La amargura tiene futuro

La amargura tiene futuro

 

Parece que la crónica y los artículos periodísticos están condenados a la caducidad, pues su sentido y su oportunidad se afianzan al transcurrir de los días, tanto como su finalidad da la apariencia de —como dijo Eduardo Nicol— “empantanarse en lo anecdótico”. Y esa apariencia debería tornar exagerada cuando ante un libro de artículos periodísticos y crónicas estamos. ¿Qué sentido tendría para los renglones torcidos de la cotidianidad aspirar a la perseverancia de las líneas de los libros? ¿Cómo justificar la conformación del horizonte limitado de las horas en la palabra perdurable de los libros? Se alegará que el valor literario eterniza lo efímero, aunque no lo sabremos si leer no sabemos; o que desde Lisias los libros se han atado a la circunstancia, lo que se agrava cuando nuestra circunstancia es que no leemos; o que los libros son productos de mercado —y piratería—, aunque de ello no saquemos nada claro. De ahí que resulte asombroso encontrar un extenso libro de crónicas y artículos periodísticos cuya oportunidad está en el futuro. Me refiero al nuevo libro de Guillermo Sheridan Paseos por la calle de la amargura y otros rumbos mexicanos [Debate, 2018].

         Dividido en siete secciones, Paseos por la calle de la amargura reúne las crónicas y los artículos periodísticos que Sheridan ha ofrecido en los últimos años. Por sus páginas lo mismo caminan emperifollados los rasgos “culturales” de la corrupción mexicana, que asoman esperpénticos los miembros de la nobleza sindical, o convidan impúdicos radicales de toda laya e intelectuales comprometidos de boina y morralito, mientras liban indecentes a un nuevo ídolo los revolucionarios de café y bayoneta acompañados de los esperanzados de mitin y redes ciudadanas, o caminan desprevenidos creyentes, espías afortunados, poetas agraciados y uno que otro despistado. Más de quinientas páginas de letras circunstanciales reunidas en un libro indispensable para nuestro futuro.

         Paseos por la calle de la amargura mira al futuro como indiscutible semillero de ideas e investigaciones. Será indispensable, por ejemplo, para entender la correspondencia entre Octavio Paz y Carlos Fuentes (cuya edición está próxima a aparecer gracias al trabajo de Malva Flores), y entendiéndola será necesario para pensar las posibilidades de la amistad literaria (y ese investigador futuro deberá, también, abrevar de otro estudio sherideano, pero sobre la amistad de Alfonso Reyes y Julio Torri, contenido en Señales debidas [Fondo de Cultura Económica, 2011]). O bien, para orientarse en el tejido de las historias de la intelectualidad en el 68, sus relaciones con el incomprensible Gustavo Díaz Ordaz o con el gobierno populista del presunto asesino Luis Echeverría Álvarez. Se entenderá que dichas historias nos serán indispensables ante gobiernos populistas o incomprensibles gobernantes.

         Dos son las secciones del libro en que la investigación del pasado destaca por su oportunidad presente y futura: los documentos de la CIA que conciernen a la operación política y literaria en México, y los fundamentos ideológicos de la normal rural de Ayotzinapa. En cuanto a los primeros, Sheridan destaca la confusión recurrente en las investigaciones del caso JFK y de los hechos del 2 de octubre de 1968, derivada de los testimonios imaginativos, paranoicos y fantásticos de Elena Garro; así como la grilla ideológica en los reportes de inteligencia, con más de una consecuencia interesante en la historia literaria: Rulfo, la revista Diálogos, Emir Rodríguez Monegal, el MURO y el caso del espía más estúpido del mundo (ahora articulista de un diario combativo y ménade de la tropicalidad). Sobre Ayotzinapa, Sheridan vuelve a la pregunta olvidada: ¿quién envió a los normalistas a Iguala? Por las pistas que deja para una investigación futura se va componiendo el mosaico de la ideología dirigente de Ayotzinapa, su historia política, sus relaciones con otros grupos de activistas, okupas y ultras, la descripción de sus técnicas, estrategias (o falta de ellas) y modos, así como el bosquejo de su acción posible ante un escenario gobernado por la que se dice izquierda. Libro de oportunidad presente y futura.

