La voz parca

La voz parca

¿No es también desconfianza en la palabra el no examinarse? ¿Por qué la segunda navegación socrática no era empresa reconciliable con el intelecto de Anaxágoras? ¿Es bello el ordenamiento del cosmos o también puede lo bello inundar la percepción de lo humano? Quisiera detenerme ahí, pues sería demasiada presunción en mi caso creer que lo bello es algo seguro. Creo más bien que el deseo de lo seguro produce ingratitud, se alimenta de la ceguera ante la imposibilidad de que el alma exista en su insondable actividad, de que ame. Negación del alma, no sólo de las tipologías sentimentales, que esas también nos aseguran el color público de las inclinaciones, es el apelmazamiento del deseo ante la gracia inaudita de la vida, de nuestra vida como animales que hablan deseando. Rousseau se imaginaba el surgimiento de las tosquedades del lenguaje por la punzada de la pasión que se revela enardecida en una interjección. Pero, además de la pasión, que para el solitario contemplador termina siendo algo que debe vincularse a la dulzura de la existencia individual, emanada al fin de la fuente natural, ¿no es verdad que las actividades solitarias pueden hallar un calor distinto al de la balsa en medio del río? La imagen de la balsa nos mantiene en el círculo de las navegaciones.

Si es verdad que el calor no proviene de uno mismo, que ni la inteligencia se reduce al talento para algo, a menos que mantengamos al alma alimentada por un solo canal, ¿por qué ocurre que preferimos la ceguera, el sabor de la sangre que derraman las cuencas oculares, como si redujera uno la vida a lo que cree saber, y que uno adereza con su imagen de la fatalidad? Entra uno al yermo, donde el alma apenas puede irrigarse, pero ya no está la palabra ajena. El alma solitaria que no mira el amor sólo resiente su sed. Pero no es el mundo el yermo, es la propia sangre. Apenas mira sus propias palpitaciones, apenas recuerda que es alma. En el mito de Hesíodo, la raza de hierro fenecería al mismo tiempo que lo aidos desapareciera de este mundo. El alma que se vuelve sólo a la elucubración sobre el origen del placer olvida aquello que permite el goce, aquello que hace que le placer exista como humano. ¿No es otra vez el mismo círculo que teje la palabra en uno mismo?

¿Es la intervención de la palabra en el examen propio el origen del engaño? Ni siquiera el estilo de Musil renunció a la seducción por hablar de las profundidades de lo más cercano y lejano. El problema de la moral revela una cara más difícil: el deseo de examinarse no es un anhelo de propiedad, sino un deseo de lo que no muere. La desvergüenza se da ante lo que denigra al amor; y uno no puede denigrar a Eros sin haber cedido al examen de sí. El silencio elegido atrofia la voz. Uno no puede producir lo bello: lo que sí puede permear es la vulgaridad. El silencio ante uno mismo, la momificación del deseo, la curva lenta de la esclavitud. Los ojos pesan, como en un parpadeo remoto, cansado. Entre las sombras, resuena el eco de la imagen propia, y las horas propias naufragan ante la perplejidad de la falta de valor.

 

Tacitus

La verdad en movimiento

La verdad en movimiento

Puede verse a la Filosofía como una forma profunda de la retórica y por ello como un pensamiento que atiende a resolver problemas de conocimiento inmediato o prácticos. Sin embargo, la posibilidad de dar respuesta a los problemas de la vida cotidiana no tiene mucho que ver con la ciencia primera. Es verdad que en cualquier caso la situación histórica es lo que posibilita la pregunta por el conocimiento, pero si el filósofo responde a la situación analizando la situación misma o describiéndola, en sentido estricto estará haciendo tautologías. Lo primero para nosotros no es lo mismo que su causa primera. Con esta afirmación comienza la sospecha y el juicio a Sócrates. Salir de la obviedad sólo es posible con una mínima rebeldía por parte del Eros filosófico, es decir, sólo cuando se abandona lo evidente o mejor dicho se le enjuicia, es cuando podemos salir de la verdad cotidiana, estacionaria. Todos dicen que sí, ¿por qué? Otra forma de decir esto es que la Filosofía se sabe crítica porque reconoce sus limitaciones y el alma aspira a la verdad última.

La primera limitación es quizá la del tiempo. ¿Cómo va a existir una verdad última que trascienda si el hombre es histórico lo mismo que sus signos o construcciones? El hombre necesita alma inmortal -otra sospecha. Es verdad, si es que por ello entendemos la cuantificación de la vida humana, pero esta cuantificación atiende a la división primordial cartesiana, es decir, la división entre res extensa y res cogitante. A partir de aquí es posible hablar del tiempo como la suma de momentos, como si tratáramos de formar un vitral a partir de cada uno de estos instantes, hasta que con la muerte de cada uno se forme la figura final y el juicio último de cada hombre. Reacomodar los juicios de este vitral es posible con la aritmética y geometría mientras se vive. Pero visto así, el problema del alma, como lo supo Descartes, es que la separación entre “yo pensante” y mundo es ya insoslayable. No hay verdad primera, se va creando. El conocimiento es más seguro si también cuenta con “forma, situación y movimiento”. Desde aquí la relación hombre-mundo no puede ser más que recuperada por la cuantificación al infinito de sus partes. ¿En dónde encaja el hombre? En los átomos. Sólo que es un conjunto de átomos superior, ya que sabe de sí. Está sólo en el universo. El individualismo es también inevitable y cada hombre sólo alcanzaría a saber de sí y eso de una mínima parte, su situación biográfica, por ejemplo. La sospecha se hace grande sólo para el filósofo.

