Resfriado clasemediero

Los seres humanos nos resfriamos con frecuencia. El catarro es nuestro compañero durante muchas temporadas de nuestra existencia, es raro el año que pasamos sin tener resfriado.

Pobres, ricos y clase media padecen este mal común, hasta donde tengo entendido la gripe no distingue tanto, aunque sí hay diferencias entre cómo se vive la angustia y malestar de algo tan común como el catarro.

Las sensaciones se maximizan durante esas épocas en las que nos cuesta trabajo, ver, oler y a veces hasta escuchar. Sin tres de nuestros habituales sentidos sólo nos quedan dos para trabajar.

El sentido del gusto trabaja a medias, porque al no tener tan buen olfato a causa de la gripe, los sabores no llegan tan bien, aunque eso no impide que resulta agradable el sabor de los calditos o la sensación de tomar algo caliente cuando el frío parece invadir todo el cuerpo.

El tacto, en cambio parece agudizarse, cuando tenemos gripe, todo es molesto al tacto, se tiene más frío o más calor de lo habitual, se siente con anhelo la caricia de mamá cuando somos niños y se siente el dolor de su ausencia cuando se retira de nuestro lado, no importa la edad, no importa la condición o la economía cuando de la madre se trata, las sensaciones son compartidas.

La gripe es fea, a nadie le gusta estar enfermo, no importa, si eres pobre, rico o clasemediero, en eso todos estamos de acuerdo.

Al menos hasta donde me doy cuenta, el resfriado nos obliga a seguir con la vida, las acciones en la bolsa siguen cambiando, la necesidad de trabajar sigue estando ahí y el deber de buscar qué comer nos obliga a todos a salir.

Pero el resfriado nos exige el aislamiento, para evitar hacer daño a los demás, y aunque no siempre es posible porque no resulta del todo inutilizante, el resfriado nos hace buscar como nunca la reconfortante compañía del otro.

Pero hay de gripes a gripes, algunas son peores que nunca, porque ni siquiera nos permiten la mitad de un sentido del gusto, y menos el consuelo de ser acompañados por la caricia materna, dejan solo al enfermo y al que no ha enfermado lo sumergen en la desesperación.

Esas infecciones se vuelven peores en tanto que aíslan a las comunidades y más cuando dividen a las sociedades y ponen a los que buscan cuidar a los otros en contra de los que no tienen culpa y han enfermado.

Ante el desconocimiento de cómo son las enfermedades se busca culpar al enfermo y señalar que éste en algún sentido fue culpable de enfermar, pero pensar que la gripe es un castigo divino bien puede ser una exageración y un intento por separar a los puros de los impuros sin saber qué es lo que ve Dios en el corazón de los hombres sanos o enfermos.

Se dice que en primavera se da la presencia de resfriados que se extienden hasta el verano, el otoño, el invierno y dan la vuelta al mundo en cada estación del año.

Lo malo es que con esos resfriados la vuelta sigue haciendo daño, aunque con flores se despida a los acólitos de la separación entre enfermos y sanos. Me parece que la gripe da a todos los seres humanos, sin importar las condiciones morales, si se trata de castigos o no, no es algo que pueda afirmar.

Hace más de un año, la humanidad sufre por una gripe que nos obliga a aislarnos, es mortal y se ha usado como herramienta para separar a los que se sienten buenos de los que se sabemos malos.

Los primeros culpan a todo mundo, los segundos nos reconocemos como simples seres humanos, cometemos errores y podemos tener apertura a la salvación por medio del arrepentimiento y el abandono de nuestros pecados, no somos perfectos o moralmente superiores, pero intentamos hacer lo correcto y analizar constantemente nuestras acciones.

Lo peor de todas estas gripes son los ignorantes que ven en esos aislamientos la oportunidad para separar a la comunidad entre ricos, pobres y clasemedieros, sin ver que los aislados son ellos por no ver la realidad.

El aislamiento los lleva a creerse buenos y superdotados en el campo de la moralidad, pero aunque se visten de corderos sacan las garras cuando se percatan de cómo realmente los ve la comunidad.

Maigo

Odios

Los odios y las críticas nos acercan tanto a lo que detestamos que acabamos convertidos en ello.

Ahí está Calígula, tanto odio profesó a Tiberio, que terminó loco y convertido en alguien como él.

Maigo