         El logro más importante de Paseos por la calle de la amargura, empero, es la selección de las crónicas. Si bien las crónicas traslucen sus observaciones por el filo del minutero, la perspicacia en su mirada y el buen tino de su inteligencia permiten a Sheridan ofrecer una tipología de los rumbos mexicanos. Nuevo Teofrasto, su catálogo de caracteres de la mexicanidad menándrica (y colonias bananeras anexas) reúne los temas y los tópicos que quisiera perseguir toda policía moral. Oportunidad futura para un libro que, en la dictadura moral, nos permitirá reconocer la caricatura de la honestidad valiente, la hipocresía de la república amorosa, el absurdo de la fascinación por el líder. El nuevo libro de Guillermo Sheridan es una presencia necesaria en nuestro futuro, alegría indispensable para cuando la patria deambule por la calle de la amargura.

 

Námaste Heptákis

 

Coletilla. Alguien se aplicó con una buena estrategia para la campaña de Meade y en la semana ganó perdiendo. El consenso general se mueve entre dos polos: se equivocó al señalar a Nestora, o acertó al poner en el centro a las víctimas. Yo no comparto ninguna de las dos opiniones. Alguien en el equipo de Meade vio con claridad que tras el debate, hoy es la fecha importante porque se cumplen 44 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y es quizá la última oportunidad de usar el caso para la campaña. El uso lo tenía pensado el equipo de López Obrador, quien ayer se presentó en Iguala. ¿Cómo detenerlo? El equipo de Meade puso en discusión el caso de Nestora Salgado y con ello no sólo impidió la presencia de la “comandanta” en el mitin de Iguala, sino la publicación de la nota que pedía el lopezobradorismo y con ello contuvo el uso del caso para la campaña. Mientras, todos los sesudos analistas se fueron con la finta.

Falsificación

Falsificación

 

Vi un fenómeno inusitado de la naturaleza. No es que me extrañe de todo o me asombre por nada, sino que en verdad fue un fenómeno nuevo en mis incursiones al mundo animal y mineral. Vi cuatro punketos posando para la foto. Fue todo un homenaje a la virilidad falsificada: gesto huraño, dientes gruñentes, fruncido ceño, pose añusgada, pantalones arañados, mechas añiles, botas abrigañas, ojos abeñulados, chaqueta con alzapaños y fálica seña. (No es cacofonía ni almorriña, lector, pues sin eñes la descripción pierde todo su atractivo). Posar para la foto siempre es una falsificación de la vida, incluso cuando quienes posan son ya de por sí bastante falsos. Posar para la foto es un fingimiento desesperado.

         No me gusta ver a la gente posando para las fotos. Ponga su mano aquí, no tan alto, más natural. Una mano toma la rienda del caballo y la otra ciñe el florete con naturalidad de mando. Sonría a su esposo con ojos de amor. Mire como al horizonte su tiempo perdido. Dele limón al niño como para que sonría. Despierte al abuelito para que no salga con los ojos cerrados. Derecha la crinolina, Carolina. Y todas esas cosas que se dicen para producir el fingimiento de la foto me son desagradables. Porque la foto, cuando no es espontánea, tiene su efectividad en el ocultamiento de lo que realmente pasa. La foto posada es una mentira fácil y simplona.