Si seguimos esto, la segunda navegación de Sócrates se hace necesaria. Interesarse por los otros en la medida de la comunidad política, así como sus raíces primordiales, la teología y teleología a fin de recuperar la unidad política, lo mismo que la naturaleza del hombre como un todo íntegro.  ¿La segunda navegación es un cuento (retórica) porque Platón le temía al infinito? No lo sé, pero atiende más al amor por la verdad última. En el otro lado están los amantes de verdades individuales y tiránicas. Y es que la posibilidad de salvar a la Filosofía de caer en la llamada proliferación de las retóricas o cuentos insostenibles, parte de que la primera preocupación del filósofo es saber quién es él (sin apartarse del mundo) y sin negar la idea de un fin a su existencia (nihilismo), así como de la recuperación y justificación en la relación hombre mundo, hombre polis, hombre-divinidades, hombre-hombre. Esto último porque al diferenciar hombre de mundo, Descartes logra imponer unas falsas cadenas en la mente y orgullo del hombre; hora se sabe sometido a la naturaleza, hora al sistema, hora a la historia, hora a sí mismo. Si Dostoievski trata de salvar a su Hombre del subsuelo, Nietzsche lo enferma hasta la locura.

Kant trata de salvar al hombre de estas cadenas. Pues sabe que el hombre será libre por su capacidad racional y su deseo del bien universal, sabe que el reconocimiento de un bien supremo es sólo posible si cada uno abandona su individualidad para someterse al bien del Estado. Libre albedrío. Voluntad racional y voluntad general están el inicio de la tiranía moderna. El amor al bien ha desaparecido, el hombre cuenta con la moral del deber. Se han reducido sus causas. Ya no es el hombre en relación consigo mismo. El mundo sigue siendo el otro que aterra e invade. Y su sombra es la luz más aterradora, es el nihilismo. Es el hombre sin amor ni verdad, sin ayuda de la voz divina, sin Eros. Es el hombre ideal de la razón; por eso Rousseau se diferencia en suma de los ilustrados, ya que él pone al hombre frente a sí mismo, para que éste pueda actuar en virtud de su naturaleza más plena y no de acuerdo a una mínima parte del cerebro o juicios a priori

Sócrates nos advirtió. El buen amante es atento y no pretende ser dueño de su amada, porque la tiranía en el amor aparecería como su más alto logro y no como su peor bajeza. Eros y conocimiento del bien en sí mismos son los pilares de los cuales parte la Filosofía, lo demás es historia de la dominación innoble. El buen amante nunca triunfa de su amada, peregrina por ella para ser su digno compañero. Obvio la verdad no es estática, es activa, fuerte, compañera encantadora.

Platón atiende a la parte erótica del hombre, porque sabe que sólo esto unifica acción y pensamiento. Aunque para el cobarde la Filosofía es siempre sospechosa: ¿me amará? ¿no será un engaño? Mejor no amar a esas alturas, podría ser pésimo negocio. ¿Dices que hay algo que se llama amante, pero no amor, Meleto?, ¿y que hay hechos de hombres, pero no hombres? Quien pretenda permanecer en el asiento de la «verdad», habrá perdido para toda su vida la dulzura de un paseo en el mundo más claro.

Javel 

Recordado olvido

 

Recordado olvido

 

Hoy es otro el ejercicio. Primero, revisito “Olvido”, un breve poema de Cavafis compuesto en mayo de 1896. Uso la revisitación para construir un soneto. El soneto intenta desplegar y visibilizar un olvido. ¿Se logra? Daba para un juego, lo sé.

 

en un invernadero cautivas

tras los cristales olvidan las flores

de los rayos del sol los calores

y el pasar de las húmedas brisas

 

no serán muy distintas las vidas

que en temores sopesan los hombres

por la luz la verdad los amores

olvidados en tanta evasiva

 

no diré de aquellos los nombres

que se olvidan en medio de prisas

soliviantan alegres colores

 

