanish as Chaos vanished in the face of creation, or he may vanish as God vanished in filling all things with that created life. G.K. Chesterton en “Two Great Victorian Poets: I. Tennyson”

MISERERES: Peña Nieto y Mancera andan en el Vaticano. Lo más triste, dijo un economista mexicano, no es que se hayan ido, sino que ni su ausencia se siente ni su presencia se extraña. Acá en México la violencia no parece terminar; en el Estado de México –por Valle de Bravo- hubo una balacera que dejó al menos 10 muertos.  En Naucalpan hubo un muerto por un asalto a una pizzería. En Tlaxcala, hubo una explosión (de una camioneta) y hay por lo menos 27 heridos…Y, así, la lista sigue (curioso, por cierto, que de un tiempo para acá los periódicos como el Reforma que llevaban –y publicaban- un conteo de muertos y desaparecidos, cada vez lo hagan con menos frecuencia).

Demasiado Cerca

Tuve alguna vez la mala fortuna de participar de un accidente automovilístico muy aparatoso, y la buena fortuna de salir de él ileso. Pasado tanto tiempo, recuerdo mejor el cuento por haberlo contado mucho que por tenerlo presente en la memoria; pero hay un detalle que veo muy nítidamente: en el momento exacto del choque yo no entendí lo que estaba pasando. Sé que antes de que ocurriera vi que se acercaba el golpe, sé que después del impacto me examiné asegurándome de estar entero y sano. Lo que no sé es qué pasó en la colisión.

Con la vista es muy obvio que ocurre eso: estar demasiado cerca de algo grande nos impide verlo bien y, por supuesto, nos impide entenderlo. Lo curioso es que esta experiencia sea tan afín a otro tipo de vivencias que podamos hacer la analogía sin problema, como ocurre con los momentos: este suceso tan grave ocurrió tan de cerca que no pude verlo. Con el recuerdo se hace el trabajo de darle sentido a lo que vivimos, y puede uno imaginarse fuera del momento como siendo un espectador externo que comprende el principio, el medio, y el final de la sucesión. Ese espacio que le otorga el transcurso del tiempo a uno para que le dé sentido a lo que le ocurrió es como la distancia en pasos, es como alejarse uno mismo para que la mirada tenga mayor rango.

Las cosas más bellas no se aprecian bien estando ni demasiado cerca ni demasiado lejos, ¿será igual con las cosas más horribles? Y tal vez pueda no sólo ocurrir con la experiencia de un individuo (poco valdría que así fuera), sino que también sirva la analogía para percatarnos de que una época gravísima difícilmente será comprendida por quienes la están viviendo en ese mismo momento, pues están tan cerca que no se atisban sus alcances, ni sus consecuencias. Tal vez nos esté pasando ahora mismo algo que después del choque, como al recién despierto, nos devuelva la mirada a nuestro rededor, y buscándonos nos aseguremos de que aún estamos enteros.

Aquella luenga hora nona

Aquella luenga hora nona…

 

Don’t even hear a murmur of a prayer

It’s not dark yet, but it’s getting there

Apenas sabemos lo que es la obscuridad, y ya nos asusta la viscosidad de la penumbra. Cunden por el mundo el desánimo y el desaliento. La persistencia del mal nos arroja a la desesperanza. Desarropados de la certeza en la razón, humillados por la desconfianza en el otro, despojados de la vida digna, pensamos en la crisis del presente y nos lamentamos de las generaciones por venir, miramos con desconsuelo el desesperado intento del puñado de justos que todavía busca la paz, y nos abandonamos en una sardónica amargura a esperar lo peor. Vemos tan lejana, quizás imposible, la solución de nuestros problemas que invocamos secretamente al peor de los desastres para poner fin de una vez a todas las posibilidades. ¿Se agotaron las razones? ¿O más bien se nos ha agotado la imaginación? ¿Y si el agotado es el amor?

         Nos desespera la incapacidad para resolver nuestros problemas, pues no nos gusta vernos abatidos. Nos desesperan los límites expuestos por aquello que nos sobrepasa, pues nos gustaría ser quienes sobrepasan. Nos desespera que tras intentarlo una y otra vez, las cosas escapen a nuestro efímero control y parezca que nuestra acción, a final de cuentas, no ha valido nada. Parece que nos atemoriza la inutilidad de nuestra acción, su insignificancia, su infinita pequeñez. Estamos atribulados como aquella multitud incrédula que comenzó a temer el fin de todo cuando en el Gólgota expiró aquel que tiernamente se dirigió a Dios como “papá” (אַב). Desconfiamos de la acción inane porque quisiéramos ver, como el ladrón mezquino que se mofó del más cruel sufrimiento, una exhibición inaudita de poder y fuerza que nos libere de las penas y los pesares que nos aquejan.  O peor, traicionamos la gratuidad del amor apañados en nuestra falsa grandeza, mientras hurtamos a los demás toda esperanza con los estertores de nuestra asfixia bajo la higuera maldita… Y seguramente, habrá todavía alguno que no desespere en medio del pesar –donde “el aire huele a sangre y a carroña”-, simplemente por saberse amado.

Námaste Heptákis

Parte de guerra 2012. 3072 ejecutados al 6 de abril.

Garita. En uno de sus spotes televisivos, Josefina Vázquez Mota afirma: “fue indignante ver a niños arriesgando su salud durmiendo entre miles de microbios”. ¿Alguien sabía que la candidata tiene visión microscópica?

Coletilla. Es una pena que la Presidencia de la República esté relacionada con el plagio y la piratería. Explorando el portal “Sistema Internet de la Presidencia” encontré un listado de “recursos para escribir mejor y evitar errores ortográficos” (http://www.sip.gob.mx/contenidos/876-recursos-para-escribir-mejor-y-evitar-errores-ortograficos) [con fecha del 18 de octubre de 2010] que fue plagiado de un sitio de periodismo digital (http://www.clasesdeperiodismo.com/2010/09/23/10-recursos-para-escribir-mejor-y-evitar-horrores-ortograficos/) [con fecha del 23 de septiembre de 2010]. Interesante es que entre los miembros del comité del SIP se encuentra un funcionario de la Secretaría de la Función Pública, dependencia que se jacta de tener como misión “consolidar un Gobierno honesto, eficiente y transparente” y plantea como una acción prioritaria “inhibir y sancionar las prácticas corruptas”.