         Algunos dicen que las fotos nos sirven para el recuerdo. Hay quien atesora álbumes de fotos para saber cómo era el tatarabuelo antes de perder el ojo y con ello ejemplificar la legendaria resistencia familiar ante el dolor, o para ver los bigotes de la abuela y señalar la reciedumbre que corre por las vanagloriosas venas de su prole. Otros más, repasan las fotos como para comprobar que algún día se vieron bien, que en algún momento el fingimiento no se veía tan falso, que en la juventud sabían mentir mejor. Y otros, los más cursis, ven en los álbumes de fotos sus andaderas del recuerdo, pertrechos para la memoria, utillajes para la inmersión en el pasado perdido. Siendo las fotos posadas fingimientos desesperados, los álbumes resultan falsificadores del recuerdo, llaves de puertas nunca cruzadas, hitos de caminos en los que nunca se pudo andar. (No pierda el lector la oportunidad de falsificarle a voluntad el falso recuerdo a su cursi más cercano en la próxima visita al álbum familiar. La técnica es fácil: se comienza preguntando si no recuerda por qué tenía esa genuflexión forzada como sonrisa la tía quedada y se le inventa que acababa de salir de su segunda histerectomía y que la foto fue en ocasión de su ovario izquierdo. Confundido, y desconocedor de tales intimidades, el cursi más cercano habrá creado un panorama en que se inscribe la foto, una leyenda interior sobre los interiores de su tía y una justificación a la histeria que misteriosamente la entregó virginal a los labios del alcohol y a los secretos del relicario por partes iguales).

         De entre las fotos posadas, las selfies me molestan más, tanto por hipócritas como por profanas. En ellas, todos quieren aparecer alegres o interesantes. Si alegres, aprovechan la selfie grupal para apelmazar la materia de sus rostros bajo el ojo inclemente de una cámara falsa. Si interesantes, se toman como al acaso lo que es intencionado, asumen la falsificación de la pose para negarla falsificándola (movimiento dialéctico que si todavía hubiera marxistas haría la delicia de sus deliquios). Cuando en la selfie quieren resaltar el contexto, la foto muestra una presencia que se perdió de lo presente, una importancia que se antepuso a lo importante, la primacía del yo hacedor sobre el fenómeno inusitado. La selfie falsifica la falsificación, subordina lo fotografiable a lo olvidable, anticipa la imposibilidad de falsificar recuerdo alguno porque hace de todo una imagen producida. A más que después del Cristo de San Juan de la Cruz ya no tiene chiste hacer imágenes desde la perspectiva del Padre. La selfie es quizá la última falsificación posible. La selfie será tumba de la memoria.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Importantísimos reportajes de Animal Político. Primero, policías federales señalados como probables participantes de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, específicamente señalados por su participación en el retén que permitió el paso de un grupo de 20 normalistas retenidos que eran trasladados de Iguala a Huitzuco, han sido transferidos o se ha destituido a los responsables de la cadena de mando. Segundo, un mando militar presuntamente relacionado con Guerreros Unidos, la negativa oficial a investigarlo y la clasificación confidencial a su expediente. 2. Buena nota de El Universal: hubo trampa en la designación de los integrantes del Sistema Nacional Anticorrupción. 3. Carlos Puig articula un panorama claro -en lo posible- en torno al uso gubernamental de Pegasus. En tanto Raymundo Riva Palacio dio en el punto: el problema político del espionaje es su uso propagandístico. 4. Se agradece siempre la inteligencia de Gabriel Zaid, pues en su análisis del origen de la violencia en el México contemporáneo nos da ideas para hacer frente a la catástrofe. Es Zaid, se trata de ideas prácticas, no son soluciones infladas de gigantismo, sino soluciones pequeñas del optimismo zaidiano. (Se equivoca y no le entiende, don Fede, al optimismo de Zaid, pues falla al creer que el poeta cree que los hombres pueden hacer grandes soluciones definitivas). 5. El gobernador «independiente» de Nuevo León, el priista Jaime Rodríguez Calderón «El Bronco», se lanzó contra los medios de comunicación pues le molesta que investiguen sus -por no decir mentiras- imprecisiones. Ejemplo de ello la oportuna nota de El Norte del jueves 29: dice que no sabe si quiere ser candidato a la presidencia, pero ya tiene preparada su campaña. 6. ¿Alguien vio la campaña de apoyo a Joaquín López-Dóriga? ¿Alguien vio la convocatoria para la marcha sobre Reforma en protesta por el asalto a las oficinas de López-Dóriga? ¿Alguien escuchó el ultimátum de Carmen? ¿Alguien leyó la denuncia de Julio? ¿Alguien vio el hashtag de Epigmenio? La indignación, ya lo hemos dicho, es selectiva. En tiempos en que todos defienden la libertad de expresión y denuncian los ataques a periodistas, las oficinas de Joaquín López-Dóriga pueden ser saqueadas y todos se quedan calladitos. ¡Eso es compromiso, camaradas! 7. Hace 18 años, cuando comenzaba a popularizarse el uso de internet en México, Terra regalaba cederrones con los que gratuitamente podía accederse por algunas horas a la red. Posteriormente, Terra ofreció servicio gratuito de correo electrónico, páginas personales y se volvió un sitio popular de chat. Con la llegada de las redes sociales, el sitio tornó un aparador de noticias. Ayer, 30 de junio, Terra dejó de existir.

