Un sendero olvidado: retomando principios para la ciencia médica en el siglo XXI*
Queridos compañeros:
Hermanos galenos, amantes de su vocación, hoy nos congregamos celebrando nuestra profesión. Gracias a nuestro organizador tenemos la oportunidad para reunirnos y reconocer algunos logros conseguidos por nuestros colegas. Por eventos como el presente podemos sentirnos orgullosos por lo que realizamos, por cada día que dedicamos a nuestra noble labor. Finalmente cada premio entregado no sólo es recibido por las manos del médico correspondiente, sino por el mismo gremio que sabe que algo está haciendo bien. De ahí que todos participemos en el reconocimiento. En este motivo de celebración, ¿no sería lo mejor detenernos a reflexionar cómo hemos llegado aquí? ¿Somos realmente meritorios del premio?
Una primera respuesta puede ser una afirmación a la pregunta anterior. En el último siglo la medicina ha sido un triunfo de la humanidad, sus alcances han llegado a regiones insospechadas. Por ello no me refiero propiamente a la eugenesia o investigaciones en la ingeniería genética, no trato de decir que hemos sido capaces de cumplir los sueños de la ciencia ficción. En realidad quiero apuntar al hecho de que hemos librado airosamente las dificultades. El avance en la ciencia médica puede medirse en el sorteo exitoso de las enfermedades. Los trabajos de Fleming trajeron como fruto la penicilina y asestamos un golpe contra aquellas penurias que amenazaban mortalmente. Nuestro temor por la tuberculosis se aminoró con el desarrollo de su respectiva vacuna. Y, cuando creíamos al sarampión invencible, un trabajo multidisciplinario —en el cual contribuimos— pudo contenerlo. Vemos entonces que, arrecie en su furia o nos aceche con mirada furtiva, hemos sabido manejar al toro: cumplimos con mantenernos con vida.
A pesar de haber tenido esos logros, ellos nos han impedido ver otra cara de nuestra disciplina. Además de propiciar una vida más cómoda a los pacientes, no debemos olvidar que el trabajo por la salud no termina ahí. Por lo regular se piensa que la medicina se explica con sólo diagnosticar y recetar, como si nuestra relación con el paciente se agotara en brindarle el remedio adecuado. Y en eso, colegas, nos ganan por mucho el paracetamol, ketorolaco y naproxeno. Cuando yo estaba en la facultad un profesor repetidamente nos hacía hincapié en que la salud se preservaba, no se adquiría. Aunque fuese tardado, el cuidado de nuestro paciente era habitual, no se reducía a un par de citas. Por ello somos más que dispensadores o administradores de los farmacéuticos, nuestra ciencia no puede terminar con la remuneración económica. Estar frente a un paciente nos lo exige.
Todavía en un grado más contundente, recordemos que nuestra actividad no acaba rápidamente. La ciencia médica nos exhorta a que estemos en constante investigación. A pesar de que nuestros alimentos salgan del propio trabajo, nuestros diagnósticos, nuestro interés por la salud rebasa el oficio en el consultorio u hospital. No hay que olvidar la complejidad de cada padecimiento. Pese a que con los años se vayan descubriendo más, cada uno nos pide que lo examinemos hasta nuestro último suspiro. Seríamos pocos comprometidos si sólo evadimos a las bestias, es menester que las afrontemos. Desde el momento que ingresamos a la facultad de medicina, entramos en este sendero interminable. La investigación se asume como nuestra vocación.
Como ya mencioné, he querido decirles esto en el marco de esta celebración para loar nuestra ciencia. A pesar de que a veces nos veamos como mecánicos del cuerpo, no quitemos el dedo del renglón en que somos médicos. Cuando yo entré a la universidad mi madre me dijo que mi labor era bellísima porque estaría al cuidado de una de las grandes maravillas de la Creación. Por ser una maravilla, a veces escondida, nos resta cuidarla y desentrañar su perfección. Salud significa eso, no solamente andar reparando el cuerpo humano. Si no nos regocijamos siendo parte de esta maravilla, al menos tengamos la noble satisfacción de que esta perfección será llevada a cabo en el paciente. Centrémonos en eso y haremos honra a nuestra ciencia.
Gracias por su atención y a nuestro organizador, demos paso a este evento.
*Discurso inaugural leído por el Dr. Caín Espinas García en los Premios Salud 2015 de la Fundación Carlos Slim.
Bocadillo de la plaza pública. Nuestro festín electoral terminó y se respira un clima de frustración y decepción. Algunos asistentes fueron retirados a la fuerza, inconformes perdieron su registro. Otros más jovencitos sorpresivamente tomaron mayor posición en el panorama político. Varios ciudadanos continúan aún molestos por la insolencia del Partido Verde, parece inverosímil que hayan hecho caso omiso a todas las sanciones (¿de dónde sacarán todo el dinero para éstas?). Todavía mayor cinismo con que varias estrellas hayan sido contratadas para proselitismo verde el mismo día de la elección. En algunos estados se acentúa aquel clima, por ejemplo, Colima donde los perdedores afirman que hubo irregularidades y se muestran no muy satisfechos con los resultados. De igual modo en algunas entidades más pequeñas donde se alega una posible imposición. Pareciendo brillar ante este escenario brumoso y oscuro, encontramos el triunfo de las candidaturas independientes.
Entre todos ellos —no hay que olvidar a personajes importantes como Manuel Clouthier, quizá el que tenga mayor atención mediática sea Jaime Rodríguez “El Bronco”. En parte ello se debe a que en sus manos está uno de los estados más sobresalientes de la República, Nuevo León. Un amigo mío, bloguero con nombre exótico, me resaltó la procedencia del susodicho. Y es cierto, después de 33 años de haber pertenecido al monstruo de dos cabezas, a ocho meses de la elección firmó renuncia para su candidatura independiente. Cierto es que hay un trabajo de alcaldía previo, uno que lo mostró como uno de los hombres más valientes de la entidad. Pese a ello, debemos tener cuidado con nuestro entusiasmo por esta clase de candidaturas (como se ha visto en el estado mismo o medios nacionales de comunicación). Si afirmamos la independencia por no pertenecer a ningún partido predominante, de acuerdo a estos parámetros, AMLO también sería independiente. De hecho tendría mayor mérito porque pudo fundar su propio partido y por posicionarlo altamente en estas elecciones. Apuesto que aquellos entusiastas estarían en desacuerdo con esto último, bueno… algunos. Enhorabuena esperemos que el clima de decepción no se extienda otros años en Nuevo León.
Señor Carmesí