Bajo un régimen tiránico sólo se puede ser feliz en la esclavitud y la desesperanza: El esclavo feliz no espera cambios cuando obedece a un líder. Y si alguna variación se da, espera que no sea en su plato.
Maigo
"Una docena de años viendo cómo se parten por docenas otras cosas en el mundo"
Bajo un régimen tiránico sólo se puede ser feliz en la esclavitud y la desesperanza: El esclavo feliz no espera cambios cuando obedece a un líder. Y si alguna variación se da, espera que no sea en su plato.
Maigo
“El déspota no se atiene a ninguna regla y sus caprichos destruyen todos los otros”
Montesqueu, El Espíritu de las Leyes III, Cap. VIII
Algunas personas consideran que es exagerado hablar de tiranos en el contexto de la modernidad, pues el Tirano solía llegar al poder mediante artimañas que casi siempre estaban acompañadas por el derramamiento de sangre: Julio César llega al poder después de haber conquistado a las Galias y se consolida tras la caída de Pompeyo, a su vez el poder de los césares se hace más fuerte tras la caída de las catorce puñaladas en el cuerpo de quien les otorgara su nombre.
Por su parte el tirano Pisístrato, llegó al poder tras derramar su propia sangre y fingir que los miembros de un partido opuesto lo atacaron. El nombre de tiranía para un gobierno que surge de la violencia se consolidó después de que los hijos de Pisístrato buscaran el poder para ellos mismos.
En la actualidad, tal vez no sea tan propio hablar de tiranos, algunos suelen enojarse por ello y es que es molesto ver que en medio del discurso del progreso se desfila en compañía de leyes y edictos efímeros disfrazados de justicia social, disfraz que a veces emula una de las acciones de Pisístrato.
Tal vez sea mejor hablar de gobiernos despóticos y no tiránicos, pensando en que el déspota es moderno e ilustrado, se rodea casi siempre de eruditos que lo hagan adornarse a él como sabio y a veces se ve a sí mismo como sencillo y humilde porque sin renunciar a ciertas comodidades procura acercarse al pueblo como padre comprensivo y reconfortante.
Un déspota como Pedro el Grande hace y come en platos de madera, obsequia figurillas labradas por sus propias manos, y duerme en cabañas austeras, hechas con maderas finas, las cuales por lujosas y austeras son dignas de resguardarse en museos, una vez que ha pasado el tiempo de su uso.
Un déspota es moderno, y es progresista, caprichoso y hasta berrinchudo, pero disfraza sus antojos con razones y acertijos que se centran en el miedo, ya sea a la pobreza o al vicio.
Maigo
Pensadores liberales como Montesquieu critican duramente al despotismo. Y su crítica se fundamenta principalmente en la falta de libertad y de seguridad que tienen los gobernados por el déspota. Quien rechaza al despotismo señala que los constantes cambios de parecer del gobernante impiden al gobernado saber qué esperar, seguridad que es indispensable cuando se pretende trabajar toda una vida en aras de pasar una vejez cómoda y lo más prolongada posible
Si nos conformamos con tales señalamientos en contra de los regímenes despóticos, seguramente veremos en ellos los peores de los males, en especial porque impiden un libre desarrollo de los intereses de cada uno de los individuos que son gobernados por un ser que al cambiar de parecer impida que lo que bien marchaba hasta el momento continúe por la misma vía.
Nuestro tiempo y nuestras sociedades actuales dicen estar en contra del despotismo, y por ende a favor del individuo y de la felicidad del mismo, a veces con limitantes que comienzan en cuanto se toma en cuenta la individualidad del otro, y en otras ocasiones procurando que todos los individuos sean felices obteniendo las mismas cosas y siguiendo los mismos senderos para encontrar la tan anhelada felicidad, de la que bien a bien ya no se sabe nada.
La crítica que modernamente se hace al despotismo y la loa, que implica esa crítica, en favor de la democracia, nos muestra que lo que actualmente hace del despotismo un mal régimen es la imposibilidad de ser estar seguro de llegar a viejo con los menores malestares posibles, que es lo que parece se entiende ahora como felicidad individual.
Lo terrible de esa crítica no es que mueva naciones a liberar a otras de gobernantes déspotas, sino que deja de lado que un Estado déspota es un Estado sumamente injusto en el que todo depende de los caprichos y cambios de humor de un solo hombre, o de un mínimo grupo de ellos, los cuales impiden que los gobernados y hasta los mismos gobernantes se unan entre sí mediante lazos amistosos como aquellos que mantienen en las mejores condiciones a las más sanas comunidades humanas, como aquellas en las que un soberano puede confiar en sus súbditos y estos en él en tanto que todos nsometidos por los designios de una instancia superior al poder terrenal.
Maigo.