Coletilla. Tumbona ediciones regala en formato electrónico uno de los mejores libros de ensayo de la literatura mexicana de los últimos 10 años: Las encías de la azafata del ensayista tapatío José Israel Carranza, quien en Mural del jueves hizo una excelente reflexión.

Curso rápido de pedagogía contemporánea

Curso rápido de pedagogía contemporánea

 

Aprendizaje significativo. Del libro de texto a detesto el libro el cambio es poco significativo.

Modelo educativo. La educación en valores se practica en el casino.

Constructivismo. Pasó de hablar ex cathedra a predicar ex kratera.

Sociedad de conocimiento. Todos sus alumnos eran oyentes: daba clases de oídas.

TICs. Para comentar el texto basta stalkearlo.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Sobre el caso de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos destaca, nuevamente, la información que ha hecho pública Héctor de Mauléon. En cuatro entregas (I, II, III y IV) presenta el relato de un jefe de sicarios sobre aquella noche. De acuerdo a «El Cepillo», la normal Raúl Isidro Burgos sí está relacionada con el narcotráfico y uno de los líderes estudiantiles pertenece a un cártel rival de Guerreros Unidos. 2. El admirable historiador Jean Meyer nos recuerda, nuevamente, el exterminio de los cristianos en la guerra de Siria. 3. La Red de Defensa de los Derechos Digitales documentó el espionaje gubernamental a los usuarios de telefonía móvil y conexión inalámbrica a internet en 12 estados del país. Es decir: los gobiernos estatales nos espían ilegalmente. 4. Carlos Puig se confiesa con sus lectores: «vivo en un país donde las cosas se están poniendo del carajo». Creo que lo he pensado casi igual, casi… 5. Vaya semanita para el diario Reforma, primero le hackean su servidor y el ataque afecta hasta la impresión y distribución del diario. Dos días después, como ya señaló Carmín el jueves, policías del Estado de México golpean, humillan y abusan de una reportera. Y el viernes, desde las páginas de El Universal, reciben una pedrada. Vaya semana, pues.

Coletilla. «Quien busca fruto maduro descuida la amenidad de los campos”. Pedro Crisólogo

La impráctica incomodidad

La impráctica incomodidad

 

Supongo que algún pragmático, intentando evitar la decisión sobre subordinar la amistad a la política o la política a la amistad, podría pensar que lo sensato es diferenciar a la política de la amistad y mantenerlas tan claramente definidas que, si bien ambas se ordenan a la felicidad humana, pueda identificar ámbitos de realización distintos para cada una. Quizá dicho pragmático suponga que la realización de la amistad es menos pública que la política; o que la realización de la política se circunscribe en menor medida a lo personal. Probablemente un pragmático así considere que la justa proporción entre la amistad y la política facilite la felicidad.

Sin embargo, ni la felicidad es un producto ni la amistad o la política son tan claramente distinguibles. Distinguir amistad y política a partir de la disposición grupal de ambas es una distinción superficial e insuficiente. Superficial, porque simplifica las realizaciones posibles de la amistad. Insuficiente, porque cancela la posibilidad de pensar al bien común como finalidad. Si el bien común depende de nuestra disposición a él, ni es bien, ni es común. Si el bien común no es anterior a nuestra disposición, ni es posible la política, ni es deseable la amistad. Si el bien común no se funda en la comunidad natural, ni es posible la amistad, ni es deseable la política. Y sólo podremos comprender la comunidad del bien común cuando contestemos a la pregunta “¿qué es lo político?”.