enclaustrando tan crueles sus risas

que por arte quisieran las flores

crezcan bellas felices y vivas

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. «Vamos requetebien», dice la publicidad oficial. Mientras, nos enteramos que durante los primeros cuatro meses del año el pago de intereses de la deuda superó al gasto de inversión. ¡Ya vienen los ochentas! 2. ¿Y nadie va a levantar la voz por la intromisión del nuevo régimen en el ITAM? ¿A nadie le molesta que el presidente le haya dicho a alguien que no acepte la postulación como rector? Meade no será el nuevo rector del ITAM. 3. El canciller perdió ganando. Sí, el presidente pidió un aplauso para él por la negociación con Estados Unidos sobre el tema de la migración y los aranceles. Problema será cuando la amenaza, pasados los 90 días de plazo conseguidos en la negociación, vuelva: la responsabilidad caerá en Ebrard. E incluso entonces, si logra un nuevo acuerdo, falta el problema interior. Con lo acordado hasta ahora Marcelo se vuelve el blanco de ataque de los radicales de izquierda (dentro y fuera de la 4T): militarización de la frontera, compromisos comerciales con productos agroalimentarios y detención de migrantes. ¿Acaso el triunfo del canciller no es la derrota de sus aspiraciones internas? 4. Miente el Consejo Mexicano de la Familia (una de las caras públicas del Frente Nacional por la Familia) al decir que el lobby gay de México denunció a Agustín Laje y Nicolás Márquez para que el presidente prohíba la entrada de ambos al país. No se trata de una denuncia, sino de una advertencia que sostiene que el discurso de odio promovido por ambos es un riesgo para el país. Además, no todos los que apoyaron la petición forman parte del colectivo al que acusan de la promoción. El que esto escribe, al menos, está convencido de que la promoción del fascismo como vía católica es una perversión de la fe, una hipocresía y un peligro para la política nacional. Invitados todos a enfrentar al fascismo en la Ciudad de México el próximo jueves 13 a las 10 de la mañana, en la Universidad La Salle.

Coletilla. “El amor no es un fuego que se oculta en un alma: todo nos traiciona, la voz, los ojos, el silencio”. Jean Racine

Retrato del amor moderno

 

Retrato del amor moderno

 

 

Still standing in the wind

But I never wave bye-bye

 

Hoy que tantos tienen tantas opiniones tan fundadas de sí mismos, que todo es fácilmente desmitologizable, que el autoconocimiento es un modo de autoproducción y la vida privada es mercancía. Hoy que lo público se puede abaratar tanto, que las ideas se confunden con las ideologías, que la responsabilidad y el progreso pautan la vida. Hoy que casi nadie conoce la intimidad. ¿Qué es hoy el amor? ¿Quién podría enseñárnoslo? No con afán de enseñanza, pero sí con la claridad con que muestra la poesía, es que Luis Antonio de Villena [Madrid, 1951] escribió Autorretrato ahora mismo.

 

 

Me encuentro más que viejo y muy cansado,

y no estoy ni en uno ni otro extremo.

Cierta melancolía —me lo temo—

ha de ser la causante de mi estado.

 

Vivo pero me escoro al otro lado,

y aunque a ratos en buen fervor me quemo

esperando un instante aún supremo,

siento que todo viene malogrado.

 

Sé que busco todavía un lucero,

de la belleza el sutil concierto,

y del sexo y los libros el sustento.

 

Pero el mundo no es nunca el que yo quiero.

Amor me tiene casi manco y tuerto.

Y es humo la amistad y desaliento.

 

Veamos primeramente al soneto en su figura. Cada estrofa se inscribe en una actividad intelectual diferente. La primera, por ejemplo, se forma en una dialéctica causal: juicio sobre lo que se percibe y búsqueda de la causa del fenómeno; por ello se forma de dos oraciones. La segunda, en cambio, parece una oración completa y es presentación de la vida. No hay pregunta por la causa, sino descripción del fenómeno. Entre encontrarse y vivir hay una diferencia importante: lo que uno sabe de sí mismo. De ahí que, más allá de la vida, la tercera estrofa ahonde en la sabiduría mostrando lo que sabe el personaje del poema. ¿Cómo se encadenan los tres saberes enunciados en el primer terceto? La sola figura no lo dice, así como tampoco lo dice la apariencia de la última estrofa: tres sentencias. ¿Cómo se pasa de la visión de la sabiduría a la expresión de un conocimiento en una sentencia? Por su figura, el soneto va de la inmediatez del encuentro a la concreción de los enunciados, mediando la vida y la sabiduría. Por su figura, el autorretrato es más que una mera producción y no sólo un acto introspectivo. Si el poema puede mostrarnos algo sobre el amor, sin duda lo hará haciéndonos evidente cómo hablamos de lo que creemos saber de nosotros mismos. El poema, a mi juicio, nos permitirá retratar al amor moderno. Veámoslo con calma.

         El verso inicial parece claro: el personaje se encuentra a sí mismo viejo y cansado. Pero no sólo se encuentra así, cual lo indica el adverbio. ¿Cómo se encuentra uno a sí mismo “más que viejo”? No se trata de una vejez desmesurada, pues eso cancelaría la posibilidad misma del encuentro. Se trata de un reconocimiento distinto de la vejez. Encontrarse más que viejo es sorprenderse por la vida transcurrida, no asir la cuenta del tiempo y reconocer con dificultad el propio estado respecto de lo que uno cree haber realizado. “Me encuentro más que viejo y muy cansado” expresa la situación en la que un hombre se encuentra cuando su vida, por mucho esfuerzo que se le suponga, no se ve reflejada en la propia situación. Demasiado cansado para seguir viviendo, demasiado viejo como para que vivir haya valido la pena.

