21 siglos después

Dicen que Virgilio escribió la Eneida por encargo, y que el encargo no consistió en la métrica o en el tema de la Épica, sino en mostrar que la familia Julia provenía de Eneas, héroe salido de Troya con los penates y su padre en la espalda.

La necesidad de esa demostración tiene algo de sentido cuando pensamos en que Julio César se veía así mismo como descendiente de Venus, quien fuera la madre de Eneas, de modo que tener sus manos el poder Roma fuera algo así como el destino que correspondía al gobernante y a quienes él eligiera.

Rescribir la historia remontándose a viejos tiempos, digamos unos 500 años atrás, es necesario cuando se quiere justificar en mandatos divinos la ostentación del poder que se muestra en la tierra. Los reyes justifican su gobierno en la elección que los dioses hacen de ellos, pero para que el poder del rey sea válido de igual modo debe ser válido el Dios que nombra al rey.

Así pues la entrega de bastones de mando, fundados en la divinidad, sólo adquiere significado cuando ese bastón es válido y por tanto es reconocido como tal por todos aquellos que en algún sentido lo rodearon.

Virgilio tuvo que revalidar la posición de la familia Julia en el Imperio recién formado y hay quienes buscan en tradiciones perdidas la validez de su mandato. Un bastón de mando sólo es significativo cuando el que lo otorga manda y no es conquistado, como nunca lo había sido el hasta entonces pueblo romano.

 Quizá por ello, a tantos años de la Eneida  hay quienes exigen reescrituras de la historia, porque con ellas se crean culpas y se inventan perdones que funden una tradición capaz de mantener en el poder a quienes se sienten por la divinidad tocados.

Maigo