Chuang Tse

Cuando el anciano Chuang Tse se hallaba a punto de morir, observando que lo miraban desconsolados, regañó a sus discípulos diciéndoles: “¿Por qué no veo más que horror y desdicha en vuestros semblantes? ¿Acaso os lamentáis de mi partida? ¿O será que os horroriza mi semblante demacrado por el tiempo y la vejez? ¿Teméis terminar como yo, viejos y arrugados? ¡Os desconozco! ¡No habéis aprendido nada del maestro ni habéis comprendido un ápice de la doctrina! Si Chuang Tse se va esta noche, no es sino para volver, en otra forma, como otro carácter con el que el Dao va escribiendo el curso de las diez mil cosas. Así, en esta vida no he sido más que un signo, un ideograma, con que el eterno Curso se va escribiendo a sí mismo, y va escribiendo en nuestra piel como si fuera pergamino, arrugándola, marcándola con su indeleble tinta. No os espantéis, pues de lo que se trata no es de escapar a esta condición, sino de aprender a leer en nuestra piel las enseñanzas que el Dao nos muestra con la vejez.»

 

Gazmogno