         El personaje del poema compensa la sorpresa del primer verso con un intento de mesura: “no estoy ni en uno ni otro extremo”. Si el lector cree que los extremos son la vejez y el cansancio, el lector se engaña. Los extremos son los que permiten situar la realidad de la vejez y el cansancio. No sólo no hay reconocimiento de la propia vida, ni siquiera es claramente explicable cómo es que uno ha podido llegar a tal estado. El personaje del poema no está en el extremo de la vida llamado vejez, sin embargo es viejo; no está extenuado, sino incomprensiblemente cansado. No sólo se duda si la vida ha valido la pena, sino que se sospecha que la vida no ha sido lo que uno esperaba.

         Fallando el intento de mesura, el personaje del poema intenta explicar su estado y en un primer ejercicio de introspección reconoce una causa posible. Problema del lector es reconocer la causa. ¿Melancolía o temor? La redacción de los tercero y cuarto versos da la impresión de asignar la causa a la melancolía. Sin embargo, ¿el melancólico puede temer? ¿No es precisamente la posición destacada del temor en el verso tercero lo que nos permite pensar que la melancolía no es la causa genuina? Como buen moderno, quien habla en el poema tiene una opinión formada de sí mismo que le permite ocultar lo que a sí mismo le pasa: cicuta y pasión de amarga ciencia. Si puede engañarse para hacer de la melancolía la causa, habrá ganado la distancia de sus propios sentimientos, aminorando la sorpresa del encuentro. Porque el hombre moderno es educado, son muchas las imágenes a la mano que le impiden conocerse. El solo cree que él sólo es el asunto de su soledad. Modernos melancólicos que no quieren temer. Introspecciones fallidas de quienes no se atreven a amar.

         Genialidad del poeta: donde el hombre común se queda asido a la imagen que le impide pensar, el poeta da un paso más a la propia experiencia y nos enfrenta, en la segunda estrofa, a la vida del personaje que habla en el poema. El personaje se reconoce: vivo. Y se reconoce en toda su especificidad moderna: vivo pero me escoro. El moderno no puede simplemente vivir, sino que requiere de la técnica necesaria para su vida. Por ello, el viviente de la segunda estrofa complementa su vida con la metodología aprendida: se escoran los buques de guerra, el especialista ve escorarse a la marea. Escorarse a la vida es prepararla para lo imprevisto, considerar a la vida una batalla, al viviente un afanoso de éxito. Escorarse a la vida como la marea baja es rendirse porque de alguna manera se tiene una estrategia para volver a flotar. Escorados, no podemos vivir la vida; sólo malvive el solo con su propia técnica. El poeta lo reconoce y se lo hace ver al personaje del poema: frente al escoro sitúa el fervor. Fervoroso, no por sí mismo, pues sólo nos hace ebullir genuinamente lo otro, el otro. Fervoroso por esperar un instante aún supremo sobre la sombra de nuestras conciencias. Pero el moderno sólo espera instantes: la eternidad le es tan sólo un mito. ¿Qué es un instante supremo para el moderno? Un momento siempre malogrado. El moderno desprecia lo efímero no por su comparación con algo mejor, con lo eterno, sino porque sabe que en el imperio de lo efímero todo pasa y lo único bueno es resistir el paso, aferrarse a la moda. Escorarse nos permite administrar nuestro afán por lo novedoso.

         ¿Es ya el personaje del poema un último hombre? La tercera estrofa presenta tres tipos de conocimiento que corresponden a las facultades del alma platónica. Digamos que la búsqueda del lucero es la facultad que permite la vida contemplativa. Si el personaje realmente puede contemplar no bostezará al mirar las estrellas. El sutil concierto de la belleza sólo puede captarse por el thymos, que nota lo bello conforme al gusto y el concierto conforme al movimiento. Si el personaje no es un hombre exangüe disfrutará las sutilidades más allá de las moralidades. Por ello la epithymía toma la forma que toma: el sexo y los libros. Eros no se subordina al honor; la ciudad no debería amurallar a los enamorados. La diferencia entre amistad y erotismo es análoga a la diferencia entre thymos y epithymía. Pero para el hombre moderno nada de esto es accesible. Eros es un mito griego; la amistad un ideal romano. Las estrellas sólo son rocas incandescentes. El saber es una imperfección del conocimiento. El amor, si no es tecnificable, manipulable o instrumentalizado, es una insensatez, una inmensa imprudencia. Enamorarse podría ser pérdida de lo que se tiene. El moderno es quien se mira tanto a sí mismo y a sus necesidades que nunca ve la necesidad del otro, de un otro. Ningún cálculo permite asumir el riesgo del amor. Lisias es el auténtico sustento.

