Fuerza e injusticia

«Es que es injusto» quizá sea la frase que, cuando niños, pronunciamos caprichosamente sin entender adecuadamente su sentido y sin saber que nunca nos abandonará. Nunca es un capricho exigir lo justo. Entender qué sea lo justo en alguna situación en la que estemos involucrados es complejo, por ello resulta fácil caer en el capricho y, a veces, estar cerca de lo casi justo. ¿Es justo que un grupo de taxistas detengan el avance de una ciudad porque creen que las Apps les hacen competencia injusta?, ¿es justo cerrar calles para forzar al gobierno a entablar un diálogo, pues las autoridades son demasiado lentas?, ¿es justo causar destrozos  como manifestación del descontento social?, ¿es justo liberar a un criminal porque su captura puede causar los destrozos de mil personas sofisticadamente armadas?

La última pregunta nos muestra el que quizá sea el problema más común de la justicia: la justicia es de quien la toma; el derecho lo hace el más fuerte. El ejemplo nos esclarece las ideas. El capo que se volvió famoso en todo el mundo por ser liberado luego de que ya había sido capturado, pues tenía a su disposición cientos de sicarios con armas de alto calibre que estaban enfrentando al ejército y provocando caos. El capo le compitió al Estado. El capo mostró una fuerza semejante o mayor a la del gobierno. El capo manifestó que él podía decidir quién estaba afuera de la cárcel y quién adentro; hizo, pero más importante, impuso su ley.

El argumento de que la ley la hace el más fuerte es contradictorio, pues si la ley se sustenta en la fuerza, la ley nunca es fija porque siempre hay alguien más fuerte. Además, ¿qué es la fuerza? En el ejemplo podrían ser las armas, el dinero, la capacidad de negociación o la astucia para aprovecharse de los defectos del adversario (una mala estrategia para capturar al capo e intentar llevárselo). Sin fuerza, sin defensa, tampoco se mantiene la ley. ¿La fuerza sustenta la justicia o la justicia la fuerza?

Yaddir