“The rivering waters of, hitherandthithering waters of. Night!”
J. J.
No puedo más. La vida me ha dicho hoy: alto, ¡para! Me ha dicho y hecho lo que yo he querido hacer desde hace mucho y he venido prometiéndole a ella, a la vida: parar. Mi cuerpo no me responde, lo sé. Pero es que ya no puede, ya no quiere. Desnuda, ahí, frente a nadie más que a mí, me pregunto qué he hecho con mi vida, me pregunto qué me trajo hasta aquí. Busco, busco más y bien adentro. No hay respuesta. Sé que lo he hecho mal. Me siento utilizada, y sé bien que ha sido así. Porque sé, y saben, que si me usan bien no lo hago todo tan mal; a veces doy frutos, a veces he hecho que ellos den buenos frutos. Desnuda, ahí, deseo que todo fuera un sueño, uno malo pero sueño al fin. Deseo no estar aquí tirada sin poder moverme, deseo no estar desnuda, no ver tantas caras, no ser tan frágil, no haber decidido tan mal. Desnuda me doy cuenta que no sé quién soy, mucho menos por qué hice lo que hice. Me pregunto –sólo así, desnuda, cuando no puedo más y tal vez porque mi cuerpo y alma me obligan- si algún día llegará ese gran día en que descubra, para siempre, quién soy. Y así, desnuda, me doy cuenta que tal vez no necesito nada más: tal vez la respuesta no esté afuera sino aquí dentro. Desnudo mi cuerpo y desnuda mi alma: ésa soy yo. Comienzo a desear que el momento no acabara pues pronto tendré que volver a vestirme, tendré que poder levantarme y secar las lágrimas que ni siquiera me acuerdo llorar, pronto tendré que hacer como si nada pasara, como que nada pasó…
Ésta muy bien podría ser mi historia aquel día, aquel lunes o tal vez mañana. Tal vez esta historia también sea la tuya. Tal vez es historia del mundo entero y se repita a diario (no hay que sentirnos extra-especiales). Tal vez después de la larga semana pasada, llena de momentos, de colores, de promesas, de ataques y debates, ésta sea también la historia de las palabras. Sí; la historia de una mala noche, día o instante de las palabras. No han de saber quiénes son o a qué han venido al mundo porque hoy nadie les cree. Pienso que se han de sentir usadas, porque las usamos, pero no para bien. Han sido usadas como las más monstruosas aunque más sutiles máscaras, como el mejor maquillaje que cubre el rostro y oculta toda imperfección. Hoy, me parece, se usan para ocultar más que para desocultar. Son las infalibles edecanes que atraen seguidores y votantes. Hoy con ellas se engaña y se miente, y ellas –las palabras- lo han de saber bien. Por eso creo que como tú y como yo tal vez ellas no se hallan, saben que han hecho mal pero no saben ya si están hechas para algo mejor. Yo soy de las que piensa que sí; las palabras son cosa buena. Son para el bien, la verdad y la belleza. Ojalá que si te las encuentras, no las creas tan groseras. Y si piensas lo mismo que yo; levántate y muéstraselo a ellas y al mundo: no las uses para mentir o engañar, no las uses para cubrirte y ocultar. Úsalas para puras cosas buenas. Canta las más bellas canciones de amor, recita el más honorable poema, di no cuando es no y sí cuando es sí. Impera rescatar a las palabras pues ellas son, creo, el milagro más grande del que somos testigo. Ayúdalas pues tal vez ellas te ayuden mañana cuando seas tú el que esté tirado ahí. Ayudarlas es tal vez ayudarte a ti.
PARA APUNTARLE BIEN: Esto es de Robert Browning, de Bishop Boulgram’s Apology:
Just when we are safest, there’s a sunset-touch,
A fancy from a flower-bell, some one’s death,
A chorus-ending from Euripides,
And that’s enough for fifty hopes and fears
As old and new at once as Nature’s self,
To rap and knock and enter in our soul.
Take hands and dance there, a fantastic ring,
Round the ancient idol, on his base again,
The grand Perhaps…
MISERERES: Ya ganó Hollande en Francia, aun después del debate. Y acá, después del debate, con todo mexicano jugando al politólogo, los análisis y las calificaciones varían y varían. Me parece que no hay que olvidar quién está atrás de aquél que ya consiguió –dicen- ese dos por ciento necesario para no perder el registro. Sí, hay que poner atención a las propuestas y su viabilidad. Pero no hay que olvidar que es imposible resumir soluciones (y más las de México) en tan poco tiempo. No hay que olvidar, tampoco, que por desgracia o gracia, la elocuencia no garantiza efectividad. Lo que importa más no es el debate, importa más el llamado post-debate.