         Nuevamente, ante la afirmación de la tecnificación del amor, la sabiduría del poeta nos ayuda. Como no todo es retórica, el poeta concluye haciendo al personaje del poema enunciar tres afirmaciones. El poema no concluye: nada hay que demostrar, de nada hay que convencer. El poema se presenta para ver. Eros nos hace ver lo inalcanzable. “Pero el mundo no es nunca el que yo quiero” puede pensarse como un reproche, el imperioso reproche del moderno, reproche que permite no conformarse con la contemplación del mundo y afirmarse en el afán de transformarlo. También puede ser, por cierto, el aprendizaje del hombre que sí puede amar, que se atreve a amar: no es el mundo lo que quiero, porque mi amor incluso podría oponerse al mundo. “Amor me tiene casi manco y tuerto” podría ser una afirmación romántica, la afirmación del moderno enamorado que se avergüenza de lo que el poema le ha mostrado de sí mismo. Se afirma con romanticismo porque se quiere presumir que uno es capaz de pasarla muy mal por su amor. En cambio, desde eros, la frase se explica por la necesaria incompletitud: soy manco hasta que mi mano recibe a la tuya, soy tuerto hasta que te puedo ver. El amor terrible del moderno avergonzado frente a la belleza del erótico. “Y es humo la amistad y desaliento” es un verso que coloca deliberadamente a la amistad en el centro. Desde la incomprensión moderna del amor, la amistad se evapora cuando el amor llega, lo que produce tragedia segura, des-aliento. Porque el moderno confunde inevitablemente las cosas: no sabe que la amistad no puede ser ni pública ni privada; no sabe que el amor necesita de lo íntimo. El moderno no sabe reunir alientos en lo íntimo, sólo imagina el grito de las masas en lo público. En cambio, una amistad que es humo puede ser la parte visible de la otra lectura: es humo la amistad porque envuelve nuestras vidas. ¿Y el desaliento? El aliento del amigo es una motivación a una parte de la vida, no el sustento que recibe el enamorado. La amistad orienta la vida; eros la pone en movimiento. Las sentencias son huecas cuando carecen de sustento. Las sentencias no dejan ver nada cuando no ahúman. El humo y el sustento de la vida son los de una cierta ceremonia quizás inaccesible al hombre moderno, al hombre que no ve qué es el amor. Si acaso puede verlo, como el personaje del poema, habrá de deshacerse de sus fundadas opiniones sobre sí mismo. No se trata de fundar opiniones, sino de que el amor sea fundamento; no hay fundamento solitario. Se trata de ver, no de demostrar. Se trata de ver, no de persuadir. Se trata de amar.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Fernando Escalante reflexiona sobre la retórica en la tetratransformación. 2. Celebré la semana pasada que haya un católico inteligente. Alguien me preguntó: ¿quieres decir que los hay no inteligentes? Pues el lector podrá juzgar. 3. Se engaña el especialista que no ve correspondencia entre el diagnóstico de Ratzinger y la historia de Alemania, pues el Papa emérito no dice que el 68 sea causa de la pederastia, sino que desde el 68 se tomaron decisiones teóricas que ocultan la visibilidad de la causa. ¿Acaso no hubo casos de abuso sexual en la Iglesia antes del 68? Claro que sí, pero fue después del 68 que dentro de la Iglesia comenzó a creerse que la resolución del asunto es específicamente secular. O dicho de otro modo, Ratzinger reconoce como origen de la actual incomprensión de la fe las dos distensiones del arco. (Cfr. Nietzsche, Más allá del bien y el mal, Prefacio)

Coletilla. “En la soledad nace el amor que muere en el aislamiento”. Francisco García Olvera (cuyo recuerdo conmueve a este imperfecto e imprudente discípulo).

Como un sol con forma humana

 

Como un sol con forma humana

 

A veces hay días en que las manos se sienten más vacías. No son manos ligeras, sino ahuecadas. No son manos torpes, sino de cierto modo entumecidas. Manos que extrañan el calor y las caricias. Manos que quieren otras manos. Manos que palpan ausencias, empapadas de anhelos, resecas de ilusiones, quizás en su soledad polvosas. Me lo hace pensar un bello poema de Emilio Prados [Málaga, 1899 – Ciudad de México, 1962] que leí a media tarde, en la banca de un jardín extrañamente desolado. ¿La gente huyó del calor? ¿Los habituales del jardincillo rehuyeron del sol? A veces hay días con un sol y un calor que hacen más plena la vida. A veces el calor y el sol más comunes nos hacen recordar al sol y al calor más humano. Copio el poema.

 

 

El desierto comienza por los ojos.

Tu carne, ¿es aún más dulce bajo el sueño?

 

 

…Cerca como tu propia imagen,

lejos como tu propio cuerpo,

mi soledad me ha sorprendido

como una forma humana:

como un ser invisible.

 

El poema es notable en sus contrastes. Contrasta la primera estrofa con la segunda, no sólo por su extensión, sino principalmente por su forma: a primera vista la primera estrofa carece de centro, mientras que la segunda se forma en función del sorprendente verso “mi soledad me ha sorprendido”. Nótese que el verso central de la segunda estrofa es el único en que explícitamente aparece el yo. En la figura de la segunda estrofa se contraponen los tu de los dos primeros versos a los un de los dos últimos. Mi forma la mediación. ¿Mediación de qué? Precisamente, considerar la respuesta nos permite ver que yo permea por el poema tácitamente, en especial en la primera estrofa: yo es el agente de los ojos y el sueño; es el centro de la primera estrofa. Así, el poema tiene unidad en la relación entre y yo posibilitada por los centros de sus estrofas, relación que muestra el movimiento todo del poema.