Sin contestar a la pregunta, y suponiendo todavía que la política y la amistad son claramente distinguibles, es posible señalar una consecuencia más de la posición pragmática: ni la amistad ni la política tienen una consecuencia moral. Con mayor asiduidad sospechamos de la amoralidad política, incluso cuando hacemos de la indignación una “causa” política (y sólo es hasta Hobbes cuando “causa” comenzó a usarse en ese sentido para explicar la política [cfr. Voegelin, La nueva ciencia de la política, capítulo 4]); no así extendemos la sospecha sobre la amistad (excepción hecha del adolescente que “necesita justificar” sus amistades). Suponiendo la amoralidad política, la justicia se limitaría a la legalidad y la legalidad al cumplimiento de disposiciones: la tecnocracia. Suponiendo la amoralidad amistosa, la justicia se limitaría a la fidelidad y la fidelidad a la complicidad; y todos saben que se puede ser tan cómplice en lo malo como en lo bueno, aunque en lo malo la complicidad siempre sea más complicada. La amoralidad de la amistad y la política nos deja sin razones para la política y la amistad.

La amoralidad, empero, no es lo peor de la disposición pragmática, sino lo más presentable. Lo impresentable de la disposición pragmática es el embuste necesario en que se convierte cualquier realización de la política o de la amistad. Careciendo de razones para la política, nada impide el advenimiento de la tiranía: tiranía de la fuerza, tiranía de la pasión o tiranía del miedo… tiranía del poder, al fin. Careciendo de razones para la amistad, nada impide la voluntaria ceguera. Sin razones para la política es imposible reconocer a la tiranía. Sin razones para la amistad es imposible reconocerse. Perdiendo la amistad nos perdemos. Y la amistad es imposible si fracasa la política. ¿Ya se entiende por qué algo nos está incomodando? El visitante toca a la puerta…

 

Námaste Heptákis

 

Para no olvidar. 1. Hoy se cumplen cuatro meses de la desaparición de Claudia Ivonne Vera García, activista del colectivo «¿Y quién habla por mí?», desaparecida por policías estatales en Veracruz. No hay información nueva sobre su caso. 2. El próximo martes se cumplen 22 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Las reuniones de los padres de los desaparecidos y los funcionarios federales han continuado, aunque no se ha llegado a ningún acuerdo nuevo.

Escenas del terruño. 1. Luis González de Alba reflexiona, en dos partes, sobre el fracaso de la izquierda setentera en la política mexicana. 2. El semanario Eje Central dio a conocer la existencia de una organización civil que tiene a la oficina de comunicación de Enrique Peña Nieto como centro de operación y a la opacidad como origen de sus recursos. 3. En las últimas dos semanas cinco familias completas han sido ejecutadas en el país; en el mismo lapso se ha registrado un incremento en el número de menores de edad ejecutados en nuestro país. En nuestra guerra civil se está derramando más sangre joven. 4. Bajo la premisa de que el Estado Islámico es consecuencia del capitalismo, comunistas españoles combaten del lado kurdo; interesante reportaje de Vice News.

Coletilla. Si lo publicado el lunes por Roberto Zamarripa en Reforma es cierto, los hechos violentos de Nochixtlán, Oaxaca, el 19 de junio son consecuencia de la incompetencia del «servicio de inteligencia» federal. Zamarripa informó que el supuesto operativo para desalojar un retén, en realidad fue un rescate de rehenes: ocho policías federales y una agente de inteligencia (una espía) del Cisen. Haciéndose pasar por la novia de uno de los policías retenidos, la espía fue liberada; pero sus superiores (el servicio de inteligencia federal) no se enteraron de la liberación y entraron armados a Nochixtlán para ejecutar el rescate. Horas más tarde, los funcionarios federales mintieron declarando que el operativo fue un desalojo y que los agentes no iban armados. Ya corrigieron su declaración en torno a las armas. ¿Escucharemos la declaración que reconozca un operativo fallido del servicio de inteligencia?