Acto

Los sobrevivientes del fin del mundo (que fueron el 99.9% de la población mundial) amanecieron con una resaca legendaria, así como hubo quienes rockearon toda la noche en una fiesta interminable para que la muerte los encontrara a medio éxtasis, así también, hubo, quien metido en un profundo miedo, terminó por suicidarse. Quienes no participaron de ninguno de estos dos extremos, no quedaron exentos de la rabia de haber sido engañados por la profecía y se unieron a la turba. No hubo razón que los hiciera detenerse, y como si fuese una misma mente controlando a millones de cuerpos, todos los seres humanos decidieron en menos de una hora tomar en sus manos, la responsabilidad que el destino no quiso llevar a cabo.

Delirium

La única explicación a la que pudieron llegar los poetas, para dar sentido a que el mundo había terminado ya desee hace mucho, fue que la realidad, cansada de sí misma, decidió viajar, al norte en busca de una ilusión. Dejándonos a nosotros; tanto dioses, como hombres, en la más indescriptible de las derivas, y en el más frío de los ocasos sin concebir.

Enfrío

No hizo falta una catástrofe natural, bombas atómicas o que el mismísimo Satán subiera a destruirlo. En el soberbio segundo en el que el mundo cobró consciencia de sí mismo, se dio cuenta que el estar solo en todo el universo infinito, es mucho más terrible que estar muerto.

Ruidos

Todos sabemos lo que el aleteo de una mariposa puede causar, ya saben, su efecto puede ser devastdor. Lamentablemente ni los teólogos ni los cientificos tuvieron la más mínima duda antes de morir, de que habían enfocado su atención en el animal equivocado.

Y es que después de que un millar de cuervos pasaran 14 horas graznando y aleteando al unisono. No era de extrañarse que el fin del mundo estuviera más que declarado.

Los que nos quedamos

Distinta es la suerte de los que nos quedamos en el tiempo, olvidados de todos y de todo, algunos consideran que es triste porque no jalamos para el mismo sitio, porque no vemos el mundo como lo ven los demás.

Yo creo que los demás, los que sí partieron lo hicieron deslumbrados por la luz que estaba lampareandoles los ojos desde hace tiempo.

Los demás decidimos quedarnos, bueno, no todos, algunos no alcanzaron a subirse al último tren hacia la luz… esa luz que dejaba ciegos a bastantes y que los hacía agachar la cerviz con tanta frecuencia.

Muchos se lamentan de que no pudieron subir al tren, dicen que era muy rápido, otros agradecemos no estar con la mirada gacha observando esa luz rápida, deslumbrante y tan llena de productividades.

La suerte de los que nos quedamos es diferente, no necesariamente mala, batallamos sí porque no nos resulta tan cómodo encontrar lo que necesitamos, pero quíen no batalla en este mundo.

Se puede decir que me está gustando esa mala suerte de los que nos quedamos resagados ante la velocidad del tren, quizá porque a veces cuando llega a haber una noche despejada veo las estrellas y me doy cuenta de que no hay tanta diferencia entre los que se fueron y los que nos quedamos.

Quizá la única diferencia radica en la dirección que tiene nuestra mirada, supongo que los afortunados en realidad son los que pueden voltear hacia donde quieren, pero eso es imposible estando dentro de esta cueva obscura, a la que a veces llegan chispazos de eternidad.

Maigo.

Ensoñaciones

Respira profundo, permite que la calma inunde tus pulmones. Mañana que eespiertes seguirás soñando, inmerso en tu mundo único y apartado de lo que hoy todavía es nuestro planeta.

Los invasores nos han traído paz, sueños lúcidos y y una tranquilidad de la que no trascenderemos jamás. Así que sueña, da gracias al cielo y reza por todos nosotros, que jamás nos volveremos a ver más que en tu imaginación ahora perpetuada.

Intercambios

Las mujeres que por capricho desearon en otros tiempos convertirse en volcanes, decidieron que había llegado la hora de reclamar la tierra como suya.

La tierra se cimbró una mañana cualquiera, y de los montes que siempre estuvieron ahí, brotaron furiosas aquellas lejanas feminidades ahora, convertidas de nuevo a capricho en dinosaurios. Habían decidido que era hora de convertirnos a todos en cenizas.