         El poema inicia con un hombre mirando solitario. El mundo se cubre con la aridez de quien no ve frente a sí a quien quisiera ver. No es lo mismo ver un mundo árido, caluroso y soleado en la soledad, que mirar juntos el pleno medio día del mundo. La aridez solitaria reseca inevitablemente la garganta, irrita los ojos, dificulta respirar. En compañía, en cambio, la expectación es la que dificulta la respiración, los ojos se dilatan sorprendidos admirando, la garganta, las bocas… En el día soleado del solitario aparece el mundo interminable: vasto desierto ilimitado. Cuando dos comparten el día soleado, el mundo y su tiempo son finitos, mínimos, insuficientes. Y el calor, del calor digamos que ya lo puede imaginar el lector.

         ¡Aparece la carne! No es la carne propia, pero tampoco es ajena. La carne propia no sorprende, pues nunca es carne, para serlo se requiere una abstracción, un juicio muy distinto al de nuestro hombre mirando solitario. La carne ajena no sorprende, pues tampoco es carne, sino objeto, abuso, emplazamiento. La carne sólo es carne cuando dos se encuentran, cuando dos se descubren en la aparición de lo que realmente son. Por ello la pregunta: “¿es aún más dulce bajo el sueño?” El sueño figura un encuentro. La dulzura de la carne se encuentra o bien en el encuentro real o en el imaginado, pero nunca en el planificado objetivamente, en la distancia utilitaria. La carne es dulce: tierna, como la emoción de los enamorados; plácida, como el tempo de las caricias; suave, como el sabor de un caramelo que despliega sus olores para deleitar el tacto. “Tu carne, ¿es más dulce bajo el sueño?” evoca el recuerdo del encuentro, la calidez que se contrasta con el sofoco del solitario día soleado.

         Los puntos suspensivos lo mismo son la entrada del sueño que su salida. Si el encuentro del poema es imaginario, la segunda estrofa muestra la experiencia interna de nuestro hombre mirando solitario. Si el encuentro del poema es real y los dos puntos señalan la llegada de quien se espera, la segunda estrofa muestra la experiencia interna del hombre sorprendido por el descubrimiento de la soledad. En el primer sentido, la separación entre y yo produce la sorpresa de saberse solo. En el segundo sentido, la inminencia del encuentro entre y yo exhibe la dilución de lo que yo había sabido de mí mismo. En ambos sentidos, yo se conoce a sí mismo; sólo en el segundo, el conocimiento de yo confirma una realidad.

         Leamos conforme al primer sentido. La estrofa contrasta sus partes. De los dos primeros versos, el contraste entre imagen y cuerpo aumenta la distancia entre el hombre mirando solitario y la experiencia interna del ensueño. La imagen está cerca, pues quien ensueña la trae a la presencia. Ante el agobio caluroso, el hombre mirando solitario se refresca imaginando la presencia. La imaginación, en cambio, el ensueño más que el sueño, hace evidente la inmaterialidad del anhelo: sólo hay cuerpo propio ante las propias fantasías. De ahí que el hombre mirando solitario sea sorprendido por su soledad. El ensueño gravitó la ausencia. Sabiéndose solo, el solitario se reconoce humano. La limitación del propio anhelo, la realidad opuesta al deseo, el límite claro de la voluntad, son muestra de la forma humana. El solitario no quisiera su soledad, pero la ausencia le hace evidente que está solo. En su soledad concluye: es un ser invisible. De no serlo, no estaría ausente, pues sabría de la soledad de yo y estaría ahí presente. El ensueño del encuentro fue el oasis de la trágica condición humana.

         Leamos ahora conforme al segundo sentido. Los contrastes del primer sentido emanan de la sorpresa en el segundo. O para decirlo de otro modo: el hombre que miraba solitario pasa de la imagen al cuerpo y luego a la sorpresa, de la sorpresa a una plenitud humana y luego a algo no visible. Es decir, el hombre esperaba solitario y tuvo la fortuna de que llegase el esperado, la brisa refrescante de quien uno quiere ver. Llegando lo primero en aparecer es la imagen, pues ahora el yo del poema puede comparar su ensoñación con lo presente: la presencia se apropia de la imagen y con ello descubre el cuerpo. Frente al cuerpo radiante de , yo se sorprende por su soledad. Yo, definido desde una soledad conceptuada por la ausencia, descubre con sorpresa las nuevas posibilidades de ser: le descubre a yo que no ha de ser un solitario, que puede ser un yo plenamente entregado a . La sorpresa es la refutación de la opinión sobre uno mismo. Yo junto a descubre su forma humana. ¿Qué descubren y yo en el encuentro? Se descubren invisibles. La carne sólo es visible cuando dos que se aman se encuentran; el desierto es exterior para los que se aman. Sólo por un amante yo puede conocerse. A veces el desierto comienza por los ojos; a veces tu mirada me habita plenamente.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. La Oficina de la Presidencia contestó a Animal Político que no tiene obligación legal de contar con documentos sobre lo que diga el presidente. Así, como lo dije ante la presentación de la Estrategia Nacional de Lectura, tantos eventos para presentar el nuevo curso de la historia patria son puro cuento. Régimen de la simulación. 2. Pues la Presidencia mintió, otra vez. En la presentación del militar que ostentará el «mando civil» de la Guardia Nacional se omitió parte importante del currículo del general Rodríguez Bucio: estudió en una escuela militar que enlista entre sus egresados a 11 dictadores latinoamericanos. Detallito. Error de dedo. Régimen de la simulación. 3. Y no sólo miente, sino que manipula. Tras las preguntas de Jorge Ramos en la mañanera de ayer, se comenzaron a modificar las cifras del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública para que coincidiesen con lo que afirmó el presidente. Una vez que Raymundo Riva Palacio advirtió que la modificación se estaba llevando a cabo, desaparecieron las cifras de la página oficial. Miente, simula, manipula… ah, pero es honestidad valiente. 4. El presidente pide a Reforma que revele sus fuentes. Sí, el mismo que cuando es cuestionado dice que tiene otros datos que no va a presentar. Si fuera chiste, se contaría solo. 5. Perdida entre las notas pequeñas, pero importante para nuestra cultura política. La encontré en un diario local. El Instituto Nacional Electoral, la Secretaría de la Función Pública y la Secretaría del Bienestar, con Olga Sánchez Cordero como testigo, firmaron un acuerdo por el que se prohíbe que los partidos políticos usen el dinero público para comprar los frutsis y las tortas para los acarreados. No hace falta comentario irónico. 6. Para Enrique Krauze «en las urnas, el ciudadano decidió contra sí mismo. Vivimos una nueva biografía del poder».

Coletilla. «La Iglesia está muriendo en las almas», afirma Joseph Ratzinger en su artículo sobre la Iglesia y los abusos sexuales. No, no culpa a la revolución sexual de los sesentas (como simplonamente se ha reseñado en medios), sino que muestra que frente a la revolución de los sesentas el catolicismo tomó decisiones teóricas que explican la confusión actual. Confusión que produce el emplazamiento efectista de las preguntas, emplazamiento que hace ineficiente el plan contra la pederastia. Y confusión fundada en el olvido del centro de la vida cristiana: la eucaristía. Si la Iglesia ha de hacer frente al problema de los abusos sexuales lo ha de hacer desde el misterio de la vida cristiana, desde el misterio de la carne. La teología no puede ocultarse en la psicología, ni siquiera en la que se presume humanista. La teología debe ser capaz de dar una respuesta teológica. ¡Qué alegría saber que todavía hay un católico inteligente!

Color de las ideas

 

Color de las ideas

 

Revisito “Diciembre de 1903” de Constantino Petrou Cavafis. Lo dedico, claro está, a quien claro esté.

 

Así que no puedo hablar de mi amor,

de tus cabellos, tus labios, tus ojos;

llevo en el alma, adentro, tu rostro,

y en la cabeza muy clara tu voz.

Los días de septiembre, luego del sueño,

forman mis frases, palabras, color,

en cada tema, idea, pasión.

Escenas del terruño. 1. «El presidente piensa que la autoridad es autoritaria o simplemente no es», apunta José Woldenberg. 2. Para simular la simulación, el simulador se volvió nutriólogo. Martha Anaya interpreta una foto. 3. Dice La Jornada del miércoles 3 de abril sobre las pensiones a adultos mayores: «Aumentará el monto en Ciudad de México: AMLO». Pero, ya lo sabemos, los números son fifí. Hasta el mes anterior, los adultos mayores de la CDMX recibían mensualmente $1209 de un programa federal y $1789 de un programa local. Ahora se anuncia un «aumento» en un pago bimestral de $2550, anulándose el programa local de apoyo. Hasta el mes pasado, la suma de apoyos era de $1789 al mes. Con el «aumento» el apoyo mensual será de $1273. Un «aumento» que resta $516 mensuales. Régimen de la simulación, no cabe duda. 4. Ojo en el Congreso del Estado de México, pues la mayoría morenista ha presentado una iniciativa de reforma de la ley constitutiva de la Universidad Autónoma del Estado de México por la que, a 30 días de su promulgación, será obligatorio nombrar un nuevo rector y reorganizar los organismos de gobierno. Quizá la UAEMex será la primera de las universidades que dejarán de ser autónomas. La 4T también controlará las universidades. 5. «Heredero de Ibargüengoitia, practica el humor con lúcida irreverencia y ejerce una erudición nunca agobiada por el tedio. A su manera, es conservador y radical», dice Juan Villoro para celebrar a Guillermo Sheridan, quien hoy recibe el premio Jorge Ibargüengoitia.

Coletilla. «Cuando un amigo se va, se detienen los caminos y se empieza a revelar el duende manso del vino». Alberto Cortez [1940-2019]

Conjurados

 

Conjurados

Por la idea, dos pueden pensar en lo mismo cuando hablan. También es por la idea que la retórica, la hermenéutica y la “ciencia” de la comunicación encuentran su límite. El diálogo, cuando es de ideas, está más allá que un acto de persuasión, que una interpretación o que la transmisión de un mensaje. Cuando dos dialogan sobre ideas lo importante es que las palabras no oscurezcan las ideas, que sean tan claras como las ideas lo permitan. Sin embargo, hay un rastro que conduce a una cierta comunidad, una cierta conjura, que va más allá del diálogo sobre las ideas: una cierta integridad erótica. Nos ayuda a pensarlo un poema de Emilio Prados.

Levántame despacio

una punta del sueño…

Míralo por debajo.

                   Sentirás

mi memoria latiendo,

igual que un pulso tuyo

conservado.

                   Cuéntalo bien…

Ajústalo a tu paso…

Deja caer de nuevo

la punta de mi alma.

En su apariencia, el poema gravita en torno al encabalgamiento de los versos centrales. En ese centro, notamos la única referencia al del poema que no está acentuada. En este poema de encuentro y comunidad, el aparece en sus acentos: cinco imperativos y un futuro. El futuro es la condición de la comunidad que apunta al centro del poema. El poema se construye desde su encabalgamiento para mostrar la reunión de los involucrados, para hacer patente la comunidad.

         El inicio del poema podría presentarse simplemente como un símil de las sábanas y el sueño. Así como se invita a alguien al propio lecho, el poeta invita a alguien al propio sueño. Aunque no llegamos del mismo modo al sueño que a la cama. Algo ha de pasar, ajeno a nosotros, para que en la cama se produzca el sueño. El sueño aparece cuando nos entregamos a él en la cama. La invitación del poema es la de una cierta entrega, en la cama y en el sueño, a un cierto misterio que da vida al poema.

         Al sueño se le mira por debajo. Quizá nadie ignora que los sueños, más que la naturaleza, gustan de ocultar. Quizá cualquiera podría aceptar que entre los pliegues de las sábanas del sueño es posible encontrar sorpresas y terrores, alegrías y esperanzas, lo sabido y lo por saber. Sin embargo, en la noche, cuando el se aproxima a la cama y levanta la sábana, el sueño se mira por debajo. No es un indiferente, no es un que no me conoce, no es un que no me ha soñado. Mirando al sueño por debajo aparece el yo del poema. Ni ni yo somos nadie o cualquiera. Mirando por debajo nuestros sueños nos encontramos.

         Sólo en el encuentro puede sentir. Sentir la memoria latiendo es la sensibilidad de un pasado común: el sueño torna en memoria cuando nos pensamos juntos. Sólo la memoria hace posible el reconocimiento. Ahí el centro del poema: yo sueña con el pulso de , la memoria reúne a y yo en un mismo pulso. Nos reconocemos en el mutuo palpitar del corazón, en la emocionada compañía, en la mano sudorosa, en la atracción de la mirada, en la vida que pulsa al unísono lo que juntos conservamos. Sólo en el encuentro yo puede sentir.

         Los dos imperativos siguientes indican el cuidado del reconocimiento. Ahora yo pulsa igual que . se conoce en el pulso de yo. Yo y se reconocen en el espejo de las caricias. La caricia como cartografía de la autognosis. Y en el último imperativo las caricias, la memoria, el sueño, la cama, caen en la comunidad que funda el poema: Ícaro se precipita; Eros se concentra. Por ello, “deja caer de nuevo” no es un imperativo como los demás. Ahora yo no ordena a , sino que es el misterio, aquello que permite la comunidad que funda el poema, lo que deja caer. Al final de la sincronía de nuestras pulsaciones sostenemos por la punta nuestra alma. ¿Y no es acaso sólo nuestra alma la que sueña?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1.  Ya lo hemos dicho: la indignación es selectiva. Fernando García Ramírez, sujeto a una campaña oficial de linchamiento, enumera varias indignaciones selectivas de nuestra tetratransformación histórica. 2. Que 2021 será el año de la reconciliación, dijo el presidente. También será el de las elecciones intermedias, elecciones en cuya boleta quiere aparecer el presidente. Ofrecer reconciliación para afianzar el poder. ¡Qué buenos sentimientos! 3. Régimen de la simulación, eso es. En los próximos días se publicarán los datos oficiales sobre homicidios y la versión de la propaganda oficial será que han disminuido. Y claro que podrán probarlo, porque el número que presentarán será el de las carpetas de investigación, no el de individuos asesinados. Así, la ejecución de cuatro personas en un bar de Guanajuato la semana pasada se contabilizó como un homicidio, no cuatro asesinatos. Régimen de la simulación. 4. ¿De veras los funcionarios de la Secretaría de Salud demandarán legalmente a todos los residentes del Instituto Nacional de Psiquiatría para romper un paro en demanda de la protección de sus derechos laborales? Y eso que la 4T decía estar con la clase trabajadora. 5. Desde diciembre se dejó de actualizar. El pasado fin de semana simplemente desapareció el servicio. El régimen de la simulación, que supuestamente tiene el apoyo de la intelectualidad y hasta un presidente historiador, no ha dado explicación alguna. Parece que se ha cancelado la biblioteca Digitalee, uno de los mejores proyectos culturales de la administración de Peña Nieto, quien no podía presumir de sus lecturas.

Coletilla. «México y España comparten un corazón sangrante, un idioma que se multiplica en todas las lenguas indígenas de siglos, un mestizaje de sabores y palabras, párrafos y pensadores; España y México se miran sin necesidad de traducción ni subtítulos… y así pasen otros cinco siglos, nos amanecemos a diario con verdaderas ganas de conocernos», dice el nuevo director del Instituto de México en Madrid, Jorge F. Hernández. Una buena decisión y una buena noticia.